Blog de Carlos J. García

El diálogo por la paz que justifica la violencia

Las operaciones pacíficas con fines violentos, que conforman la modalidad de El pacifismo revolucionario o la guerra pacífica, constituyen una herramienta bélica, artera y sibilina, destinada a bajar las defensas de aquellos a que se destinan. Es difícil levantar las oportunas defensas cuando el enemigo efectúa sus movimientos pacíficamente.

En tales modos de hacer la guerra, la paz funciona como un medio o instrumento siendo su fin, no la paz, sino la guerra.

Ahora bien, en este tipo de guerras, dicha estrategia suele venir combinada con otra complementaria que consiste en utilizar la paz como fin para conseguir la rendición de quienes padecen violencia.

Una persona está sufriendo violencia y se rebela contra quien la ejerce sobre ella, lo cual genera una situación beligerante de hostilidad entre el sujeto agresor y la persona agredida. A continuación el sujeto agresor propone el diálogo a la otra persona para hacer las paces entre ambas partes.

No obstante, dicho diálogo plantea unas condiciones previas de negociación por las que ambas partes han de ceder algo para llegar al acuerdo de paz.

Si la persona que es objeto de violencia acepta las condiciones que el sujeto le exige, en realidad lo que hace es rendir aquello que este le exija, mientras el sujeto violento, a cambio, solo tendrá que ceder en la interrupción de los ataques que efectúa.

Se trata de un pacto del tipo: «si tú haces lo que a mí me convenga, dejaré de agredirte y, en consecuencia, viviremos en paz».

Si se acepta el pacto, el estado de cosas que quedaría tras el mismo, simplemente sería la rendición incondicional o el sometimiento pleno de una persona o un grupo al sujeto de la violencia.

Dicha rendición puede ser de muchos tipos: se pueden ceder algunas cosas materiales, comodidades, la supresión de ciertas acciones o actitudes, etc., que pueden no revestir excesiva importancia, o, por el contrario, ceder en identidad, sustantividad, razón real, principios, soberanía legítima, creencias fundamentales o algunos otros componentes esenciales de índole real.

Dicho en otros términos, pueden rendirse cosas menores o puede rendirse el propio ser de quien o quienes cedan a esa forma de chantaje. En este último caso, la rendición es un acto grave e irreversible.

La nueva cultura que se está imponiendo en esta época es la de la paz a toda costa. La paz está siendo investida de un carácter de principio incuestionable que vendría a justificarlo todo, incluyendo la destrucción de cualquier otro principio que realmente lo sea.

Uno de los muchos problemas que se derivan del hecho de que las personas honradas cedan a semejante estafa consiste en que, sin advertirlo, dejan de ser honradas.

El tránsito consiste en que pasan de defender algún principio real a someterse a la determinación de sujetos de poder mediante un cambio radical de su obediencia.

Debido a ese cambio, esa supuesta paz a la que se accede es totalmente falsa.

Por una parte, el proceso de recibir un ataque seguido de una rendición en aras de la paz, con la cesión de áreas esenciales de la propia persona o grupo atacado, se puede repetir un número indefinido de veces, hasta que no quede ni un ápice de realidad en quienes acostumbran a rendirse.

Por otra parte, la violencia interpersonal o intergrupal se transfiere íntegramente al interior de las personas o grupos atacados, es decir, las personas vivirán interiormente violentadas por la traición que se han hecho a sí mismas.

En tal caso, la apariencia exterior de que se vive en paz a partir de una rendición indebida, solo se debe a que la violencia ha quedado oculta dentro de las personas rendidas, dirigida hacia ellas mismas, pero, en términos absolutos, ni ha desparecido, ni ha disminuido.

Los diálogos con sujetos violentos, ya sean personas individuales, ya sean grupos organizados, son siempre diálogos de rendición, y, por regla general, las condiciones exigidas a quienes se rinden, no son cosas menores, sino de las más importantes que se puedan considerar.

Dialogar con personas anti-reales en situaciones de violencia familiar o interpersonal va desmoronando la personalidad de quienes lo hacen. En tales diálogos siempre salen ganando ellos, por el simple hecho de que hay que aceptar unas condiciones en las que ellos no pierden nada, pero la otra parte o pierde mucho o lo pierde todo. Esa paz, no es paz, sino destrucción.

