Blog de Carlos J. García

La «religión de la Humanidad» para la abolición del hombre (II) El negativismo ilógico

[Se trata de una actualización del  artículo  http://www.autoriamedinaceli.com/el-materialismo-que-nos-devora/]

 

En artículos anteriores con el título «La religión de la Humanidad para la abolición del hombre» hemos introducido las etapas principales de dicha doctrina pero, por su extensión, habíamos dejado pendiente su vinculación con su principal objetivo que es la abolición del hombre.

La abolición del hombre se pretende mediante una ideología perversa, que se consolida en el ateísmo, el materialismo, la anti-metafísica, el conductismo radical, el utilitarismo, el pragmatismo y el rechazo de la causalidad, todo lo cual destruye la noción de realidad, produce una merma de la inteligencia, y proyecta una identidad a los seres humanos, cuya tesis es la de que el hombre es un animal más, bajo el riesgo de convertirse en materia prima manipulable.

La propaganda con la que se ha decorado esa «religión de la Humanidad» ha empleado la expresión «Positivismo lógico» que suena mucho mejor que la otra.

Pero no exageramos nada si de lo que se trata es de lo contrario, es decir, de un «Negacionismo ilógico».

La negación de Dios, la negación de la mente humana, la negación de la realidad (anti-metafísica), la negación de la posibilidad de conocer las causas de cuanto existe… este es el estilo preferido en la actualidad para ir reduciendo al ser humano a una caricatura de lo que es y que acaba convirtiéndolo en una entidad amorfa, débil  e intrascendente irreconocible para sí misma.

El análisis que hizo Henry Bergson[i] de la negación reviste un interés semántico pues demuestra, entre otras cosas que, la afirmación y la negación no son dos operaciones simétricas y, además, que la negación no se refiere a cosas sino a enunciados. Veamos su análisis.

Bergson plantea que, para negar la existencia de un objeto, primero hay que haberlo puesto en la representación como existente y después, al añadir a dicha afirmación un “no”, bastará para que lo pensemos como inexistente (ibídem. P. 251)

Dice Bergson: «La negación difiere, por lo tanto, de la afirmación propiamente dicha en que es una afirmación de segundo grado: afirma algo de una afirmación que, a su vez, afirma algo de un objeto.  […] Desde el momento en que se niega, se está aleccionando a los demás o se está aleccionando uno a sí mismo. Se toma aparte un interlocutor, real o posible, que se equivoca y al cual se le previene. Ese interlocutor afirmaba algo: se le previene que deberá afirmar otra cosa (sin especificar, sin embargo, la afirmación con la que habría que sustituir la primera). Entonces ya no hay una persona y un objeto frente a frente; frente al objeto hay ahora una persona que habla a otra persona…» (ibíd. p. 253)

En otros términos, negar una afirmación de alguien es la atribución de que aquello cuya existencia se niega es una pura invención de esa persona. Por lo tanto, la negación está fuera del ámbito del conocimiento y se ubica expresamente en el ámbito de la creencia. Trata con enunciados, no trata con cosas. Niega verosimilitud a un enunciado para no creer en lo que significa tal enunciado, pero no dice nada acerca de las cosas.

El objeto de negación más relevante es el que se refiere a existentes, cuya efectiva existencia o inexistencia, no es empíricamente demostrable. Este es el caso de todo cuanto ocurre en la mente de un ser humano y equivale a negar al propio ser humano.

