Blog de Carlos J. García

El pacifismo revolucionario o la guerra pacífica

¿Estamos ante una primavera catalana, ante un invierno español, o ante ambas posibilidades?

El mayor invento bélico ocurrido en el presente siglo no es un arma que explosione con consecuencias materiales devastadoras al estilo de las nucleares.

Se trata de una de las ideas más retorcidas utilizada como herramienta para la producción de guerras de las de siempre: la idea de la revolución no violenta.

Se aplicó por primera vez con el invento de las primaveras árabes, ampliamente jaleado por nuestros medios de comunicación, y, por lo tanto, auspiciado, suscitado o premiado por Occidente.

Al parecer, el método seguido en aquellas supuestas revoluciones sociales, de apariencia espontánea, consistía en la aplicación de un manual escrito en Boston por Gene Sharp[i] en la que fueron formados algunos líderes de las mismas.

En Siria, país del que procede la mayoría de los refugiados que quieren llegar hasta nosotros, ha ocurrido lo mismo, aunque el régimen de Al Asad todavía no ha llegado a caer, debido al apoyo de su aliado ruso y a una guerra civil que tiene aterrorizada a la población como nunca antes había ocurrido.

El ejemplo, se ha repetido en mayor o menor grado en varios países musulmanes.

Al parecer, por razones geoestratégicas, Ucrania, tampoco se libró de su correspondiente revolución sin violencia, que culminó con la expulsión de un presidente que había sido elegido democráticamente, es decir, en un golpe de estado. La guerra civil en la que derivó aquella revolución sin violencia acabó partiendo el país en dos.

Las argumentaciones que se puedan dar, para esta política occidental de injerencia en los asuntos internos de todos estos países, resultan insignificantes a la vista de las consecuencias que están teniendo. No cabe mayor amargura, muerte y destrucción en poco más de una década tenebrosa.

Pues bien, ahora la táctica de la revolución sin violencia se ha puesto en práctica en pleno suelo español y europeo para producir la independencia nacionalista de una región europea como es Cataluña.

El Parlamento regional de Cataluña y el propio gobierno catalán, que forman parte del estado español, han aplicado el manual de la revolución sin violencia para dar un golpe político contra el estado y han proclamado la independencia de Cataluña, según sus propias resoluciones, que violan todas las leyes fundamentales que deberían obedecer en un Estado de Derecho y, además, absolutamente democrático.

El gobierno de la Generalidad de Cataluña ha instigado a la población general a que tomara las calles, ocupara o allanara centros públicos, desobedeciera a las diversas fuerzas de la policía, y ejerciera votaciones en un supuesto referéndum en el que fundar “democráticamente” la ansiada Declaración de Independencia, deseada por menos de la mitad de la población que allí reside.

Ha promovido que todos esos movimientos se hicieran de forma “pacífica”, incluso haciendo participar a niños y ancianos dentro de una atmósfera artificial frívola y festiva, sabiendo de antemano que las fuerzas de seguridad españolas incluyendo las catalanas, actuando en funciones de policía dirigida por los jueces, tenían el deber de impedir dichas votaciones.

La policía catalana no obedeció el mandato judicial actuando al servicio de sus mandos políticos independentistas, lo cual obligó a la policía nacional española a actuar en cumplimiento de las leyes y de las órdenes judiciales del auténtico estado democrático, por lo que se vio forzada a impedir el referéndum cuando los desobedientes la obligaron.

La consecuencia de esto fue que hubo cientos de heridos, casi todos ellos leves, y dentro de ellos, policías nacionales y guardias civiles, pero que sepamos, ningún político independentista ni ningún policía de la institución catalana.

La táctica de los cabecillas del golpe de Estado, al igual que la de los actores que lideraron las revoluciones en los países árabes consistía en: 1) causar víctimas civiles a manos de las fuerzas del orden, 2) mostrar al mundo reportajes amplísimos de la supuesta violencia policial “injustificada” sobre una población inocente y desarmada, 3) manipular a la opinión pública mundial para ponerla del lado de “la razón y la paz”, 4) justificar la sublevación de una población oprimida contra un estado tiránico que actúa violentamente contra su propio pueblo y, 5) tomar el poder del estado sin pasar por los cauces democráticos imprescindibles que le aportaran legitimidad.

Es obvio que no hay una sola nación en el mundo cuya Constitución autorice a su descomposición por medio de sublevaciones nacionalistas y, es lógico pensar que cualquier país, democrático o no, ha de hacer imperar sus leyes para evitarlo, lo cual no solo aconseja sino que obliga a utilizar el poder del estado para hacerlo contra una parte minoritaria de la población declarada en rebeldía contra el propio estado.

No obstante, los grandes medios de comunicación de los más importantes países europeos, que se supone que son democráticos, al igual que lo hicieron con las primaveras árabes, se han puesto del lado de los revolucionarios pacíficos y, obviamente, en contra del estado español a la vista de las fotos de la policía tratando, no ya de reprimir a la población, sino de requisar las urnas y las papeletas que se empleaban para la comisión del delito.

