Blog de Carlos J. García

Las ideologías de antes y la ideología de ahora

Las denominaciones derecha, izquierda, socialismo, comunismo, liberalismo, extrema derecha, extrema izquierda, fascismo, etc., actualmente se están utilizando de modos que pueden inducir a graves confusiones e, incluso, son términos que están recibiendo nuevos significados.

La ideología fue una nueva noción que apareció hacia el final del siglo XVIII y principios del XIX para sustituir al término metafísica, pero no cobró el significado político con el que se utiliza actualmente hasta prácticamente un siglo después.

Las ideologías actuales y algunas que ya están extintas, tienen su origen en el escenario político-religioso de las revoluciones protestantes ocurridas en el siglo XVI.

Conviene recordar que la civilización en la que vivimos tuvo su origen en la fase final del Imperio Romano, la conversión institucional de éste al cristianismo y la expansión de dicha religión por las vías de comunicación abiertas por el propio Imperio.

Es por tanto, una civilización de origen cristiano que duró en cuanto a tal hasta la emergencia del protestantismo en el siglo XVI.

En aquel siglo determinados frailes y sacerdotes de la Iglesia Católica se rebelaron contra ésta, respaldados por algunos poderes políticos del norte de Europa. El movimiento fue cobrando cada vez más impulso debido a los fuertes intereses en la construcción o consolidación de diversos estados nacionales.

En síntesis, mi opinión es que el protestantismo constituyó una rebelión política contra el poder que entonces tenía la Iglesia de Roma, siendo el precursor de la misma Enrique VIII de Inglaterra. Fue una pugna entre el poder político y el poder religioso que partió en dos el mundo cristiano y, con ciertos matices según la diversidad de las rebeliones, dio lugar a dos culturas radicalmente opuestas: la cristiana y la protestante.

Según lo veo retrospectivamente desde el momento actual, no es que el cristianismo se dividiera entre catolicismo y protestantismo, este último con sus múltiples sectas, sino que el protestantismo se desenvolvió en cierta medida como un anti-cristianismo en su esencia doctrinal y posteriormente impulsó la emergencia de un ateísmo que, antes de él, era prácticamente inexistente.

Pues bien, del protestantismo emergieron las revoluciones (liberal, científico-técnica, filosófica, empirista, positivista, industrial, etc.) y se puede considerar al liberalismo como la primera ideología política propiamente dicha.

Los excesos cometidos por el liberalismo en la revolución industrial que ocasionaron un grave perjuicio a la población trabajadora suscitaron, primero un socialismo utópico y poco después inspiraron a Marx para la elaboración de la ideología comunista de la lucha de clases.

Ahora bien, uno de los pilares más fuertes del marxismo fue el ateísmo que se convirtió en uno de sus asuntos ideológicos cruciales en las diversas revoluciones que protagonizó, en Rusia, España, China, etc.

También en materia religiosa el liberalismo, según el enfoque de Locke—quizá inspirado en la tolerancia religiosa del Imperio Romano a excepción de sus fases de intolerancia con el cristianismo— igualaba el valor y el ejercicio de todas las religiones, poniendo al cristianismo al mismo nivel que cualquier otra. Dicho planteamiento equivalía a considerar todas las religiones como meras ideas subjetivas carentes de cualquier fundamento real.

La implantación del liberalismo y del comunismo en las diferentes naciones se pueden considerar procesos de inculturación por los que se trataba de sustituir las correspondientes culturas nacionales por dichas visiones ideológicas de la vida.

A lo largo de la historia acaecida desde aquellos comienzos hemos podido observar cómo, el socialismo marxista o el comunismo, se filtraron en mayor medida en naciones o territorios que conservaron un predominio del catolicismo (o de las sectas protestantes doctrinalmente más parecidas a él) hasta la llegada de aquel, siendo bastante impermeables al liberalismo, mientras las naciones que optaron mayoritariamente por el protestantismo más divergente del catolicismo, fueron mucho más permeables al liberalismo-capitalismo.

Dicho en otros términos, el ateísmo en el que desemboca una población previamente católica, que es sometida a inculturación en el mundo moderno, es de índole comunista, mientras las que han sido previamente protestantes adoptan con mayor facilidad la ideología liberal.

En cuanto a las designaciones ideológicas, en España tradicionalmente se denominaba de derechas a la población que se conservaba católica, mientras la izquierda era la que había dejado de serlo y se adscribía al socialismo o al comunismo.

En concreto, inicialmente en España la oposición más fuerte de ideas no ocurrió entre liberalismo y comunismo, sino entre catolicismo y comunismo, y solo muy posteriormente, con la progresiva extinción del catolicismo, ha comenzado a haber una aparente oposición entre liberalismo y comunismo, si bien, dicha apariencia no deja traslucir con claridad el tinte socialdemócrata que han tendido a adquirir todos los diferentes partidos con representación parlamentaria.

Parece claro que el liberalismo, en cuanto a tal, no llegó a calar en la población española como lo hizo en los países protestantes.