Ahora bien, el escepticismo no es un invento moderno, sino que se encuentra en la sofística griega. Nicola Abbagnano[ii] refiere la relación entre la sofística y sus reflejos en el mundo moderno:

«La sofística antigua tampoco carece de su correspondiente reflejo en el mundo moderno. Por ejemplo, según Platón, el sofista Protágoras sostenía la tesis de que “tal como aparece para mí cada cosa, así lo es para mí y tal como te aparece a ti, así lo es para ti: porque hombre eres tú y hombre soy yo” (Teet., 152 a); por lo tanto, identificaba apariencia y sensación afirmando que ambas son siempre verdaderas porque “la sensación es siempre de la cosa que es” (Ib., 152 c): es, se entiende, para este o aquel hombre.” (p. 79) Y continua Abbagnano: “Por lo tanto es bastante claro que el mundo de la doxa (o sea, de la opinión) que cabalmente comprende las apariencias sensibles y todas las creencias que se fundan en ellas, lo acepta Protágoras tal como se presenta; pero él como los demás sofistas se niega a proceder más allá de este mundo de la opinión y a instituir una investigación que de algún modo lo trascienda.» (p. 79)

 

Protágoras en su obra Sobre la Verdad, afirma que: «El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son y de las que no son en cuanto que no son.». El significado de la misma, según Aristóteles, se refiere a que «lo que le parece a cada uno, tal es para él, con certeza… De lo cual se deriva que la misma cosa es y no es al mismo tiempo, y que es buena y mala al mismo tiempo, y así, de esta manera, reúne en sí todos los opuestos, porque con frecuencia una cosa parece bella a unos y fea a otros, y debe valer como medida lo que le parece a cada uno[iii].

 

El subjetivismo humanista con el que Kant reinició la filosofía contemporánea aboliendo el realismo ¾fundiendo el empirismo, el positivismo y el racionalismo¾, lo cual produce una grave modalidad del escepticismo, pone, a la humanidad, en una posición en la que el hombre prevalece sobre la realidad, lo cual, dado que el hombre es un animal de realidades, o un animal metafísico, implica su abolición.

Por mi parte, nunca he podido entender por qué Kant, que niega toda posibilidad de que el ser humano conozca las cosas (a las que denomina “el noúmeno”) y solo conoce apariencias (a las que denomina fenómenos), habrá podido saber que esos fenómenos no coinciden con la realidad de las cosas.

Si alguien niega que yo conozco, pienso, creo, preveo, analizo, valoro, tengo conciencia, decido o que efectúo cualquier otra actividad psicológica, relacionada o no con mi conducta observable, esa negación constituye un ataque anti-real en toda la regla contra los seres humanos.

La negación de la mente humana efectuada por toda o casi toda la psicología cientificista contemporánea, a partir del positivismo lógico, es algo tan insólito como absurdo y, pretender sustituirla por actividades fisiológicas del cerebro, un auténtico fraude ideológico.

En cuanto a la demolición de la lógica, en la expresión negativismo ilógico, basta con afirmar que, con su negación de la metafísica, se están negando los primeros principios lógicos, como son el principio de no contradicción, el del tercio excluso,  y el principio de razón suficiente (aboliendo la causalidad).

Además, es universalmente evidente el hecho de que todos y cada uno de nosotros pensamos ideas, tenemos conciencia de las cosas, razonamos con formas abstractas, valoramos estados, situaciones, etc., a pesar de lo cual, el materialismo sostiene que todo eso no existe y, en su lugar, habla de actividad neurofisiológica o de conductismo.

Pero no solo es negar todo aquello que es inmaterial y existe sino que, también es, una forma de mirar la materia.

Uno de los libros más interesantes que he leído en reiteradas ocasiones es el de Manuel Carreira, cuyo título Metafísica de la materia[iv] no puede ser más revelador ni su contenido más enriquecedor y sorprendente.

Siendo un científico extremadamente riguroso, los conocimientos que Carreira aporta de la Física (micro y macroscópica), permiten entender que cualquier visión “materialista” de la materia está muy desenfocada. Ni que decir tiene que, si esto es así, una visión materialista de la vida y del propio hombre puede llegar a producir una intensa oscuridad.

Hay que subrayar que tres de los componentes más relevantes del humanismo ateo van directos a: 1) Ateísmo: destruir cualquier creencia en Dios, 2) Anti—metafísica: destruir la noción de realidad y dejar sin fundamento la formación de creencias, 3) Anti—humanismo: destruir la identidad de los seres humanos haciéndoles pensar que solamente son organismos y destruir la sustantividad autónoma de las personas.

