Blog de Carlos J. García

Los huecos de la curiosidad

Ante nosotros tenemos un universo cuya constitución es completa, en el sentido de que no le falta nada para ser algo en sí y existir con independencia de nosotros mismos.

En términos de conocimiento, la tarea que debemos hacer cada uno de nosotros consiste en elaborar un sistema de creencias que contenga un modelo formal o una gran teoría verosímil acerca del propio universo y de nosotros mismos, de tal forma que estar en ella sea lo más parecido posible a estar en la realidad.

Cada parte o componente que le falte, o se eche de menos, en nuestros sistemas de creencias para emular aquello que es o que existe, se puede considerar un defecto de los mismos.

En buena medida, la curiosidad, consiste en la avidez, que experimenta todo ser humano desde su nacimiento, por incorporar formalmente toda la información que sea necesaria para disponer del sistema de referencia interno más completo que le resulte posible.

Además de la adquisición de información, mediante la sensación y la percepción, los procesos internos de elaboración de representaciones y creencias, parecen seguir cauces, cuyos derroteros, lejos de ser erráticos, se atienen a aquello que hay y que deben descubrir.

Dentro de tales cursos del pensamiento humano, Ortega describió dos, a los que no se ha dado la importancia diferencial que efectivamente tienen.

Se trata de las modalidades de pensamiento analítico y sintético[i]. Al respecto dice Ortega:

«Los pensamientos pueden estar ligados con evidencia, uno con otro, de dos modos. El primero es éste: un pensamiento aparece como surgiendo de otro anterior porque no es sino la explicitación de algo que ya estaba en éste implícito. Entonces decimos que el primer pensamiento implica el segundo. Esto es el pensar analítico, la serie de pensamientos que brotan dentro de un primer pensamiento en virtud de progresivo análisis. (pp. 15-16) […] En una serie dialéctica de pensamientos, cada uno de estos complica e impone pensar el siguiente. El nexo entre ellos es, pues, mucho más fuerte que en el pensar analítico. Al ejercitar éste podemos pensar el concepto implicado en el antecedente y una vez pensado, tenemos sí que reconocer su “identificación” con éste, pero no nos era forzoso pensarlo. El primer concepto no echa de menos nada, se queda tranquilo y como si se sintiese completo. Pero en el pensar sintético no es que podamos, es que tenemos, velis novis, que yuxtaponer un nuevo concepto. Diríamos que aquí la evidencia del nexo entre dos conceptos es anterior a haber pensado el segundo, puesto que es ella quien nos lleva imperativamente a él. La dialéctica es la obligación de seguir pensando, y esto no es una manera de decir, sino una efectiva realidad. Es el hecho mismo de la condición humana, pues el hombre, en efecto, no tiene más remedio que “seguir pensando” porque siempre se encuentra con que no ha pensado nada por “completo” sino que necesita integrar lo ya pensado, so pena de advertir que es como si no hubiera pensado nada y, en consecuencia, de sentirse perdido». (p. 17)

Un ejemplo notable del pensamiento sintético es el seguido por Mendeleyev que, debido al “echar de menos” al que alude Ortega, representó mediante huecos o casillas vacías de su tabla periódica aquellos elementos que debían ser completados antes de sus respectivos descubrimientos.

Ahora bien, para poder echar de menos lo que no se tiene a la vista, en cualquier  sistema informativo o de representación de algo, hace falta que tras él dispongamos de modelos formales que emulen los componentes necesarios para que aquello que exista sea posible.

Los huecos que tengamos en un modelo teórico son notados, precisamente, porque la realidad está operando como un modelo necesario que imprime unos principios y unas condiciones ontológicas y lógicas de posibilidad a todo cuanto hay o puede haber.

Cuando el pensamiento discurre dentro de tales caminos, siguiendo el curso de la lógica real, va efectuando exploraciones de áreas que pasarían desapercibidas a la sensación, pero no a la razón, ya que esta no se atiene a la simple evidencia.

La realidad es un sistema complejo y completo que da de sí una cantidad inagotable de existentes, y, de lo que se trata es de comprenderla en la esencia de su posibilitar, y de incorporarla para que podamos discurrir dentro de ella.

Así, a la razón no le basta con descripciones simples de hechos, sino que necesita conocer la esencia de los seres o las cosas implicados, las posibles relaciones entre ellos, su historia, las causas que los producen, los contextos en los que ocurren, etc.

Por otro lado, cuando, por sistema, las informaciones que se nos ofrecen son tan pobres e irreales, que no satisfacen muchas de las condiciones necesarias para dar cuenta de lo que hay o de lo que ocurre, se pueden llegar a generar actitudes escépticas, de pérdida de interés, o de muerte de la curiosidad, que repercutan negativamente en la atmósfera de la población.

En el ámbito educativo, hay que destacar que una de las virtudes más notables de los buenos profesores, consiste, precisamente, en trabajar con sus alumnos esas formas de pensamiento sintético, a las que alude Ortega, poniendo especial énfasis en el uso de las herramientas reales que lo impulsan.

 

[i]ORTEGA Y GASSET, JOSÉ; Origen y epílogo de la filosofía; Herederos de José Ortega y Gasset, 1929; Colección Austral. Espasa-Calpe, S.A., Madrid, 1980

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