Blog de Carlos J. García

El desvarío político

Las diferencias, entre gran parte de los partidos políticos y las organizaciones sectarias o mafiosas, se van reduciendo, a un ritmo tal, que no tardarán mucho tiempo en que ambos tipos sean indistinguibles. Al fin y al cabo la meta de todos ellos es alcanzar el mayor poder posible.

Se nos ha acostumbrado a clasificar los partidos políticos por su supuesta ideología, lo cual no deja de ser una clasificación arbitraria y, además, muy alejada de los criterios que la población general considera de interés para resolver sus verdaderas preocupaciones.

Repugna observar la gran cantidad de rasgos psicopáticos que se detectan en buena parte de la clase política, los cuales parecen obviarse, bajo su supuesta militancia a favor de tal o cual ideología.

El gobierno del pueblo, al que se refiere el significado del término democracia, si nos atenemos al buen gobierno que persiguiera su bien, nunca fue tan ficticio como lo es ahora. La mayoría de la clase política no sirve al pueblo, sino que se sirve de él, mediante todas las malas artes que componen la demagogia.

A simple vista, el régimen que impera actualmente en España y en todo Occidente consiste en la dominación tiránica de la plebe con la aquiescencia de esta, es decir, un régimen demagógico, de tan perfecta definición, que cabe la posibilidad de que sea el ejemplo mejor materializado de la historia universal. Además, quienes lo acaudillan llevan a cabo, con tal destreza, su programa de instrumentalización política de la plebe, que muchísimas personas ni siquiera atisban que el único fin que tienen tales gobernantes es satisfacer su propia ambición de poder. Son muchas personas las que no ven que, para alcanzar ese único fin, emplean cualquier medio que tengan a su alcance sin ningún límite moral.

Ahora bien, cuando una democracia se convierte en demagogia, nos encontramos en el peor régimen de todos los posibles, ya que los tiranos se justifican por haber sido elegidos por el pueblo, como si éste fuera libre de ellos y supiera de verdad lo que está votando.

Así, una verdadera democracia debería ser una aristocracia elegida y apoyada por la población, no una chusma psicopática que hace uso del pueblo para que gobiernen los peores.

Si lo pensamos bien, para ser notario, juez, profesor, maestro, fiscal, catedrático, técnico comercial del estado, diplomático, médico de la sanidad pública, etc., hay que pasar oposiciones que ganarán los mejores, o los que, al menos, han tenido que preparase duramente  para acceder al cargo. Sin embargo, para ser diputado, senador, ministro, secretario de estado, o cualquier cargo político, no hace falta preparación de ningún tipo, a pesar de lo cual, son políticos los que tendrán el poder sobre todos aquellos, y no solo sobre ellos, sino, también, sobre trabajadores, empresarios, empleados, científicos y, en general, toda la sociedad.

Imaginemos que, en vez de que los partidos políticos, metan a sus militantes a gobernar a la sociedad por el simple hecho de serlo, se replanteara seriamente que los parlamentos, estuvieran compuestos por los mejores profesionales de todas y cada una de las áreas de la sociedad, como ocurre en las oposiciones, sin que se tuviera en cuenta su supuesta ideología. En tal caso, serían tales parlamentarios los que, a su vez, eligieran el mejor gobierno de todos los posibles, teniendo como consejeros a los mejores en todas las áreas sociales.

Además, si se quiere, los parlamentos podrían ser sometidos al refrendo del pueblo periódicamente, de forma tal que pudieran ser renovados por candidatos todavía mejores que los anteriores, o ser reemplazados por los siguientes en la lista, a la vista de la eficacia de los resultados que tuvieran en todas las áreas sociales.

Tal vez, eso sí se podría denominar democracia y podría poner fin al criterio de los artificios ideológicos para votar a unos o a otros, los cuales parecen formar parte de la demagogia.

Además, un verdadero régimen democrático no puede soportar, que existan dentro de él, núcleos de poder, organizaciones que operen en competencia con meros individuos, o gentes con una riqueza económica desmedida.

En la Grecia clásica, la política se consideraba el arte de administrar lo común. El político consistía en una especie de administrador que tras haber  aportado algún bien relevante a la ciudad, tenía el privilegio de aportar su trabajo vocacional a la sociedad para su buena organización.