¿Qué está pasando de verdad en el terreno de la confrontación actual entre ateísmo y teísmo?

Es cierto que actualmente hay una variedad de actitudes irreligiosas entre las que encontramos algunas como las siguientes: 1) Ateísmo: «Dios no existe»., 2) Agnosticismo: «No es posible saber si Dios existe o no existe, por lo que no es racional y carece de sentido creer o no creer en Él»., 3) Ecumenismo: «Todas las religiones tradicionales son equivalentes e indistintas en sus dogmas fundamentales, por lo que deben fundirse en una sola que sea el común denominador de todas ellas»., 4) «La ciencia puede suplir todo posible vacío que deje la supresión de las religiones tradicionales aportándole al ser humano todo cuanto necesite saber y todo cuanto necesite creer»., 5) «Las religiones tradicionales han sido malas para la Humanidad (Stuart Mill (1806-1873)[v]): han causado la mayor parte de las guerras a lo largo de la historia; han nutrido el pensamiento humano de supersticiones y falsas promesas de una vida después de la muerte y han ejercido un control tiránico del hombre mediante creencias falsas que suscitaban miedo, culpa y otros sentimientos dañinos»., 6) «La humanidad es perfectamente capaz de autogobernarse a sí misma sin necesidad de creer en Dios ni en ningún otro principio universal exterior a ella misma».

Ahora bien, el pensamiento al que tiende gran parte de la población, movida por la presión ideológica, es que el teísmo ha sido superado por la razón y que las religiones tradicionales ya no tienen cabida en una civilización tan avanzada científicamente como la que tenemos.

En este terreno España merece una mención especial por ser la nación que más tiempo sostuvo el pulso antes de ceder a la laicización que hunde sus raíces en el siglo XV. Nació como nación católica y sólo hace pocas décadas que ha comenzado a dejar de serlo de facto.

No obstante, la velocidad que ha adquirido la implantación del ateísmo en España en estas últimas décadas supera con creces la que experimentan otras naciones de la órbita occidental.

En comparación con la cultura angloamericana, Francisco José Soler Gil, prologuista del libro de Antony Flew[1] y Roy A. Varghese, There is a God, cuyo título en español es Dios existe[vi], describe críticamente que:

«De modo general, en nuestro país parece existir una asimetría mediática en todo lo relacionado con el vivo debate sobre Dios que está teniendo lugar desde hace décadas en las universidades angloamericanas. Semejante asimetría la encontramos no solo en la prensa o en la televisión, sino también en el mundo editorial. Cualquier nueva publicación de las figuras destacadas del bando ateo —Richard Dawkins, Daniel Dennett, etc. — es traducida en pocos meses a nuestra lengua. Y publicitada como best seller por las principales distribuidoras de libros. En cambio, la mayor parte de las obras y autores del bando teísta permanece sin traducir; o las que finalmente son traducidas (con frecuencia con mucho retraso) ven la luz en editoriales destinadas a un público muy minoritario.» (ibíd., p. 20)

Pues bien, Antony Flew afirmó que las investigaciones más recientes sobre el origen de la vida apuntaban a la actividad de una Inteligencia creadora: «Lo que creo que ha conseguido hacer el ADN es mostrar, por medio de la casi increíble complejidad de las estructuras que son necesarias para producir (vida), que alguna inteligencia ha debido participar en el ensamblamiento de esos elementos extraordinariamente diversos. [Lo que asombra] Es la enorme complejidad del número de elementos y la enorme sutileza de las formas en que cooperan. La probabilidad de que todos esos elementos hayan podido encontrarse por casualidad en el momento adecuado es simplemente minúscula. La enorme complejidad de los caminos por los que fueron conseguidos los resultados es lo que me parece producto de la inteligencia.» (ibíd, p. 79)

Antony Flew, Richard Swinburne, John Polkinghorne, William Lane Craig, Robin Collins, Michael Heller, Alvin Platinga, Peter Geach, William P. Alston, George Mavrodes, Norman Kretzmann, James F. Ross, Peter Van Inwagen, Eleonore Stump, Brian Lefttow, John Haldane, Roy Abraham Varghese…, todos ellos teístas analíticos citados por Francisco José Soler Gil, son olímpicamente ignorados.