En el mundo en general, a medida que el catolicismo se fue extinguiendo progresivamente, solo quedaron en la escena ideológica el liberalismo y el comunismo-socialismo como dos auténticos ejércitos enfrentados entre sí, de lo cual es significativa la guerra fría sostenida por los dos grandes bloques ideológicos imperantes en el siglo XX. El capitalista, defendiendo la propiedad privada, un papel del estado muy restringido en la regulación de la economía, etc., y, el segundo, caracterizado por la eliminación o reducción a mínimos de la propiedad privada y la economía estatalizada.

Ahora bien, entre las aportaciones que hizo el cristianismo original a la cultura occidental, hay que destacar la negación de la predestinación al nacimiento;  la trascendencia de la moral individual; la promoción de relaciones humanas no beligerantes inspiradas en el amor; la negación de la existencia de personas privilegiadas por arbitrio divino; la libertad y la responsabilidad de las personas individualmente consideradas; el reconocimiento de la dignidad de las personas con independencia del género; la ausencia de diferencias entre las personas por razón de raza; la especificación de un Dios que no ha elegido a un pueblo concreto ni excluye a ningún ser humano por su nacionalidad; la importancia de las personas individuales frente a las organizaciones sociales; la reducción del valor del dinero y de los bienes materiales, etc., etc.

Es obvio que la pérdida de la cultura cristiana fue dejando un mundo regido por intereses políticos y económicos, con una bipolarización del capitalismo y el comunismo, por lo que se empezó a denominar derecha al capitalismo e izquierda al comunismo.

Lo cierto es que la denominación de derecha de la antigua cultura cristiana y, al mismo tiempo, denominar también derecha a la ideología liberal es tan absurdo como igualar a la víctima con el verdugo.

No obstante, todo esto ha quedado obsoleto en el siglo XXI.

Tras la caída del muro de Berlín en 1989, se puede afirmar que el capitalismo ha triunfado en su pugna contra el comunismo en todo aquello que éste suponía una amenaza sobre aquel, mientras el comunismo ha quedado como un sistema económicamente inviable.

Por otro lado, en la actual revolución ideológica la derecha y la izquierda resultantes del anterior estado de cosas, tras algunos rifirrafes, parecen haber llegado a un acuerdo más bien tácito por el que ambas admiten la economía de mercado y el capitalismo como el único modelo económico viable.

Pero, entonces, ¿en qué se diferencian ambas ideologías?

Lo cierto es que parecen trabajar conjuntamente en un modelo ideológico único, como pueda ser ejemplo el de la China gobernada por un único partido comunista, pero cuya economía funciona según la economía de mercado.

La izquierda comunista y la derecha liberal parecen haberse fusionado en un único sistema ideológico en el que hay un simple reparto de papeles.

Se trata, ni más ni menos de la ideología vinculada a la globalización y que se ciñe con bastante exactitud a los denominados Manifiestos Humanistas.

El Manifiesto humanista I data de 1933, el Manifiesto humanista II de 1973 y el Manifiesto humanista III del año 2000. Todos ellos publicados en internet.

Al respecto de las ideologías, en el último de ellos se afirma textualmente lo siguiente:

«Las diferencias ideológicas destructivas entre el comunismo, el capitalismo, el socialismo, el conservadurismo, el liberalismo y el radicalismo deben ser superadas.»

Lo que plantean dichos Manifiestos es una ideología única de la globalización que es la que se está llevando a cabo de forma sistemática con el único oponente de las naciones en cuanto son estados nacionales.

Ahora bien, los firmantes del Manifiesto del año 2000 se muestran especialmente preocupados por las resistencias a la globalización ideológica: «…las tendencias anticientíficas y antimodernas que incluyen la emergencia de estridentes voces fundamentalistas y la persistencia del fanatismo y la intolerancia, sea de origen religioso, político o tribal. En muchas partes del mundo son las mismas fuerzas las que se oponen a los esfuerzos para resolver los problemas sociales o mejorar la condición humana./ Muchos grupos religiosos y políticos se oponen: a la contracepción o a los fondos para programas destinados a reducir la fertilidad o a estabilizar el crecimiento de la población, y a la liberación de la mujer y desean que continúen sometidas al varón».

Es obvio que en la actualidad solo quedan dos ideologías contendientes.

Por un lado, quienes se empeñan en hacer un mundo globalizado sin estados nacionales, con una policía mundial, un único gobierno mundial, unos impuestos a la población mundial que lo sostenga, un mundo a-cultural, ateo, materialista, capitalista, bajo una ideología de género que merme la fertilidad, etc., etc.

De otro lado, quienes desean conservar sus respectivas identidades, sus estados nacionales, su religión, su cultura, su moral, su historia, su fertilidad, sus creencias, su autonomía y la  libertad de la que han disfrutado bajo la protección de sus propias naciones.