Además, se condenaba al ostracismo a quienes la asamblea consideraba que acumulaban un poder o riqueza excesivos, por lo que, tras realizar la votación pertinente (que se hacía en tablillas de ostracita), se aplicaba la pena de su destierro a Macedonia o a otro lugar lejano de Atenas.

De hecho, hace ya muchos siglos que se sabe o se puede saber que, el régimen más vulnerable a la demagogia y a convertirse en tiranía, es el régimen democrático.

Ahora bien, el régimen político mediante el que se gestiona el poder sobre una sociedad, por sí mismo no ofrece garantías de buen ni de mal gobierno ya que el hecho de que se produzca uno o el otro depende de otros factores.

El régimen político es un medio de reparto de poder y, en cuanto a tal medio, es una simple herramienta para hacer algo y, como tal, se puede usar para bien o para mal, sujeta, respectivamente, a principios reales o anti-reales.

Santo Tomás de Aquino, compuso el opúsculo Sobre el reino, al rey de Chipre o Sobre el gobierno de los príncipes, titulado en la versión española La monarquía[i], entre 1265 y 1267, hace ahora más de siete siglos, y es muy ilustrativo lo que afirma con respecto a los diferentes regímenes políticos.

Por ejemplo en el capítulo 5, encabezado con el título El régimen monárquico es mejor porque con el régimen pluralista se llega mucho más frecuentemente a un poder tiránico y más peligroso que en el régimen monárquico, dicho filósofo dice lo siguiente:

 

«Cuando hay que elegir entre dos extremos sobre cada uno de los cuales amenaza el peligro, debe elegirse evidentemente aquel del que se siga el mal menor. Sin duda, de la monarquía, si se convierte en tiranía, se sigue un mal menor que de un régimen pluralista cuando se corrompe. Pues la división que ordinariamente sigue al citado régimen ataca al bien de la paz, el principal en la sociedad, mientras que ese bien no es alterado por la tiranía, sino que se obstaculiza la consecución de algunos bienes de las personas particulares, a no ser que se dé tal exceso de tiranía  que se ensañe contra toda la comunidad. Luego es más deseable el principio régimen monárquico que el pluralista, aunque ambos ofrezcan dificultades. […] Pues hay mayor posibilidad de que entre muchos algunos abandonen la tendencia al bien común, a que suceda esto a uno solo. Cuando alguno de los que gobiernan se aparta de la vía del bien común, el peligro de la discordia se cierne sobre sus súbditos, pues, como consecuencia de la disensión de los gobernantes, surge aquélla también en la multitud. Si gobierna uno solo, indudablemente se preocupa más del bien común; y si se desvía de ese bien común, no se produce como consecuencia inmediata la tendencia a la opresión total de sus súbditos, que constituye un exceso de la tiranía  y que supone el máximo grado en los malos regímenes, como ya quedó demostrado. […] 16. Por otra parte, un régimen pluralista no se convierte en una tiranía menos infrecuentemente que el monárquico, sino tal vez con más frecuencia. Pues una vez que ha surgido la discordia en un pluralismo, a veces uno supera a los otros y usurpa en su exclusivo beneficio el dominio de la sociedad, cosa que puede verse con claridad por lo sucedido a través de la Historia.» (pp. 27-28)

 

No sé si alguien ha hecho algún estudio estadístico de la historia al respecto, en el que se cuente el número de tiranías derivadas de regímenes pluralistas y el de las derivadas de regímenes monárquicos, para saber cuál es el porcentaje de corrupción política derivada en tiranías en uno y en el otro caso, pero es obvio que hay algunos o quizá muchos casos que contar, en una y la otra alternativa y todo el mundo conoce suficientes ejemplos.

Al contrario de lo que la propaganda moderna afirma machaconamente acerca de que, la democracia liberal, es un régimen político que garantiza el buen gobierno en las sociedades en las que está implantado, lo cierto es que, creer semejante idea, conduce a que la sociedad baje la guardia y pierda la disposición a impedir o frenar los procesos corruptivos en las naciones en las que está implantado.