Los argumentos cosmológicos, biológicos, psicológicos, lógicos, epistemológicos, metafísicos y de todo tipo, que dichos autores y otros muchos más han aportado, entre los que hay que destacar a Manuel Mª Carreira, —filósofo, físico y sacerdote español que ha alternado su profesorado entre universidades americanas y españolas—, también al filósofo español Xavier Zubiri y otros muchos más, así como los grandes físicos del siglo XX, Albert Einstein, Max Planck, Erwin Schröedinger, Werner Heisemberg, etc., todos esos argumentos van constituyendo un cúmulo de razón cuya ignorancia por los diferentes medios de difusión no puede ser accidental.

Más recientemente nos encontramos con el reconocimiento de la existencia Dios por científicos de enorme prestigio como se expone en una amplia recopilación de datos en el libro de Michel-Yves Bolloré y Bonnassies, Olivier[vii]; en el de Silva Castignani[viii] que lleva por título Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios., y algunos más.

Actualmente y desde hace siglos el mundo depende radicalmente de la propaganda ideológica que, prácticamente lo envuelve, hasta impedir cualquier perspectiva diferente acerca de él y de nosotros mismos.

No solo es que nadie pueda sostener con argumentos sólidos el carácter real de la idea de que Dios no existe, ni mucho menos el materialismo científico que parte precisamente de su negación, sino que cuanto más sabemos de la materia, tanto menos se puede tener una perspectiva “material” de ella.

El esfuerzo de la Física en la elaboración de modelos teóricos que se ciñan a los datos cada vez es mayor y, cada vez más, son puramente matemáticos y muy alejados de cualquier comprensión mediante lenguajes verbales inteligibles. Ya casi no hay metáforas para divulgar lo que, siendo verbalmente indecible, ocurre en la materia. La materia está plagada de componentes inmateriales que no dejan de sorprendernos.

En el fondo, cada vez nos vamos dando más cuenta de que no tenemos ni la más remota idea de lo que son el espacio, el tiempo, la energía o cómo son los componentes materiales, etc., ni de la relación que tiene todo ese mundo con nuestra existencia.

El actual humanismo ateo se ha quedado fijado a una visión de la naturaleza, como la del empirismo y la del positivismo lógico del siglo XIX, que no concuerda para nada con muchas de las impresiones que tienen los grandes físicos desde hace poco más de un siglo[ix].

No obstante, lo más grave es que el punto de vista materialista aplicado al ser humano, también se funda en una increíble negación que es la del propio ser humano.

Tener una visión materialista del ser humano no es el resultado de tratar de describirlo, entenderlo o explicarlo desde una perspectiva estrictamente orgánica o material, sino al revés: es negar que el ser humano es lo que es y acto seguido afirmar que es lo que no es.

La afirmación de que somos exclusivamente materia[x] lleva implícita la previa negación de cualquier componente humano que no sea material por lo que el empeño en demostrar dicha negación desde un enfoque científico es absurdo.

Resumiendo, las consecuencias intencionales o colaterales de esta ideología perversa que persisten en nuestra civilización actual son, entre otras, las siguientes:

 

  • La destrucción de la Iglesia Católica y del catolicimo.
  • El materialismo universal.
  • Las antropologías falsas.
  • Las psicologías absurdas.
  • El callejón sin salida de la física cosmológica.
  • El desprecio de la metafísica.
  • La pérdida de los principios trascendentales.
  • El carácter convencional de las leyes.
  • La sociología positivista.
  • La existencia humana inexplicable e intrascendente.
  • La reducción de la libertad personal.
  • La arbitrariedad de derechos y deberes.
  • El antropocentrismo ideológico.

