Blog de Carlos J. García

La revolución contracultural o el anti-realismo absoluto

Estamos ante la cancelación de la realidad y de la cultura que todavía la sostenía.

La revolución anticultural que padecemos no solo persigue el borrado de la tradición y la historia constitutivas de Occidente, sino que, yendo mucho más lejos, pretende la abolición del hombre, aplicando el método de la supresión de sus auténticas creencias, aquellas que adquiere desde que nace, sin ni siquiera ser consciente de tenerlas.

Cualquier auténtica creencia de una persona conlleva crédito real. Las personas creemos que el significado de cada creencia que tenemos es real y verdadero y nos atenemos a ella.

Ahora bien, la creencia fundamental, previa a la posibilidad de cualquier otra creencia, es que la realidad existe de forma independiente a nosotros mismos.

De hecho somos conformados por la realidad, que opera a modo de crisol y de molde, a lo largo de nuestra maduración y desarrollo. Nacemos programados para absorber toda realidad que se encuentre al alcance de nuestros sentidos, y, a medida que la absorbemos, nos vamos haciendo a ella, según ella y por ella.

Absorber realidad es una necesidad imperativa del ser humano, al igual que puedan ser la nutrición, la respiración o cualquier otra de tipo orgánico.

No obstante, al igual que podemos comer comida envenenada o respirar un aire contaminado, también absorbemos ideas no reales creyendo en ellas como si fueran reales.

Por otro lado, parece ser que hasta hace algunas décadas la imagen que prevalecía en el Occidente contemporáneo era de índole materialista, es decir, que solo lo material era real, dogma que denostaba todo lo espiritual y lo mental.

El giro reciente al que actualmente asistimos incluye el dogma de un neo-mentalismo subjetivista, de índole como mínimo irreal, por el cual se admite en áreas importantes, como en el caso de la identidad personal, que lo real es lo que uno piense o crea que es, con independencia de lo que verdaderamente es.

Ahora bien, el anti-realismo que padecemos en la actualidad tiene un precedente muy parecido ocurrido en el siglo XVII.

El pensamiento, en Europa y, especialmente en España, había dado un giro tremendo desde la baja Edad Media (siglos XII a XV), que se manifiesta con el inicio de las revoluciones protestantes y los terribles conflictos planteados por las «guerras de religión”, hasta el siglo XVII.

El debilitamiento de la fe católica y de forma más amplia, de las creencias religiosas, conllevó una rápida pérdida histórica de la noción imperante de realidad, que fue seguida de un proceso de irrealización en todos los sectores de la sociedad y que se reflejó de modo generalizado en las artes.

El siglo XVII es el del arte Barroco; Galileo Galilei; la revolución inglesa de Cromwell; Isaac Newton; el Rey Sol Luis XIV; las guerras entre el catolicismo y el protestantismo en Francia y en otros muchos lugares; la fundación en Norteamérica de la futura ciudad de New York;… un siglo profundamente marcado por las revoluciones de todos los sectores del pensamiento que siguieron al Renacimiento y las reformas religiosas.

En España es el siglo en el que, en su primera mitad, muere lo mejor de su Siglo de Oro: Lope de Vega (1562 -1635); Quevedo (1580 -1645); Góngora (1561 -1627); Cervantes (1547-1616); Zurbarán (1598-1664); Velázquez (1599-1660); Ribera (1591-1652)…

Por su parte, Calderón de la Barca, nació justo al inicio del siglo XVII (17 de Enero de 1600)  y falleció en el último cuarto del mismo (25 de mayo de 1681), por lo que atraviesa prácticamente todo el siglo XVII español y europeo. Se trata del siglo del Barroco que transita desde el gótico hasta el  inicio mismo de la modernidad en el que cobran fuerza el subjetivismo, el Rococó, el romanticismo, el idealismo,…

Da la impresión de que tal tránsito conllevó un salto cualitativo y cuantitativo desde el más intenso realismo, fundado en principios reales (por ejemplo por Quevedo o Cervantes) frente a determinantes degradados que trataban de implantarse y lo van consiguiendo, desde el siglo XVI, hasta las revoluciones que marcan el inicio de la era contemporánea.

