Blog de Carlos J. García

La libertad y las fobias espaciales: Agorafobia y claustrofobia

Empleo la designación fobias espaciales, de los problemas conocidos como agorafobia y claustrofobia, atendiendo a las manifestaciones explícitas de tales problemas, y, no tanto, como veremos, a la estructura de factores que componen las causas de las mismas.

La comprensión de los modelos teóricos, desde los que se pueden comprender mejor tales fobias, requiere dos de las herramientas conceptuales que hemos expuesto sucintamente en dos artículos precedentes de este mismo blog, cuya lectura podría ser de interés. Se trata de los artículos titulados Fobias: obligaciones y amenazas, y, Los vínculos interpersonales que dañan el «yo».

En el primero de dichos artículos expuse que las auténticas fobias son partes componentes de la estructura de personalidad de aquellas personas que las padecen. Es decir, no sobrevienen de forma accidental sin que exista previamente una constitución de personalidad en la que, el riesgo de padecerlas, es extremadamente elevado, e, incluso, de la que se derive directamente la emergencia de las mismas, una vez cristalizada.

En el fondo de ambos problemas, es fundamental el papel que juega el valor de la libertad en oposición a otros factores, de índole interpersonal, que la constriñen.

Ahora bien, la libertad personal es entendida por sus significados de alejamiento o huida, de condiciones personales o interpersonales, caracterizadas por la restricción de la autonomía personal.

Además, ambos trastornos constituyen fobias propiamente dichas, tal como quedaron especificadas en el primero de los dos artículos reseñados antes.

El componente de la obligación.- En ambos casos, se define primariamente una determinada situación o contexto, en el que la persona se siente obligada a someterse a determinaciones ajenas de su propia actividad, con las que no se identifica a sí misma. De ahí que experimenta una necesidad intensa de escapar de dichas condiciones.

El componente de la amenaza.- En ambos casos, la salida deseada de dicha situación o contexto, se encuentra íntimamente vinculada con la amenaza de que, si escapa de la misma, experimentará pérdidas inasumibles, daños a su identidad, empeoramiento de sus condiciones de vida, pérdida de seguridad existencial, etc.

Dicho de forma genérica, si permanece dentro de la situación original, padecerá mermas en el ejercicio de su sustantividad y de su existencia, pero tendrá contrapartidas que considera beneficiosas, como pueden ser, una mayor seguridad vital, económica, de su identidad personal, etc., y, si escapa de dicha situación, tendrá ganancias en su autonomía personal y en términos de disponer de una mayor y más genuina existencia de sí misma, pero, tendrá perdidas en cuanto a protección exterior, seguridad vital o una posible malignación de su identidad personal.

Es obvio que, el tipo de situación interpersonal susceptible de generar tales condiciones personales, se refiere a aquella definida por la existencia de un vínculo sustantivo, como los expuestos en el artículo Los vínculos interpersonales que dañan el «yo».

Como expuse en dicho artículo, en este tipo de vínculos, definidos en términos de que un sujeto exterior, fundamentalmente una figura de seguridad, ejerce una apropiación indebida del hijo/hija, y de sus actividades de relación con el entorno, pueden darse una amplia variedad de subtipos.

Por el modo de la vinculación, las dos formas más importantes son la posesión y el control, aunque es frecuente que se den formas híbridas de estos. En los formatos posesivos, sobre todo predominan las operaciones de seducción, compra de voluntades, chantajes de tipo moral, etc., mientras que en los vínculos de control, predominan los modos manifiestos de autoritarismo, hostilidad, crítica, castigo, etc.

En los vínculos híbridos, es frecuente que, dentro de la propia estructura del vínculo, puedan emerger reacciones de rebeldía del hijo hacia las manifestaciones de control que el progenitor ejerza sobre él, pero es raro que el hijo se rebele hacia los vínculos en los que hay un predominio completo, o casi completo, de las modalidades posesivas, por cuanto sus formas de manipulación suelen estar ocultas a la mirada del hijo.

Comenzaré por exponer el modelo teórico que considero más verosímil en relación con la estructura de personalidad en la que se inserta la agorafobia, tomando como punto de partida algunas de sus manifestaciones más significativas, como son las siguientes:

