Blog de Carlos J. García

Las actitudes positivas y negativas

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Desde hace algún tiempo, hay una cierta corriente de influencia social que promulga que se instalen actitudes positivas ante cualquier situación, evento o hecho, que se prestaran a afrontarlos con actitudes negativas. El lema es que hay que ser positivos ante las adversidades.

Es obvio que para instalarnos en actitudes positivas, no queda más remedio que valorar bien aquello ante lo que se está, o se debe estar, dispuesto de algún modo.

La fórmula parece fácil y económica. Se trata de juzgar bien algo que, en principio, nos parece, o nos puede parecer, mal, y, como tal juicio, parece depender exclusivamente de uno mismo, no habría por qué oponerse a tal recomendación.

Por otro lado, la finalidad de dicha propuesta parece buena. Se trata de que estemos más felices, de mejor ánimo, de buen humor, e, incluso, más activos, que en el caso contrario.

Ahora bien, tal fórmula, a menudo se plantea de forma que requiera que tengamos que efectuar algunas operaciones de análisis y de síntesis.

Así, ante algo que nos parece mal y, por tanto, generamos actitudes negativas, se nos dice que lo analicemos para encontrar alguna parte buena que, se supone, siempre se puede encontrar. A continuación, hay que elaborar la actitud correspondiente fundándola en esa parte buena, y no en su parte mala, de tal forma que el resultado global sea favorable.

Es verdad que hay personas que presentan sesgos de actitud, ―ya sea de forma estructural o de forma ocasional― que se caracterizan por la tendencia a juzgar mal o de manera negativa todo o casi todo con lo que interaccionan. A esto se le suele llamar negativismo.

En el otro extremo, también se puede encontrar la tendencia contraria, ya sea original de la persona, ya lo sea a causa de haber aprendido la doctrina de la positividad.

También hay personas que juzgan muy poco o nada, ya sea de forma positiva o negativa, y, por tanto, en ellos prevalece un estado de indiferencia que les sustrae la posibilidad de sentir múltiples emociones y sentimientos, en las más variadas circunstancias.

En cada una de estas posibilidades, lo que conviene es conocer en profundidad cada caso, para poder indagar las causas de las que proceden tales sesgos valorativos. Generalmente, se podrán encontrar factores biográficos que han dejado sus huellas en la función de valoración, que, junto a otras anomalías, conformarán una cierta estructura de modo de ser con su correspondiente complejidad.

Si dejamos a un lado las condiciones estructurales del negativismo y el indiferentismo, y nos fijamos en personas de la población general, que parece ser la destinataria del mensaje de la positividad, debemos plantearnos la pertinencia del mismo.

¿Qué es ser positivos? Tal como nos llega dicho mensaje, parece que se refiere a que si juzgamos, o vemos algo, en términos de que aquello es malo, hay que transmutar dicho juicio en otro, por el que lo veamos bueno.

O tal vez sea que, aunque juzguemos algo como malo, nuestra actitud hacia eso debe ser buena, o, tal vez, favorable.

En caso de que el mensaje sea ese, lo cual es difícil de aclarar, caben dos posibilidades: que estemos equivocados, en el juicio negativo que hacemos acerca de aquello de lo que se trate, o que no lo estemos.

Si juzgamos algo como malo y estamos equivocados, es que aquello es bueno, por lo que, lo que hay que corregir es la percepción, y no el juicio que hagamos acerca de lo que erróneamente creemos ver.

Si, por el contrario, acertamos cuando vemos o juzgamos algo como malo, y de hecho lo es, y se nos dice que debemos juzgarlo como algo bueno, entonces estamos ante un posible conflicto.

De hecho, si cedemos a tal sugerencia y llegamos a juzgar lo malo como bueno, nos haremos daño a nosotros mismos, en vez de que, el hecho de hacerlo, contribuya a que seamos más felices, al menos, a largo plazo.

