Blog de Carlos J. García

Las leyes del universo y sus clases

¿Pueden las leyes físicas, por sí mismas, producir la materia?

¿Pueden las leyes físicas por sí mismas ser causa de efectos en la materia existente?

Las leyes naturales se han venido considerando como leyes descriptivas de cómo funciona la materia. Por ejemplo, observamos que el agua hierve a 100º centígrados al nivel del mar.

Siendo cierta esa descripción, ¿podríamos pensar que el agua al nivel del mar podría hervir a una temperatura diferente en el universo, tal como es?

Obviamente, no, pero esto es debido a su causa.

Todos los factores que componen la causa de ese efecto, lo determinan. Pero también, todos esos factores, vienen explicados por otros factores situados en otro nivel, que los determinan y así sucesivamente hasta alcanzar un vértice superior que los explique causalmente a todos ellos, al cual podríamos denominar como origen o principio y que, necesariamente, es sincrónico a todos los efectos encadenados que produzca.

Frente a las leyes descriptivas, hay otro tipo de leyes que son prescriptivas y, si las primeras explican los fenómenos describiéndolos o pronosticándolos con argumentos lógicos deductivos de esas mismas leyes descriptivas, las leyes prescriptivas hacen referencia a las causas de, por qué es, cómo es, y cómo funciona la naturaleza.

El salto entre la simple descripción y la prescripción radica precisamente en la introducción de la causalidad explicativa de lo que describimos.

En ese mismo salto, se produce un cambio de perspectiva por el cual, lo que es una simple función representacional del observador que describe lo que ve, pasa a ser un reconocimiento del carácter autónomo e independiente de la propia naturaleza que se debe investigar, lo cual implica reconocer su esencia real.

Si entendemos que las leyes naturales son prescriptivas, no están en nuestra mente, sino que están fuera de ella determinando lo que ocurre en la naturaleza. Se trata de leyes que materializan los estados de cosas materiales.

Pero, además de leyes prescriptivas, ¿se puede entender ese carácter prescriptivo como un conjunto de causas que por sí mismas operan sobre los estados de cosas?

Lo cierto es que si esas normas no causaran nada por sí mismas, no se entendería por qué razón las cosas las obedecen y se comportan según esas leyes les dictan.

Ahora bien, esas leyes causales cuya esencia es información estructuradora o constitutiva de la materia no podrían ser en sí mismas materiales, lo cual solo deja una posibilidad para que sean algo más que ideas formales en la mente humana: que se encuentren en forma de radiación ondulatoria, constituida de energía e información, pero sin masa.

En la actualidad parece que se va confirmando que, la producción de masa o materia propiamente dicha, se produce cuando la radiación atraviesa un campo de Higgs, compuesto de una clase de bosones que llena todo el espacio. La masa adquirida por cada onda que lo atraviesa, mediante el mecanismo de Higgs, dependería de la resistencia que ésta encuentra al desplazarse por dicho campo.

Si esto es así, debemos aclarar que todas las partículas elementales solo pueden encontrarse en estados de radiación ondulatoria antes de atravesar el campo de Higgs. No obstante, también debemos pensar que dichas leyes, si continúan en estado de radiación, seguirían operando eficazmente sobre cualquier objeto material que resulte sensible a su contenido.

De hecho, si suponemos que son equivalentes a diversas formas de radiación carentes de masa, entonces no están vinculadas al espacio tal como lo conocemos, ni al tiempo, y, además, serán necesariamente simétricas.

Ahora bien, una vez producida masa por interacción entre radiaciones y bosones, ya podríamos hablar de la materia propiamente existente y no aislada, sino con relaciones espaciales y temporales entre los diferentes elementos producidos, es decir no de simple existencia sino, necesariamente de coexistencia entre elementos, o de cosas diferenciables que coexisten.

No obstante, la materialización de esa radiación portadora de leyes parece que puede introducir transformaciones por las que, las propiedades de la ley, no sean transferidas íntegramente a la materia producida, tal como ocurre con las pérdidas de simetrías presentes en la ley, o dando lugar a materia que contenga más simetrías de las contenidas en la ley

Una vez que ha ocurrido eso, la radiación y la materia podrán seguir coexistiendo, sin que la radiación se vea modificada por la materia. De ahí que  de la propia existencia de la materia comienzan a emerger propiedades que no se deben solo a la ley constitutiva sino también a ella misma.

Debemos pensar que los objetos materiales, una vez producidos y puestos en coexistencia, se rigen por una ley general de conservación de su existencia que podría estar inscrita en todo cuanto posea masa. Es posible que esa propiedad sea adquirida una vez que la radiación se ha cargado de masa tras atravesar el campo de Higgs.