  • Miedo a alejarse de un contexto en el que experimenta una impresión de seguridad.
  • Elevación de la ansiedad cuando se aleja progresivamente de un contexto que considera seguro.
  • Miedo a que se intercalen obstáculos entre la ubicación actual de la persona y el contexto que juzga como de mayor seguridad.
  • A veces, ocurrencia de crisis de pánico en espacios abiertos, en la calle o en lugares aglomerados aunque, en ocasiones, se pueden dar en el propio domicilio.
  • Miedo a tener que efectuar esperas en colas o situaciones similares en las que considere que es difícil huir de la situación. Cabe incluir transportes de los que sea difícil apearse, atascos de circulación, etc.
  • Miedo a la propia ansiedad en situaciones como las descritas.
  • Conductas de evitación de todas las situaciones descritas.
  • En general, presencia de un estado de ánimo de baja energía.
  • Cuando sostiene relaciones conyugales o de pareja, suelen ser muy peculiares, como, por ejemplo, relaciones afectivamente ambivalentes, dependencias extremas que se tornan muy demandantes hacia la pareja, etc.
  • Es frecuente la presencia de pensamiento circular asociado a la preocupación por la posible ocurrencia de sus propias reacciones emocionales.
  • Tendencia a interpretar sus manifestaciones de ansiedad en términos orgánicos, vinculada a otros miedos, como, por ejemplo, el miedo a morir por una parada cardíaca.
  • Cuando el estado de ánimo accede a sus niveles más bajos, puede somatizar la ansiedad en forma de mareos y aturdimientos, lo que puede provocar la anticipación de situaciones de pérdida de conciencia en situaciones de desamparo, lo cual contribuye a argumentar con mayor fuerza el miedo a la ansiedad y a alejarse de su contexto de seguridad.

Como decía antes, en los vínculos sustantivos, la persona vinculada de tal modo, no suele tener conciencia alguna de que se encuentra vinculada por el sujeto exterior, y, a lo más que suele acceder es a detectar los diferentes ejercicios de control manifiesto que se efectúen sobre ella.

Ahora bien, a menudo, dicha persona puede benignar al sujeto del vínculo debido a “los bienes” que recibe de él, sean materiales o de cualquier otro tipo, como, por ejemplo, la protección vital o existencial. Si esto ocurre la participación en el propio vínculo, de la persona vinculada, es más activa que si no fuera consciente de recibir tales bienes.

Así, el vínculo puede configurarse como un objeto ambivalente. Puede juzgarse bueno por lo que se reciba de él, y, al mismo tiempo, juzgarse malo, por la merma que ocasiona en la propia autonomía personal y en la propia existencia.

Si damos por válida la hipótesis de que la persona agorafóbica se encuentra estructuralmente vinculada a la figura de seguridad, de un modo ambivalente, lo esperable es que, como mínimo, se encuentre profundamente incómoda, tanto en la situación en la que permanece en sumisión al vínculo, como en las situaciones en las que se rebele a él y trate de existir (en libertad) por cuenta propia.

Es obvio que sus actitudes, derivadas de aceptar la situación de sumisión, serán muy diferentes de aquellas que se deriven de su voluntad de escapar de dicha situación.

Ahora bien, en ambos casos, lo que no desaparece es el propio vínculo sustantivo a la figura de seguridad, y, si nos fijamos bien en la especificación «figura de seguridad», lo cierto es que en dicha persona prevalece la impresión subjetiva de «seguridad personal» cuando se ve a sí misma dentro de la situación definida por la protección de dichas figura, que cuando se ve a sí misma distante o alejada de dicha situación.

Además, los términos «dentro», «distante», «alejada», etc., son nociones espaciales en las que, los significados de los sentimientos referidos, son extremadamente parecidos a los significados de los mismos entendidos como sensaciones físicas.

Si volvemos a mirar la relación de manifestaciones de la agorafobia expuestas anteriormente, no resulta difícil utilizar indistintamente los términos lugar o vínculo para entender el significado de las mismas

  • Miedo a alejarse de un (lugar/vínculo) en el que experimenta una impresión de seguridad.
  • Elevación de la ansiedad cuando se aleja progresivamente de un (lugar/vínculo) que considera seguro.
  • Miedo a que se intercalen obstáculos entre la ubicación actual de la persona y el (lugar/vínculo) que juzga como de mayor seguridad…

Según este modelo teórico, cabe pronosticar la emergencia de toda la constelación de manifestaciones agorafóbicas, cuando la persona presenta una actitud de salir del vínculo sustantivo, mientras que las mismas tenderán a debilitarse o, incluso, a desaparecer, cuando torne su actitud claramente en el sentido contrario.

Ahora bien, ese retorno al “hogar” también conllevará una variedad de manifestaciones asociadas a la pérdida de libertad, merma de la autonomía personal, impresión subjetiva de fracaso personal, reducción del estado de ánimo, etc.

A veces, da la impresión de que la persona, en el fondo, lo que quiere es disponer de todos los “bienes”, sumando los de ambas situaciones, siendo incapaz de renunciar a una de las dos partes de los mismos, o de que no quiere ninguno de los dos paquetes de “males” correspondientes, lo cual incrementa la dificultad de que afronte con la suficiente energía la tarea de deshacerse del vínculo sustantivo y apostar por su propia autonomía.

