Blog de Carlos J. García

Análisis de la percepción real e irreal del ser humano

En un artículo anterior, titulado ¿Soy una alucinación?, expuse un conjunto de enunciados extraídos de diversas entrevistas a varios científicos del campo de las neurociencias, publicadas en un diario nacional.

En dichos enunciados, tal como se utiliza el término ilusión (en el sentido de ilusión perceptiva), parece significar que nuestro cerebro deforma la percepción de lo que existe fuera de él, y que, por tanto, la realidad verdadera es otra completamente diferente a la que nosotros creemos que es.

En el presente artículo trataré de precisar diversas modalidades perceptivas, incluyendo las ilusiones y las alucinaciones, con la finalidad de aportar un conjunto de criterios válidos a la hora de evaluar, tanto las distorsiones perceptivas, como las correcciones informativas que efectuamos de los datos sensoriales que recibimos.

Es posible que tales criterios sirvan para refutar las tesis de Hume y de su extensa escuela de seguidores, y nos devuelvan la impresión de que no vivimos en total aislamiento.

El presente enfoque toma como referencia básica el modelo teórico de sensación elaborado por Xavier Zubiri[i], por el que, en el mismo acto de sentir, participan conjuntamente, la actividad propiamente sensorial, y la inteligencia. El propio autor denomina tal modo de aprehensión como  inteligencia sentiente.

Dicho enfoque, vino a corregir la creencia generalizada de que, la sensación proporcionada por los órganos de los sentidos, era de naturaleza estrictamente estimular. Su corrección consiste en especificar la aprehensión humana de realidad como un solo acto en el que intervienen la sensación y la intelección.

Dicho planteamiento general, es de aplicación a las sensaciones que discurren dentro de la normalidad, si bien, en el campo de las alteraciones de la sensación, parece acertado efectuar el pertinente análisis, considerando ambos componentes funcionales por separado (la sensación y la intelección), aun cuando se encuentren íntimamente relacionados.

Partamos de las cuatro posibilidades existentes que ofrece la aprehensión, desde la perspectiva de su carácter verdadero o falso:

  1. Aprehensión correcta.- Sensación verdadera e intelección verdadera.
  2. Alucinación.- Sensación falsa e intelección falsa.
  3. Corrección y sugestión.- Sensación falsa e intelección verdadera.
  4. Ilusión.- Sensación verdadera e intelección falsa.

Examinemos estas cuatro posibilidades.

 

  • Sensación verdadera e intelección verdadera

En este primer supuesto nos encontramos con la propia intelección de realidad: Si existe un objeto exterior, se siente que lo hay; si no hay objeto exterior, se siente que no lo hay. Además, en el primer caso, la sensación se corresponde con la intelección, de forma que, aquello que se siente, es lo que es, o hay lo que hay.

 

  •  Sensación falsa e intelección falsa

En este segundo caso estamos ante una alucinación típica.

La alucinación se corresponde con la percepción sin objeto existente. En este caso, lo que se percibe como existente, no es verdad por que falle la intelección de lo sentido, sino porque falla el sentir y, en el mismo acto, se percibe un objeto inexistente como existente.

Al percibir como existente un objeto inexistente, se produce, de forma simultánea, una sensación de realidad del error intelectivo. Se siente como realidad lo que la intelección, sin una sensación real, ha dado como realidad.

En el caso de las alucinaciones, lo que ocurre es que no hay una raíz estimular que, por intelección, dé lugar a la construcción de un modelo erróneo, y, por tanto, no es propiamente una alteración de la percepción, ya que al no haber objeto, no hay otro objeto diferente del objeto inteligible. Lo que en la alucinación se da como percepción, no lo es, aunque se sienta como tal.

La elaboración de la alucinación es una imposición de lo creído sobre la posible relevancia de facto de los objetos presentes. La imposición de la creencia domina sobre la posible relevancia estimular.

Si el sujeto cree ver una cosa, donde no hay cosa, u oír una voz, donde no hay voz, no hay aprehensión de realidad, ni cierta, ni falsa, es decir, no hay aprehensión. Lo que hay es una clausura por parte del agente en relación con la estimulación exterior.

La alucinación es una actividad plenamente subjetiva, en la que el agente está cerrado a la estimulación exterior, y, lo es, porque precisamente en ella no interviene un objeto, en absoluto. De hecho, el sujeto produce una idea que confunde con una percepción, es decir, elabora una idea cuya propiedad  atribuye a la presencia de algo exterior. Por lo tanto, es un error atributivo.