A este respecto son muy interesantes los libros de Sebastián Haffner[ii] que ofrecen una perspectiva, muy rica y desde dentro, de la Alemania anterior a la segunda guerra mundial, sobre el modo concreto por el que la democracia alemana fue transmutada en una tiranía nacionalsocialista que acabó en una de las más horrendas tiranías del partido socialista de Adolf Hitler con un inmenso daño a su propio país y al resto del mundo.

Esta es la corrupción más sonada hecha en uno de los países más civilizados del mundo y, en una sociedad, que no se significaba especialmente por su incultura, lo cual acentúa aún más las pocas defensas que puede tener una sociedad democrática para evitar caer en un régimen tiránico.

Además, si la gente cree que, por vivir bajo un régimen democrático, está cerrada toda posibilidad a que dicha sociedad caiga bajo un sistema demagógico/tiránico con gobiernos muy dañinos, dicha posibilidad se incrementa tanto como se quiera. Tan vulnerable o más que la monarquía son los regímenes pluralistas y, sin embargo, se tiende a hacer creer a la población todo lo contrario.

En su magnífica obra Haffner hace un análisis extraordinario del nazismo (que en mi opinión no es más que una de las muchas formas que adopta el anti-realismo a lo largo de la historia) y afirma cosas como la siguiente:

 

« Si la gente se hubiera esforzado por estudiar a los nazis e investigar sus posibilidades y limitaciones psíquicas, habría reconocido enseguida que las promesas de paz de Hitler tenían que ser forzosamente falsas, aunque hablara en serio.» (p. 89)

[i] TOMÁS DE AQUINO; La monarquía; Introducción de Eudaldo Forment; estudio preliminar, traducción del original y notas de Laureano Robles y Ángel Chueca; cuarta edición, Clásicos del Pensamiento; Tecnos; Madrid, 2007

[ii] Véase, HAFFNER, SEBASTIÁN; Historia de un alemán. Memorias 1914-1933; trad. del original Belén Santana; Ediciones Destino S.A, Barcelona, 2001

8 Comments
  • Nacho on 18/12/2022

    Hola Carlos,
    De acuerdo en todo lo que dices. Con tu permiso me extenderé, quizás demasiado.
    Democracia. Para elegir hay que saber. Si no sabes y si además no tienes intención alguna, es mejor no elegir.
    Nadie en su sano juicio podría decir que la razón la tiene la mayoría. ¿O se hacen votaciones sobre cómo operar a un paciente entre todo el personal de un hospital?.
    Hace falta saber para hacer la mejor acción. Y votar es otra acción.
    Mucho más interesante es preguntarse el criterio que elige la mayoría para votar a unos o a otros: Ideología. Tú lo has dicho. Un pack de información que siempre lleva en su seno dos cosas: 1. No dejaremos de buscar tu bien y el de todos pues amamos a la gente y 2. ..no como los de enfrente, que son los causantes de todos los males y que solo buscan su propio interes.
    Es invariable.
    Ambos supuestos se aceptan por ignorancia e inocencia. El primero lleva a la adhesión libre a ese grupo, pero el segundo lleva a ser fagocitado para siempre por él.
    Porque las ideologías extienden sus tentáculos de poder a todos los ámbitos, especialmente el de la comunicacion, y si la información que te llega y que das por buena es siempre la del mismo redil ideológico quedas para siempre fagocitado. Nunca cuestionas al bueno porque eso te protege del odiado malo que tanto se esfuerzan en acusar; por tanto los canales de información quedan viciados como si de un agujero negro ideológico se tratase.

    Y da igual si los tuyos convierten tu país en un solar..porque son los tuyos y aunque eso te siente mal…mucho peor lo habría hecho el enemigo. Parece incluso que da igual si asaltan las instituciones , porque son los tuyos, que justifican que lo hacen para librarte del odiado enemigo.

    Somos así de simples…pero buenos después de todo.

    No se puede acceder a los malos. No tienen moral. Solo se puede acceder a los buenos. Pero hace falta algo más que ser «bueno». Un ‘bueno ignorante’ (que no es quien no sabe, sino quien no quiere saber) no es bueno. Porque está haciendo daño a terceros. Un ejemplo claro es votar siguiendo esos principios, o propagar mentiras a inocentes porque ni siquiera las cuestionan. Se da incluso el caso, tan general hoy en día, de que pueden hacer enfermar a sus hijo siendo buenos ignorantes.
    La vinculación a una ideología la hace ciega no por adhesión libre a ella, sino por miedo al supuesto malo. Y propagar sus consignas hace, hoy más que nunca, mucho daño a terceros inocentes como los niños que jamás habían estado tan asustados.

