Blog de Carlos J. García

Respuesta a un comentario a «Lo que puede llegar a esconder la propaganda»

Los comentarios que envían los lectores de este blog y, no sé si de otros muchos, se suelen leer en menor proporción que los propios artículos publicados. No obstante, entre los muchos comentarios que llegan hay bastantes cuyas aportaciones, en mi opinión, tienen un nivel de calidad tan elevado que creo que sería una lástima que pasaran desapercibidos para muchos lectores si solamente quedaran publicados en la sección de Comentarios al final del artículo al que responden.

Al que me voy a remitir en esta ocasión creo que supera el nivel de la reflexión efectuada en el propio artículo.

El enfoque que aporta Nacho en su comentario contiene una explicación muy convincente de una clase de hechos que todavía carecían de ella y que abre la posibilidad de comprender por qué ocurren.

¿Cómo es posible que una clase social de personas que padecen un grave problema sea fidelizada por un movimiento político que promete su salvación y, al contrario de esto, lo que les acaba dando es una condición mucho peor que la que originalmente padecían, y, a pesar de lo cual, conservan esa fidelidad a una ideología que les ha perjudicado en mucha mayor medida de lo que les ha podido beneficiar?

No solo eso, sino percibiendo además como los únicos “beneficiados” por su lealtad han sido los dirigentes que les engañaron.

Transcribo su comentario a continuación.

 

Nacho on Lo que puede llegar a esconder la propaganda 01/05/2020

 

«Hola Carlos, muchas gracias!
En mi opinión la ideología imperante en el mundo opera así:
Se funda en una matriz buenista de protección del débil que es el cebo, del mismo modo que una planta carnívora utiliza las fragancias y sabores.

La víctima se ve atraída para quedar después atrapada por la inoculación de un odio visceral a un ‘contrario’ revestido de todos los atributos de la maldad al que se hace responsable de todos los males.

Ese odio nubla su juicio impidiéndole siquiera escuchar a ese supuesto «agente del mal» o a medios independientes, a la vez que los medios afines se afanan en construir una realidad consistente a esas ideas. La existencia de ese malo es esencial para sus intereses.
Es como un agujero negro ideológico que perpetúa al simpatizante atrapado en unas consignas y fuentes fiables de información, construyendo así una masa de votos cautivos incapaz de juzgar la eficacia del ejercicio del poder por parte de sus líderes, o de siquiera escuchar otras ideas, que ya no son «otras ideas» sino ideas contrarias.
El posmodernismo en mi opinión se estrena con la introducción de unas nuevas ideas en una masa de seguidores ya muy despersonalizada que tiende a creer cualquier cosa. Ideas que, fuera de ese agujero negro, son fácilmente desmontadas.
Estas ideas (ideología de género, calentamiento, odios históricos, animalismos, ecologismos, etc.), irrumpen sin permitir un debate sobre ellas y su carácter irracional abre nuevos e irreconciliables espacios de diferenciación con «el malo».

Al malo tradicional, explotador de pobres obreros, egoísta y cruel, que apenas existe ya, se le identifica ahora también como defensor de lo considerado opuesto a esas nuevas ideas: machista, xenófobo, negacionista, cruel con la naturaleza y los animales…: el malo perfecto.

La validez de esas nuevas ideas, por tanto, no proviene de su análisis racional, sino por reacción al agente odiado que las cuestiona. Pero debido a su carácter irracional, el malo ya no puede ser la derecha, sino la Realidad misma.
El militante ideológico, atrapado por odio al supuesto malo y al que día a día se le añaden nuevos motivos de odio, hace por fin de esa ideología (que ni entiende, ni analiza) un signo de Identidad. Y por tanto la defenderá a ultranza hasta el punto de calificar de fascista a quienes osen cuestionar cualquiera de esas creencias. No se dan cuenta, pero identifican fascismo, no con la derecha, sino con realidad. Su marcado escoramiento irracional ha hecho que, en realidad, el verdadero malo, sea la realidad misma.

A estas víctimas, en su mayoría buenas personas, se les ha robado el juicio, insisto, por un odio irracional que les aleja de la realidad al aceptar ya cualquier ocurrencia de sus líderes.