 

Negar el pensamiento, la conciencia, el conocimiento, las ideas, las creencias, la identidad personal, etc., tal como se hace en este monismo materialista y, desde esa misma negación, tratar de fundar o preservar una psicología humana es tan absurdo que parece inconcebible.

Tal vez esté pasando eso o tal vez se trata de conservar una palabra (“psicología”) vaciada de su significado etimológico para mantener la ficción de que alguna disciplina se sigue ocupando de estudiar al ser humano, su esencia y su existencia. La psicología, por definición, no puede ser una ciencia de la naturaleza si entendemos la idea de naturaleza como lo complementario al hombre y a sus obras, ni mucho menos, si se restringe a la visión materialista de la naturaleza.

Por otro lado, no debemos olvidar que, la inmoralidad que prevalece en nuestra actual civilización, está profundamente arraigada en la propia religión atea de la Humanidad.

Von Glasenapp, hace una exposición de las filosofías hindúes en la que se aprecia la gran polarización existente entre la filosofía materialista y las filosofías espiritualistas que, entre ambos tipos, polarizan el espectro del pensamiento hindú. Debido a tal polarización, las características del materialismo hindú aparecen con una radicalidad esencial y tal vez puede servir para caracterizar lo fundamental del conjunto de ideologías materialistas, tanto de Oriente como de Occidente. Dentro de una sección dedicada a la exposición del fundamento metafísico de la moral y su sustitución por el hedonismo, dice Von Glasenapp[xi]:

 

«Los cârvâkas (materialistas) niegan la vigencia de algún axioma moral. Puesto que el hombre está compuesto sólo de cuatro elementos y cuando muere se disuelve en ellos, no puede darse ninguna retribución después de la muerte, por lo cual desaparece toda razón para comportarse moralmente. Las prescripciones éticas, que reciben su sanción de Veda o de cualquier otra autoridad religiosa, son creaciones de los hombres, imaginadas por sacerdotes o por príncipes, que quieren gobernar con su ayuda a los necios. El espíritu fuerte sabe que no se da nada fuera de la percepción sensorial; el único infierno que existe es el dolor físico; el único dios supremo un rey poderoso; la única liberación el aniquilamiento del cuerpo que tiene lugar con la muerte. Por eso el amplio goce de los objetos de los sentidos es el único fin de la vida; el sabio, por tanto, vivirá tan placenteramente como le sea posible, libre de todas las ilusiones religiosas y éticas, con un soberano desprecio de los tontos que creen en principios metafísicos; y tomará en cuenta su propio interés hasta que los elementos “que se unieron en él para el placer y el dolor” vuelvan a reunirse con los elementos cósmicos.» (pp. 411-412)

 

Notas

[1] Antony Flew, “militó” en el bando ateísta durante más de cincuenta años aportando muchos de los mejores argumentos en contra de la existencia de Dios y llegando a ejercer un serio liderazgo intelectual en dicho bando. Cambió de bando al anunciar en un simposio en la New York University en el año 2004 que aceptaba la existencia de Dios.

[i] BERGSON, HENRY; La Evolución Creadora; trad. María Luisa Pérez Torres de la versión original de 1907; Colección Austral; Espasa Calpe; Madrid, 1973

[ii] ABBAGNANO, NICOLA; “Historia de la Filosofía”; Volumen I; La Filosofía entre los siglos XIX y XX; SARPE, S.A., 1988

[iii] FRAILE, HFI (p. 230)

[iv] CARREIRA, MANUEL M.ª; Metafísica de la materia. Núcleos temáticos de Filosofía de la Naturaleza, materia no viviente; UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE COMILLAS; Madrid, 2001

[v] MILL, JOHN STUART; La utilidad de la religión; prólogo, traducción y notas de Carlos Mellizo; Alianza Editorial, S.A., Madrid, 2009

[vi] FLEW, ANTONY con VARGHESE, ROY ABRAHAM; Dios existe; Prólogo de la ed. española de Francisco José Soler Gil; trad del original There is a God de Francisco José Contreras; Editorial Trotta, S. A.; Madrid, 2012