En síntesis, en el caso de la agorafobia nos encontramos con un genuino miedo a la libertad —definido de un modo radicalmente distinto a como lo definió Erich Fromm en su libro El miedo a la libertad— unido a una fuerte necesidad de ella, en paralelo con  una gran necesidad de seguridad, unida a una fuerte merma de la autonomía y la libertad personal.

En cuanto a la otra fobia espacial, a la que se denomina claustrofobia, sus manifestaciones más comunes son:

  • Miedo a estar dentro de espacios cerrados (aviones, ascensores, metro, etc.)
  • Miedo a encontrarse en algún lugar del que no sea posible salir.
  • Miedo a la asfixia.
  • Miedo al aplastamiento.
  • Elevación de la ansiedad cuando prevé que va a encontrarse en dichas condiciones.
  • Posibilidad de crisis de pánico al hallarse en lugares cerrados, con sensación de ahogo, opresión torácica, etc.
  • Miedo a la propia ansiedad en situaciones como las descritas.

Aunque pudiera pensarse que, en el caso de la agorafobia, las actitudes presentes, cuando la persona se encuentra en el estado de la sumisión al vínculo, tuvieran algún parecido con las de la claustrofobia, sin embargo, no parece ser así.

Las manifestaciones de la claustrofobia, propiamente dicha, también parecen derivar de una condición personal de vinculación sustantiva, si bien, de un formato notablemente diferente en cuanto a los contenidos de las obligaciones y las amenazas que la acompañan.

La personalidad claustrofóbica se caracteriza por sobrellevar unas cargas ingentes de responsabilidad —de tipo moral, familiar, económica, etc. — que la sumen bajo múltiples obligaciones, hasta el punto de carecer de libertad personal.

Esclava de tales obligaciones, se siente encerrada en una especie de cárcel de la que no puede escapar, ni, por tanto, disponer de una existencia propia, si bien sintiendo una fuerte inclinación a liberarse de ellas.

Su avidez por tener una existencia propia, impedida por las responsabilidades que imperan sobre sus actividades, se traduce en sentimientos de encierro, aplastamiento, o ahogo, cuyos significados vienen a coincidir, con las sensaciones que experimenta, cuando percibe tales situaciones entendidas como escenarios materiales o físicos.

Ahora bien, los criterios morales, sociales o familiares que causan sus sentimientos de privación de libertad, no son criterios con los que la propia persona se identifique. No están originados en ella misma, sino que, siendo externos, los ha asumido como propios en un formato de auto-sacrificio.

Por lo común, la persona que padece claustrofobia, también, como en el caso de la agorafobia, se encuentra inserta en un vínculo sustantivo.

En este caso, el sujeto del vínculo es quien transmite tales criterios a la persona vinculada, siendo la herramienta más frecuente, el chantaje moral a su identidad personal.

En la claustrofobia, la figura de seguridad que opera como sujeto del vínculo, puede ofrecer una imagen de autoridad moral (lo cual suele ser bastante diferente en el caso del sujeto en la agorafobia), que sirve de justificación para argumentar la transmisión de responsabilidad sobre terceros, en la persona vinculada.

Los mensajes del tipo «si no cumples con tus obligaciones, eres mala, despreciable, etc.» efectuadas por la figura de seguridad en un vínculo sustantivo, pueden ser determinantes para que, la persona vinculada, las asuma como una fuerte obligación, si bien, sin identificarse propiamente con ellas, o sin identificarlas como propias de ella misma.

Dicho en otros términos, la persona las asume como obligaciones irrenunciables, en tanto sobrepuestas a ella misma, lo cual lleva implícita una cierta conciencia de sacrificio de su propia autonomía personal y de su propia existencia, es decir, de autosacrificio y de la necesidad asociada de existir  escapando de las mismas.

Su esperanza de que en algún momento pudiera escapar del conjunto de las obligaciones en las que se siente atrapada, puede mantener su estado de ánimo, dentro de ciertos límites tolerables, pero la previsión de que tal hecho no pudiera llegar a ocurrir nunca, le puede generar un sentimiento de agobio insoportable.

Tal parece ser el sentimiento que experimenta cuando se imagina encerrada en un espacio del que nunca podría escapar.

Por lo tanto, el conflicto fóbico en la claustrofobia concierne al confinamiento bajo la responsabilidad moral o de otra índole, que genera el conflicto entre seguir dentro de él (sin libertad, pero cumpliendo con la responsabilidad), o salir de él (con libertad, e incumpliendo la responsabilidad).