En filosofía no hay que olvidar que el primer filósofo de nuestra era que pone en duda la existencia de la realidad exterior al pensamiento fue René Descartes (1596-1650),  que fue seguido de una línea de pensamiento “racionalista” en la que se encuentran autores como Malebranche (1638-1715), Leibniz (1646-1716) y Kant (1724-1804), y desemboca en el idealismo de Fichte (1762-1814), Schelling 1775-1854) y  Hegel (1770-1831), en los que el pensamiento parece más real que lo exterior a él.

En 1635, el dramaturgo español Pedro Calderón de la Barca compuso La vida es sueño, un drama del que se dice que “acaba bien”. En él, al protagonista, se le plantean condiciones de gran incertidumbre acerca del carácter, si real o irreal, de aquello que piensa y siente. Del texto de la obra, son muy significativas y dignas de destacar las siguientes estrofas del final de la JORNADA SEGUNDA:

«Es verdad, pues reprimamos esta fiera condición, esta furia, esta ambición, por si alguna vez soñamos; y si haremos, pues estamos en un mundo tan singular, que el vivir sólo es soñar; y la experiencia me enseña que el hombre que vive, sueña lo que es, hasta despertar.Sueña el rey que es rey, y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando; y este aplauso que recibe prestado, en el viento escribe; y en cenizas le convierte la muerte (¡desdicha fuerte!); ¿que hay quién intenta reinar, viendo que ha de despertar en el sueño de la muerte? Sueña el rico en su riqueza, que más cuidado le ofrece; sueña el pobre que padece su miseria y su pobreza; sueña el que a medrar empieza, sueña el que afana y pretende, sueña el que agravia y ofende, y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende.Yo sueño que estoy aquí destas prisiones cargado, y soñé que en otro estado más lisonjero me vi. ¿Qué es la vida? Un frenesí.¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.» [i] (pp. 88-89)

En este drama, su autor pone en voz del protagonista Segismundo un modo de ver a los seres humanos bajo la convicción de que nada de lo que creen ser es verdad, y, por tanto, que todos ellos, viven, cada cual, su propia ficción, sin referente real alguno. Es decir, los ve como a auténticos chiflados, viviendo en sus mundos de fantasía, bajo pensamientos que no refieren realidad alguna.

La idea de que, el pensamiento humano carece de referente exterior a sí mismo, también es sugerida o, incluso, tratada de demostrar por David Hume[ii] que, antes que “empirista”, sostiene un escepticismo radical acerca de la existencia de algo exterior al pensamiento e, incluso, acerca de las causas materiales exteriores que producen las simples sensaciones. En general la Ilustración constituyó toda la cimentación de la mentalidad que predomina en el la actualidad en Occidente.

Por su parte, un autor – en mi opinión mal llamado “empirista”-  es George Berkeley (1685-1753) que se empeña en eliminar el dualismo «espíritu-materia» para acabar con el materialismo y concluir defendiendo la exclusiva existencia del espíritu[iii].

Filosóficamente fundada en la obra de Berkeley, en 1994, Jostein Gaarder publicó una “novela sobre la historia de la filosofía”, titulada El mundo de Sofía[iv],  que tuvo amplia difusión y una cierta repercusión social. En ella, la protagonista de quince años llamada Sofía se pregunta quién es. La novela acaba, poco más o menos, con el descubrimiento de que es una suerte de idea platónica o una mera idea en el pensamiento de Dios, por lo que la trama se basa en esa forma de negación de la realidad similar a las tesis del obispo Berkeley.

El anti-realismo actual amplía la libertad humana de pensamiento hasta el punto de hacer prevalecer cualquier idea irreal o absurda sobre aquella cosa a la que se refiera. Por ejemplo, si uno ve un tren pero cree que es un avión, se da por hecho que aquello es un avión.

Ya vemos como en los temas de identidad psicosexual, esta contracultura defiende que, las creencias que componen la identidad personal, cuando colisionan o discrepan con el sexo del organismo, se da por cierto que lo que está mal es el organismo y que debe ser cambiado para adecuarlo a la supuesta identidad personal.

Antiguamente se ponía en entredicho cualquier idea o creencia que alguien tuviera que no se conformara a la cosa a la que hacía referencia. Es decir, que se trataba de un problema mental.