Los poderes que están implantando la ideología de la globalización están produciendo múltiples efectos como los siguientes:

El debilitamiento de los estados nacionales, tal como los hemos conocido hasta hace poco tiempo, por el que se produce una reducción drástica de sus respectivas soberanías políticas, económicas y territoriales en beneficio de un poder mundial exterior a ellas cuya falta de transparencia impide su clara identificación. En paralelo a este proceso también están siendo apoyados los movimientos separatistas intra-nacionales para disolver el carácter unitario de las naciones. A dicho movimiento le interesa que la población mundial sea el resultado de una infinidad de pequeñas poblaciones no organizadas políticamente a la que un poder mundial único pueda gobernar sin el obstáculo que suponen las naciones.

El auge y triunfo definitivo del capitalismo y la economía de mercado que ha llegado a producir una concentración enorme de la riqueza mundial en grandes corporaciones internacionales, en instituciones y asociaciones que operan en todo el mundo sin controles públicos, y, según parece, que son propiedad o dependen de un pequeño conjunto de individuos.

Una enorme influencia de los intereses de quienes acumulan la riqueza, sobre las economías y las políticas nacionales y de las comunidades económicas, entre las que hay que destacar la Unión Europea.

La implantación de una nueva mentalidad antropológica a escala global que destruye los identificadores humanos más elementales que existían hasta hace muy poco tiempo. Un ser humano se había definido por su nacionalidad; su familia; su cultura de origen; su lengua materna; su formación moral; su identidad psicosexual; si era religioso, por su religión; sus costumbres; por su descendencia, etc.

Todos los factores que conformaban su identidad personal están siendo eliminados, lo cual produce inevitablemente la sustitución de cada personalidad individual por una condición impersonal incapaz del ejercicio sustantivo más elemental.

La extinción de las religiones tradicionales y las culturas que produjeron, con una manifiesta apología del ateísmo; la supresión de la conciencia histórica o el falseamiento de la misma; la extinción del pensamiento filosófico y especialmente de la noción de realidad; la implantación de éticas sociales que eliminan la autonomía moral del individuo e irrealizan la moral individual

Son todos los aspectos de la vida humana los que están siendo suprimidos y, en definitiva, estamos ante la destrucción del ser humano tal como era, o, como C.S. Lewis avanzaba, la abolición del hombre.

Mientras la izquierda y la derecha de nuestros Parlamentos siguen dando la apariencia ficticia de funcionar como lo habían hecho hasta hace pocos años, lo cierto es que están ideológicamente de acuerdo o están obedeciendo los dictados de un poder mundial que seguramente coincide con ese pequeño grupo de población, que es el que posee la mayor parte de la riqueza mundial, en vez de atender a los deseos y las necesidades de la población que les ha puesto como representantes suyos.

Es obvio que el régimen político tal como ahora está funcionando no protege a la población general, ni de los abusos del capitalismo, ni de los abusos impositivos de los estados controlados por figuras políticas que extraen cantidades ingentes de la riqueza que produce la población, a pesar de su supuesta función de representación democrática de la misma.

La antigua lucha de clases teorizada por Marx ha dejado de ser una lucha entre patronos y trabajadores para convertirse en una pugna entre un poder mundial política y económicamente resguardado y la población acosada que intenta defenderse de él por medio de sus correspondientes estados nacionales.

No obstante, el nacionalismo no se puede considerar de modo general como una ideología consistente y universal.

Distinguir un nacionalismo destructivo de otro que sea todo lo contrario, entendidos como oposición a la ideología única de ámbito mundialista, es fundamental para no caer en tiranías de ningún tipo, ni globales, ni regionales.

El nacionalismo entendido como un movimiento que defiende la integridad antropológica del ser humano y la defensa de la verdadera riqueza cultural y de otros tipos de las diferentes naciones, merece denominarse de otro modo que posiblemente sea simple patriotismo.

Al contrario de eso, los nacionalismos inmorales, artificiales, violentos, cargados de mentiras, de distorsiones históricas de todo tipo y de manipulación de la población, son igual de malos que la tiranía del poder mundial que opera con la ideología única.

16 Comments
  • Francisco on 08/10/2018

    Bienvenido Carlos me alegra mucho volver a aprender de tu conocimiento. Efectivamente el poder mundial está destruyendo al ser humano, no sé que va a suceder pero el día a día se hace cada vez más artificial e inhumano. Gracias.

  • Miguel Carasatorre on 08/10/2018

    Genial. Muy instructivo y aleccionador en el marasmo político en el que vivimos ahora.

  • Ignacio on 08/10/2018

    Hola Carlos, En un artículo tan complejo como el que has escrito y con tantas ideas, no me queda mas remedio que ir analizando idea por idea. El primer parrafo que pongo de tu escrito tiene dos ideas, aunque yo le de una vuelta de tuerca a la segunda que se expone en este parrafo:

    «Según lo veo retrospectivamente desde el momento actual, no es que el cristianismo se dividiera entre catolicismo y protestantismo, este último con sus múltiples sectas, sino que el protestantismo se desenvolvió en cierta medida como un anti-cristianismo en su esencia doctrinal y posteriormente impulsó la emergencia de un ateísmo que, antes de él, era prácticamente inexistente.»

