Blog de Carlos J. García

¿Soy una alucinación?

Algunos eminentes científicos, del supuestamente novedoso campo de las neurociencias, están emitiendo propaganda sistemática, diaria y de plena actualidad, que reproduce, fortalece y amplía los mensajes expuestos por David Hume hace más de doscientos cincuenta años en su Tratado de la naturaleza humana.

Algunos de tales mensajes, que reproduzco de entrevistas recientes efectuadas para un diario de tirada nacional, son los siguientes:

  • La manera que tiene el cerebro de entender y manejar el mundo consiste en crear ilusiones.
  • El cerebro inventa el mundo.
  • Nada de lo que hay aquí está realmente fuera, todo son ilusiones que crea nuestro cerebro.
  • Las ilusiones del cerebro son prácticas, funcionan y nos permiten sobrevivir, conseguir propósitos.
  • Las drogas psicodélicas pueden distorsionar nuestra realidad y dan lugar a ilusiones perceptivas. Pero la realidad que experimentamos durante la vigilia es también, en gran medida, una ilusión.
  • Es probable que no seamos otra cosa que títeres de nuestras neuronas.
  • Es una ilusión creer que somos dueños de nosotros mismos y que tenemos control en la toma de decisiones. Quienes toman las decisiones son los circuitos neurales, que en su trabajo por detrás del nivel de la consciencia hacen estas operaciones y finalmente mandan una decisión para que creamos que la hemos tomado nosotros.
  • El cerebro inventa la mayor parte de la realidad, porque a pesar de ser una estructura complejísima es también muy limitada.
  • Se solía considerar que las ilusiones eran errores de la percepción, pero nos estamos dando cuenta de que no son la excepción sino más bien la regla.
  • No somos las personas que creemos y somos los menos indicados para describirnos.
  • No nos conocemos. Es como la relación que tenemos con la realidad. No quiere decir que la realidad no exista, pero el cerebro la simula. Y nosotros interaccionamos con esa realidad virtual que genera el cerebro.
  • ¿La teoría del gen egoísta de Richard Dawkins, para explicar las bases biológicas de nuestra conducta podría interpretarse como “la neurona egoísta”, que toma decisiones por nosotros y nos hace creer que son nuestras? Reflexionando con mi esposa, me di cuenta de que en el fondo lo que “a mí me interesaba” en mi egoísmo, era lo que mis neuronas estaban decidiendo: que teníamos que preservar nuestros genes.

En un artículo anterior de este mismo blog, titulado La especie aislada, expuse el riesgo de aislamiento de la realidad en el que nos encontramos, debido a la multitud de creencias de la actual cultura, que operan de forma general coincidiendo en lo mismo.

El tipo de información que se transmite, mediante una infinidad de mensajes como los expuestos unas líneas más arriba, constituye uno de los subconjuntos del grueso de dichas creencias, si bien, en este caso, se manifiesta vinculada al prestigio de la ciencia, lo cual la hace especialmente peligrosa.

Si leemos detenidamente tales mensajes y extraemos los significados de los mismos, en ellos se nos comunica lo siguiente:

  • El cerebro inventa el mundo e inventa a la persona que uno cree ser. No hay mundo, persona, ni personas. Solo tenemos una falsa impresión subjetiva de que sí lo hay.
  • La persona carece de sustantividad. Su actividad, depende de un sujeto que son las neuronas, que, a su vez, dependen de las moléculas de ADN. Los genes son los únicos sujetos que existen.
  • La persona carece de identidad personal. Es imposible que se conozca a sí misma y, por lo tanto que sea aquello que crea ser.
  • El «yo» es inventado por las neuronas que manipulan nuestra conciencia acerca del mundo y de nosotros mismos.
  • Nosotros no existimos. Nuestra vida es un sueño, una simple irrealidad.

En definitiva, tales tesis no solo afirman la validez de las afirmaciones y negaciones de David Hume, sino que son plenamente coincidentes con la definición del hombre-máquina de La Mettrie.

¿Qué síntesis se puede hacer a partir de las tesis de estos y de todos aquellos autores que siguen sus mismos presupuestos?

Los cerebros son autómatas generados por los genes, carentes de personalidad y de realidad, cuya única actividad consiste en producir alucinaciones referidas al propio ser, a los otros seres, al mundo y a la realidad. Por lo tanto, son máquinas aisladas de cualquier mundo exterior que se pudiera imaginar.