Pensaba que este virus les pondría de nuevo en ella, pero salvo excepciones me equivocaba: sigue siendo ese malo ficticio quien es el responsable de todos los males, del propio virus también, y hasta de los males que sus líderes causan.

Gracias por compartir tus reflexiones. Un abrazo.»

 

En esta ocasión me tocará a mí comentar el texto citado.

Nacho expone una historia causal típica compuesta de manipulación y engaño a la población, disfrazada de intenciones benignas por unos líderes cuyo fin es hacerse con el poder del que otros disponen, y que esa misma población les aportará a ellos tras perpetrar el engaño. Se trata de cómo llevar a cabo el lema “¡Quítate tú, que me pongo yo!” arrebatando seguidores a los poderes que inicialmente lo detentan identificándolos como “los malos” causantes de todos los males de la población. Así que juegan el papel de ser los rescatadores que salvarán a la población de la tiranía que padece.

Las figuras paradigmáticas que componen ese trío de relaciones son el bueno, el malo y la víctima. Esquema que ha dado de sí tantísimos hechos y todavía muchísimos más engaños en la historia humana y yo diría que, también, en las biografías individuales de casi todo el mundo.

Ahora bien, Nacho parte de un estado de la población coincidente con un alto grado de irrealidad por despersonalización, cuya percepción se encuentra muy limitada y que es exactamente el resultado de la modernidad.

En el terreno sociopolítico, las revoluciones modernas en Occidente se han sujetado minuciosamente a dicho paradigma.

  • Ocurrió en la Revolución Gloriosa de Inglaterra en 1688, teniendo a John Locke como apóstol (en palabras de Bertrand Russell), en la que los protestantes se postularon como los salvadores del pueblo que “padecía la tiranía del papado romano”. En dicha revolución tras tres guerras civiles, con la dictadura del calvinista-puritano Oliver Cromwell y el magnicidio del rey católico Carlos I, decapitado por Cromwell en 1649, se sienta en el trono de Gran Bretaña a María II y Guillermo III de Orange (Estatuder de los Países Bajos desde 1672) al que los protestantes llamaban el “Campeón de su Fe”.
  • Ocurrió en la revolución de las colonias británicas contra la corona británica en la que cabe recordar que la Carta de la Independencia de 1791 constituyó un alegato o proclama en favor de la libertad de los pueblos oprimidos y de la protección del ciudadano frente a los potenciales abusos del poder político. Ahora bien, ni la Constitución ni las enmiendas, pusieron fin a la especulación, la usura, la esclavitud, la sustracción de tierras y otros modos de adquirir poder económico de los particulares, por lo que las pugnas políticas desembocaron en la extremadamente cruel Guerra Civil ocurrida en el siglo siguiente.
  • Ocurrió en la Revolución Francesa. De todos es conocida la masacre genocida cometida durante la Revolución francesa contra católicos y contrarrevolucionarios por los dirigentes de la misma y como fueron obviados todos y cada uno de los derechos expuestos en la Declaración de 1789 en Francia, y, por la extensión napoleónica de la revolución, a casi toda Europa.
  • Ocurrió en las sucesivas declaraciones de independencia de los países que formaron parte del imperio español.
  • Ocurrió en la revolución bolchevique de 1917 que dio lugar al establecimiento de una dictadura comunista a cambio de la de los zares, etc.

 

En todos los casos se encuentra el tópico común de que sus líderes promueven el bien de la población por medio de su rebelión contra la tiranía y la opresión. Siempre está el esquema del bueno, el malo y la víctima, en el que la historia termina con ésta peor de lo que estaba y con muchas víctimas muertas de por medio.

Ahora bien, la definición de víctima en ese esquema básico parece ser el pilar esencial que más significado tiene en la manipulación.

En las luchas de clases, como se ve con gran nitidez en las marxistas, ya ni siquiera parece necesario que una persona padezca algún padecimiento objetivo, grande o pequeño, para que pueda sumarse a la clase de las víctimas.

De hecho la manipulación puede y suele empezar por convencer a muchas personas de que son víctimas de algo o de alguien, aunque no lo sientan de ese modo, ni tengan conciencia de serlo en absoluto.

Además, también se suele inventar al “malo” que las perjudica y explica su condición de víctimas. Hay muchas personas que adquieren la condición de víctimas que no sabían que lo eran y, tras creer lo que el manipulador les dice, de pronto cobran conciencia de serlo, si bien para llegar hasta ahí, hace falta el sujeto malvado al que culpar de esa condición.