Otro asunto es si dicha ley de conservación existencial entra en colisión o se opone de alguna manera a las leyes simétricas que participan en su constitución. En mi opinión eso sería absurdo, dado que las leyes que las originan tienen como fin la producción de esas mismas cosas que, una vez producidas, propenden a conservarse.

Además, esas cosas existentes no solo se conservan sino que siguen caminos de agregación entre ellas y de generación de sistemas cada vez más complejos hasta llegar a niveles de complejidad que hacen posible la vida y la conciencia de algunos seres vivos.

En este sentido, la gravedad tiene un papel fundamental para la agregación de elementos con masa y dar lugar a estructuras más complejas. Es obvio que la gravedad carecería de sentido sin el espacio y sin la estructura geométrica que produce la misma existencia de masas, resultando una fuerza que tiende a favorecer la producción y conservación de estructuras complejas.

Ahora bien, la ley general de conservación existencial tiene implicaciones muy importantes para que resulte necesaria, de lo cual se desprenden las limitaciones características de la existencia de cualquier cosa.

Si no hubiera tiempo existencial, esas cosas serían eternas, es decir, no podrían perder su existencia. Pero también necesitan estar en constante movimiento para que no queden fijas a unas coordenadas espaciales, lo cual también equivaldría a su eternidad.

Esto nos conduce directamente a la necesidad de que su conservación tenga un límite espaciotemporal de forma que pierdan su existencia en algún momento.

¿Acaso tendrían que ser o hacer algo para conservarse si tuvieran garantizada su eternidad? Obviamente, no. Lo cual implicaría que la ley de conservación sería absurda.

Además, ¿qué valor tendría su existencia si ésta estuviera garantizada?

Hay que tener en cuenta que ese valor de la existencia y de su conservación es el móvil central de todo lo biológico y seguramente también está inscrito en lo no viviente. Sin él, no habría nada parecido a movimiento, desarrollo, evolución, agregación, ni nada de lo que compone el universo tal como lo conocemos.

Creo que debido a esa necesidad de hacer la existencia efímera se podría explicar la razón que dé cuenta del segundo principio de la termodinámica, que atañe a la propensión a la homogeneidad de la energía en el universo y a la irreversibilidad de procesos naturales, y, también, de que la vida necesite sostener una sólida resistencia al incremento de la entropía para su propia conservación, evolución y desarrollo.

El trabajo de los seres vivos que propende a conservar sus estructuras heterogéneas complejas pugna con la tendencia al crecimiento general de la entropía, pero sin esa tendencia la vida sería imposible.

En síntesis, en el universo convergen leyes prescriptivas codificadas en radiaciones, materia, coexistencia de seres o cosas materiales, emergencia del espacio y del tiempo vinculados a esa cosas, leyes de conservación que emergen con esas coexistencias y el incremento de la entropía global del universo.

Se trata de un diseño complejísimo que, además, no puede surgir del propio universo material cuya formación se funda en aquel, y que da la impresión de estar incubado o prescrito de antemano a la propia historia del universo.

Por otro lado, hay otra pregunta muy importante: esas radiaciones que consisten en energía e información, ¿de qué o de dónde proceden? Eso no lo sabemos, pero sí sabemos que todo está hecho para que el universo exista tal como lo conocemos.

En lo referente a la emergencia de la vida y de todo lo que ha venido tras ella, incluyendo la razón, la ética y la conciencia, humanas, la explicación que ofrece la ciencia se ciñe a los modelos derivados del monismo materialista, y es la de la mera continuidad sustancial entre la materia no viviente y la materia viviente.

Dicha conjetura sostiene que la causa de una determinada ordenación de algunos componentes de materia inorgánica, que son componentes de la materia viva, fue debida al azar y que el desarrollo de las moléculas en las que están impresos los genes fue producto del azar y del transcurso de mucho tiempo. Es decir, que no participó inteligencia de ningún tipo, sino meras causas materiales de tipo geológico que casual o accidentalmente produjeron la emergencia de la vida.

Dicha conjetura, entre otras muchas cuestiones, parece suscribir la creencia de que las causas son anteriores a sus efectos, por lo que, una vez que el azar caótico dio lugar a una molécula de ADN, ya se trasladó inercialmente a ésta una cierta propensión a la formación de la primera célula viva, la cual, a su vez, explicaría su propia reproducción, etc., etc.

Además, los factores causales que azarosamente combinaron partículas de materias inorgánicas serían, por lo tanto, las cuatro fuerzas físicas que operan en la materia no viviente y ninguna de tipo inmaterial.

En consecuencia, el surgimiento de la vida y de la inteligencia impresa en ella habría sido una revolución absoluta por la que las causas materiales habrían mutado a causas inmateriales e inteligentes dando lugar a algo radicalmente opuesto entre las causas y sus efectos.