    Puedo estar bastante de acuerdo en que cuando aparece una nueva doctrina, suele ser como oposicion a la existente en ese momento.

    Y puede ser que tanto el protestantismo, como el ateismo, nacieran como consecuencia de un anti-catolicismo. Pero creo firmemente que el agnosticismo se hubiera formado en cualquier circunstancia, es decir, cuando algo no se demuestra que es cierto siempre aparecen ideas que lo confrontan y el agnosticismo me parece la postura mas intelectualmente correcta y que hubiera aparecido en cualquier cultura y en cualquier momento de la historia.

    Un saludo.

    Ignacio.

    • Carlos J. García on 08/10/2018

      Al referirme a la esencia doctrinal del protestantismo en su oposición al cristianismo me refiero fundamentalmente a los siguientes aspectos:
      En cuanto a cuestión de las creencias (fe) y de las acciones (obras), el cristianismo sostiene que ambos factores son decisivos. Un cristiano cree en el evangelio y además elige sus acciones bajo un criterio moral que consiste en regirse por el bien (universal, general, común, etc.). A diferencia de esto, el protestantismo (tanto luterano como calvinista) sostiene que creer en el evangelio es lo único que vale y, por tanto, que las acciones buenas o malas, o son irrelevantes o que por el simple hecho de creer en el evangelio todas las acciones serán buenas. Se trata de la doctrina de la justificación por la fe, una especie de “cree y haz lo que quieras”. Además, el Dios del cristianismo es bueno, es el Principio del bien, a diferencia del protestantismo cuyo primer definidor es Su poder absoluto. Siendo así, Dios podría elegir ser malo o que el mal fuera el bien y éste el mal.
      Además, el problema de la doctrina de la justificación por la fe que postula el protestantismo remite a que mientras solo se salvan los creyentes y no los buenos, solo creen aquellos a quienes Dios haya otorgado el don de la Gracia. Nadie puede llegar a creer por sus propios medios. Solo los elegidos por Dios bajo un criterio imposible de conocer.
      Dado que según tales autores todos los seres humanos somos malos por naturaleza, ninguno merece ser salvado, luego la salvación es una especie de regalo de Dios a unos cuantos predestinados por Él. Por lo tanto, ser bueno o malo, igual que hacer buenas o malas acciones, es irrelevante y de ahí la destrucción de la moral.
      Estos aspectos ponen mucho más difícil, creer en un Dios así, que creer en el Dios cristiano que ama a todos los seres humanos por igual y les ofrece a todos vías para su salvación mediante las buenas acciones.
      De hecho, el cristianismo no sostiene que el hombre sea malo por naturaleza. Además, en este aspecto, el bautizo borra el pecado original que es un concepto procedente del Antiguo Testamento.
      En cuanto al Evangelio, que es un texto complejo, escrito en lenguas antiguas difíciles de traducir y, en general, difícil de interpretar en bastantes aspectos, el cristianismo propone una doctrina inteligible elaborada a partir de él por teólogos y tras concilios con debates exhaustivos.
      A diferencia de esto, los citados autores protestantes promueven que cada individuo lea directamente el evangelio, lo interprete a su manera y que aquello que entienda cada cual sea igual de válido que lo que crean los demás.
      Este planteamiento hace materialmente imposible cualquier religión. Si al final lo que cada cual interprete es lo que debe creer, más bien la religión explota en millones de interpretaciones diferentes y, de ahí, la infinidad de sectas protestantes existentes.
      Otro asunto importante es que los cristianos reconocen la autoridad del Papa como una figura de autoridad que está en una posición jerárquica por encima de cualquier cristiano, el cual es elegido por los cardenales, etc.
      El protestantismo niega la autoridad del Papa y establece como jefe de la Iglesia protestante de una nación al jefe político de la misma, lo cual politiza la religión y en teoría convierte cada nación protestante en una teocracia política. Esto tampoco ayuda mucho a creer en Dios. A diferencia de esto, en el cristianismo los monarcas católicos acataban la autoridad del Papa en materia religiosa.
      En materia económica basta leer la obra de Max Weber “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” para entender la conexión que hay entre ambas doctrinas y la implantación del capitalismo en paralelo al incremento de poder de las naciones protestantes. A diferencia de esto, en el cristianismo se daba muy poco valor al dinero, la gente no acumulaba riqueza e incluso estaba mal visto trabajar con el fin de enriquecerse.
      Hay muchos más aspectos que facilitan el desarrollo del ateísmo a partir del protestantismo a diferencia de lo que ocurre con el cristianismo. De hecho, dan lugar a dos bloques culturales que tienen mentalidades prácticamente opuestas en aspectos cruciales de la vida.
      Uno de los problemas que está teniendo la cultura occidental es, precisamente, la hegemonía de la mentalidad protestante y la inculturación que efectúa sobre las naciones de cultura cristiana, no mediante la razón, sino por el poder que han adquirido.
      En cuanto al agnosticismo creo que es una postura intelectual independiente de todos estos asuntos.
      Se trata de sostener que no se puede demostrar racionalmente que Dios exista ni que Dios no exista y, como no se puede saber, tampoco se puede ni creer ni no creer en Él.
      El tema es importante por muchas razones.
      Primero, tenemos muchísimas creencias que no se fundan en el conocimiento previo de aquello a lo que se refieren.
      Segundo, el conocimiento está sujeto a las creencias que configuran los prepuestos de cualquier ciencia o disciplina del conocimiento. No hay conocimiento sin creencias previas. Los axiomas que componen tales presupuestos no pueden ser demostrados en ningún caso.
      Lo que no parece sensato es que las creencias que lleguemos a tener provengan de una propaganda machacona de la que es difícil escapar.
      Visto desde otro ángulo, el mayor obstáculo que ha tenido cualquier poder para dominar seres humanos ha sido el cristianismo (catolicismo) y, precisamente por eso, ha sido la religión más perseguida de la historia.

