Blog de Carlos J. García

Tu pensamiento… ¿crea tu realidad?

Cuando los eslóganes publicitarios superan alguna clase de límite, invadiendo áreas que parecen encontrarse muy alejadas de sus amplias competencias en temas mercantiles, pueden ocurrir efectos indeseables que, quienes los han construido, quizá no hayan sabido prever.

Escucho diariamente, en una emisora radiofónica, un mensaje destinado a hacer publicidad de algún comercio, destinado a vender artículos ortopédicos a un sector del público que, prioritariamente, parece ser mayor o, al menos, haber sobrepasado ampliamente la edad de jubilación.

El eslogan afirma lo siguiente: «Tu pensamiento crea tu realidad».

Ignoro el vínculo que pudiera tener tal afirmación con la clase de artículos comercializados, y por qué razón habrá sido elegida de entre una infinidad de alternativas, si bien, me genera preocupación que, por su reiteración y un posible descuido, pasara a engrosar algún catálogo de creencias colectivas.

Trataré de matizar dicha preocupación haciendo un breve análisis de la tesis en cuestión.

En primer lugar, ningún ser humano conocido, que se sepa, ha pasado a engrosar el Olimpo de los dioses, de entre los que hubiera alguno capaz de crear algo real.

Dicha tarea creacionista estaba tradicionalmente atribuida exclusivamente a Dios, si bien, una vez eliminada mayoritariamente la creencia correspondiente, debido a la supresión de la creencia en la existencia de Dios, y traspasada dicha función al azar evolutivo, ya nadie, ni siquiera Dios, crea nada.

A lo más que llega nuestra especie, que es la más imaginativa de cuantas existen, es a mover las cosas de sitio o reordenar las que hay, dando lugar a la producción de cosas novedosas. Ahora bien, dicha tarea, hasta hace poco, se había denominado producción, dado que crear es una exageración, pues implica hacer algo a partir de nada.

En segundo lugar, como es  lógico, si el ser humano no dispone de la capacidad de crear, ninguna de sus funciones crea nada, lo cual incluye a su pensamiento. Además, el pensamiento, como mero encadenamiento de ideas que es, solo opera con formas desprovistas de materia.

Por otro lado, la función de pensar está sujeta al sistema de creencias que rige en la persona, las cuales sí tienen un papel causal muy relevante, tanto sobre la producción del pensamiento, como sobre las diferentes funciones humanas que constituyen sus actividades de relación con el exterior. Ahora bien, todas ellas trabajan con objetos, una gran parte de los cuales son trasuntos de existentes exteriores al propio pensamiento.

Por su parte, las creencias se encuentran estructuralmente vinculadas a uno de los significados más comunes de la noción de realidad. En este caso, la idea de realidad está poco formalizada, siendo, más bien, de tipo intuitivo.

El referente exterior que las personas dan por supuesto a todas sus creencias, es la realidad. Creer algo, equivale, de forma abreviada a creer que una idea tiene un referente exterior a ella misma, que, a diferencia de las que no lo tienen, se denomina real. Son creencias del tipo «la idea que tengo es verdadera porque representa correctamente aquello a lo que se refiere».

Además de esas creencias de representación, se encuentran las creencias destinadas a la producción material de algo. En este caso, se trata de ideas destinadas a dotar de forma algo, ya sea trabajando para conservar lo que haya, ya sea reformando algo que hay. Son creencias del tipo «voy a materializar la idea que tengo acerca de cómo debe ser algo».

Dicho esto, la realidad es algo que hay o existe con independencia del pensamiento humano, y, es dicha propiedad, la que permite tenerla como juez y árbitro de nuestras propias ideas y creencias.

Las ideas valen si representan la realidad, en cuyo caso, tendemos a creerlas. También valen aquellas ideas que, siendo congruentes con la realidad, nos permiten producir acciones que verifiquen unos requisitos reales, tales como, por ejemplo, la posibilidad de efectuarlas.

Si elimináramos dicha propiedad de la realidad que consiste en su carácter unitario, de forma que hubiera dos, tres, o n realidades, o, si, por ejemplo, creyéramos que cada ser humano es propietario de una realidad diferente a los demás, no habría, ni juez, ni árbitro alguno que nos diera una sola pista acerca de si nuestras creencias habían desvariado o si tal vez, estuviéramos delirando.

Me viene a la memoria la película La vida es bella, en la que un padre, confinado junto a su hijo en un campo de concentración nazi, consigue engañarle acerca de las circunstancias en las que se encuentran, hasta que quedan liberados. Dicho niño, no es que tuviera otra realidad diferente a la de su padre, sino que vivía dentro de una fantasía que ocultaba por completo el entorno brutalmente anti-real en el que se encontraba.

Al parecer, el eslogan que estamos comentando, «Tu pensamiento crea tu realidad», parecería formar parte de las operaciones del padre sobre su hijo en dicha película, si bien, confundiendo seriamente qué sería aquello que produjeran las creencias falsas inyectadas en el pequeño.

Por otro lado, si el sector de población al que va destinado el eslogan, está compuesto, como estamos suponiendo, de personas mayores, algunas de las cuales podrían estar en un punto elevado de las estadísticas de riesgo, al respecto del posible padecimiento de diversas formas de demencia, dicho eslogan no solo es metafísicamente cuestionable, por su contenido idealista, sino que, también, parece muy desafortunado.

