Blog de Carlos J. García

La tiranía según George Orwell

Es posible que el trabajo efectuado a mitad del siglo XX  por George Orwell[i] en el libro titulado 1984  esté cayendo en el olvido. No parece que se divulgue tanto como su contenido merece.

Parece que cuando se habla del “Gran Hermano” o se hace referencia a la demolición de la historia para fabricar falsos recuerdos en la población, ya se está diciendo lo suficiente acerca de 1984.

No obstante, el trabajo de Orwell al exponer la tiranía potencial del que entonces (1948) era el mundo futuro (1984), no se queda, ni mucho menos, en cuestiones anecdóticas ni en meras exposiciones de procedimientos tiránicos. Orwell toca el fondo mismo de la noción de tiranía.

Una tiranía es aquello que ejerce un colectivo anti-real sobre el resto de la población para que la realidad deje de existir en el mundo. No tiene otro objetivo que ese. Para ello ha de conseguir que los determinantes anti-reales prevalezcan sobre los reales en toda la población tiranizada, o, lo que es lo mismo, que la población real traicione absolutamente el principio real y sus facetas, el bien, la verdad y la belleza. Que niegue el ser no diferenciándolo de la nada, y que niegue que: el bien es el bien, la verdad, la verdad y la belleza, la belleza. Además tratará de conseguir que la realidad no vuelva a existir jamás, por lo que sentará las bases para que el poder organizado conserve el dominio de la población a perpetuidad.

Si la presión tiránica consigue que los individuos reales que le oponen alguna resistencia nieguen la realidad exterior, en sus formas de existencia pasada, presente y futura, y, también, que sientan, actúen y piensen traicionando los principios reales, y, por lo tanto, sirviendo a los determinantes anti-reales que ejercen el poder, la realidad humana deja de existir y, con esta perdida, llega también la irrealidad controlada de la población.

Todo esto, que Orwell puso en su obra de ficción, no es tanta ficción como se pueda llegar a suponer. Buen conocedor de la tiranía soviética de su época, Orwell tomó de ella muchos aspectos que ya estaban ocurriendo, y parece que la lógica que siguió fue más una inferencia inductiva que una mera suposición figurada, para ofrecer la versión de la tiranía que aparece en su libro.

Hay multitud de aspectos de fondo expuestos en 1984 a los que asombrosamente se va acercando la civilización en la que actualmente vivimos.

La pregunta es si Orwell anticipó excesivamente la llegada de esa tiranía definitiva que amenazaba a la Humanidad, si nunca se llegaría a producir o si se está cerca de ella, estableciendo las oportunas correcciones al pronóstico de Orwell.

En la actualidad, hay muchos aspectos del mundo tiranizado descrito por Orwell que ya desde hace bastantes años se encuentran entre nosotros, pero otros, sin embargo, no han ocurrido y quizá, en su lugar, nos encontremos con algunas variantes de los mismos que puedan tener una mayor o menor eficacia que aquellos.

El departamento fundamental del régimen tiránico de 1984 es la policía del pensamiento dedicada a exterminar a todo aquel que no crea lo que según el poder político debe creer, al que no sienta lo que debe sentir, al que no haga lo que debe hacer y, en general al que no demuestre una absoluta fidelidad al poder político.

Ahora bien, ese poder político falsifica todos los datos acerca del pasado, del presente y del futuro, por lo que si un individuo fiel cree lo que el partido le dice hoy acerca de algo que ocurrió ayer y luego el partido cambia ese dato, el individuo debe dejar de creer automáticamente lo que creía, para pasar a creer el nuevo dato que se le da, lo cual le exige tener unas habilidades de pensamiento como, por ejemplo, el doblepensar, o el crimental, con las que violar el principio de no contradicción, el de identidad o el de razón suficiente sin que eso le produzca algún menoscabo funcional en su servidumbre al Partido.

La lectura del libro de Orwell es imprescindible. No obstante, expondré una parte de los muchos textos significativos que contiene, mucho de los cuales no resultarán extraños a nadie.

El mundo que Orwell pronosticó es el siguiente:

 

  • Una sociedad en la que hay grandes conflictos dentro de las familias, entre individuos, entre hijos y padres, esposas y maridos, entre amigos…

«Era casi normal que personas de más de treinta años les tuvieran un miedo cerval a sus hijos. Y con razón, pues apenas pasaba una semana sin que el Times publicara unas líneas describiendo cómo alguna viborilla –la denominación oficial era “heroico niño”- había denunciado a sus padres a la Policía del Pensamiento contándole a ésta lo que había oído en su casa.» (p. 36)