Pero si eso mismo se hace por parte de una sociedad, ya sea dialogando con mafias enormes, grupos terroristas, o cualesquiera otras organizaciones inmorales o criminales, la rendición del conjunto de la sociedad terminará por acabar con ella misma en cuanto a tal.

Numancia, un antiguo pueblo hispano de unos pocos miles de habitantes, no ha pasado a la historia por ser una sociedad celtíbera que se defendió del imperio romano con enorme valor y en condiciones de inferioridad tecnológica y numérica, sino por morir heroicamente antes que rendirse.

Dicho de otro modo, este tipo de situaciones se caracterizan por ser simples chantajes en los que el diálogo es un eufemismo de la simple cesión a las pretensiones de los chantajistas, lo cual blanquea su violencia y desarma a sus víctimas.

8 Comments
  • Francisco on 09/10/2017

    Excelente artículo que aporta más conocimiento a esta situación tan extraña que está ocurriendo en España y que causa tanta incertidumbre e inseguridad en aspectos ya no solo generales sino también individuales. Gracias Carlos

  • Sergio Delgado on 11/10/2017

    Hola Carlos. Muy clarificadores esta serie de artículos sobre lo que está ocurriendo en Cataluña. Como «buenos» anti-reales, no se han manchado las manos de momento en todo este escenario penoso, que está generando tanto sufrimiento (y que va a generar mucho más) y ahora lanzarán a la población para que sea ella la que haga el trabajo sucio. Si por lo menos fueran valientes de enfrentarse a sus decisiones, no produciría tanto asco todo esto. Daría rabia, tanta apariencia y manipulación, pero no asco. Me temo que va a haber muchos días de tensiones en las calles y siento pesimismo en la salida que puede llegar al final del túnel. La pregunta que me hago es si hay posibilidad de maniobra y que ese número tan grande de personas que están creyendo en todos los mensajes lanzados durante tantos años contra España, sobre todo desde la educación y los medios de comunicación, vaya generando otra visión sobre nuestra coexistencia. A los políticos hay que pararlos con las leyes, aunque ellos ya se van parando cuando ven las orejas al lobo, pero creo que queda un trabajo de fuerte reconstrucción en el tejido social para limpiar todo lo que se ha ido pudriendo en estos años. Este verano leí «Patria» de Fernando Aramburu, sobre lo ocurrido en el País Vasco con ETA. Creo que sería necesario un libro similar de todo lo que ha pasado en Cataluña estos años. Un saludo

    • Carlos J. García on 14/10/2017

      La alevosía es uno de los determinantes más característicos del anti-realismo: dañar a otros sin recibir daño alguno. Además, utilizar a terceros para que peleen las guerras que ellos quieren ganar para sí, es casi una ley histórica. Estoy plenamente de acuerdo contigo. Hay mucho trabajo que hacer. Leeré a Aramburu. Un saludo

  • Alfredo on 13/10/2017

    Buenas tardes, un articulo el de Carlos muy en la línea con el ensayo «¿La vida no requiere de transacciones?» aparecido en La virtud del egoísmo de Ayn Rand. Recomiendo su lectura.

    Y a parte, me gustaría comentar que todo la situación acaecida en Cataluña las ultimas semanas nos está dejando un riego de discusiones en muchas familias españolas. En mi caso, en concreto, he discutido con mi pareja (y hablando con amigos, parece que no he sido el único). Creo verdaderamente en sus buenas intenciones, en su bondad personal, pero cuando se alinea a favor del dialogo con los independentistas no lo puedo comprender. Es muy difícil para mi poder explicar la situación que esta sucediendo ante mi pareja por la dificultad del empeño. ¿Cómo puede ser que el discurso altruista, relativista, del buenismo o como queramos llamarlo este tan interiorizado en la población? ¿Cómo puedo explicarle lo que esta sucediendo, abrirle los ojos, sin que las consecuencias sean catastróficas?