      Un saludo.

  • Ignacio on 09/10/2018

    Siguiendo el analisis de tu articulo, me parece muy interesante esta idea que expongo a continuacion:

    «Dicho en otros términos, el ateísmo en el que desemboca una población previamente católica, que es sometida a
    inculturación en el mundo moderno, es de índole comunista, mientras las que han sido previamente protestantes adoptan con mayor facilidad la ideología liberal.»

    Partiendo del hecho de que la existencia de Dios no se puede demostrar, pareceria sensato que sistemas de organizacion politica vayan sustituyendo a los sistemas de organizacion religiosos y en consecuencia parece que el comunismo es mas facil instaurarlo en paises catolicos y el liberalismo en paises protestantes, lo que es una idea atrayente y en cierto punto perturbadora.

    Tengo una idea rondando por la cabeza hace tiempo que la expongo de la siguiente manera: Cualquier sistema politico, funciona perfectamente con buenas personas. Es decir, tanto el comunismo mas centralizado, como el liberalismo mas radical, funcionarian perfectamente si los gobernados y los gobernantes son buenas personas.

    Como sabemos que esto, por desgracia, no es asi, los sistemas politicos que mejor han funcionado son aquellos que han permitido controlar los excesos de mejor manera., que de los sistemas politicos anteriormente expuesto, ha sido una mezcla de ambos (no podemos pensar que la sociedad occidental en la que vivimos en una sociedad liberal cuando el PIB publico oscila desde un minimo de un 30% (irlanda) hasta un 57%, (Francia y Finlandia)

    Lo que volviendo a la idea original, pareceria que tanto el catolicismo como el protestantismo tendrian cosas buenas que ofrecer y que lo mejor seria coger lo mejor de ambas.

    O, a lo mejor, tendríamos que cambiar totalmente el paradigma, si llegasemos a la conclusion de que la senda que llevamos no nos lleva por buen camino, en ningun caso.

    • Carlos J. García on 09/10/2018

      Estoy totalmente de acuerdo en que una sociedad funciona bien cuando las personas que la integran son buenas, con independencia del sistema organizativo del que dispongan.
      Pero no se puede rechazar de plano que, al menos, la mayor parte de la población sea buena, para lo cual ha de ser educada en la ley natural (o el principio moral como se prefiera llamar) dado que todos tenemos conciencia del bien y del mal.
      El problema es el siguiente: la moral en el cristianismo es trascendental pues de ella depende la salvación o la condenación, mientras la moral en el protestantismo no lo es pues de ella no depende ninguna consecuencia trascendental.
      De ahí que las poblaciones católicas propiamente dichas funcionen bastante bien por su principio moral, sin necesidad de éticas sociales ni una estructura legal enorme que gravite sobre todas o casi todas las acciones humanas.