«El instinto sexual era peligroso para el Partido y éste lo había utilizado en provecho propio. Habían hecho algo parecido con el instinto familiar. La familia no podía ser abolida; es más, se animaba a la gente a que amase a sus hijos casi al estilo antiguo. Pero, por otra parte, los hijos eran enfrentados sistemáticamente contra sus padres y se les enseñaba a espiarlos y a denunciar sus desviaciones. La familia se había convertido en una ampliación de la Policía del Pensamiento. Era un recurso por medio del cual todos se hallaban rodeados noche y día por delatores que les conocían íntimamente.» (p. 166)

«No se veían camas dobles en aquellos tiempos, excepto en las casas de los proles.» (p. 177)

 

  • Una sociedad que está permanentemente en guerra:

«Estos tres superestados, en una combinación o en otra, están en guerra permanente y llevan así veinticinco años. Sin embargo, ya no es la guerra aquella lucha desesperada y aniquiladora que era en las primeras décadas del siglo XX.» (pp. 229-230)

 

  • Una sociedad en la que se va mermando el lenguaje:

«Creerás, seguramente, que nuestro trabajo consiste en inventar nuevas palabras. Nada de eso. Lo que hacemos es destruir palabras, centenares de palabras cada día. Estamos podando el idioma para dejarlo en los huesos.” (p. 68) “… Por ejemplo, tenemos “bueno”. Si tienes una palabra como “bueno”, ¿qué necesidad hay de la contraria, “malo”? Nobueno sirve exactamente igual, mejor todavía, porque es la palabra exactamente contraria a “bueno” y la otra no.» (pp. 68-69)

«En el fondo de tu corazón prefieres el viejo idioma con toda su vaguedad y sus inútiles matices de significado. No sientes la belleza de la destrucción de las palabras. ¿No sabes que la neolengua es el único idioma del mundo cuyo vocabulario disminuye cada día?» (p. 69)

«-¿No ves que la finalidad de la neolengua es limitar el alcance del pensamiento, estrechar el radio de acción de la mente? Al final acabaremos haciendo imposible todo crimen del pensamiento.  […] En realidad, no habrá pensamiento en el sentido en que ahora lo entendemos. La ortodoxia significa no pensar, no necesitar el pensamiento. Nuestra ortodoxia es la inconsciencia.» (pp. 70-71)

 

  • Una sociedad en la que se ataca el pasado y la propaganda afirma que las condiciones materiales de vida son cada vez mejores. Se considera necesario que la población  se crea en mejores condiciones que sus antepasados y que se haga la ilusión de que el nivel de comodidades materiales crece sin cesar:

«Bien podía ocurrir que todos los libros de historia fueran una pura fantasía. […] Todo se desvanecía en la niebla. El pasado estaba borrado. Se había olvidado el acto mismo de borrar, y la mentira se convertía en verdad.» (p. 96)

«No es sólo que el pasado cambiara, es que cambiaba continuamente. Lo que más le producía a Winston la sensación de una pesadilla es que nunca había llegado a comprender claramente el por qué se emprendía la inmensa impostura. Desde luego, eran evidentes las ventajas inmediatas de falsificar el pasado, pero la última razón era misteriosa. Volvió a coger la pluma y escribió: comprendo CÓMO: no comprendo POR QUÉ. Se preguntó, como ya lo había hecho muchas veces, si no estaría él loco. Quizás un loco era sólo una “minoría de uno”. Hubo una época en que fue señal de locura creer que la Tierra giraba en torno al Sol: ahora, era locura creer que el pasado es inalterable. Quizá fuera él el único que sostenía esa creencia, y, siendo el único, estaba loco. Pero la idea de ser un loco no le afectaba mucho. Lo que le horrorizaba era la posibilidad de estar equivocado.  […] Su filosofía negaba no sólo la validez de la experiencia, sino que existiera la realidad externa. La mayor de las herejías era el sentido común. Y lo más terrible no era que le mataran a uno por pensar de otro modo, sino que pudieran tener razón. Porque, después de todo, ¿cómo sabemos que dos y dos son efectivamente cuatro? O que la fuerza de la gravedad existe. O que el pasado no puede ser alterado. ¿Y si el pasado y el mundo exterior sólo existen en nuestra mente y, siendo la mente controlable, también puede controlarse el pasado y lo que llamamos realidad? […] El Partido os decía que negaseis la evidencia de vuestros ojos y oídos. Ésta era su orden esencial. El corazón de Winston se encogió al pensar en el enorme poder que tenía enfrente, la facilidad con que cualquier intelectual del Partido lo vencería con su dialéctica, los sutiles argumentos que él nunca podría entender y menos contestar. Y, sin embargo, era él, Winston, quien tenía razón. Los otros estaban equivocados y él no. Había que defender lo evidente. El mundo sólido existe y sus leyes no cambian.» (pp. 102-103)

