Blog de Carlos J. García

¿Qué interés puede tener la investigación de la irrealidad?

¿Qué entiende la mayor parte de la gente cuando escucha la palabra irreal? El significado común del término irrealidad es de los menos interesantes que se pueden escuchar. Se asocia con lo inexistente, fantasías ridículas, algunos espectáculos, ficciones inverosímiles… En general, equivale a que aquello no es nada acerca de lo que convenga investigar o llegar a saber algo.

Dentro del escaso espacio que permite un artículo de este tipo, trataré de poner de manifiesto que estamos ante todo lo contrario.

En mi opinión, hay un grave problema de tipo filosófico que atañe a la noción misma de realidad y, por extensión, a las de irrealidad y anti-realismo. Tal problema, se pone especialmente de manifiesto cuando intentamos encontrar tesis convincentes acerca de la irrealidad en los principales sistemas filosóficos, y constatamos que las que hay, no están a la altura a la que se encuentran aquellas otras referidas al ser o a la realidad.

En la entrada irrealidad, del diccionario de filosofía de Ferrater Mora[i], se plantea el asunto con gran precisión:

«El predicado “es irreal” significa “carece de realidad” o, simplemente, “no es real”. Así, decir `X es irreal´ equivale a decir  `X no es real´. / Dicho predicado parece ofrecer algunas dificultades. En efecto, decir que algo es irreal es lo mismo que decir que hay algo que es irreal, pero si hay  “algo” no puede ser irreal, sino real. El predicado `es irreal´ parece ofrecer, pues, dificultades similares, aunque inversas a las ofrecidas por el sujeto `no ser´ (o `el no ser´) o `nada´ (o `la nada ´). […] Por lo pronto la irrealidad es definible en función de lo que se considere en cada caso sea la realidad… Así, si se supone que la realidad es material, y que sólo lo material es real, entonces lo que no sea material será irreal. Pero todavía quedarán varias posibilidades para lo irreal: el ser imaginado, el ser conceptual o nocional, el ser ideal, etc., etc. […] Si la realidad incluye todo lo que es, y todo lo que es incluye todo lo que existe, todo lo que vale, todo lo pensado, todo lo ideal, todo lo imaginado, etc., etc., entonces cabrá decir que lo irreal no es, pero todavía no queda en claro si al excluir algo de “lo que es” se lo excluye así mismo de “lo que hay”.» (p. 1765)

La cuestión primordial, por tanto, es si los términos “algo” y “real”, significan, o no, lo mismo, si son sinónimos, o no lo son.

Si fueran sinónimos, la entrada del DRAEL[ii] de irrealidad tendría que significar lo mismo que la entrada referida al término “nada”. No obstante, no parece que las acepciones correspondientes se puedan identificar:

Irrealidad: «Cualidad o condición de lo que no es real.»

Nada: «El no ser, o la carencia absoluta de todo ser.»

Como se ve, los antónimos correspondientes de ser y de realidad, se encuentran en el mismo plano conceptual que aquellos términos de los que lo son.

Es decir, el antónimo de ser es nada, y no irrealidad; mientras el de realidad es irrealidad, y no lo es el término nada. Por lo tanto, el DRAEL permite que tengan sentido enunciados como los siguientes:

i)                   Hay seres reales y hay seres irreales.

ii)                 Si no hay nada, no hay ni realidad ni irrealidad.

Fijándonos bien en estos dos enunciados, vemos que la idea común de que lo irreal es pura fantasía, se trata de nada, etc., se puede desmontar con bastante facilidad.

El error generalizado de considerar que lo irreal es aquello que no existe, parece proceder de otro error aún mayor, que consiste en creer que la realidad es lo que existe y solo lo que existe fuera de la mente humana.

En un artículo anterior de este mismo blog, titulado ¿Qué es la realidad? (realidad III), expuse que algo es real cuando verifica un determinado conjunto de propiedades.

Ahora bien, esa misma afirmación suscita otra importante cuestión: ¿qué ocurre cuando algo que existe, no verifica una o más de dichas propiedades?

Diremos entonces que es un ser que existe, pero no en la plenitud real de su ser, sino privado de una o más propiedades reales. De hecho, Josef Seifert afirma lo siguiente:

“Por tanto, hay grados de ser y realidad que nos permiten decir: «no todas las cosas son reales en el mismo grado», «comparado con una persona, un universo puramente material no es nada» o «reducir una persona al ser sustancial de un objeto material significaría su aniquilación».”[iii](p. 133)

El carácter real o irreal de algo, no depende, en absoluto, de si existe o no existe. De ser así, bastaría que alguien, extremadamente real, muera, para que se convirtiera, como por arte de magia en un ente irreal, cuando lo cierto es que sigue siendo igual de real o de no real, antes y después de muerto, con el cambio estricto de que haya pasado de estar vivo a estar muerto.

Por otro lado, el carácter irreal de algo no se puede identificar con la ficción en general. Si nos fijamos en los personajes de ficción, de novelas y otros tipos de productos de la imaginación, no sujetos estrictamente a lo real, a tales personajes su autor les puede dotar de un mayor o menor número de propiedades o cualidades, algunas de las cuales pueden ser de índole real y otras, no. Lo mismo ocurre con sus tramas, escenarios, etc.

No se puede afirmar que el carácter de todo ser humano sea idénticamente real, con total independencia de su esencia entitativa, de sus principios o determinantes, del uso que haga de las facultades de conocimiento y formación de creencias, e, incluso, de lo que haga, crea, piense, perciba, sienta, etc., o de sus diferentes modalidades de aislamiento, de relación o de ausencia total de relación con el exterior.

La realidad de un ser humano, sus privaciones o sus actitudes contrarias a la misma,  se encuentra en su modo de ser o en su esencia, en sus determinantes y creencias, en los modos de ejercer sus facultades y en su existencia.

Ahora bien, ¿de qué propiedades hablamos cuando decimos de algo que es real? En el artículo de este mismo blog antes citado, expuse brevemente que un ser humano al que podamos considerar plenamente real, ha de verificar las propiedades reales de ser (principios reales de razón, un yo sustantivo y una identidad personal verdadera), además de las propiedades que hacen posible su coexistencia (los trascendentales del bien,  la verdad y la belleza).

A partir de ahí, cabe iniciar una investigación apasionante acerca de las respectivas privaciones de tales propiedades y sus efectos, tanto en la forma de ser, como en la existencia, de aquellos seres humanos que no las cumplan.

No solo eso, sino que, así mismo, cabe investigar las formas educacionales que hayan dado lugar a la ocurrencia de tales privaciones, sus respectivas huellas en los sistemas de referencia informativos, y sus efectos funcionales y existenciales, en quienes las hayan recibido.

En tal sentido, se abre una nueva perspectiva para la investigación de los trastornos mentales, considerados como alteraciones de la realidad de los seres humanos.

[i]FERRATER MORA; Diccionario de Filosofía; Círculo de Lectores, S.A., Barcelona, 1991

[ii] Entrada de la palabra “irrealidad”; Diccionario de la Lengua Española; Real Academia Española, Madrid, vigésima primera edición, 1992

[iii]SEIFERT, JOSEF; El papel de las irrealidades para los principios de contradicción y de razón suficiente; en: IBAÑEZ-MARTÍN, JOSÉ A.; Realidad e irrealidad. Estudios en homenaje al Profesor Millán-Pueyes; EDICIONES RIALP, S.A., Madrid, 2001

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