      Ahora bien, si se parte de una inculturación atea de una población previamente católica, la moral tiende a desaparecer, y, además, la población no está acostumbrada a regirse por leyes, lo cual produce bastantes problemas de todo tipo, interpersonales, sociales y políticos.
      Por su parte las poblaciones ateas previamente protestantes aunque no funcionen moralmente están saturadas de leyes que, además, se aplican, por lo que la gente tiende a cumplirlas, lo cual no está mal, pero tiene un grave inconveniente: la autonomía personal se pierde, así como la responsabilidad individual propiamente dicha, y las personas viven bajo una sociocracia, una ética social imperativa, una dependencia enorme de la mirada ajena, etc., lo cual no parece nada deseable para ningún ser humano, cuya constitución le hace apto para funcionar con una cierta autonomía personal y no solo como una pieza de una maquinaria social.
      De ahí que lo verdaderamente bueno sea educar en una atmósfera moral (ni asfixiante ni rígida, ni absurda, sino normal) en la que el niño aprenda a hacer el bien en vez de lo contrario y acceda a una autonomía personal plena dentro de dicho criterio.
      Eso era fácil en una población creyente pero no parece nada fácil en poblaciones ateas.
      De hecho, la cultura católica que deviene de dicha religión es la idónea en tal sentido, con cierta independencia del número de creyentes propiamente dichos que haya en ella en un momento dado. Aporta una mentalidad extremadamente rica y constructiva dentro de una fuerte impresión de libertad que los otros sistemas no aportan.
      Si se impone el ateísmo habría que resolver la cuadratura del círculo para dotar a la moral de una trascendencia significativa que le aporte valor en poblaciones ateas.
      De ahí que la solución que expones: “Partiendo del hecho de que la existencia de Dios no se puede demostrar, parecería sensato que sistemas de organización política vayan sustituyendo a los sistemas de organización religiosos…” no sea tan fácil, pues como bien dices, las sociedades buenas las hacen las buenas personas, y sin moral, no las hay ni se las espera.
      El problema es importante y parece radicar en que creamos o no creamos en Dios, que en última instancia, es el factor decisivo que decide la moralidad o la inmoralidad.
      Con esto, no quiero decir que la gente tenga que creer en Dios necesariamente pues se trata de algo radicalmente personal, pero sociológicamente tiene una importancia trascendental en términos antropológicos y, especialmente, respecto a nuestra propia libertad.

      • Ignacio on 10/10/2018

        Ya dijo Voltaire: “Si Dios no existiera, habría que inventarlo. Y estoy totalmente de acuerdo desde un punto de vista pragmático. Es mucho más fácil educar moralmente con la religión de tu lado, que educar moralmente sin religión. Con la religión la vida cobra sentido, sin religión, encontrarle el sentido a la vida es harto más complicado y no todo el mundo está preparado para vivir sin un Dios que le guie como faro.
        Pero ello no quita que la religión sea un buen instrumento manejado por buenas manos y malísimo manejado por malas manos (como podemos observar en procesos inquisitoriales del catolicismo en el pasado o la yihad en el islamismo, por ejemplo), es decir, la religión puede ser parte de una solución, pero no es “la solución”.
        Una idea que se me ha ocurrido con esta discusión, y creo que va a ser fundamental en mi paradigma, es ¿en qué momento se han creado las principales religiones del Mundo? Todas las religiones son bastante antiguas, Hinduismo 5000 años, Judaísmo, 4000 años, Budismo 2600 años, Cristianismo 2000 años e Islamismo 1400 años. La estimación de la población mundial en la época de la religión más moderna, es de unos 250 millones de personas en todo el mundo en el siglo VI. Es decir, las religiones se han creado cuando la necesidad de la población mundial era el de “creced y multiplicaos”.
        Y es por ello que todas las religiones no tratan el problema de las personas malignas, porque había un problema superior, que era la extinción de la especie y el aumento de los fieles de una religión, todas las religiones se han querido expandir como la religión verdadera y para ello necesitaban aumentar su número de fieles, al mismo tiempo que eso contribuía a tener más habitantes y para ello había que pasar por alto, los pecadillos.
        Pero ahora, el contexto en el que estamos viviendo, es un contexto de superpoblacion en el cual ya no cabe, “creced y multiplicaos” (nos puede llevar a la extinción) y ahora, además, hay que tratar adecuadamente a los pecadillos, hay que corregirlos desde pequeñitos para que esos pecadillos no se desarrollen en pecados, cuando la persona sea adulta.
        Es decir, el código moral de las antiguas religiones, no está preparado para los nuevos tiempos, se necesita un nuevo código moral, un código moral que siga la senda que Ayn Rand empezó a vislumbrar. Un código moral que obvie “Creced y multiplicaos” y un código moral que aparque a los “pecadores graves” y que enseñe a distinguirlos.

        A lo mejor hay que inventar una nueva religión acorde con los nuevos tiempos.