Esa parte de la población, que impedía por la fuerza el paso de los agentes a los lugares donde se perpetraba el delito principal, estaba cometiendo un nuevo delito por obstrucción a la justicia, lo cual, en ningún país civilizado puede ser obviado por la policía.

Bien, esos periodistas que se escandalizan porque la policía española actúe en defensa de la Constitución y de la democracia españolas, utilizando los medios menos lesivos posibles para hacerlo, son tan culpables como los propios golpistas que están atacando una nación democrática.

¿Qué hubieran hecho las policías de sus respectivos países caso de producirse una sublevación semejante?

¿Cuál es la culpabilidad de los “periodistas” que se atreven a operar a favor de una sublevación antidemocrática violando todas las leyes que se le pongan por delante?

Todo el montaje del independentismo está fabricado artificialmente para ellos y hasta se rumorea que una parte de tales “periodistas” está pagada por los propios independentistas, es decir, que no actúan como periodistas sino como juez y parte que no está interesada en absoluto de contar la verdad de lo ocurrido en España, sino solo lo que al separatismo antidemocrático catalán le interesa.

Las mal llamadas primaveras árabes y, en general, las mal llamadas revoluciones sin violencia, no existen. Todas las revoluciones políticas son revoluciones especialmente violentas.

No hay mucha violencia en que alguien pulse la tecla ENTER de un ordenador, salvo que de ella dependa el estallido de una bomba nuclear o algo parecido. Se trata de una acción pacífica que puede destruir un país entero.

Aislar las acciones de sus causas y de sus consecuencias es lo más aberrante que se puede postular en materia de conocimiento humano. Eso destruye la realidad y es, por tanto, el origen mismo de cualquier clase de violencia.

Con lo maleado que está el mundo a estas alturas, no cabe creer que exista un periodismo tan inocente o tan necio como para escandalizarse de que la policía haga su trabajo y condenarla, por lo que, si así lo parece, es que está participando como una pieza más del entramado criminal de destrucción de estados nacionales soberanos, ya sean no democráticos, ya sean democráticos como es el caso de España.

El supuesto pacifismo que subyace al repudio de una acción policial legítima en defensa de la integridad y la paz de toda una nación, es tan repugnante como el peor de los belicismos que busquen rapiña mediante la guerra. Tal vez tales pacifistas prefieran una nueva guerra civil en España a que un policía aparte a un golpista de una urna para salvar todo un Estado de Derecho.

Un asunto más que merece la pena mencionar es el de las razones que llevan la primavera a los países. Se justificaron las árabes por la finalidad de democratizarlas, la ucraniana por cuestiones de geoestrategia, pero hay que preguntarse cómo se puede justificar la española que destruye un país democrático a manos de un régimen despótico que falsifica algo tan serio como un referéndum democrático fundándose en una montaña de mentiras.

[i] SHARP, GENE; Manual para una revolución sin violencia; Distribuido gratuitamente a través de Internet. Publicitado a través de un documental emitido en RTVE-2

7 Comments
  • Jorge on 02/10/2017

    Totalmente consternado con todo lo sucedido. Absolutamente vergonzoso como lo tratan todos los medios de comunicacion y la dichosas redes sociales como facebook. Facebook es una potente herramienta de manipulacion. Una auntentica pena. Lo peor la falta de esperanza con los politicos actuales. Un abrazo.

    • Carlos J. García on 03/10/2017

      Yo también lo siento, sobre todo por la propia población de Cataluña que, como en todas las revoluciones, es la primera en padecer las consecuencias de las acciones criminales de quienes están o toman el poder político. Después las padece en mayor o menor medida, según sea la revolución en cuestión, el resto del mundo. Si las redes solo sirven a esa clase de fines es mejor salirse de ellas. Un abrazo.

  • Miguel on 02/10/2017

    Muy interesante e instructivo!

  • luismiguel on 03/10/2017

    Que España es un Estado de Derecho, bien, pero que sea absolutamente democrático eso ya es otra cosa. Cuando vemos los privilegios de políticos e impunidad de estos mismos y gente de poder, indultos de consejos de ministros de amiguetes y un nepotismo descarado no se puede llamar democracia absoluta, más bien, «hipodemocracia».
    Por lo demás estoy totalmente de acuerdo.
    Y claro que cualquier clase de revolución es violenta si no al principio, al final.

    • Carlos J. García on 03/10/2017

      Siento no haberme expresado con claridad mediante la expresión “absolutamente democrático”. Lo afirmo en el sentido comparativo, tanto con los países desde los que parten las críticas periodísticas más injustas, como con el propio movimiento independentista. En Europa, no he visto semejante maquinaria de control y destrucción social desde el final de las grandes guerras mundiales, exceptuando, tal vez, la que conformó el terrorismo vasco.
      Por otro lado, el término democracia a secas ya vale de poco o nada. Hay tantas clases, tantos grados dentro de cada clase y tantos defectos posibles en todas ellas que vamos a tener que inventar muchos neologismos para designar a cada una de ellas.
      Gracias por tu comentario.

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