En definitiva, de las tres figuras que componen el esquema, hay dos creadas de la nada y la tercera, que es quien las inventa, se hace pasar por buena siendo la auténticamente mala.

En la condición antropológica que más extendida se encuentra, a partir de la modernidad, hay un déficit muy serio de autonomía, independencia y responsabilidad personal, lo que confiere al yo una debilidad extrema, cuando no una auténtica despersonalización.

En ese formato la persona vive su existencia mucho más como objeto de las acciones de los demás que como sujeto que existe por sí mismo, por lo que asumir que uno es una víctima no es demasiado difícil. “Siendo” previamente objeto, solo falta un pequeño detalle para asumir la identidad de víctima: que alguien te diga que lo eres y que acuse a un tercero de que es el culpable de que lo seas.

La liquidación del hombre que es lo que subyace a toda la parte última de la obra de Bauman[i], que hace uso de la noción de estado líquido para expresar la actual condición del hombre occidental, parece corresponderse con la licuefacción subsiguiente a la disolución que la modernidad ha hecho del ser, de la verdad, del bien y, en general, de toda la metafísica que puede estructurar una identidad personal real, de ser y no de cosa.

Lo cierto es que la identidad de víctima tiene diversas ventajas:

  • La culpa de lo que a uno le vaya mal no es de uno, sino de otro.
  • Se tiene derecho a recibir bienes, resarcimientos, justicia, consuelo y todo tipo de bienes que compensen serlo.
  • Se puede estar resentido contra el mundo por esa razón y, por lo tanto se adquiere el derecho a ser malo con los demás.
  • Se es objeto de una mirada benigna por parte de los demás.
  • La vida cobra mucho más sentido en el grado en el que uno pasa a pertenecer a una clase social solidaria de la que pasa a formar parte como elemento que es movido incercialmente por el grupo.

Ahora bien, no se debe olvidar que el trío inventado se contextualiza en un escenario bélico de luchas y no en situaciones en las que primen las actitudes de cooperación o amor entre personas.

[i] Véase, por ejemplo: Bauman, Zygmunt; La sociedad sitiada; trad. de Mirta Rosenberg en col. con Ezequiel Zaidenwerg; FONDO DE CULTURA ECONÓMICA DE ARGENTINA, S.A., México D.F., 2007

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5 Comments
  • Nacho on 09/05/2020

    Hola Carlos. Gracias por comentar mi comentario. Y gracias por aclararlo bien. Estoy de acuerdo.
    Deja que haga un par de reflexiones más que creo explican mejor el origen del problema. Y perdón si me extiendo.

    El ser humano independiente y no manipulable es aquel que o bien ha establecido la relación correcta con la realidad, sumisión total y directa, o aquel que confía en algo que por definición es independiente: Dios. O ambas a la vez. Si no eres manipulable, el poder no tiene poder sobre ti. Así que el poder trata de destruir ambas posibilidades. La segunda es obvia: bien declarar que Dios no existe o bien declarar que Dios pasa de nosotros, como hizo el protestantismo.
    En cuanto a destruir la primera es aún más simple. Básicamente se trata de que nunca salgas de la adolescencia. Conseguirlo es muy sencillo si convences a la población de que tiene derecho a ser cuidada, lo cual es sencillo ya que en la adolescencia efectivamente es así. Por tanto solo existen derechos: el estado, los demás o quien sea tienen que cuidarme porque tengo derecho a ello. Derecho a que me den un trabajo, derecho a una vivienda, derecho a que me mantengan si no me dan trabajo, derecho a sanidad, a educación, etc.

    Esta es la enorme trampa de los Derechos Humanos: sujetar en una permanente adolescencia a las personas. Este es a mi juicio el mayor error de la modernidad. Cuando sustituyó la vinculación directa hombre-realidad para desarrollar la existencia, por la de hombre-sociedad. Tanto es así que es la sociedad la que ha sustituido de facto a la realidad y así pasamos de existir conforme a leyes naturales, fijas e inmutables, a leyes sociales, variables y sujetas a dominio. Hasta la psicología moderna ya no pretende adaptar la persona a la realidad, sino a la sociedad!!