En el caso de que no cedamos al mensaje, el conflicto se formará entre nosotros mismos y el sujeto del mensaje, o quienes, siguiendo esa doctrina, nos consideren negativamente.

Lo cierto es que, el modelo teórico que subyace a la posibilidad de manejar la valoración según la propia conveniencia, no es otro que el de la teoría subjetiva del valor.

Dicha teoría, afirma que el valor es algo que nosotros damos, o no, a las cosas, según nuestro propio arbitrio, pero que, ninguna cosa, ni su existencia, tienen valor en sí mismas.

En un artículo anterior, publicado en este mismo blog, con el título ¿Qué y cómo valoramos?, ya expuse que, lo que posee valor, de suyo, es la existencia de algo, habida cuenta de que lo que importa es que exista algo real, en vez de nada.

Además, la función de valoración remite directamente al reconocimiento del posible valor de los objetos, tanto positivo, como negativo, por lo que sería absurdo que, en vez de variar los juicios según lo que se valore, se instale el prejuicio universal de que todo es bueno, igual que si se instalara el de que todo es malo, o el de que todo carece de importancia, sea el caso que sea.

Por otro lado, negar la existencia del mal o de algo malo, no da pie a generar actitudes favorables y eficaces favorables al bien. Si todo es bueno y todo está bien, ¿para qué vamos a hacer nada que pueda mejorar las cosas?

No sé muy bien, cómo habría que entender el mensaje de la positividad, cuando estamos ante el maltrato, la violencia, el saqueo, la mentira, etc., o somos objeto de tales operaciones. ¿Pondremos al mal tiempo buena cara, o trataremos de resolver los problemas?

Ahora bien, si dicho mensaje incluye estos presupuestos y a lo que se refiere es a que debemos instalar una actitud estable favorable al bien, y a hacer el bien que podamos hacer, entonces, todo lo dicho está de más.

Una cosa es regirse por el bien y otra muy distinta es que todo esté bien o todo sea bueno.

4 Comments
  • Elena on 19/12/2015

    Es bueno ver las cosas como son, aunque, a veces, nos entristezca lo que vemos. Siempre, mejor ver.
    Necesario todo lo que dices para el ejercicio de la valoración, ejercicio propiamente humano e imprescindible en nuestro discurrir por la vida.
    Positivo es ser plenamente humanos y amar por encima de todo la maravillosa realidad de lo que es
    ¡Feliz Navidad!

  • Celia on 09/01/2016

    La doctrina de la positividad es otra de las ruedas de molino con la que nos hacen comulgar a diario. No conozco a ninguna persona antireal, vulgo psicópata, con la que me he topado que no haya sacado el consabido: “es que no estás siendo positiva”, cuando he cometido el grave error de desahogarme ante un problema o he dado una opinión negativa ante un hecho reprobable. Si alguien te plantea una cuita personal o te comenta un suceso o te da su opinión, lo adecuado sería escucharla, atenderla, ofrecerla consuelo o ayuda o, en su caso, contrargumentar su visión y no pararla en seco con semejante frase.
    Yo creo que en realidad lo que se esconde es un “no existas”, porque en definitiva es negarte a que puedas emitir la más mínima queja de nada. ¿Y no es ese el mayor de los placeres de la antirealidad, el sadismo de machacarte pero no poder decir ni pío?
    Y a colación de la teoría subjetiva del valor estaría, por supuesto, la omnipresente “inteligencia emocional”, a la que te pediría que le dedicases una de tus entradas.

    • Carlos J. García on 25/01/2016

      Como habrás podido ver, tras tu comentario, escribí un artículo bajo el título «La torpeza del pragmatismo emocional» en el que creo podrás ver con claridad lo que creo al respecto de la denominada «inteligencia emocional».

  • Celia on 28/01/2016

    Por supuesto que lo leí y mucho te lo agradezco. Te confieso que me dejó un poco en suspenso porque creía que la denominada inteligencia emocional no solo trataría sobre el autogobierno de las emociones sino de la manipulación de las de los demás

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