«La alteración del pasado es necesaria por dos razones, una de las cuales es subsidiaria y, por decirlo así, de precaución. La razón subsidiaria es que el miembro del Partido, lo mismo que el proletario, tolera las condiciones de vida actuales, en gran parte porque no tiene con qué compararlas. Hay que cortarle radicalmente toda relación con el pasado, así como hay que aislarlo de los países extranjeros, porque es necesario que se crea en mejores condiciones que sus antepasados y que se haga la ilusión de que el nivel de comodidades materiales crece sin cesar.» (p. 258)

«… ¿cómo iba uno a considerar todo esto intolerable si no fuera por una especie de recuerdo ancestral de que las cosas habían sido diferentes alguna vez?» (p. 79)

 

  • Una sociedad en la que se da un tratamiento anti-natural a la sexualidad:

«Tácitamente, el Partido se inclinaba a estimular la prostitución como salida de los instintos que no podían suprimirse.» (p. 85)

«La finalidad del Partido en este asunto no era sólo evitar que hombres y mujeres establecieran vínculos imposibles de controlar. Su objetivo verdadero y no declarado era quitarle todo placer al acto sexual.» (p. 85)

 

  • Una sociedad en la que hay una gran parte de la población de muy bajo nivel formativo, con dificultades económicas y ocupada intensamente en sobrevivir:

«A los proletarios se les puede conceder la libertad intelectual por la sencilla razón de que no tienen intelecto alguno. En cambio, a un miembro del Partido no se le puede tolerar ni siquiera la más pequeña desviación ideológica.» (p. 255)

 

  • Una sociedad con graves sesgos informativos y que vive bajo un aluvión de propaganda:

«Este proceso de continua alteración no se aplicaba sólo a los periódicos, sino a los libros, revistas, folletos, carteles, programas, películas, bandas sonoras, historietas para niños, fotografías, …, es decir, a toda clase de documentación o literatura que pudiera tener algún significado político o ideológico. Diariamente y casi minuto por minuto, el pasado era puesto al día. De este modo todas las predicciones hechas por el Partido resultaban acertadas según prueba documental. Toda la historia se convertía así en un palimpesto, raspado y vuelto a escribir con toda la frecuencia necesaria.» (p. 55)

 

  • Una sociedad en la que hay un control informativo extremo sobre el individuo:

«Tenía usted que vivir –y en esto el hábito se convertía en un instinto- con la seguridad de que cualquier sonido emitido por usted sería registrado y escuchado por alguien y que, excepto en la oscuridad, todos sus movimientos serían observados» (p. 9)

“Nuestro peor enemigo, reflexionó Winston, es nuestro sistema nervioso. En cualquier momento, la tensión interior puede traducirse en cualquier síntoma visible.” (p. 83)

 

  • Una sociedad en la que impera el pensamiento único:

«Has preferido ser un loco, una minoría de uno solo. Convéncete, Winston; solamente el espíritu disciplinado puede ver la realidad. Crees que la realidad es algo objetivo, externo, que existe por derecho propio. Crees también que la naturaleza de la realidad se demuestra por sí misma. Cuando te engañas a ti mismo pensando que ves algo, das por cierto que todos los demás están viendo lo mismo que tú. Pero te aseguro, Winston, que la realidad no es externa. La realidad existe en la mente humana y en ningún otro sitio. No en la mente individual, que puede cometer errores y que, en todo caso, perece pronto. Sólo la mente del Partido, que es colectiva e inmortal, puede captar la realidad. Lo que el Partido sostiene que es verdad es efectivamente verdad. Es imposible ver la realidad sino a través de los ojos del Partido. Éste es el hecho que tienes que volver a aprender, Winston. Para ello se necesita un acto de autodestrucción, un esfuerzo de la voluntad. Tienes que humillarte si quieres volverte cuerdo.» (p. 304-305)

 

  • Una sociedad en la que mucha gente siente su vida vacía de contenido real:

«A Winston le sorprendía que lo más característico de la vida moderna no fuera su crueldad ni su inseguridad, sino sencillamente su vaciedad, su absoluta falta de contenido.» (p. 95)

 

  • Una sociedad en la que se renombran las calles, se retiran estatuas, y se modifica de forma extrema la topografía de las ciudades:

«Las estatuas, inscripciones, lápidas, los nombres de las calles, todo lo que pudiera arrojar alguna luz sobre el pasado, había sido alterado sistemáticamente.» (p. 124)

 

  • Una sociedad en la que las naciones se agrupan en torno a tres grandes esferas de poder:

«Por ejemplo, en ese momento, en 1984 (si es que efectivamente era 1984), Oceanía estaba en guerra con Eurasia y era aliada de Asia Oriental.» (p. 47)

 

  • Una sociedad en la que las organizaciones y los partidos se imponen sobre los individuos:

«El mayor poder del grupo sobre el individuo es evidente en todos los aspectos que impliquen cualquier tipo de pugna. Además, si el grupo constituye una organización que cobre entidad propia y trascienda de una generación a otra y ésta a otra, y así sucesivamente, siendo los sucesivos individuos que la compongan fieles servidores de la misma, la organización adquiere el inmenso poder, sobre los individuos a los que ataque, de contar con el control del pasado y del futuro, recurso del que éstos, nunca podrán disponer, por su propia condición efímera. “El Partido no se preocupa de perpetuar su sangre, sino de perpetuarse a sí mismo.» (p. 255)

 

  • Una sociedad en la que los sentimientos y emociones cada vez son menos privados o íntimos, se tienden a adecuar a lo políticamente correcto y se hacen públicos por los medios de comunicación de masas:

«Sin embargo, estaba seguro de que su madre poseía una especie de nobleza, de pureza, sólo por el hecho de regirse por normas privadas. Los sentimientos de ella eran realmente suyos y no los que el Estado le mandaba tener. […] Sin embargo, hacía sólo dos generaciones, se dejaban gobernar por sentimientos privados que nadie ponía en duda. Lo que importaba eran las relaciones humanas, y un gesto completamente inútil, un abrazo, una lágrima, una palabra cariñosa dirigida a un moribundo, poseían un valor en sí. De pronto pensó Winston que los proles seguían con sus sentimientos y emociones. No eran leales a un Partido, a un país ni a un ideal, sino que se guardaban mutua lealtad unos a otros. […] –Los proles son seres humanos –dijo en voz alta-. Nosotros, en cambio, no somos humanos.» (pp. 204-205)

 

  • Una sociedad en la que no se ve como malos ojos que la gente se venda a sí misma o se traicione para conseguir dinero, posición o simplemente sobrevivir:

«Lo único importante es que no nos traicionemos, aunque por ello no iban a variar las cosas.

-Si quieren que confesemos –replicó Julia- lo haremos. Todos confiesan siempre. Es imposible evitarlo. Te torturan.

-No me refiero a la confesión. Confesar no es traicionar. No importa lo que digas o hagas, sino los sentimientos. Si pueden obligarme a dejarte de amar… ésa sería la verdadera traición.

Julia reflexionó sobre ello.

-A eso no pueden obligarte –dijo al cabo de un rato- Es lo único que no pueden hacer. Pueden forzarte a decir cualquier cosa, pero no hay manera de que te lo hagan creer. Dentro de ti no pueden entrar nunca.

-Eso es verdad –dijo Winston con un poco más de esperanza-. No pueden penetrar en nuestra alma. Si podemos sentir que merece la pena seguir siendo humanos, aunque esto no tenga ningún resultado positivo, los habremos derrotado.» (p. 206)

«“Dentro de ti no pueden entrar nunca” le había dicho Julia. Pues, sí, podían penetrar en uno. “Lo que te ocurre aquí es para siempre”, le había dicho O´Brien. Eso era verdad. Había cosas, los actos propios, de las que no era posible rehacerse. Algo moría en el interior de la persona; algo se quemaba, se cauterizaba.» (p. 355)

«Se había vencido a sí mismo definitivamente. Amaba al Gran Hermano.» (p. 363)

 

  • Una sociedad en la que, cada vez más, los principios reales no se toman en cuenta  y en su lugar se plantean determinantes artificiales y relativos y, en última instancia, inversos:

«Luego, la mentira elegida pasaría a los registros permanentes y se convertiría en verdad.» (p. 61)

 

  • Una sociedad en la que predomina una oligarquía compuesta de burócratas, hombres de ciencia, técnicos, organizadores sindicales, especialistas en propaganda, sociólogos, educadores, periodistas y políticos profesionales:

«La nueva aristocracia estaba formada en su mayoría por burócratas, hombres de ciencia, técnicos, organizadores sindicales, especialistas en propaganda, sociólogos, educadores, periodistas y políticos profesionales.» (p. 249)

 

  • Una sociedad en la que se promueven creencias, costumbres, aficiones, emociones y actitudes mentales que dificulten la percepción del tipo de sociedad en que se vive y la percepción de los poderes que la rigen:

«En cierto modo la visión del mundo inventada por el Partido se imponía con excelente éxito a la gente incapaz de comprenderla. Hacía aceptar las violaciones más flagrantes de la realidad porque nadie comprendía del todo la enormidad de lo que se le exigía ni se interesaba lo suficiente por los acontecimientos públicos para darse cuenta de lo que ocurría.» (p. 194)

«Todas las creencias, costumbres, aficiones, emociones y actitudes mentales que caracterizan a nuestro tiempo sirven para sostener la mística del Partido y evitar que la naturaleza de la sociedad actual sea percibida por la masa.» (p. 255)

 

  • Una sociedad en la que mucha gente sabe en cualquier circunstancia, sin detenerse a pensarlo, cuál es la creencia acertada o la emoción deseable que debe transmitir para quedar bien:

«Si una persona es ortodoxa por naturaleza (en neolengua se le llama piensabien) sabrá en cualquier circunstancia, sin detenerse a pensarlo, cuál es la creencia acertada o la emoción deseable. Pero, en todo caso, un enfrentamiento mental complicado, que comienza en la infancia y se concentra en torno a las palabras neolingüísticas paracrimen, negroblanco y doblepensar, le convierte en un ser incapaz de pensar demasiado sobre cualquier tema.» (pp. 256-257)

 

  • Una sociedad en la que se dan circunstancias en que el poder político consigue desquiciar el sentido de la realidad de la población:

«Si uno ha de gobernar y seguir gobernando siempre, es imprescindible que desquicie el sentido de la realidad. Porque el secreto del gobierno infalible consiste en combinar la creencia en la propia infalibilidad con la facultad de aprender de los pasados errores.» (pp. 260- 261)

 

  • Una sociedad en la que hay una ingeniería ideológica que abunda en la producción de contradicciones:

«La ideología oficial abunda en contradicciones, incluso cuando no hay razón alguna que las justifique. Así, el Partido rechaza y vilifica todos los principios que defendió en un principio el movimiento socialista, y pronuncia esa condenación precisamente en nombre del socialismo. Predica el desprecio de las clases trabajadoras. Un desprecio al que nunca se había llegado, y a la vez viste a sus miembros con un uniforme que fue en tiempos el distintivo de los obreros manuales y que fue adoptado por esa misma razón. Sistemáticamente socava la solidaridad de la familia y al mismo tiempo llama a su jefe supremo con un nombre que es una evocación de la lealtad familiar… Si la igualdad humana ha de ser evitada para siempre, si los Altos, como los hemos llamado, han de conservar sus puestos de un modo permanente, será imprescindible que el estado mental predominante sea la locura controlada.» (p. 262)

 

  • Una sociedad en la que hay una ingeniería social que va implantando nuevos usos y creencias sociales de manera completamente artificial:

«Todos los casamientos entre miembros del Partido tenían que ser aprobados por un Comité nombrado con este fin y –aunque al principio nunca fue establecido de un modo explícito- siempre se negaba el permiso si la pareja daba la impresión de hallarse físicamente enamorada.» (p. 85)

«Los niños debían ser engendrados por inseminación artificial (semart, como se le llamaba en neolengua) y educados en instituciones públicas.» (p. 86)

 

  • Una sociedad en la que cada vez está más arraigada la idea de que no hay una realidad objetiva, externa, que exista por derecho propio o una naturaleza humana que viene dada, sino que todo es maleable por el pensamiento humano que es el que crea la realidad:

«Winston dejó caer los brazos de sus costados y volvió a llenar de aire sus pulmones. Su mente se deslizó por el laberíntico mundo del doblepensar. Saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas, sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas; emplear la lógica contra la lógica, repudiar la moralidad mientras se recurre a ella, creer que la democracia es imposible y que el Partido es el guardián de la democracia; olvidar cuanto fuera necesario olvidar y, no obstante, recurrir a ello, volverlo a traer a la memoria en cuanto se necesitara y luego olvidarlo de nuevo; y, sobre todo, aplicar el mismo proceso al procedimiento mismo. Ésta era la más refinada sutileza del sistema: inducir conscientemente a la inconsciencia, y luego hacerse inconsciente para no reconocer que se había realizado un acto de autosugestión. Incluso comprender la palabra doblepensar implicaba el uso del doblepensar.» (pp. 48-49)

 

  • Una sociedad en la que no se admite que los políticos quieran el poder por el poder, cuando es manifiesto, en la mayor parte de los casos, que es así por el modo en que pelean por él y por el modo de tratar de conservarlo:

«—Ahora te diré la respuesta a mi pregunta. Se trata de esto: el Partido quiere tener el poder por amor al poder mismo. No nos interesa el bienestar de los demás; sólo nos interesa el poder. No la riqueza ni el lujo, ni la longevidad ni la felicidad; sólo el poder, el poder puro. Ahora comprenderás lo que significa el poder puro. Somos diferentes de todas las oligarquías del pasado porque sabemos lo que estamos haciendo. Todos los demás, incluso los que se parecían a nosotros, eran cobardes o hipócritas. Los nazis alemanes y los comunistas rusos se acercaban mucho a nosotros por sus métodos, pero nunca tuvieron el valor de reconocer sus propios motivos. Pretendían, y quizá lo creían sinceramente, que se habían apoderado de los mandos contra su voluntad y para un tiempo limitado y que a la vuelta de la esquina, como quien dice, habría un paraíso  donde todos los seres humanos serían libres e iguales. Nosotros no somos así. Sabemos que nadie se apodera del mando con la intención de dejarlo. El poder no es un medio, sino un fin en sí mismo. No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura. El objeto de la persecución no es más que la persecución misma. La tortura sólo tiene como finalidad la misma tortura. Y el objeto del poder no es más que el poder. ¿Empiezas a entenderme?» (p. 322)