    Si tengo derecho a todo sin ganarmelo estaré a merced del poder que me convenza de que va garantizarme mejor ese derecho. De ahí la importancia del hoy sacrosanto concepto de Igualdad, algo con lo que pretendidamente se nace en lugar de ser algo que se gana.

    Si se me declara igual en derechos los exigiré en lugar de ganarmelos. Es decir, mi existencia la haré dependiente de otros antes que de mi mismo. Es el esquema natural de la adolescencia que jamás se abandonará ya. La edad Moderna ha domesticado al individuo al prometerle unos derechos que no puede garantizar.

    La relación correcta con la realidad exige ganarse ‘el derecho’ de existir lo que implica existir por uno mismo, lo que implica a su vez existir conforme a la propia naturaleza, y ello implica
    esfuerzo y conocimiento de la realidad, lo que finalmente lleva a constatar que a fin de cuentas es uno mismo quien se gana la propia existencia y se autogobierna y que la sociedad es, todo lo más, un escenario de posible cooperación y sinergia y no un papá que ha de cuidarme.
    Es más, en un esquema de inmersión en la realidad así, el mismo concepto de derecho no tiene sentido alguno pues remite a exigir (!) una conducta de otros hacia mi.

    Las sociedades complejas y orgánicas dificultan ese proceso de realización y mucho más cuando en aras de su propia supervivencia pretenden hacer creer a sus integrantes que es la sociedad la encargada de satisfacer sus pretendidos e irreales ‘derechos humanos.’
    Al declararlos, se hace al ser humano dependiente del conjunto social y completamente a merced del poder de turno, a merced de los otros, gobernado por los otros, y por tanto sujeto al miedo e impotencia. A personas así, gregarizadas, no es difícil convencerlas de que son víctimas de quien sea. Por eso toda la Edad Moderna es una lucha permanente por el poder de unos sobre otros.

    Gracias por tu magnifica contestación y un abrazo.

    • Carlos J. García on 09/05/2020

      Hola Ignacio.
      De nuevo has dado en la diana.
      Con la invención de los “derechos humanos” modernos el ser humano pasa de disponer de una existencia sustantiva, autónoma e independiente, que en general sigue un esquema “yo hago” a otra heterónoma y dependiente bajo el esquema “me hacen”. Por lo tanto, pasa de existir como sujeto a existir como objeto.
      Los derechos obligan a la sociedad a darme todo lo que “necesite” (y de forma igualitaria a todos los demás): protección, trabajo, vivienda, comida, atención médica, educación, etc., haga yo lo que haga y haga cada cual lo que haga. Así, adopto el rol de objeto: que me den, que me hagan, que me cuiden, que me protejan…, sin que eso dependa de nada de lo que yo haga.
      De ahí que la estructura social es el único sujeto que adquiere el poder de proveer a cada persona de esos bienes por lo que se ha dado en llamar estado del bienestar.
      Es obvio que, con esa transformación, la persona desaparece y acaba pareciéndose más a una cosa que recibe bienes o males, carente de proactividad y de vitalidad, que es percibida y tratada tal cual por quienes detentan el poder político y/o social.
      La población acaba siendo una estadística, un número de votos, un ente que consume, una masa que se manifiesta según el bulto que ocupe en las calles, etc., pero netamente diferenciada de quienes hacen o deshacen.
      Además, con la transformación de sujeto a objeto, la persona pierde su dimensión moral, que la hace responsable de sus actos, se despersonaliza y queda regida por leyes, órdenes o mandatos externos.
      Pero, por otro lado, como es lógico y era previsible, aquellos “derechos” no solo le quitan al ser humano dimensiones ontológicas fundamentales, sino que, además y para colmo, no quedan satisfechos en la inmensa mayoría de los casos.
      La sociedad no puede dar todo aquello que promete a los individuos por lo que los “adolescentes” acceden a grados de frustración muy superiores a los que llegarían si la obtención de bienes la hicieran depender de lo que ellos mismos produjeran.
      Desde esa condición el individuo pasa fácilmente al rol de víctima en el que adquiere nuevos derechos que compensen su estado con las consiguientes nuevas frustraciones.
      Como bien dices, en la etapa cristiana (que desemboca en la atea pasando por la anticristiana) en la que el hombre creía en la realidad y, en la mayor parte de los casos, en Dios, se encontraba integrado en sociedades, no orgánicas sino cooperativas, de forma que funcionaba bajo sus principios reales constitutivos, pero sin merma de su integridad ontológica por sujetos exteriores.
      Es obvio que el primer germen del comunismo surgió en las revoluciones del XVIII y tiene mucho que ver con la degradación ontológica que padecemos, ya que el comunismo tiene como auténtico enemigo al cristianismo.
      Gracias a ti por suscitar discusiones tan interesantes.