No obstante, en el amplio campo de la sexualidad humana, hay un enfoque mucho más irreal todavía que ese tipo de condiciones en las que falla la concordancia entre la idea y la cosa. Se trata de que a nadie parece importarle en absoluto cuáles puedan ser las causas de las mismas.

En el conocimiento humano tan importante es, saber lo que algo es, como saber por qué es así.Es obvio que se suprime la indagación causal y se sustituye por un absurdo enfoque de la libre voluntad de la persona.

¿Por qué alguien quiere ser niño en vez de niña o viceversa? Es obvio que antes de que empezara a funcionar la actual propaganda a favor de esos cambios, las causas estaban dentro de las familias. Era cosa de algunas madres o de alguna otra figura relevante, preferir tener una niña en vez del niño que había nacido o viceversa. Ahora, la propaganda fomenta esos cambios dentro de la lógica socialmente revolucionaria, aunque sus promotores nunca lo reconocerían y, en su lugar, lo justifican (como todo) por el bien de los afectados.

¿Por qué alguien es heterosexual o por qué es homosexual? Tampoco importan las causas, y se propaga la idea de que eso vuelve a ser una elección de la libre voluntad de la persona.

Pero, ¿dónde se ha demostrado que una acción adoptada bajo el libre arbitrio carezca de causa alguna? La violación del principio de razón suficiente ya es una constante.

Otra rama que explota esta contracultura, que tiene fuerte relación con el objetivo de la supresión de las causas cuando se considera conveniente, tiene por objetivo la supresión del conocimiento de la mayor parte de la historia, mientras la otra parte se instituye por decreto-ley cuyo texto es pura invención. Sin conocer la historia, no se podrá explicar el estado actual de cosas en el mundo y parecerá que todo este cambio viene como caído del cielo. Pero la historia es la que es, es decir, hay una realidad histórica que se entierra mediante ideas falsas o la ausencia de toda idea.

Como nadie puede cambiar la historia, se inventan un cuento ad hoc para manipular la mentalidad de la población poniéndola a su favor.

Otro dogma completamente anómalo que impone la actual contracultura consiste en dar por cierta la teoría del cambio climático de origen humano. Ya hay una gran parte de la población que, a causa de la propaganda, cree que esa conjetura es verdadera y que justifica las políticas energéticas, los cambios producidos, los sacrificios económicos, etc., etc.

Otras muchas falsedades o medias verdades calaron en la población en relación con el famosísimo virus del Covid, el cual sí fue causado por el hombre, en contra de toda la propaganda, como recientemente se ha sabido.

El absoluto desprecio por la realidad que manifiestan los poderes que gobiernan el mundo a través de las diferentes ramas de su contracultura artificial, unido al saqueo económico que están llevando a cabo a gran parte de la población mundial, son síntomas inequívocos de mafias característicamente psicopáticas.

No obstante, cada vez vamos viendo más claramente que quienes causaron la enorme crisis del siglo XVI y sus herederos políticos o filosóficos de los dos siglos posteriores, causantes de la destrucción de la cultura original europea, son de la misma estirpe revolucionaria que quienes están destruyendo la actual civilización occidental.

 

[i] CALDERÓN DE LA BARCA, PEDRO; La vida es sueño; intr., y notas Santiago Pérez Minnocci; EDIMAT LIBROS, S.A., Madrid, 1999

[ii] HUME, DAVID; Tratado de la naturaleza humana; ed. por Félix Duque del original A Treatise of Human Nature (1739-1740); reimpresión 2008; EDITORIAL TECNOS (GRUPO ANAYA, S.A.), Madrid, 2008 (HUME, D, TNH)

[iii] BERKELEY, GEORGE; Tratado sobre los principios del conocimiento humano; ed. de Julieta M. Steyr del original de 1710; Crotoxina Ediciones, 2016

[iv] GAARDER, JOSTEIN; El mundo de Sofía. Novela sobre la historia de la filosofía; trad. de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo del original de 1991; EDICIONES SIRUELA, S. A., Madrid, 1994

11 Comments
  • Francisco on 04/11/2022

    Gracias Carlos por el artículo y el conocimiento que transmite.