«—Somos los sacerdotes del poder –dijo-. El poder es Dios. Pero ahora el poder es sólo una palabra en lo que a ti respecta. Y ya es hora de que tengas una idea de lo que el poder significa. Primero debes darte cuenta de que el poder es colectivo. El individuo sólo detenta poder en tanto deja de ser un individuo. Ya conoces la consigna del partido: “La libertad es la esclavitud.” ¿Se te ha ocurrido pensar que esta frase es reversible? Sí, la esclavitud es la libertad. El ser humano es derrotado siempre que está solo, siempre que es libre. Ha de ser así porque todo ser humano está condenado a morir irremisiblemente y la muerte es el mayor de todos los fracasos; pero si el hombre logra someterse plenamente, si puede escapar de su propia identidad, si es capaz de fundirse con el Partido, entonces será todopoderoso e inmortal. Lo segundo de que te tienes que dar cuenta es que el poder es poder sobre seres humanos. Sobre el cuerpo, pero especialmente sobre el espíritu. El poder sobre la materia…., la realidad externa, como tú la llamarías…, carece de importancia. Nuestro control sobre la materia es, desde luego, absoluto. […] Controlamos la materia porque controlamos la mente. La realidad está dentro del cráneo. Irás aprendiéndolo poco a poco, Winston. No hay nada que no podamos conseguir: la invisibilidad, la levitación… absolutamente todo. Si quisiera, podría flotar ahora sobre el suelo como una pompa de jabón. No lo deseo porque el Partido no lo desea. Debes librarte de esas ideas decimonónicas  sobre las leyes de la Naturaleza. Somos nosotros quienes dictamos las leyes de la Naturaleza. […]  Nada hubo antes del hombre. Y después del hombre, si éste desapareciera definitivamente de la Tierra, nada habría tampoco. Fuera del hombre no hay nada.

[…]

—Te digo, Winston, que la metafísica no es tu fuerte. La palabra que tratas de encontrar es solipsismo. Pero estás equivocado. En este caso no hay solipsismo. En todo caso, habrá solipsismo colectivo, pero eso es muy diferente; es precisamente lo contrario. En fin, todo esto es una digresión –añadió con tono distinto-. El verdadero poder, el poder por el que tenemos que luchar día y noche, no es poder sobre las cosas, sino sobre los hombres. —Después de una pausa, asumió de nuevo su aire de maestro de escuela examinando a un discípulo prometedor—: Vamos a ver, Winston, ¿cómo afirma un hombre su poder sobre otro?

Winston pensó un poco y respondió:

—Haciéndole sufrir

—Exactamente. Haciéndole sufrir. No basta con la obediencia. Si no sufre, ¿cómo vas a estar seguro de que obedece tu voluntad y no la suya propia? El poder radica en infligir dolor y humillación. El poder está en la facultad de hacer pedazos los espíritus y volverlos a construir dándoles nuevas formas elegidas por ti. ¿Empiezas a ver qué clase de mundo estamos creando? Es lo contrario, exactamente lo contrario de esas estúpidas utopías hedonistas que imaginaron los antiguos reformadores. Un mundo de miedo, de ración y de tormento, un mundo de pisotear y ser pisoteado, un mundo que se hará cada día más despiadado. El progreso de nuestro mundo será la consecución de más dolor. Las antiguas civilizaciones sostenían basarse en el amor o en la justicia. La nuestra se funda en el odio. En nuestro mundo no habrá más emociones que el miedo, la rabia, el triunfo y el autorebajamiento. Todo lo demás lo destruiremos, todo. Ya estamos suprimiendo los hábitos mentales que han sobrevivido de antes de la revolución. Hemos cortado los vínculos que unían al hijo con el padre, un hombre con otro y al hombre con la mujer. Nadie se fía ya de su esposa, de su hijo ni de un amigo. Pero en el futuro no habrá ya esposas ni amigos. Los niños se les quitarán a las madres al nacer, como se les quitan los huevos a la gallina cuando los pone. El instinto sexual será arrancado donde persista. La procreación consistirá en una formalidad anual como la renovación de la cartilla de racionamiento. Suprimiremos el orgasmo. Nuestros neurólogos trabajan en ello. No habrá lealtad; no existirá más fidelidad que la que se debe al Partido, ni más amor que el amor al Gran Hermano. No habrá risa, excepto la risa triunfal cuando se derrota a un enemigo. No habrá arte, ni literatura ni ciencia. No habrá ya distinción entre la belleza y la fealdad. Todos los placeres serán destruidos. Pero siempre, no lo olvides, Winston, siempre habrá el afán de poder, la sed de dominio, que aumentará constantemente y se hará cada vez más sutil. Siempre existirá la emoción de la victoria, la sensación de pisotear a un enemigo indefenso. Si quieres hacerte una idea de cómo será el futuro, figúrate una bota aplastando un rostro humano… incesantemente.» (pp. 323-327)