  • Ignacio BM on 12/05/2020

    Totalmente de acuerdo con esto que decís. Pasamos de tener sustantividad propia a depender de «Mamá estado». De ahí que cada vez más se ponga constantemente la mirada en lo que la sociedad me da, en vez de ponerla en lo que hace cada uno. Las nuevas generaciones siempre ponen la atención en el otro, en vez de situarlas en uno mismo. Al final la sustantividad reacae en «el otro».
    Parece ser que ya uno no se hace responsable de su propia vida, sino que padece su vida. No deja de llamarme la atención en los niños y no tan niños de hoy en día, que siempre tienen puesta la mirada en compañero, en la sociedad, en el profesor, en los padres, en los políticos; se les echa la culpa de todo porque somos un órgano de la sociedad, y rara vez se trata de hacer bien las cosas por uno mismo.
    En el fondo nuestra responsabilidad solo podemos tenerla con nuestros actos, no con los de los demás. Se nos hace creer que formamos parte de un colectivo buenista, con errores que pretenden justificar las cosas que salen mal (sin querer, por supuesto). Este colectivo nos da los derechos, deberes, leyes… que deben regir nuestras vidas, y que en apariencia son buenas para todos.
    Pero al final lo que provoca esto es que toda la sociedad viva de acuerdo a unas leyes que la mayoría no ha elaborado, pero que se deben aceptar para no morir en el mundo. La sustantividad no recae en la persona.
    Por un lado vivendo dentro de esta perspectiva buenista, no deja de sorprenderme que lo que más se desarrolle sean las picardías para engaar al otro desde pequeñito. No deja de sorprenderme que en vez de querer desarrollar habilidades desde pequeño que nos hagan ser autónomos e inteligentes, lo que más se ejercita es la habilidad de engañar al otro. Creo que hay infinidad de gente que ha dedicado mucho más tiempo de su vida a engañar al prójimo que a aprender cosas tan buenas para las personas como las Matemáticas, la lectura, trabajar un huerto, tocar un instrumento musical e infinidad de cosas buenas que se pueden aprender en el mundo.
    En vez de esto muchísima gente se dedica a vivir como un parásito aprovechándose del prójimo.
    Cuando la mirada está constantemente puesta en el otro algo raro hay, porque es una gran enfermedad vivir pendiente del otro.
    Se está desarrollando una concepción de ser humano contraria a lo que debiera ser un ser real autónomo con virtudes y facultades buenas, que lo único que hace es quejarse de los demás y de lo que le da el Estado, siendo además incapaz de hacer dos divisiones por sí mismo.
    Personas inútiles y dependientes es lo que se está fomentando. Lo veo en los niños sobre todo, quejándose constantemente de los demás, sin ser capaces de poner absolutamente nada de sí mismos.
    Me gustó leeros después de la espesura de estar todo el día delante del ordenador.

    • Carlos J. García on 15/05/2020

      En líneas generales, las que comentas pueden ser algunas de las consecuencias de esta civilización cómoda y acomodaticia, si bien, conviene explicarla por sus raíces que conciernen a la negación o el rechazo de la naturaleza de la vida y del propio ser humano. Estamos en una cultura corrompida de la que de un modo u otro todos participamos en diferentes grados y proporciones, ya sea viviendo de ella, estando contaminados por ella, disfrutando de ella, negando a todos los que murieron por oponerse a ella, o simplemente, no siendo conscientes de esa misma participación. Todos debemos sentirnos responsables de esta calamidad que padecemos y, a nivel individual, debemos cobrar conciencia de cómo llevamos a cabo nuestra propia vida y si hacemos todo lo posible por llegar a ser ejemplares.
      Gracias por tu comentario.

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