Blog de Carlos J. García

¿Qué es el egoísmo?

El término egoísmo se encuentra cargado de significados tan negativos, como de positivos contiene su antónimo, el altruismo.

El DRAEL lo define como un inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente el propio interés, sin cuidarse del de los demás.

Ahora bien, habría que precisar correctamente la noción de amor a sí mismo, dado que, cualquier actitud de amor hacia algo, consiste en una disposición favorable al bien de aquello que se ama.

¿Puede ser inmoderada o excesiva una actitud de verdadero amor hacia algo? En principio, parece que no.

Por otro lado, la noción de sí mismo remite al propio ser en sí, entendido como mera sustancia, por lo que, sostener una disposición favorable al bien del propio ser, no parecería algo negativo.

No obstante, en la segunda parte de la definición expuesta, se dice que cuando ese amor es excesivo, opera como causa de una actitud que, en este caso, sí es muy negativa: atender desmedidamente el propio interés, sin cuidarse del de los demás.

La cuestión es si hay alguna relación causal entre, por un lado, el sostenimiento de una disposición favorable al bien del propio ser, y la actitud de atender al propio interés de forma exclusiva, por otro.

¿Se está confundiendo el bien del propio ser con los intereses mundanales que alguien pueda tener? De hecho, ambos polos no suelen llevarse demasiado bien.

Se me ocurre un contraejemplo ilustrativo inmediato. Muchos toxicómanos llegan a adoptar actitudes extremas de consecución de las drogas de las que dependen, y, lo hacen, sin cuidar en absoluto los intereses que puedan tener quienes les rodean.

En tal sentido, son egoístas, pero, en absoluto presentan actitudes de amor hacia ellos mismos. Yo diría que la mayoría tienen un «yo» debilitado, que no tolera bien las presiones externas que se ejercen sobre ellos, y, sobre todo, se tienen poco amor a sí mismos.

De ahí, que, al menos, en ese tipo de casos, habría que buscar otra explicación de las actitudes tendentes a la satisfacción exclusiva de los propios intereses, pasando por encima de los ajenos.

Sin duda, puede consistir directamente en una actitud de desprecio o de uso, de otras personas. En tal caso, esa modalidad de egoísmo, forma parte de una constelación más amplia de actitudes, caracterizada por sostener posiciones de poder, violencia, egocentrismo, dominación, etc., sobre los demás.

Ahora bien, también podemos ver acciones tendentes a la satisfacción de los propios intereses, pero que no desatienden del todo, los ajenos, que se encuentran en un cierto equilibrio con éstos, o que, sencillamente, no colisionan con los ajenos.

En el lado opuesto al egoísmo, se sitúa su antónimo el altruismo, que, por su parte, es sinónimo de abnegación, desinterés, desprendimiento, filantropía…

En concreto, el término abnegación sirve para denominar el sacrificio, aparentemente voluntario, que una persona hace de su propia voluntad, sus afectos, intereses, etc., lo cual, sin duda, puede repercutir seriamente sobre el propio «yo», en la dirección de mermar su sustantividad y su existencia.

En ese caso, se sobrentiende que el sacrificio personal se efectúa en orden al bien, o a algún beneficio, de otro, o de otros.

Por lo tanto, ambos conceptos, egoísmo y altruismo, implican el sacrificio de alguien, ya sea la propia persona, ya lo sean otras personas diferentes.

¿Qué otro término se ha acuñado para designar aquel tipo de relaciones en las que se conserva la integridad de los seres humanos que participan en ellas?

Tal vez, el concepto que más se aproxime a tal característica, sea el de la justicia socrática, que conlleva un sentido distributivo, pues consiste en dar a cada cual lo que le corresponde. Esto, obviamente, no excluye del reparto a la propia persona que ejerce tal forma de justicia.

Desde un punto de vista ideológico, cabe considerar que, en el liberalismo político y económico, se considera lícito que cada cuál sea egoísta en sus pugnas por la obtención de los beneficios económicos que correspondan a su actividad, mientras que, en tal ideología, ni siquiera cabría hablar de altruismo, más allá de las apariencias de la denominada responsabilidad social corporativa.

Dentro de esa línea ideológica, cabe citar un libro de la autora rusa, nacionalizada estadounidense, Ayn Rand, que, en castellano, lleva por título La virtud del egoísmo[i].

Su tesis principal consiste en que, en un régimen comunista, se tiene por norma, dar a cada cuál según sus necesidades, dentro de un humanitarismo mal entendido, lo cual genera actitudes anómalas en la población, consistentes en exigir que otros resuelvan las propias necesidades, pasividad productiva, explotación de los demás, etc.

De hecho, Ayn Rand denomina saqueadores a quienes sostienen tales actitudes, y, frente a ellos, como defensa, promueve la actitud del egoísmo, entendida como virtud.

Ahora bien, es posible que esta tesis ideológica, tenga su correlato en el ámbito de las relaciones interpersonales. En este sentido, se produce la formación de actitudes egoístas a lo largo de historias formativas, en las que determinados niños o adolescentes, han sido objeto de fraudes, traiciones afectivas, desestructuraciones familiares, explotación, etc.

En tales casos, la personalidad entera se configura por una reacción defensiva frente a una concepción del mundo acuñada sobre su propia historia formativa.

Por otro lado, no debemos olvidar la formación de fuertes patrones de egoísmo mediante el adoctrinamiento de los hijos a manos de las figuras formativas.

En este modelo educativo, parece que el progenitor mata dos pájaros de un tiro. Cuando el hijo escucha de su progenitor que lo bueno es que sea egoísta, le da la impresión de que eso está a favor de su propio bien, lo cual incrementa su lealtad hacia el progenitor, y, colateralmente su disposición a servirle exclusivamente a él.

Así, emergen personalidades que son altruistas hacia dichas figuras familiares, mientras que, con el resto del mundo, funcionan con los patrones contrarios.

En un mundo, en el que predominan las relaciones de poder sobre las relaciones de amor, cada vez es más necesario traspasar las falsas apariencias de altruismo que abundan por doquier.

Además, el chantaje moral del tipo «si no me das lo que necesito, eres malo», va directo a promover abnegaciones que dañan la sustantividad, la identidad, y, a menudo, la existencia, de quienes son objeto de ellos.

Al margen de cuestiones ideológicas, la obra de Rand puede ser de bastante utilidad para quienes tienen la propensión de ceder ante los saqueadores.

 

[i] RAND, AYN; La Virtud Del Egoísmo; trad. Luis Kofman del original The Virtue of Selfishness; Grito Sagrado Editorial; Buenos Aires, 2006

 

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