No obstante, la inteligencia impresa en la vida no es solo inteligencia de previsión de situaciones para producir movimientos y acciones congruentes con la conservación del ser vivo de que se trate.

Además de eso, la inteligencia biológica también opera en la producción de los propios seres vivos, de las especies, del sistema ecológico en el que coexisten, de los diversos modos reproductivos, del desarrollo embrionario que, como en el caso de los mamíferos, puede llegar a ser complejísimo y, además de todo eso, en la constitución y el funcionamiento del órgano más avanzado de todos como es el cerebro humano.

Es imposible diferenciar con precisión los componentes materiales del cerebro humano de sus componentes inmateriales y, de hecho, sería muy raro que el cerebro, como órgano destinado a procesar información, hubiera sido producto de un mundo geológico carente de ella.

La única hipótesis que podría explicar la emergencia y el desarrollo de un órgano cerebral parece remitir directamente a uno o más factores que participen en la causa final de la que sea efecto.

Es muy conocido en biología el esquema de que “la función crea el órgano y no el órgano el que crea la función”. Las funciones superiores a las que sirve el cerebro como infraestructura material que las hace posibles, todas ellas, se refieren a funcionalidades de procesamiento de información, a inteligencia, pensamiento, creencias, ideas, previsiones, valoraciones, diseño de acciones, emociones, sentimientos, etc., todo eso que se suele considerar como lo más significativo de nuestra especie.

Para resumir, denominemos al conjunto de todas esas funciones “inteligencia humana”. Pues bien, la única explicación posible de que se haya desarrollado el órgano cerebral procede de estipular como causa final, precisamente, la inteligencia. Es la inteligencia como causa final y, por lo tanto, como previsión lo que operó en la constitución del órgano que la llegó a hacer posible.

Al menos, la idea de la inteligencia existió al mismo tiempo que el desarrollo del cerebro humano. ¿Dónde estuvo esa idea antes de que comenzara el desarrollo del órgano que serviría para efectuarla funcionalmente a nuestra especie y al de otras especies animales?

Como dije antes, la inteligencia ya estaba presente en la producción del universo y de la vida y, como una parte más de ella, también lo ha estado en el desarrollo de seres vivos con esa misma capacidad.

4 Comments
  • Celia Perez Ibañez on 31/01/2021

    Querido Carlos:

    De verdad que es un auténtico placer leerte. Este planteamiento tuyo donde la meta-física se apoya en la física permite redondear aún más si cabe tu modelo, no dejando ningún rescoldo sin integrar. La explicación que haces de la causa última de todo, de Dios, es difícil de rebatir.

    Comprendo que la ley de conservación de la naturaleza, efecto de las leyes prescriptivas, incorpora la propia limitación espaciotemporal y la pérdida de la existencia, que es lo que precisamente le da valor. Algo que se escapa a muchos cuando echan la culpa a Dios de todo lo que les ocurre.

    LE SIGUE OTRO COMENTARIO PORQUE SI ESCRIBO MÁS ME BORRA EL ENLACE A PUBLICAR

  • Celia Perez Ibañez on 31/01/2021

    CONTINUACIÓN
    Dudas que se me plantean: si la inteligencia humana es el reflejo de su causa última, ¿Cómo explicar la antirealidad? Me parece entenderte que una vez generada esa materia, esta misma genera propiedades que no se deben solo a la ley constitutiva sino también a ella misma. ¿Hasta el punto de ir totalmente en contra de la ley de conservación y en última instancia contra las leyes del universo? Tu mismo indicas que eso sería absurdo ¿Podría la entropía quizá explicar esta desviación?

    LE SIGUE OTRO PÁRRAFO

  • Celia Perez Ibañez on 31/01/2021

    PÁRRAFO 3: CONTINUACIÓN

    Otra duda: si la inteligencia humana (aquí como tu mencionas incluimos todo, creencias, emociones, sentimientos) produce a su vez efectos inmateriales: la producción de un yo, el amor, la compasión, la belleza ¿podría existir algo similar a un campo de Higgs que la devolviera a un estado de energía pero con conciencia? Creo que esto se está investigando para explicar la muerte, y otros fenómenos que no alcanzamos a comprender porque, al no ser materiales, es difícil entenderlos.