    Me gustaría abrir un debate aquí para ver como podemos afrontar estas discusiones. Carlos, ¿algún consejo?
    Muchas gracias, un saludo

    • Carlos J. García on 14/10/2017

      Habría que aclarar que el egoísmo al que se refiere Rand es diferente a lo que se entiende generalmente al respecto. Rand, sobre todo, envía el mensaje de que la gente no debe dejarse robar o servir a sanguijuelas y parásitos, regalando su trabajo a quiénes no se lo merecen.
      Puede conducir a error la idea de egoísmo que consiste en que cada cual se rija exclusivamente por sus propios intereses materiales, que es la apariencia que ofrecen los propios independentistas. Por lo general, el buenismo lo practican ejemplarmente los menos buenos, pero no siempre. Su esencia camaleónica y su dominio de las artes escénicas les permiten funcionar con múltiples tácticas diferentes.
      En cuanto al tema de las discusiones familiares, siempre que se compartan principios reales por quienes discuten, pueden llegar a buen término, aunque lo mejor es profundizar en las creencias nucleares y en los principios de quienes participan en la discusión. Es decir, primero habría que aclarar qué principios rigen a cada uno, que fines tienen en la discusión o qué papel juegan, si es que juegan alguno, en la misma.
      Por otro lado, no hay que olvidar que la única información que reciben muchas personas se reduce a la propaganda emitida por el propio sistema que es muy eficaz y convincente. Según ella, parecería que si alguien no se presta a dialogar es mala persona y desea la guerra, lo cual es un disparate. Este tipo de creencias hay que ir modificándolas con el estudio y buscando nuevas fuentes de información que no sean los grandes medios de comunicación.
      Gracias por el comentario y la apertura del debate.

  • mariamcasares on 14/10/2017

    Hola Alfredo. Cojo tu guante, y aporto mi experiencia en pérdida de relaciones a causa de diferencias de opinión. Vivo en la comunidad Valenciana («els paisos catalans» para otros) y considero que estamos dando los primeros pasos hacia lo que ha pasado en Cataluña.
    Recientemente los partidos en el gobierno (podemos, compromís y psoe) han intentado tomar la educación con un decreto que pretende valencianizar a la población. Han eliminado los conciertos en los colegios y han elevado las horas y asignaturas en valenciano discriminando la lengua oficial (el castellano). Por suerte está paralizado (de momento).
    Ante todo esto, cuando he hablado con mis amigos, siempre he intentado mirar más allá de cada pequeño paso para llamar a las cosas por su nombre. Ya que todo responde a un plan organizado para lograr un objetivo: la valencianización de la población y la reducción de cualquier posibilidad de escapar. O sea: un recorte de libertades.
    Pues he observado como casi todos, se esforzaban por ver cada acontecimiento de forma aislada, separada del conjunto. De modo que yo era una loca exagerada que sacaba las cosas de contexto.
    Actualmente en la Comunidad Valenciana hay una división social donde unos pocos son independentistas, otros pocos son claramente anti independentistas y una gran mayoría se caya para no discutir y busca la manera de justificar las cosas o minimizar su importancia porque es más fácil usar palabras vacías, lugares comunes o frases hechas, que pararse a pensar. Y sospecho que el problema está en que faltan las herramientas para pensar con claridad. Faltan criterios firmes sobre los que diferenciar lo que está mal y lo que está bien.
    (sigue)

  • mariamcasares on 14/10/2017

    Por eso creo que el origen de ese buenísimo (en las seres humanos que siguen siéndolo, me refiero) está en la educación, en el relativismo y el “todo vale” y “todo es respetable” que recibimos por todos lados: tv, medios de comunicación, anuncios, políticos… y tal como están las cosas, da igual que sea con motivo del independentismo, de la ETA, de los nuevos movimientos sociales (primaveras árabes o los indignados en Madrid) o de donde sea… siempre que alguien trate de defender algún criterio firmemente y con argumentos claros y contundentes, se encontrará con un interlocutor molesto que prefiere la vaguedad, la “tolerancia” o el diálogo incondicional. Es decir prefiere la “no posición” o la “neutralidad” que creen que les otorga la posición del diálogo y la comprensión (la neutralidad, no existe)
    Ánimo en esas discusiones Alfredo! Yo personalmente opto por callarme muchas veces porque después me siento fatal. Y las veces que me lanzo a la piscina, lo hago sabiendo que voy a tener problemas. Como dice Carlos en su artículo, dudo de mi misma, de si deliro yo o los demás, y después me quedo repasando los argumentos en la cabeza de cada uno para asegurarme de que no he sido injusta o estoy equivocada. Por suerte tengo a mi alrededor algunas personas que tienen las cosas claras y piensan como yo… así que de vez en cuando me curo tomado una cerveza con ellas. ¡Gracias Carlos por este espacio! maria miquel casares

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