Estos tipos de mensajes, puestos en cualquier sistema de creencias que se encontrase instalado en un ser humano, serían susceptibles de producir graves trastornos mentales.

Empezando por la condición de aislamiento en la que caería un ser humano que creyera que el mundo exterior es totalmente inaccesible, que no existe, que es una mera invención de su cerebro, etc.; siguiendo por el delirio consistente en que el propio ser no existe; la idea de que la propia persona carece de cualquier forma de autonomía, siendo un mero autómata; la gravísima alteración de la identidad personal consistente en negar la validez de todo cuanto uno crea acerca de sí mismo; la absoluta desconfianza en las propias funciones cognitivas; continuando con la participación conjunta de las alteraciones de la despersonalización y la desrealización…, el espectro de todos los trastornos mentales, experimentados de forma simultánea por una persona que creyera tales mensajes, la sometería a un verdadero tormento.

Sin ir más lejos, uno de los manuales más utilizados en psiquiatría especifica el trastorno de despersonalización del siguiente modo: «El individuo se siente como si fuera un autómata o estuviera viviendo en un sueño o en una película. Puede existir la sensación de ser un observador externo de los procesos mentales, del propio cuerpo o de una parte de él. Asimismo, hay diversos tipos de anestesia sensorial, ausencia de respuesta afectiva y sensación de pérdida de control de los propios actos (incluido el habla).» [i] (p. 593)

Según dicho manual, este trastorno puede encontrarse como un componente más de otra variedad de trastornos mentales, inducidos por sustancias etc., e, incluso, puede darse, no como trastorno, sino como una experiencia inducida de forma voluntaria  dentro de prácticas de meditación, de trance o de posesión, en diversas culturas. [ii]

En cuanto a un trastorno conjunto de despersonalización y desrealización, el manual CIE-10 [iii] lo expone del siguiente modo: «Trastorno raro, en el que el paciente se queja espontáneamente de que la vivencia de su actividad mental, su cuerpo y su entorno están cualitativamente cambiados, hasta el punto de ser irreales, lejanos o automatizados.» (p. 138)

La despersonalización parece ser el resultado de la escisión entre la conciencia de sí mismo y la propia sustantividad, es decir, de la conciencia de ser con exclusión de la esencia sustantiva.

En tal caso, la percepción de sí, no incorpora la propia sustantividad, por lo que se produce una modalidad perceptiva de mera conciencia de actividades en las que participa el sujeto sin conciencia de serlo. La sustantividad se reduce a la tarea perceptiva y excluye la activa. El sujeto se ve a sí mismo efectuando acciones como si fuera otro quien las efectuara. Se ve a sí mismo en tanto otro, tal como ocurre en ciertos sueños nocturnos.

En tales estados, las personas viven como si fueran autómatas, en aislamiento, encerradas en barreras impenetrables que les impiden compartir afectos, significados y experiencias, carentes de todo propósito para sus acciones y de cualquier sentimiento que les haga sentir que estar vivas.

Por su parte, un posible acercamiento conceptual al término desrealización, tal como se tiende a utilizar actualmente, consiste en la escisión, entre la conciencia de los hechos del mundo y la sustantividad de los seres —de los cuales dependen tales hechos.

En tal caso, la percepción del mundo no incorpora a los sujetos que actúan en la producción de los hechos, por lo que se producen imágenes del mundo como si se tratara de un escenario mecánico, no dependiente en absoluto de la voluntad humana de producción de actividades, historias, acciones, etc. En resumen, el ser percibiría a los demás seres como entidades mecánicas, y al mundo, como si se tratara de una máquina en movimiento carente de cualquier atisbo de vida.

La característica esencial de la realidad de los entes es su carácter sustantivo y su propia identidad personal, por lo que su supresión implicaría una enorme variedad de alteraciones debidas a la privación del «yo».

Por otro lado, la línea de pensamiento contemporánea entroncada en Hume, que se muestra en multitud de mensajes como los expuestos, maneja nociones metafísicas como, por ejemplo, el término realidad, de un modo prácticamente indefinido.

Además, la relación «nosotros — cerebro» tal como es manejada en sus argumentaciones, conduce inevitablemente al absurdo. Si «nosotros» o «yo» son simples nombres sin referente real, más allá de un pseudo-efecto virtual colateral de la mera actividad neuronal, ¿cómo se puede plantear científicamente una relación entre un cerebro y esa entidad  ficticia que llaman «yo»?