    Una persona así es una bomba en su círculo de influencia…aunque sea ‘buena’. Porque a efectos de resultado, ¿hay alguna diferencia entre el daño causado de forma voluntaria o involuntaria? El antirreal causa mucho daño pero el irreal también lo hace y por acumulación, es mayor.

    No se puede renunciar a saber. Quien lo hace daña a los demás además de a sí mismo. Las religiones deberían haber advertido sobre esto y quizás no lo han hecho para asegurar su supervivencia.
    Occidente es hoy eso. Si está siendo vencido por goleada no es tanto por los malos, que siempre los ha habido, sino porque nunca ha habido más ‘buenos ignorantes’.

    Soy partidario de la pluralidad pero esto que vivimos no lo es. Es una oligarquía que teatraliza consensos y disensos para repartirse el poder. Y les funciona tan bien, gracias a la abundancia de buenos ignorantes, que abrazan asombrados el sistema democrático como el que a la postre mejor permite su tiranía. Ese sistema, la democracia, solo funciona si el pueblo es bueno..y además no renuncia a pensar por su cuenta.

    En la actualidad un grupo ha decidido no compartir ya el poder con el de enfrente en ese acuerdo de coexistencia al que aludía. Porque su grupo de ‘buenos ignorantes’ ha llegado a una masa crítica que le permite hacerlo (gracias a la financiación internacional, son dueños de todos los medios y la censura). Para ello y en nombre de la ‘democracia’ está eliminando todo atisbo de ella para acaparar ya todo el poder. Ya no habrá libertad, ni propiedad, ni justicia, ni libre comercio y todos deberán su subsistencia al estado al que obviamente habrá que votar en comicios ‘democraticos’ si se quiere subsistir.

    Por último creo que Tomás de Aquino se equivoca. La tiranía que proviene de una monarquía conlleva similares o peores efectos. Él no vivió la Revolución Francesa. Si la gente vive bien le importa poco el sistema que les gobierne, si no, se abre una espita peligrosa de lucha social por el poder en la que los antirreales (entre ellos los políticos), ávidos de poder, deponen la monarquía y usan a los irreales (pueblo en general) para sus propósitos enfrentandolos si es necesario en dolorosas guerras internas.

    En una sociedad no puedes evitar que haya antirreales (el Cristianismo fue el último intento serio de evitarlo). Por tanto tampoco puedes evitar que haya muchos irreales, víctimas psicológicas de los primeros. El irreal lo es fundamentalmente porque se ha visto forzado a pensar que ha de ser cuidado, ya que se considera incapaz de cuidarse a sí mismo. Esto lleva inevitablemente a dirigir su aprendizaje hacia ser aceptado por lo que serán las reglas vigentes en su sociedad las que lo determinen. Si está mal visto ser independiente, el irreal nunca lo será. Estos son los ‘buenos ignorantes’ que deben despertar y salir de su manada. Si el que crees que te quiere y lucha por tus intereses es tu propio verdugo, vas listo. Si te apuntas al rebaño contrario también estás listo pues aplica idéntica ingeniería social.
    No podemos ser seres gregarios por más tiempo. No podemos seguir asumiendo packs ideológicos en los que ahora ya caben auténticas aberraciones y mentiras. Es el momento de pensar por uno mismo y salir de todo club/grupo/rebaño que no sea el de los que respetan la verdad y asumen su compromiso de ser seres humanos.

    Un abrazo

    • Carlos J. García on 19/12/2022

      Lejos de tener que darte “permiso” para un comentario “largo”, lo que debo hacer es felicitarte por haberlo escrito. Es excelente.
      Lo único que puedo agregar es lo siguiente:
      La esencia de una ideología es belicista, especialmente la comunista, como vemos en el proyecto de Lenin al acceder al poder: La sustitución del estado burgués por el estado proletario es imposible sin una revolución violenta. La supresión del estado proletario (una vez hecho innecesario por la supresión de las clases), es decir, la supresión de todo estado, sólo es posible por medio de un proceso de «extinción». (El Estado y la revolución, 1917) [El paréntesis es propio]