[vii] MICHEL-YVES BOLLORÉ y BONNASSIES, OLIVIER; Dios La ciencia las pruebas. El albor de una revolución; Pórlogo de Robert W. Wilson. Prólogo de la edición española Elvira Roca Barea; trad. de Amalia Recondo; Revisión de J. M. Lacruz; Editorial Funambulista, en coedición con Ladera Norte; Las Rozas, 2023

[viii] SILVA CASTIGNANI; El fracaso del ateísmo. Cultura posmoderna y fe razonable; PALABRA; Madrid, 2022

[ix] Véase, por ejemplo: PLANCK, MAX; Positivismo y mundo externo real; Prólogo y trad. de José Luis Caballero Bono del original de 1931; Ediciones Encuentro; Madrid, 2015

[x] Tal como, por ejemplo, trata de demostrar: DAMASIO, ANTONIO; Y el cerebro creó al hombre. ¿Cómo pudo el cerebro generar emociones, sentimientos, ideas y el yo?; trad. de Ferran Meler Ortí del original de 2010; Editorial Planeta; Barcelona, 2010, 2018

[xi] Von Glasenapp, Helmuth; La filosofía de los hindúes; trad. de Fernando Tola; BARRAL EDITORES S.A., Barcelona, 1977

6 Comments
  • Nacho on 14/02/2024

    Hola Carlos, magnifico tu artículo como siempre. Perdona la extensión de mi comentario.
    Creo que la evolución del pensamiento de Occidente ha tenido una primera y larga etapa en la que la dimensión espiritual del hombre prevalecía por la dificultad inherente en predecir el comportamiento de “lo visible”. Dado que esa predicción era importante para la supervivencia se consideró que tenía que haber “alguien fuera del mundo” que lo manejara, con quien debía tenerse buenas relaciones. Las lluvias, fuente de vida en culturas mesopotámicas y mediterráneas, viene del cielo, así que ese “alguien” o “alguienes” debían estar ahí arriba; de ahí los sacrificios de animales para estar bien con esas deidades. Vino el monoteísmo después pero no alteraba demasiado este esquema. Después la institucionalización de la religión. Tras esa etapa, y en parte como reacción al poder de esa institucionalización, se puso el énfasis en el estudio de las causas de los fenómenos en el mundo material, que dio lugar a avances importantes teóricos y después prácticos que fueron aprovechados desde finales del siglo XVIII (Revolución industrial). Todo este avance hizo crecer mucho la población y también la salud de la gente en general.
    Por supuesto este esquema se acompaña con desarrollos teóricos filosóficos desde Descartes que se hacían eco del éxito de esta nueva visión en el que el conocimiento era fundamental. Pero se pasaron de frenada, seguramente porque en sus ideas materialistas iba el germen de un nuevo orden social contrario a toda idea religiosa. El éxito, no hay que negarlo, fue brutal en términos exclusivamente materiales: más población, más esperanza de vida, más salud y más tiempo libre.
    Eso acabó de apuntalar el materialismo, sin atisbar por un momento en que en ese éxito iba acompañado de su condena, cuando las sociedades se hiper especializaron y se crearon inmensos guetos sociales en los que la relación directa con la naturaleza, en términos de existencia, se anularon. Eso desenraizó al ser humano de la única fuente de existencia, la naturaleza (externa e interna al hombre) , lo que provocó todo tipo de delirios de omnipotencia humana que desembocan en una negación de Dios (por innecesario y por reacción a los siglos precedentes) y finalmente en nihilismo, nacionalismos, guerras mundiales, ideologías.
    Estos delirios, que bien los has sistematizado en tu gran obra, han acabado ya con la visión real de lo que es el ser humano y por tanto éste es hoy más vulnerable que nunca: a las alteraciones mentales y a poderes externos que lo utilizan.
    Pero hoy está muy claro, como ya cuentas, para los que siguen los avances científicos que el conjunto de la realidad lo compone materia y no-materia, materia-información. Los intentos de avanzar en la investigación del origen de la vida y la consciencia desde una visión materialista, no solo es que hayan fracasado (aunque abrieron notables desarrollos), es que ya se sabe que faltan ingredientes esenciales en esa visión. “Ingredientes” que fueron desechados en la Edad Moderna y que, por fundamentales, partieron la mente del hombre en dos. Sin metafísica, enraizada en el origen y devenir de nuestro universo, no es que no haya respuestas a los avances en el conocimiento, ni se entienda el universo, es que es imposible entender la psicología humana. El papel de la información (como entidad inmaterial codificada en la forma de onda de radiaciones inmateriales) es TOTAL. Baste pensar en qué son las leyes naturales, que no cambian y que mueven el universo: ¿materiales? Obviamente no, las puedo escribir en pocas ecuaciones. Baste pensar en la verdad eterna de los teoremas matemáticos, también inmateriales. Y baste pensar en que es imposible entender la física de partículas (y por tanto la realidad material) sin la participación de la información (entendida aquí como una entidad independiente de la materia que la determina y gobierna).
    Como conclusión diría que el acercamiento científico a la realidad dio muy buenos frutos en tanto ayudó al hombre a entender la naturaleza y por tanto a asegurar más su existencia, pero, como en el pasaje de la Torre de Babel, el ser humano se pasó de frenada al limitar la realidad a su dimensión material pues, pese a estos éxitos, resulta que estaba negando su propia naturaleza.
    Este ser humano occidental está «capado»; ni se entiende a sí mismo ni entiende el mundo. Por ello está ávido de respuestas y asume como propias ideas externas diseñadas en paquetes completos «ideologías» cuyo único fin es desactivarlo para esclavizarlo.
    Un abrazo