        • Carlos J. García on 11/10/2018

          Hola Ignacio, tú también expones muchas ideas, así que vayamos por partes.
          Como autoridad moral e intelectual Voltaire no es una de las personas que más admiro y la frase que citas no me parece nada acertada. Dios es real o no es real, y no se trata de generar una idea irreal para que la vida tenga sentido.
          No se trata de que una creencia sea útil para diversos fines, por muy buenos que sean, sino de que al menos sea congruente con todas las creencias reales que tenemos.
          En principio Dios es la incógnita principal de una ecuación matemática de la que solo conocemos algunas de las constantes y variables de todas las que nos harían falta para entender el sistema entero que conforma la realidad.
          Prácticamente todos los pueblos del mundo a lo largo de la historia han pensado que dicha incógnita es fundamental para entender el mundo y la vida, y cada uno de ellos ha tratado de definirla según sus necesidades, deseos, prototipos de virtudes o de poderes, derivados de sus respectivas culturas y de un sinfín de condicionantes intelectuales.
          Muchas de esas culturas han especificado a sus dioses como idealizaciones del hombre o de la mujer y, que yo sepa, solo el cristianismo, entre otras muchas singularidades, ha planteado un Dios que cobra forma de hombre con una finalidad pedagógica y ejemplarizante.
          Las tremendas repercusiones que tuvo el cristianismo al poco tiempo de sus orígenes, entre la infinidad de resistencias que se le opusieron, necesita alguna explicación que puede ser de todo menos fácil.
          Para nuestra lógica, la historia que se cuenta de Cristo es tan absurda y su doctrina tan chocante con todo lo anterior, que a mí me lleva a pensar si no tiene mucho de verdad. Posteriormente, me llama la atención lo muchísimo que ha molestado a los peores poderes de la historia y lo mucho que todavía sigue molestando.
          Hay algo sólido en el cristianismo, no en el actual sino en el tradicional, que es capaz de producir una cultura antropológicamente muy consistente y unas sociedades muy unidas al tiempo que respetan la libertad de las personas.
          En el caso de que hubiera que inventar una nueva religión no me imagino otra que pudiera mejorarla.
          En cuanto a las manos que manejan las religiones, sin duda hay de todo. Ha habido muchos Papas buenos, muchos malos, jerarcas y sacerdotes como demonios y otros como ángeles. Se trata de instituciones como cualesquiera otras y en todas ellas crecen habas.
          Con respecto a la idea que propones, de que las religiones se han creado cuando era más necesaria la reproducción humana, he de decirte que ahora mismo, en la que no hay tal necesidad, se siguen generando nuevas religiones en muchas partes del mundo superpoblado, mientras Europa, que está en tasas de reproducción muy bajas, crece sin parar el proceso de secularización de la población. Es decir, según tu idea, Europa necesitaría urgentemente una religión que evitara su extinción a medio plazo.
          En lo que respecta al tratamiento del problema de las personas malignas o simplemente malas, pienso que eso se debe a otra explicación, al menos en la órbita cristiana.
          Una religión muy potente que estuvo vigente a partir del siglo III en Oriente y que absorbió (como hizo con muchas otras el Imperio Romano) fue el maniqueísmo, un dualismo que postulaba dos principios opuestos: un principio del bien y otro principio del mal.
          El maniqueísmo sostenía que en el universo había una lucha entre el bien (Dios) y el mal (Satán). En cuanto al hombre, el cuerpo material es perverso, mientras el alma inmaterial es espiritual y por tanto un fragmento de la luz divina.
          El maniqueísmo compitió seriamente durante muchos siglos con el cristianismo que solo reconocía un principio universal como era Dios.
          El problema que se le planteaba al cristianismo era la explicación del mal producido por el hombre partiendo de un Dios infinitamente bueno al tiempo que rechazaba un principio universal del mal.
          De ahí que el cristianismo no admita la maldad pura y dura de un ser humano y sostenga la tesis de que en todo ser humano hay algo bueno por muchos defectos que tenga. No solo eso, sino que la insistencia cristiana en que el hombre dispone de libre albedrío, va en la dirección de responsabilizarle de sus malas obras.
          Por mi parte creo que hay malas personas sin paliativos de ningún tipo y que tienen conciencia del bien y del mal igual que todos los demás, hasta el punto de que cuando les conviene pueden portarse muy bien y cuando no, portarse muy mal. Además sus condicionantes internos, educacionales o de otros tipos, no les eximen de responsabilidad dado que son perfectamente conscientes de lo que hacen.
          Por otro lado, el hecho de que exista una conciencia del bien y del mal en el ser humano, sin necesidad de adquirirla por aprendizaje, es tan asombroso como la existencia de la noción de realidad en la que se fundan todas las creencias que tenemos. ¿De qué o de dónde vienen?
          Continuando con tu comentario, planteas que en el mundo actual superpoblado, la exhortación “Creced y multiplicaos” puede llevarnos a la extinción, de donde sería necesario un nuevo código moral.
          Es curioso como ese nuevo código ético orientado a mermar el tamaño de la población ya está siendo promovido por los Manifiestos Humanistas, mediante una amplísima ideología de género, la androginización de los sexos, la destrucción de las familias tradicionales, la rotura de los matrimonios, la necesidad de que ambos cónyuges sean económicamente productivos, etc., pero a mí en particular no me parece el camino, sobre todo cuando carece de la suficiente transparencia informativa a la población general.
          Dicha ética no es natural en absoluto, lo cual forma parte de una anti-naturalismo mucho más amplio contenido en dicha ideología.
          La defensa y protección de la vida no consiste solo en proteger la vida humana y evitar su excesiva reproducción, sino en proteger el amplísimo sistema de millones de especies que componen un ecosistema extremadamente delicado, lo cual debería formar parte de la moral personal de todos y cada uno de nosotros.
          Es posible que si de verdad protegiéramos la naturaleza, incluyendo la nuestra, la población llegaría a un estado de equilibrio sostenible para el conjunto de todas las especies, lo cual sería efectivamente el bien común. No obstante, antes de que la naturaleza recupere su equilibrio, es la propia humanidad la que debe recuperarlo en el ámbito psicológico.
          Por último, en cuanto a la cuestión de aparcar a los “pecadores graves” no creo que sea un tema estrictamente moral, sino de educación, sabiduría y conocimiento, que no va especialmente bien. Saber reconocerlos no es fácil, pero no saber reconocerlos genera muchísimos más problemas que el de aprender a hacerlo.