2 Comments
  • Carlos on 10/12/2017

    Estás equivocado. No sé si «crear» es la palabra correcta pero puedo decirte que como mínimo podemos modificar la realidad que nos rodea. Obviamente te hablo desde mi experiencia. Se puede hacer pero nadie te dice el secreto. O casi nadie. N trato de convencerte sino de darte mi opinión. Podrías darle un vistazo a la Mecánica Cuántica http://www.abc.es/ciencia/20150602/abci-realidad-existe-201506021020.html. Saludos

    • Carlos J. García on 10/12/2017

      Las críticas a la inducción al mundo externo real, de los experimentos efectuados en la mecánica cuántica, que han sido efectuadas por físicos y divulgadores a partir de la misma, han sido muchas.
      Los mismos descubridores e investigadores de la física cuántica, Max Planck; Erwin Schrödinger; o Werner Heisenberg; entre otros, aparte del propio Albert Einstein, han puesto en evidencia el grave error que se comete al tratar de ofrecer una imagen del mundo real a partir de las experiencias experimentales con las nubes de partículas elementales.
      De hecho, los modelos matemáticos elaborados para hacer predicciones cuánticas de tipo probabilista, no permiten en absoluto hacernos una idea del mundo real. Una exposición fácilmente inteligible de tales formulaciones se puede ver en GILLESPIE, D. T.; Introducción a la mecánica cuántica; Ed. Reverté; Barcelona, 1991.
      Un ejemplo destacado de tales críticas es Max Planck, el descubridor de los cuantos de energía que da nombre a la Mecánica Cuántica. Dicho autor hace las siguientes consideraciones al respecto (en su libro: PLANCK, MAX; Positivismo y mundo externo real; Prólogo y trad. de José Luis Caballero Bono del original de 1931; Ediciones Encuentro; Madrid, 2015):
      «En la física nos las tenemos que ver con aquellas vivencias [experiencias, sensaciones] que nos son mediadas en la naturaleza inanimada a través de nuestros sentidos, y que encuentran expresión en observaciones y mediciones más o menos exactas. El contenido de lo que vemos, oímos, sentimos, es lo inmediatamente dado, realidad intangible por lo tanto. Se plantea entonces la pregunta: ¿tiene bastante la física con este fundamento? ¿Está exhaustivamente caracterizado el cometido de la ciencia física cuando se dice que consiste en proporcionar al contenido de las diversas observaciones existentes de la naturaleza un entramado legal lo más exacto posible? En lo sucesivo vamos a designar como «positivismo» aquella dirección de la teoría del conocimiento que responde afirmativamente a esta pregunta y que, precisamente, en el presente está representada con decisión por un número de renombrados físicos y filósofos atendiendo a la inseguridad general de nuestro tiempo.» (ibíd., p. 19)
      «El positivismo…niega el concepto y la necesidad de una física objetiva, es decir, independiente de la individualidad del investigador. Está forzado a hacer esto porque, por principio, no reconoce ninguna otra realidad más que las vivencias del físico singular.» […] Liberar a la ciencia de las contingencias de individuos humanos singulares, solo puede suceder «mediante un paso hacia la metafísica ofrecido por la sana razón, no por lógica formal, a saber: mediante la hipótesis de que nuestras vivencias no constituyen ellas mismas el mundo físico, de que ellas solo nos dan más bien una noticia de otro mundo que está detrás de ellas y que es independiente de nosotros; con otras palabras, de que existe un mundo externo real.» (ibíd., p. 27)
      En cuanto a las mediciones físicas, Planck plantea lo siguiente:
      «Ahora bien, quizá una medición…enseña inmediatamente tan poca cosa sobre la imagen física del mundo como sobre el mundo real; más bien cada medición significa un cierto procedimiento, en los órganos sensoriales del físico medidor y (o) en el aparato de medición utilizado por él, del que solo es firme una cosa: que el físico está en alguna conexión con el procedimiento real de medición». (ibíd., p. 35)
      Y aparte otras conclusiones, Planck afirma:
      «La física no tiene que describir vivencias, sino que tiene que conocer el mundo externo real». (ibíd., p. 28)
      En mi opinión, las sensaciones que obtienen los físicos cuánticos a través de sus aparatos de medida, solo sirven para pronosticar nuevas sensaciones. Todo cae dentro de una subjetividad que ignora por completo el mundo externo real. Además, la famosa dualidad onda-corpúsculo tampoco es real. Se trata de dos modalidades que el físico elige a su arbitrio para hacer sus propios cálculos matemáticos.
      Aparte de esto, las partículas elementales, en cuanto a tales, no son imaginables como cosas inteligibles, sino que son idealizaciones de las sensaciones apuntadas. No obstante, creo que el problema de la subjetividad radica en que tales partículas, por su propia carencia de entidad propia, forman parte indiferenciable del sistema macroscópico que compone el experimentador con sus aparatos de medida dentro del cual presentan su actividad.
      Por último, confundir la realidad con la materia microscópica, como si esta fuera el verdadero mundo real, me parece un craso error. Yo la entiendo como los elementos más simples que componen las cosas macroscópicas, pero que no las constituyen, dado que los sistemas complejos que conocemos como “cosas” poseen propiedades que no pueden ser explicadas dichos elementos.

      Gracias por tu comentario y por la referencia que aportas.

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