Blog de Carlos J. García

La soledad y el aislamiento

Existir consiste en estar en relación. Ahora bien, hay múltiples formas de que dos o más entes puedan estar en relación. Podemos relacionarnos con personas, animales, cosas, libros, imágenes… Además, tales relaciones pueden ser de dar o recibir, de compartir algo en común, de amistad o enemistad… Hay pocos límites en este sentido.

No obstante, a pesar del enorme campo de posibilidades existenciales que tenemos, no debe ser tan fácil como parece, habida cuenta de la gran cantidad de personas que viven solas, se sienten solas aunque estén acompañadas, tienen escasas relaciones con el exterior, o, incluso, han roto las relaciones que tenían.

La soledad no es ningún problema cuando la persona la elige en determinados momentos o etapas de su vida, ni mucho menos cuando es un tipo de soledad asociada a la posibilidad de acabar con ella en cuanto la persona lo decida. Incluso se podría decir que, a menudo, puede ser aconsejable.

En tales casos, la persona, aun cuando esté sola, se siente existir a través de las relaciones que mantiene, no con otras personas, sino con otros componentes de los sistemas de existentes que encuentra en el exterior. Ya se trate de animales; música; libros; cine; entornos naturales; recuerdos apoyados en algún soporte material; actividades productivas en las que la persona hace o construye algo por sí misma…, las posibilidades de que su «yo» se encuentre en relación con algo exterior son muchas.

El verdadero problema no suele ser propiamente la soledad, sino algo que, frecuentemente, se confunde con ella pero que es muy diferente. Se trata del aislamiento.

De hecho, lo contrario de la existencia no es la soledad sino el aislamiento. No hay nada que pueda existir si se encuentra aislado del exterior.

Los problemas de aislamiento o de los estados próximos a él suelen ser difícilmente tolerables.

Para que un ser humano tenga relación con el exterior hacen falta dos requisitos básicos. El primero es que, él mismo, esté constituido o pueda constituirse como un polo de la relación, lo cual en la práctica consiste en que disponga de un «yo» capaz de entrar en relación. El segundo, es que su entorno, o algún componente del mismo, sea el otro polo de dicha relación.

A veces, no son los componentes del entorno los que fallan, sino el propio «yo» de la persona, que estando roto o anulado, causa la propia incapacidad existencial y acaba por sumir a la persona en estados de aislamiento.

Ahora bien, tales roturas del «yo», suelen estar producidas por conflictos insolubles con el entorno habitual o de referencia, que cuando se interiorizan, como si fueran tendencias propias enfrentadas, se convierten en auténticas contradicciones que acaban por producir roturas esenciales, es decir, que irrealizan el «yo».

La unidad del «yo» no tolera contradicciones internas sin que se rompa, por lo que cuando la persona se identifica con dos polos, tendencias, creencias o cualesquiera dos componentes esenciales, que sean incongruentes entre sí o contradictorios, pierde su propio «yo» y será incapaz de existir o de relacionarse.

En otras ocasiones, sobre todo en personas de edad avanzada, cuando el entorno social va cambiando a una velocidad tal que les resulta imposible mantener algo en común con él, o cuando se van perdiendo las amistades o los familiares con los que la persona se relacionaba, éstas se va quedando sin ese polo del mundo necesario para sostener su existencia y pueden sumirse en estados de aislamiento.

Para que un  entorno social producido por cualquier cultura, no llegue a ser tal que contribuya a generar estados de aislamiento, sea cual sea la edad y condición de sus integrantes, debe reunir unos requisitos mínimos, entre los que se encuentran la promoción de la autonomía y la independencia de las personas, y la propia estabilidad cultural en todos los sentidos que se consideren, de forma que no se constituya en una criba que solo atraviesen aquellos, generalmente jóvenes, que consigan adaptarse a unas revoluciones que suelen ser innecesarias.

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2 Comments
  • maria on 22/08/2015

    Tu artículo me hace pensar como en la sociedad en la que vivimos muchas personas se sienten solas de verdad, bien porque han roto un reciente vinculo y no se sujetan por si mismas, o bien porque nunca han tenido la oportunidad de poderse realizar. Frente a este panorama de escasa existencia no paran de aparecer los grupos de emparejamiento, de actividades, de expatriados, de antiguos alumnos, de deportes, de afinidades…en fin, un largo etc de actividades encaminadas a no sentirte solo. Son grupos que se nutren de acabar con la denostada soledad del ser humano, pero que en muchas ocasiones acarrean tanto cansancio y coste económico y emocional que acabas por volver al refugio de tu denostada soledad sin saber muy bien a que polo atenerte. Mientras, unos cuantos mejor formados y más espabilados han ganado algún dinero tratando de acabar con tu mal llamada «soledad».

  • Ignacio on 27/08/2015

    Muchas preguntas se me ocurren al leer este artículo acerca de las relaciones entre personas que vemos a diario. Por ejemplo, conozco gente que está todo el tiempo relacionándose con otras personas. Quedan a las 5 con uno, a las 6.30 con una, 7.45 con varios, y así continuamente. Pero; ¿se relacionan de verdad con todo el mundo, se relacionan mejor con la gente que el que tiene 2, 3 ó 1 relación?
    Puede ser que midan las relaciones por la cantidad, y les importe poco el que está en frente, o lo vean como un objeto para conseguir sus fines. De ahí que más vale tener una relación buena que veinte malas. Seguramente al tener una relación personal (de amistad, pareja…), sea bueno conocer por qué la tiene uno, quién es uno mismo y quién está enfrente.
    Es decir, que sea una relación de verdad, de amistad o simplemente comercial.
    Prefiero una relación comercial buena, que no una de amistad falsa. Por ejemplo, en una amistad falsa, alguien puede aprovecharse de la «bondad de otra persona». Sin embargo, en una relación comercial buena, me pueden vender cerezas a un precio razonable y que sean de calidad.
    A veces es realmente complicado diferenciar los diferentes tipos de relaciones que pueden darse. Creo que el conocimiento es algo esencial en este caso.

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