En ambos casos, es posible que el conflicto venga dado integralmente por el sujeto del vínculo, es decir, dicho sujeto, aparte de vincular a la persona por medio de seducción, chantaje moral, o de cualquier otro factor, le inyecta el otro componente fóbico desde el papel de ser causa ejemplar, como una adquisición de otra propiedad más de su propia personalidad, al ser imitado por dicha persona.

Por ejemplo, una madre que opere vinculando sustantivamente a un hijo, mediante procedimientos de posesión o control, también puede servirle de ejemplo, en términos de, autoridad moral, de egoísmo interpersonal o de autonomía inmadura con características “antisociales”, por poner otros ejemplos, que vienen al caso de las fobias espaciales.

4 Comments
  • Celia on 15/06/2016

    En verdad que es fascinante la manera que tiene la mente de hacer abstracción de las vivencias mostrando una reacción casi idéntica a la causa original. Si uno fuera capaz de autoanalizarse qué fácil sería trazar los paralelismos en estos casos de fobias espaciales para poder conocer mejor por qué se tienen esos sentimientos. Como esto es imposible dado los vínculos sustantivos: ¿Qué tipo de creencias estarían detrás de una agorafobia? ¿Qué mensajes han tenido que ir calando para llegar a que cualquier opción se interprete como nociva? Me parecen más difíciles de conocer que las de la claustrofobia.

    • Carlos J. García on 16/06/2016

      Es posible que el proceso de autoanálisis al que te refieres no deba comenzar por la investigación del vínculo sustantivo propiamente dicho, sino por factores genéricos que pueden estar presentes en la propia personalidad (al margen de que ésta se defina como sustantivamente vinculada) y, también, pueden participar en dicho tipo de vínculo.
      Es el caso de creencias genéricas del tipo: «no debo salir perdiendo en ninguna de mis transacciones interpersonales»; «no debo renunciar a nada que sea beneficioso para mí»; «quiero todos los beneficios, ninguna pérdida y ningún perjuicio», etc.
      Dado que elegir consiste, sobre todo, en renunciar verdaderamente a todas las opciones, incompatibles entre sí, menos a una, tales creencias impiden el acto mismo de elegir, y, en tal caso, ante cada bifurcación decisoria la persona se encontrará con un conflicto que dañará su sustantividad, según sea la gravedad del mismo.
      Es fácil que tales creencias de tipo economicista hayan sido transmitidas por el propio sujeto del vínculo, por lo que, una vez detectadas, sería importante seguirles la pista hasta su origen.
      Por otro lado, también es fácil que una persona sustantivamente vinculada crea que, el hecho de que su figura de seguridad le haya transmitido tales creencias, significa algo así como que la ama mucho y quiere su bien, creencia que, a su vez, estaría presente en la propia esencia del vínculo. No obstante, tras un análisis pormenorizado de la creencia «promoción de mi economicismo por parte de mi figura de seguridad = mi figura de seguridad quiere mi bien = puedo confiar en mi figura de seguridad», tal creencia no se podría sostener durante mucho tiempo, y en caso de que se debilite, en ese mismo grado se debilitaría el vínculo.
      Un paulatino decremento de la dependencia dela persona con respecto a la figura de seguridad, facilitará, así mismo, una mayor libertad perceptiva con respecto a aquella, lo cual abriría nuevas posibilidades de investigación de sucesivos paquetes de creencias.
      Esto es solo un ejemplo ilustrativo del tipo de trabajo que habría que hacer en este tipo de condiciones. Muchas gracias por tu comentario.

  • Ignacio Benito Martínez on 18/06/2016

    Me encantó el artículo, me lo he leído dos veces. Puede ser que en la agarofobia se lance el mensaje de que estar con la «figura de seguridad» dará protección al individuo, ante un mundo que puede resultar potencialmente peligroso, y ante el cual no tiene medios para hacer frente a tal peligro.
    De tal forma la «figura de seguridad» garantiza la permanencia de la persona vinculada a su lado, y cada vez que sale de esa situación de seguridad, se siente acosada por ese mundo hostil. Además, otra cosa que pueda suceder es que las relaciones que busque en el mundo sean relaciones de seguridad parecidas a las que le propone dicha «figura de seguridad».

    • Carlos J. García on 18/06/2016

      Creo que estás en lo cierto. Esa modalidad de vinculación sustantiva a la que haces referencia, merma la independencia facultativa mediante estrategias de «sobreprotección» y de sustitución, al tiempo que reduce la autonomía personal. Además, si la persona se ve como objeto potencial de hostilidades al salir al mundo, también se ve dañada su sustantividad, lo cual empeora aun más su autonomía. Gracias por tu aportación. Un saludo.

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