  • Ignacio Benito Martínez on 13/10/2018

    Da la sensación que la época clave en todo este jaleo tan complejo y tan engorroso al que se ha sometido a la especie humana es la ilustración. Debieron sentarse a pensar esta gente en cómo se podría abolir al hombre como ser real, y convertir a toda la especie en algo artificial, inerte, que careciera de conexión con la realidad… Y fue cuando se sustituyo la realidad por las ideologías… Sustituir todo lo que nos rodea, todo en lo que consistimos y lo que somos por meros inventos introducidos en la mente humana.
    Da la sensación de que se ha sustituido la realidad por las ideologías, que como dices parecen varias pero que defienden todas lo mismo.
    Terrible panorama, no sé en que acabará esto, pero no tiene muy buena pinta. La cantidad de esfuerzo que han hecho «los elaboradores de las ideologías, o ideólogos», ha sido descomunal. Tengo la impresión de que vivimos ya en una sociedad distópica que hace que el órgano del cerebro que en el ser humano debiera valer para ponernos en contacto con la realidad, se usa simplemente para aceptar como propias unas ideas previamente muy , pero que muy elaboradas, que no tienen otro fin que la destrucción de todo lo que hacía en otras épocas a las persona seres humanos.
    Mentiras aceptadas como verdades por la mayoría. Es hasta increíble el refinamiento que han alcanzado los ideólogos a la hora de engañar a la toda una sociedad, en la que digo yo que habrá algunas personas inteligentes.

    • Carlos J. García on 15/10/2018

      El proceso se puede entender como una sucesión de etapas. El siglo XVI es el de la revolución protestante, aunque venga precedido de otros eventos importantes; el siglo XVII es el de la revolución filosófica y científico-técnica y la Revolución Inglesa; el siglo XVIII es el de la “racionalidad ilustrada” la Revolución Americana y la Francesa; el siglo XIX sobre todo se caracteriza por la implantación del ateísmo, el positivismo lógico y las ideologías; el XX es el de las grandes guerras en las que los grandes poderes que defienden las dos ideologías triunfantes hasta ese momento tratan de implantarlas en todo el mundo. La Ilustración con un nombre tan rimbombante como el de Renacimiento es solo una de las etapas en las que se desenvuelve la primera de las revoluciones, las cuales no parecen tanto religiosas como políticas.

  • Celia on 21/10/2018

    Impresionante resumen del origen de las ideologías y su impacto actual. Me resulta muy curioso que países como Polonia, Hungría y en cierta medida Rep. Checa, y aún incluso Rusia, estén virando contra este poder mundial que nos gobierna, tras 50 años de comunismo. A ver si va a resultar ahora que los valores católicos, arrasados por el ateísmo marxista, renacen como el Ave Fénix en donde menos nos lo esperábamos. Me gustaría ver a estos países como la resistencia en Covadonga que nuestros antepasados hicieron frente al enemigo musulmán.

    • Carlos J. García on 25/10/2018

      La resistencia a esta nueva tiranía que pretende acabar con el ser humano es buena venga de donde venga. Entre los países resistentes a los que haces referencia, tenemos desde los antecedentes de la Iglesia Ortodoxa en la Rusia que sufrió el leninismo-estalinismo, hasta la católica Polonia que también lo sufrió. Son países ya escarmentados por haber padecido intentos muy graves de mundialización protestante en su rama comunista y es lógico que ya no puedan tragar más.
      Gracias, Celia, por el comentario.

  • Celia on 28/10/2018

    Sin duda me he debido de expresar mal. Por supuesto, que bienvenido sea el rechazo al nuevo orden mundial, provenga de donde provenga. Mi reflexión era más bien, que a pesar de toda la propaganda que tuvo que predicarse para instaurar el régimen ateo-marxista-comunista durante 70 años, con amenaza de la propia vida, en estos países, cada uno con sus peculiaridades, no se extinguió la lucidez para ver la raíz del mal y rechazarla.

    Ahora que en nuestro país está pasando algo muy parecido, no habrá pena de muerte, por ahora, pero sí cárcel, por ejemplo, a quien ose considerar mejores los tiempos pasados, el ejemplo de estos países para mi provoca un halo de esperanza, algo de lo que estamos bien necesitados con tanta bazofia ideológica campando a sus anchas.

    Gracias a ti Carlos, por publicar y replicar mis comentarios en tu extraordinario blog.

    • Carlos J. García on 29/10/2018

      Estoy de acuerdo contigo. No es fácil extirpar la naturaleza humana y la realidad que contienen las mentalidades tradicionales. Gracias a ti.

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