  • concha garcia pascual on 05/11/2022

    gracias Carlos

  • Ignacio BM on 06/11/2022

    Muy bueno el artículo.
    Vamos, que a nadie se le ocurría decir en la antigüedad que la realidad no existía… En el fondo es bastante sofisticada la «filosofía actual», ya que «logra» comprender las cosas sin ninguna explicación.
    Por lo que das a entender en el artículo, absolutamente todo tiene una causa. Creo que es así, y que aunque a los nihilistas les fastidie, todo se ha creado por causa de alguien anterior, que es Dios.
    ¿Cómo reinventar la historia de la creación, la historia del porqué se creó todo, la causa? Parece que la memoria histórica está trabajando en esto. Contra los actuales axiomas parece no existir contestación posible, ya que todo el mundo da por hecho que no existe explicación posible de nada, lo cual deja al ser humano en un absurdo.
    La filosofía del absurdo propuesta por los progresistas filósofos modernos, que busca comprender todo sin ninguna explicación, no deja de ser un agujero negro que atrapa la energía y no la deja escapar.
    Si no se puede explicar que existe algo que crea algo, todo se torna en absurdo.

    • Carlos J. García on 13/11/2022

      El principio de razón suficiente equivale a afirmar que todo cuanto existe tiene un causa. Sencillamente es así.
      Gracias por el comentario

  • Nacho on 10/11/2022

    Hola Carlos.
    Es un gran artículo que refleja muy bien el sindios que vivimos. Literalmente sin Dios.
    Muy interesante lo que cuentas del siglo XVII. Y de Calderón.
    Tu tesis se ve aún más respaldada por este fragmento de su obra El Principe Constante:
    «Pero, ¿qué mal no es mortal / si mortal el hombre es, / y en este confuso abismo / la enfermedad de sí mismo / le viene a matar después? / Hombre, mira que no estés / descuidado. La verdad / sigue, que hay eternidad / y otra enfermedad no esperes / que te avise, pues tú eres / tu mayor enfermedad. / Pisando la tierra dura / de continuo el hombre está, / y cada paso que da / es sobre su sepultura. / Triste ley, sentencia dura / es saber en cualquier caso / cada paso ¡gran fracaso! / es para andar adelante, / y Dios no es a hacer bastante / que no haya dado aquel paso»

    Es brutal. De hecho es puro existencialismo. Aunque era sacerdote católico, parece claro que no le fueron ajenas las ideas de la Reforma. En mi opinión la muerte del Dios compasivo declarada por Calvino le conducía a deducir de ello la muerte del hombre real también por falta de fundamento. Pero al saberse vivo se preguntaba si no sería todo ello un sueño. Muerto (o desfigurado) Dios, muerto el hombre y la realidad entera por falta de fundamento.

    Creo que tienes toda la razón. Toda la debacle comenzó por una Reforma que condenaba al ser humano a vivir sin Dios.

    En mi opinión tampoco la idea de Dios previa era buena, pues pese a dar sentido, limitaba los poderes reales del ser humano: resignación, entrega a la voluntad de Dios, acatamiento de reglas estrictas y esperar al liberador Cielo tras este «valle de lágrimas».

    Da la impresión de que el necesario salto del Dios protector de la niñez de Occidente (hasta el final de la Edad Media) al Dios bueno que exige al ser humano su propio autogobierno, es una larga adolescencia llena de crisis por el Dios perdido que ha sumido a la humanidad a todo tipo de intentos de fundamentar la existencia en algo distinto a Dios. Esos intentos necesariamente pasan por la negación de la existencia de la realidad o su limitación a la simple materia.

    Un abrazo Carlos.

    • Carlos J. García on 13/11/2022

      No conocía la obra El Principe Constante. Calderón era un genio de los de entonces y en España al contrario de lo que ocurre ahora, no faltaban.
      Efectivamente el calvinismo en muchas de sus ramas ha destrozado la mejor época de Occidente.Parece que ha sido clave en las mayores catástrofes históricas que nos han traído hasta aquí, al anti-realismo absoluto.
      En cuanto a lo que dices acerca de la idea católica de Dios creo que deberíamos debatirlo en un artículo aparte. Hay mucho que analizar.
      Muchas gracias y un abrazo

  • Lupicinio Rodríguez Jiménez on 11/11/2022

    Muy interesante Carlos.

  • LupoRodríguez on 11/11/2022

    Se trata de una lectura muy interesante, Carlos.

Deja un comentario