    • Carlos J. García on 18/02/2024

      Estimado Ignacio.
      Muchas gracias por tan detallado comentario. En cuanto la secuencia histórica que planteas acerca del materialismo, la metafísica, la espiritualidad, las religiones, etc., creo que es algo más compleja de lo que planteas.
      Por ello he pensado hacer un nuevo artículo, a modo de respuesta, para seguir los movimientos de la secuencia histórica, desde la Grecia politeísta del siglo VII a. de J. C., hasta la etapa contemporánea, aunque, necesariamente, sea a grandes rasgos.

      Un abrazo

      • Nacho on 20/02/2024

        Estaría fenomenal. Seguro que así lo entendería mejor.
        En mi comentario solo quería resaltar que esta etapa materialista, sin duda errónea, me parece más una evolución natural del pensamiento de Occidente, que un plan para abolir al hombre. Otra cosa es que se haya aprovechado para ese fin.

        Muchas gracias por tu tiempo. Un abrazo

        • Carlos J. García on 20/02/2024

          Hola Ignacio.
          Hay que tener en cuenta que tras las religiones politeístas de la antigua Grecia, entre las que destaca la Órfica, vinieron los filósofos presocráticos y de ellos hay muchos autores materialistas, en especial el fisicalismo atomista de Demócrito y Leucipo.
          Los presocráticos son asombrosos por la enorme variedad de teorías acerca del mundo, del cosmos, del hombre,… y tengo la impresión de que el progresismo ha copiado muchas de esas teorías, con tal de negar la metafísica de Aristóteles que es la que asumieron tanto el cristianismo como el Islam.
          En fin, trataré de clarificar estos asuntos en el nuevo artículo que me gustaría hacer.

          Un fuerte abrazo

  • Ignacio Benito Martínez on 24/02/2024

    Muy buen artículo. Tengo que volver a leerlo con más calma, que ando más que liado. pero bueno, pinta que su objetivo es la destrucción del ser humano en cuanto real. Me despierta muchas cosas lo que dices, la verdad.

    • Carlos J. García on 10/03/2024

      Así es. Se trata de reducir al ser humano a un animal más.
      Gracias por el comentario

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