Blog de Carlos J. García

Las condiciones necesarias para que pueda haber algo fuera de la mente humana (Realidad II)

En un artículo anterior dedicado a exponer algunas tesis acerca del valor y de la función de valoración, dije que la existencia de algo es lo que posee valor en sí misma, o, dicho en otros términos, el foco original desde el que discurren las operaciones de valoración.

Además, en el artículo inmediatamente anterior a este, he comentado que la esencia última de la noción de realidad remite a que exista algo en vez de nada.

Ahora bien, la existencia de algo consiste en un modo de estar en algún tiempo y lugar que se caracteriza por estar en relación con algo otro.

Nada puede existir en aislamiento, es decir, sin tener alguna relación, aunque sea mínima, con alguna otra cosa. Existir implica estar en relación.

Por lo tanto, para que algo exista, al menos tiene que haber alguna otra cosa que, también, exista en relación con la primera. La existencia mínima de algo requiere la existencia de dos o más cosas en relación.

Algo aislado no tiene lugar en el universo. Su existencia es imposible. ¿Por qué? La noción misma de existencia incluye la partícula «ex», referida a la apertura del existente a algo exterior a sí mismo, lo cual implica estar en algún tiempo y lugar en el que, también, haya otros existentes.

De ahí que no quepa hablar de existencia de algo, sin entender que siempre se trata de alguna forma de coexistencia. Existir es sinónimo de coexistir.

Por otro lado, la existencia de cualquier cosa es efímera. Tiene un principio y un fin temporales, lo cual implica que la constitución de cualquier existente ha de tener la doble propiedad de poder existir y poder dejar de existir.

Dicho en otros términos, la existencia no puede ser fija en cualquier punto temporal que se considere. Todo cuanto hay, se mueve continuamente respecto a otras cosas. De no hacerlo, el tiempo desaparecería y aquello sería eterno, en cuyo caso, la existencia perdería su valor intrínseco.

Por lo tanto, lo que hay realmente son sistemas de existentes en constante movimiento, en vez de una única cosa aislada y quieta.

No obstante, hay que diferenciar, a los existentes que se mueven por sí mismos, de aquellos que son movidos exclusivamente por causas exteriores. En este sentido, creo que resulta útil e intuitivo denominar seres a aquellos en los que reside el principio de su propio movimiento, y reservar la denominación de cosas, para aquellas entidades que son movidas desde el exterior.

Si lo hacemos de tal modo, los seres como, por ejemplo, los seres humanos, nos movemos por nosotros mismos, tendiendo hacia nuestra propia existencia. Esto, a su vez, implica que debemos tener una naturaleza constitutiva que lo haga posible, muy diferente a la de las cosas propiamente dichas.

Por tanto, cabe hablar de que hay seres constituidos para existir, que se mueven por sí mismos, que deben verificar dos tipos de condiciones. Las de su propia constitución en tanto seres, y aquellas que les permitan coexistir con otros seres y cosas.

La constitución de un ser humano es la más compleja que conocemos. Presenta una estructura de sistema en la que sus múltiples componentes son interdependientes unos de otros. Además, ha de reunir una serie de propiedades que tengan lo suficiente en común con otros seres y cosas, como para poder relacionarse con ellos. De la congruencia, entre esas propiedades internas, y las que necesita verificar para poder integrarse en sistemas exteriores con otros existentes, dependerá que tenga, o no, viabilidad existencial.

Imaginar a un ser humano aislado en el mundo o a uno que no verifique los requisitos necesarios para coexistir en sistemas de existentes, son dos modos de verlos privados de diferentes propiedades reales.

2 Comments
  • Rosalía on 08/09/2015

    Y ¿por qué es importante que parte de la filosofía no reconozca la existencia, coexistencia… si al final se impone la realidad?

    • Carlos J. García on 09/09/2015

      Bertrand Russell , en su tratado de Historia de la Filosofía se hace la siguiente pregunta:

      «¿Cuál ha sido la influencia de las circunstancias políticas y sociales en los pensamientos de eminentes y originales pensadores e, inversamente, cuál ha sido la influencia de estos hombres en el subsiguiente desenvolvimiento político y social?» (p. 645)

      Dicha pregunta la expone dentro de un análisis de la relación entre el empirismo inglés y el liberalismo. Es obvio que los empiristas ingleses, sobre todo Locke y Hume, aportaron una gran cantidad de ideas a dicha ideología, que, por otro lado, se ha materializado en sistemas políticos muy relevantes.

      Por mi parte creo que, muchísimas de las ideas y creencias que acaban incorporándose a grandes poblaciones y sociedades, han sido previamente elaboradas por filósofos y luego difundidas mediante publicidad y propaganda. La cuestión es si quienes las generan son filósofos o ideólogos. El poder político y aquellos que producen ideas que le resulten útiles para sus fines, suelen estar tan vinculados, como en el caso de Locke, que reunía en su propia persona, ambas dedicaciones.

      Por otro lado, ¡ya querríamos que siempre terminara por imponerse la realidad! Eso significaría el fin de los problemas.

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