Lo cierto es que esa teoría acerca del carácter autónomo del cerebro impide toda posibilidad de que el propio cerebro se relacione con cualquier cosa exterior a él mismo, lo cual, por lo demás, también sería un existente virtual.

Dicho modelo disocia al ser humano de su propio organismo y lo subsume en él, disolviéndolo en una especie de  ficción carente de cualquier indicio de realidad. Ahora bien, entre los trastornos mentales que conllevan el delirio de que uno mismo es un mero organismo se encuentra uno bastante infrecuente denominado «esquizofrenia cenestésica».

No sé muy bien cuál será la razón de que se formulen tales teorías que eliminan al ser humano del mapa de lo que existe, ni mucho menos, por qué razones se divulgan por medios que acceden al gran público. Lo que sí sé, es que en el mismo momento en que las mismas se convirtieran en creencias propiamente dichas, el ser humano habrá desaparecido.

[i] AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION; DSM-IV-TR. Manual de diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales; Texto revisado; director de la edición española Juan J. López-Ibor Aliño; co-director de la edición española Manuel Valdés Miyar: trad. del original de  2000 de Tomás de Flores i Formenti, José Toro Trallero, Joan Masana Ronquillo, Josep Treserra Torres, Èric Masana Montejo y Claudi Udina Abelló; MASSON, S.A., Barcelona, 2003  (DSM-IV-TR)

[ii] Véanse los criterios de investigación propuestos para el trastorno disociativo de trance en: pp. 872-875 de dicho Manual: AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION, Op. Cit., DSM-IV-TR

[iii] ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD (OMS); Guía de bolsillo de la clasificación CIE-10. Clasificación de los trastornos mentales y del comportamiento. Con glosario y criterios de investigación; trad. del original de EDITORIAL MÉDICA PANAMERICANA, S.A., efectuada por Dr. Pedro García Parajuá, Dra. Mónica Magariños López; supervisión de Dr. Luis Caballero  Martínez; EDITORIAL MÉDICA PANAMERICANA, S.A., Madrid, 2000

3 Comments
  • Ignacio Benito Martínez on 17/04/2016

    Hace más de 250 años de Hume. En aquel momento se le tuvo que dar poca importancia a lo que decía, aunque pensándolo mejor, igual no, porque sino esto no transciende hasta nuestros días… Debía de contar con un cierto número de seguidores.
    Nunca vi nada tan violento como esas afirmaciones que mencionas, sin la necesidad de dar ningún bofetón. El aislamiento de la mente que exponen, alejada de todo lo que tenemos fuera… es lo más demoledor y destructivo que se le puede pasar a alguien por la cabeza (lo cual significa que debe conocer bien el mundo en el que vive). De lo que no cabe duda es de que, si no crees en la necesidad de que hay que combinar tu movimiento con la distancia que tienes al suelo, cuando simplemente paseas por la calle, el tortazo que te pegas puede ser importante.
    La mente, entre otras muchas cosas, está para ponernos en relación con la realidad y con el entorno que tenemos fuera. Somos parte de un mundo que podemos y debemos conocer para poder relacionarnos con él. Y cuánto mejor lo conozcamos, más sepamos acerca de la vida, de las cosas, del bien, del mal, de la naturaleza, de la metafísica, de todo… y más honrados y sinceros seamos (cosa que no está de moda), más reales seremos y entonces el mundo será mejor. A ver si un día le echo valor y me leo a Hume, que me da hasta miedo. Extraordinario artículo.

    • Carlos J. García on 19/04/2016

      En lo relativo a la posición de Hume respecto a su correspondiente linaje en la historia del pensamiento, es posible que quien inaugurara dicha corriente fuera Guillermo de Ockham (aprox. 1280/1288 – 1349) y en cuanto a los autores más relevantes, fuera seguido de Francis Bacon, Descartes, Hobbes, Locke, Condorcet, el propio Hume, el cual fue seguido de Comte, John Stuart Mill, William James, Dewey, Skinner…, por lo que la relación es interminable. Es obvio que todos ellos tienen diferencias entre sí, pero también, los suficientes componentes comunes para considerarlos como una corriente que produce el pensamiento moderno, supera dicha etapa, y accede hasta la actualidad. Gracias por tu interesante comentario.

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