    Un abrazo,

    • Carlos J. García on 31/01/2021

      A lo largo de la historia del pensamiento tradicional se ha entendido por “ley natural” aquella por la cual el ser humano adquiere y posee conciencia del bien y del mal. Pero esta ley tiene dos dimensiones. Una debida a la inteligencia y la otra a lo que ésta descubre y pone en la conciencia de la persona en relación con la arquitectura de la realidad. Todos sabemos qué es el bien y qué es el mal de modo general, aunque a veces hay que reflexionar para averiguarlo y responder con precisión en situaciones concretas complicadas que implican dilemas éticos o morales.
      Si lo que queremos es generar acciones en congruencia con la causa última deberemos tomar en consideración que es aquella que ha hecho posible la coexistencia de forma generosa y no cualquier otra que pretendiera destruirla. Solo hay un principio y podemos apreciar en él creación en vez de destrucción.
      Sin duda, la materia tiende a su conservación, pero es que, al menos en el ser humano, hay una dualidad constitutiva, de mente más conciencia y de materia orgánica.
      Este dualismo hace posible que mientras las leyes de la materia viviente siguen funcionando, la mente opere generando acciones de relación que no armonizan con las simetrías de la lógica universal.
      En este sentido, hace tiempo mencioné en un artículo, que hay que distinguir entre las leyes necesarias y las leyes obligatorias. Las necesarias son las que se verifican siempre.
      Por otra parte, están las leyes obligatorias, que son las que especifican acciones humanas y que, de forma parecida a las leyes sociales, el sujeto puede cumplirlas o incumplirlas. Teniendo conciencia de ellas, puede incumplirlas pero si las incumple, previsiblemente podrá ocurrir algo malo. La ley natural es de ese tipo.
      El ser humano no puede ir contra las leyes constitutivas del universo en la parte material pero, dentro del apartado de su conservación personal, sí puede transgredir leyes obligatorias de conservación como aquellas que se refieren a la coexistencia.
      Hay que tener en cuenta que la constitución humana que determina las acciones de relación con el entorno es de origen cultural. Una persona es, al menos en su formación inicial, un producto de la cultura milenaria de la propia especie, e, incluso en su existencia actual, un ser parcialmente dependiente de una estructura social de la que pende su supervivencia.
      Cuando un individuo es educado, para su exclusivo “beneficio” existencial vinculado al perjuicio de terceros, está violando leyes obligatorias de especie. De hecho, ese formato posee la esencia original de vivir en guerra contra todo lo demás, es decir, una hostilidad estructural que aplica a la destrucción de la naturaleza de otros seres humanos, en especial sus yoes compuestos de identidad y de sustantividad, lo cual es una violación manifiesta de la ley natural y, además, cuando eso se hace en grupos organizados, la historia nos enseña que siempre ha dado lugar a guerras en las que todos, ellos también, suelen salir perjudicados.
      Como decía en un artículo anterior, el individuo antireal se caracteriza por tener una identidad fatua, endiosada y soberbia por la que desprecia a todos los demás, sin percatarse de que, los “beneficios” materiales que pueda robar mediante sus actitudes bélicas, siempre se volverán en perjuicio contra él mismo, dado que solo es algo debido al universo y al trabajo milenario de la especie que le ha permitido existir.
      Si la conservación de uno mismo lleva implícita la destrucción de todo o de mucho de lo que aquella depende, es una muy torpe y lamentable aplicación de la ley general de conservación, pero eso no se debe a leyes universales, sino a lo que a menudo se ha calificado como “enfermedad moral”, aunque a mí, particularmente, no me guste esa denominación para referirnos a la maldad, la cual, sin duda, es absurda.
      Se ve que Dios no quería que fuéramos inocentes sino que supiéramos de la ley natural y nos retratáramos frente a ella.
      En cuanto a la duda que expones, referida a si podría existir algo similar a un campo de Higgs, que devolviera los efectos inmateriales de las actividades de la inteligencia a un estado de energía dotado de conciencia, lo cual relacionas, creo, que con las experiencias cercanas a la muerte (ECM), equivale a preguntarnos si el alma sobrevive a la muerte orgánica.
      Mi respuesta es que no lo sé, pero quienes lo niegan, cuyo mejor representante fue Ludwig Feuerbach (en su libro “Pensamientos sobre muerte e inmortalidad”), influido por Hegel, que decía que el Estado alemán era Dios, no me inspiran ninguna confianza. Aprecio mucho más el libro “Los milagros” de C. S. Lewis que, lejos de ser una simple conjetura, es un magnífico tratado de epistemología.
      No obstante, creo que hará falta más investigación para poder aclarar qué es lo que de verdad ocurre en las ECM y en otras experiencias sorprendentes.

      Creo que tu comentario, expuesto en tres partes por misterios de la tecnología, era necesario. Seguramente ayudará a aclarar en ciertos sentidos algunas de las cosas que quizá no se entiendan bien en el artículo.

      Muchas gracias Celia y otro abrazo para ti.

Deja un comentario