Lo que ha producido él mismo, cree que ha sido producido por algo diferente, por un objeto exterior. El fallo está en «creer» que algo es de fuera, cuando es de dentro. Es por tanto un error de contextualización de lo imaginado.

Ahora bien, la atribución de lo simplemente imaginado al terreno de lo existente, cuando es exclusivamente propio, exige ciertas condiciones atributivas o un cierto estilo atributivo en la persona que la efectúa.

Una causa que puede dar lugar a esta atribución externa, groseramente errónea, consiste en que la propia persona expela su producto intelectual, no tanto por pretender que su producto sea afín a lo real —lo cual, no parece tener mayor importancia— sino porque le resulta imposible atribuírselo a sí mismo.

La imposibilidad de la auto-atribución parece ser causa de la hetero-atribución de lo imaginado. En este sentido, la atribución de pertenencia al campo de lo existente es un acto deductivo: «si no lo pienso yo, por fuerza ha de venir de fuera», y, por tanto, es un acto intelectivo más complejo que la simple aprehensión.

 

  • Sensación falsa e intelección verdadera

El tercer caso de los expuestos en nuestro guión —sentir falso, intelección cierta— parecería corresponderse a algo raro o poco habitual, pero no es así, sino todo lo contrario.

Por ejemplo, los datos que nos llegan a través de los órganos sensoriales acerca de una persona que se encuentra visible, pero a mucha distancia de nosotros, refieren a un ser de tamaño pequeñísimo, y que, además, emite sonidos casi inaudibles.

No obstante, a partir de una cierta edad de maduración, dicha sensación directa es corregida de forma automática por nuestra intelección, de forma que aquello que «vemos» es una persona de tamaño normal y que habla en un volumen de voz que también suponemos normal.

Dicha corrección de las sensaciones, nos permite efectuar una percepción real contradiciendo los datos sensoriales, lo cual es debido a nuestro propio sistema de creencias, cuya principal función es constituirse como un gran modelo que emule la realidad.

Desde dicho sistema percibimos multitud de datos que, no refiriendo las cosas tal como son según acceden a nuestros sentidos, van quedando automáticamente corregidos mediante la información almacenada en él.

En ningún caso se debe confundir esta corrección de los datos que recibimos, en la dirección de poder percibir las cosas tal como son en realidad, con el fenómeno de las ilusiones perceptivas que, como veremos, consisten en un defecto perceptivo.

Por otro lado, y sin precisar en extenso, este modelo también sirve de esquema para abrir la puerta al análisis de lo que vulgarmente se denomina sugestión, en que se cree en la realidad de la existencia de algo no real, sintiéndose como real.

 

  • Sensación verdadera e intelección falsa

En el cuarto caso de los expuestos, tenemos la ilusión perceptiva, que consiste en la percepción alterada de un objeto existente. Esta es la modalidad en la que se funda el ilusionismo y una amplia diversidad de engaños perceptivos.

En tanto existe una impresión de realidad, con la sensación del objeto en proximidad del agente, no se trata de un falso sentir o un sentir en falso, sino de una sensación verdadera conjugada con una intelección falsa.

Es decir, es sentir verdadero e intelección falsa, porque lo que se percibe como real no es la realidad de suyo, sino que es una idea errónea, basada en una sensación radicada en el objeto.

En este caso, el sujeto es impresionado por un objeto existente, que percibe mal, y, a causa de esa errónea intelección, emite un juicio erróneo sobre lo que es dicho objeto.

Ahora bien, dicho juicio está alterado, no tanto por una interpretación errónea —que ya sería una secuencia de actos— sino alterado en el acto mismo de la aprehensión de realidad. Lo que se siente, existe, pero lo que se percibe que se siente, no lo es, es decir la intelección es falseada.

De estos cuatro modelos de funcionamiento, relacionados con la percepción, la auténtica alteración perceptiva propiamente dicha es la ilusión, ya que la otra posible, que es la alucinación, no se corresponde con un hecho perceptivo, al no haber un objeto percibido.

De lo expuesto, podemos extraer la conclusión de que la mayor parte de las percepciones que tenemos de las cosas, son bastante acertadas, gracias a la aportación de la información que tenemos almacenada acerca del universo y de nosotros mismos, y que, de atenernos estrictamente a la información sensorial, dicha percepción contendría graves distorsiones.

 

[i] ZUBIRI, XAVIER; Inteligencia sentiente; Inteligencia y realidad; Alianza Editorial; Madrid, 1984

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