      Lo primero de todo es identificar, señalar, definir o inventar al enemigo, el cual se juzga como infinitamente malo en todos los aspectos. Lo siguiente es el dogma inmoral de que todo vale para destruirlo, ya que su maldad justifica todo lo que se haga contra él. La actitud formada de ese modo, es de un odio intenso hacia él por lo que se le culpará de todo lo que sea necesario, cierto o falso, para destruirlo.
      Los ideólogos, inculcarán ese odio a la clase o grupo social que hayan definido como víctima del malo, y es en ese punto en el que su gregarismo funcionará como motor de las creencias del grupo. Entiendo que ellos conforman el tipo de personas que denominas como buenos ignorantes que, por cierto, son las personas que generalmente propagan rumores sin verificar la verdad de los contenidos.
      En cuanto a lo que dices acerca de que la democracia solo funciona si el pueblo es bueno y, además, piensa por su cuenta, es fundamental. Una sociedad ejemplar no toleraría ser tiranizada sobre todo porque no es corruptible por el poder político. El problema es que, un mal poder político, suele empezar por la degradación de la sociedad, la mala educación de la población en edades de desarrollo, la paulatina eliminación de la moral, etc.
      Dicho en otros términos una mala sociedad produce un mal gobierno y viceversa, ya que cualquier régimen político está en interdependencia de la sociedad en la que está implantado o se quiere implantar. De hecho, es parte de esa sociedad.
      En cuanto a la Revolución Francesa, es un tema tan complejo que merecería, como mínimo, otro artículo para examinar cómo la burguesía sustituyó al régimen monárquico utilizando al resto de la población para ese fin. Lo cual conecta con tu referencia a Tomás de Aquino.

      En fin, has hecho un gran comentario. Muchas gracias.

  • Francisco on 19/12/2022

    Gracias por este gran artículo que me ha lleva a ver la realidad y a ser consciente de ciertos aspecto que no había reflexionado sobre ellos.

  • Sagrario Cervilla on 22/12/2022

    Gracias por el magnífico artículo y por la aportación de Nacho. Todo lo leído me ha servido para reflexionar y ser más consciente del triste momento histórico que nos toca vivir.
    Aprovecho para decirte que el conocimiento de la existencia del anti-realismo, gracias a tus libros, me cambió la vida.

    • Carlos J. García on 23/12/2022

      Gracias Sagrario. El propósito de los libros y artículos publicados es que sean de utilidad para poder existir algo más libres de los engaños y trampas de psicópatas o anti-reales en sus diversas variedades, ya que hacen un enorme daño psicológico a quienes ni los conocen ni los detectan.

      Te deseo una Feliz Navidad.

  • Ignacio BM on 28/12/2022

    Totalmente de acuerdo. Hace tiempo que prácticamente todas las colectividades funcionan al estilo de una secta o una mafia. Y más todas las que tienen poder. La política será de las que más tengan, igual que los medios de comunicación, que hoy en día adquieren un poder ideológico terrible. Para colmo, todo bajo la apariencia de vivir en democracia y de que el pueblo elige el gobierno.
    Me mosquea bastante la inflación de los precios. No dejo de tener la sensación de que quieren que sólo los que tienen poder económico van a poder tener hijos, ya que al precio que está todo, a los demás nos resulta imposible.
    No tengo duda de que estamos en uno de los momentos más atroces, tiránicos y anti-reales de la historia. Y lo peor es que hay apariencia de bondad, de que elegimos el futuro entre todos cuando votamos.
    Con la subida de precios que tenemos, no se oye demasiada queja. No sé, esta sociedad que se está creando es la peor posible, sin lugar a dudas. Tiene un retorcimiento tan grande, que se podría criticar con miles de folios ¿Cómo crear la peor sociedad con apariencia de bondad y que encima digan que la elegimos entre todos? Hacernos a toda la gente responsable de lo que sucede, no se me puede ocurrir algo más cruel.
    En fin, gracias por el artículo y feliz Navidad.

    • Carlos J. García on 29/12/2022

      De acuerdo con este comentario, aunque hay otras áreas que integran la sociedad que también podrían ser analizadas con cierto detenimiento.
      Gracias por el comentario y, también, te deseo una feliz Navidad.

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