 

  • Una sociedad en la que el nuevo hombre que se va gestando cada vez se parece menos al hombre, tal como tradicionalmente se entendía, hasta el punto de que, efectivamente, parece que asistimos a la emergencia de una nueva especie:

«Nosotros, Winston, Controlamos la vida en todos sus niveles. Te figuras que existe algo llamado la naturaleza humana, que se irritará por lo que hacemos y se volverá contra nosotros. Pero no olvides que nosotros creamos la naturaleza humana. Los hombres son infinitamente maleables. O quizás hayas vuelto a tu antigua idea de que los proletarios o los esclavos se levantarán contra nosotros y nos derribarán. Desecha esa idea. Están indefensos, como animales. La Humanidad es el Partido. Los otros están fuera, son insignificantes.» (p. 323)

“—¿Acaso crees en Dios, Winston?

—No

—Entonces, ¿qué principio es ese que ha de vencernos?

—No sé. El espíritu del Hombre

—¿Y te consideras tú un hombre?

—Sí

—Si tú eres un hombre, Winston, es que eres el último. Tu especie se ha extinguido; nosotros somos los herederos. ¿Te das cuenta de que estás solo, absolutamente solo? Te encuentras fuera de la historia, no existes.» (p. 330)

 

Si dejamos al margen los aspectos anecdóticos del texto, o los que son inevitables debidos a su carácter literario, parece evidente que la sociedad en la que vivió Orwell, en 1948, estaba mucho más lejos de adoptar la forma de la tiranía que él describe, que la actual. Es decir, el mundo no ha ido por el camino de corregir los riesgos tiránicos de aquella época, sino que lo que parece haber corregido es el aspecto exterior tiránico, la apariencia de tiranía, mientras, por otro lado, parece que ese mundo descrito por Orwell cada vez está más cerca.

Era lógico que, el anti-realismo, trabajara mucho durante las pasadas décadas en mejorar la pésima imagen que dio en los casos del nazismo y del estalinismo, ya que de lo contrario, sus posibilidades de implantar su nueva tiranía hubieran disminuido drásticamente, sobre todo, debido a la manifiesta oposición de un amplio sector de la población hacia aquellas y, sobre todo, a sus manifestaciones evidentes.

Sin embargo, ¿cuántos de los puntos expuestos en la relación anterior no los estamos observando desde hace ya bastantes décadas?

¿Hay grandes conflictos dentro de las familias, entre individuos, entre hijos y padres, esposas y maridos, entre amigos?

¿Está permanentemente en guerra?

¿Se va mermando el lenguaje?

¿Se ataca el pasado y la propaganda afirma que las condiciones materiales de vida son cada vez mejores? ¿Se considera necesario que la población  se crea en mejores condiciones que sus antepasados y que se haga la ilusión de que el nivel de comodidades materiales crece sin cesar?

¿Se da un tratamiento anti-natural a la sexualidad?

¿Hay una gran parte de la población de muy bajo nivel formativo, con dificultad económica y ocupada intensamente en sobrevivir?

¿Presenta graves sesgos informativos y que vive bajo un aluvión de propaganda?

¿Hay un control informativo muy alto sobre el individuo?

¿Impera el pensamiento único?

¿Mucha gente siente su vida vacía de contenido real?

¿Se renombran las calles, se retiran estatuas, y se modifica de forma extrema la topografía de las ciudades?

¿Las naciones se agrupan en torno a tres grandes esferas de poder?

¿Las organizaciones y los partidos se imponen sobre los individuos?

¿Los sentimientos y emociones cada vez son menos privados o íntimos, se tienden a adecuar a lo políticamente correcto y se hacen públicos por los medios de comunicación de masas?

¿No se ve como malos ojos que la gente se venda a sí misma o se traicione para conseguir dinero o posición?

¿Cada vez más los principios reales no se toman en cuenta y en su lugar se plantean valores artificiales y relativos?

¿Predomina una oligarquía compuesta de burócratas, hombres de ciencia, técnicos, organizadores sindicales, especialistas en propaganda, sociólogos, educadores, periodistas y políticos profesionales?

¿Se promueven creencias, costumbres, aficiones, emociones y actitudes mentales que dificulten la percepción del tipo de sociedad en que se vive y la percepción de los poderes que la rigen?

¿Mucha gente sabe en cualquier circunstancia, sin detenerse a pensarlo, cuál es la creencia acertada o la emoción deseable que debe transmitir para quedar bien?

¿Se dan circunstancias en que el poder político consigue desquiciar el sentido de la realidad de la población?

