Blog de Carlos J. García

Las obsesiones y el mercado de la superstición

En general, se entiende por obsesión una idea que se introduce en la conciencia de una persona con tenaz persistencia, asociada a una molesta perturbación emocional.

La persona experimenta su estado con la impresión de que, la idea intrusiva y la propia intrusión, no responden a su voluntad, las trata de controlar infructuosamente y, por tanto, les atribuye una cierta sustantividad ajena a ella misma.

La obsesión es considerada, por tanto, como un objeto extraño que se introduce en la propia conciencia, sin que, al parecer, tenga nada que ver con uno mismo.

No obstante, la idea en cuestión, no suele ser una idea simple, a modo de una imagen relámpago, sino que está formada por un cierto complejo de ideas encadenadas, es decir, por un determinado pensamiento.

Además, dada su reiteración, puede considerarse como una forma especial de procesamiento en círculo, puesto que gira en torno a un mismo objeto o asunto.

La estructura más común que subyace a su producción se compone de: a)  la previsión de algún hecho o acontecimiento inaceptable, b)  un estado de intensa preocupación acerca de su previsible ocurrencia y, c) la búsqueda infructuosa de algún modo de control o evitación de lo temido.

Tal formato, puede estar referido, tanto a un objeto interno a la propia persona, como a algún hecho exterior a ella al que, de algún modo, se siente vinculada.

Dicha estructura produce la siguiente secuencia de estados subjetivos:

  • Búsqueda de modos de consecución del objetivo que se juzga como necesario.
  • Imposibilidad de encontrar un camino que conduzca al mismo.
  • No aceptación de la insatisfacción derivada de dicha imposibilidad.
  • Perpetuación de la necesidad o fin sin resolver.
  • Pensamiento sujeto a dicha finalidad irrenunciable.
  • Reiteración indefinida de la secuencia.

 

Tal secuencia puede conservar una estructura lógica, o que se encuentre dentro de la realidad, en la conservación de la relación «medios → fines», es decir, entre lo que la persona puede hacer y aquello que pretende conseguir o evitar, pero se puede romper en casos extremos.

Uno de los modos más frecuentes de salirse de la lógica real, consiste en inventar supersticiones referidas a una inexistente conexión entre las acciones y los supuestos efectos de las mismas.

Hay un umbral en el que la persona empieza a inventar influencias, entre sus acciones o pensamientos, y la evitación o consecución de aquello que teme o que necesita.  Es decir, puede atribuir verosimilitud real a relaciones entre ideas o hechos, sin que tales relaciones existan en la realidad.

Además, la posible investigación de la supuesta eficacia de lo que piense o haga, para ejercer el control pretendido, no conduce a desechar tales medios, con la facilidad deseable.

En cuanto a las supuestas relaciones entre dos hechos, hay dos tipos de errores posibles: 1) creer que hay relación entre ellos cuando no la hay, y, 2) creer que no hay relación cuando sí la hay.

Es posible que, entre ambos tipos de error, se genere la mayor parte de la superstición humana.

En general, el sentido común contiene el criterio de que, no debemos creer que dos hechos o cosas estarían relacionados entre sí, a menos que sepamos a ciencia cierta que lo están, y que conozcamos qué tipo de relación es.

No obstante, bajo prejuicios que especifican como deben ser las cosas, con independencia de su efectiva posibilidad, parecen poder romperse las barreras lógicas, dando pie a inventarnos relaciones inexistentes entre lo que hacemos y lo que queremos.

Ahora bien, bajo el esquema general expuesto hasta aquí, caben multitud de condiciones humanas netamente diferentes, que varían, sobre todo, por la valoración que la persona haga, acerca de aquello que considera que debe ser u ocurrir, o, en su caso, que no debe ser o no debe ocurrir.

Además, también se dan variedades muy importantes en cuanto a la delimitación de los medios disponibles para producir los efectos deseados, así como de la disposición de cada persona a hacer uso de los mismos, en función de sus propios determinantes o principios.

Para el caso que nos ocupa, acerca de la rotura del círculo vicioso, por medio de la salida supersticiosa del mismo, nos encontramos ante el hecho, relativamente sorprendente, de que en esta cultura de altísimo nivel científico-tecnológico, y, por lo tanto, que presume de conocer todos los secretos relativos a la eficacia de algo, se da, de manera concomitante, una abultadísima presencia de los fenómenos supersticiosos que, por definición, son un esperpento de la ineficacia.

La barrera lógica que contendría la expansión de creencias supersticiosas, siempre resulta más débil que aquellas necesidades humanas cuya insatisfacción, obliga a creer que es posible aquello que no lo es.

La pobreza, la miseria, la incultura…, son focos de generación de supersticiones que, a su vez, se convierten en un nicho de mercado repugnante.

El negocio de la superstición puede ser de los más antiguos del mundo, pero se encuentra de plena actualidad, y, sería mejor para todos, que no contribuyéramos a engordarlo, haciendo una sociedad un poco menos injusta.

1 Comment
  • Ignacio Benito Martínez on 23/04/2016

    Las obsesiones son un tema de actualidad, ya que parece que muchas personas las tienen. Quizás, no sé cómo lo ves, sería bueno poner algún ejemplo de obsesión explicando lo que sucede y cómo sucede.
    En cuanto a la soluciones, en general, no se tiene ni idea de cómo salir de las obsesiones, y es cierto que muchas veces se recurre a soluciones supersticiosas y mágicas. Si no, no se explicaría la existencia de, por ejemplo, tantos canales de televisión en los que la gente llama con sus obsesiones a brujos, curanderos y demás hechiceros, que echan las cartas (y que según salen bastos o copas les dicen la solución a sus problemas). Para que luego digan que vivimos en la «era del conocimiento»…
    Por otro lado, la solución que nos ofrece nuestra «sagrada ciencia» es una pastilla que te pone nervioso o te duerme (algo parecido a la cafeína o la tila).

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