¿Hay una ingeniería ideológica que abunda en la producción de contradicciones?

¿Hay una ingeniería social que va implantando nuevos usos y creencias sociales de manera completamente artificial?

¿Cada vez está más arraigada la idea de que no hay una realidad objetiva, externa, que exista por derecho propio o una naturaleza humana que viene dada, sino que todo es maleable por el pensamiento humano que es el que crea la realidad?

¿Se admite que los políticos quieran el poder por el poder, cuando es manifiesto, en la mayor parte de los casos, que es así por el modo en que pelean por él y por el modo de tratar de conservarlo?

¿El nuevo hombre que se va gestando cada vez se parece menos al hombre tal como tradicionalmente se entendía hasta el punto de que, efectivamente, parece que asistimos a la emergencia de una nueva especie?

[i] ORWELL, GEORGE; 1984; trad. del original Nineteen Eighty Four; Ediciones Destino S.A., Barcelona, 2009

4 Comments
  • Ignacio Benito Martínez on 05/07/2016

    Se observa que la gente en las relaciones es cada vez menos sincera, y se tiende más a fingir diciendo lo políticamente correcto que lo que cada persona piensa. El otro día en una comida de trabajo se habló de una situación de estas cotidianas en las que parece ser más listo el que más puñetero es y el que más daño hace, y se me ocurrió preguntar que dónde quedaba la honradez. La respuesta fue que la honradez había muerto, que no me vuelva loco… que eso era cosa del pasado.
    La realidad la creamos dentro de la mente… parece que sacaron el argumento de Hume.
    No hay mejor sistema que la actual democracia… lo he oído miles de veces.
    En otra comida hablaban de la importancia del saber venderse en el mundo laboral, sin cuestionarse siquiera si es bueno o malo eso de venderse, sino dando por hecho que hay que hacerlo lo mejor posible.
    Los líos familiares y los divorcios están a la orden del día ¡Es una barbaridad la cantidad de divorcios que hay!
    Principios reales: ¿se oye a menudo hablar de esto?
    Parece ser que las relaciones entre personas hoy en día se basan en la falsedad: hoy mismo leí en prensa a un político de estos «que dan todo al pueblo» decir que hay que cambiar de estrategia… A mi entender las estrategias en la guerra se planteaban para engañar al enemigo… No sé, la simple palabra «estrategia», da la impresión de que se oculta algo para obtener un fin (el poder político, o dominio sobre la población, en este caso).
    En fin, para mi 1984 fue un libro que me impactó en su momento y que todavía lo tengo presente. Quizás, para comparar la sociedad expuesta por Orwell con la actual hay que ver y comprender el mundo en el que vivimos desde fuera, dejando de estar tan influidos por los medios de comunicación que «mueven masas», las excelencias aparentes de la tecnología (que han propiciado la pérdida de muchas cosas que no se dicen: como la pérdida de contacto del ser humano con la naturaleza, el aprendizaje de multitud de labores artesanas que están relegadas a un ámbito reducido y que aportaban desarrollo intelectual al ser humano, el regirse por sí mismo en vez de por la asfixiante información que llega a través del móvil, y un largo etc.), y otras muchas cosas que nos introducen psicológicamente en un mundo cada vez más deshumanizado.
    Me encanta este tema. Saludos.

    • Carlos J. García on 09/07/2016

      El deterioro de la urdimbre cooperativa que debe subyacer a toda sociedad, cada vez es más manifiesto, y las relaciones interpersonales, de auténtica coexistencia, van desapareciendo a un ritmo preocupante. Toda esa desestructuración social me recuerda a la época griega en la que el desmoronamiento social dio pie a la reacción del estoicismo como una filosofía de crisis. Gracias por tus comentarios.

  • Celia on 07/07/2016

    Hacía tiempo que no releía 1984. Junto con «Un mundo feliz» de Aldous Huxley, es un libro de una lucidez asombrosa. Me ha gustado muchísimo tu análisis. Resulta escalofriante comprobar cómo su mundo futuro es un presente que incluso supera sus mejores predicciones. Pero, como bien indicas, la tiranía se ejerce de tal modo que es muy difícil leer este libro, entender lo que dice y actuar en consecuencia. Al menos tu post ayudará algo…

    • Carlos J. García on 09/07/2016

      Me alegro de que hayas recordado la, también fundamental, obra de Aldous Huxley, pues se complementa muy bien con la de Orwell. Por otro lado, es cierto que estas modalidades de tiranía pueden llegar a ser tan eficaces que, quienes estén bajo ellas, ni siquiera puedan atisbar que lo están, por lo que parece difícil que mucha gente pueda llegar a comprender el significado de 1984. En este sentido, se parecen a los vínculos destructivos, a los que dediqué un artículo en este mismo blog no hace mucho tiempo. Muchas gracias Celia.

Deja un comentario