Blog de Carlos J. García

La simetría de la lógica universal

Una evaluación (intuitiva e inexacta) de la cantidad de poder (social, político o económico) que cree tener un ser humano sobre los demás puede consistir en la relación que se dé, entre el número de personas cuyas existencias dependen de él, y el número de personas de las que él mismo depende.

Si se trata de una relación entre dos personas, el poder de cada uno se referirá al grado en el que, la existencia de la otra persona dependa de uno, en relación al grado de dependencia que tiene éste de la otra persona.

La situación en la que los otros dependen de uno, en mayor medida de la que uno depende de otros, suele considerarse más favorable que a la inversa.

En general se considera que la propia existencia está más segura cuanto más independiente sea la propia existencia de sujetos o factores exteriores, si bien, quienes apetecen del poder interpersonal prefieren que los demás dependan de ellos, a ser más independientes, para lo cual emplean todo tipo de medios imaginables.

Los sentimientos producidos por ese tipo de posiciones, de posesión, control y dominio de los otros, cuando se valoran positivamente, están relacionados con una inflación de la autoestima, con el anti-realismo y con la pertenencia a determinados grupos de poder establecidos en torno a determinadas doctrinas que ensalzan dicha pertenencia y desprecian a los que están fuera.

Este parece ser el caso del liberalismo entroncado en el calvinismo del siglo XVI, que ha conseguido su mayor triunfo en plena actualidad, tras cuatro siglos consecutivos de beligerancia extrema contra la cultura tradicional de Occidente.

De hecho, entre los mayores pecados culturales, en los que ha caído el hombre reconstruido artificialmente en estos últimos cuatro siglos, encontramos el del antropocentrismo que, estando compuesto de una infinidad de transgresiones reales, hay una que ha resultado letal: su narcisismo, el cual consta de dos factores fundamentales: una identidad endiosada y el desprecio a todo lo demás.

Ambos componentes se encuentran en estrecha relación. Creerse Dios lleva implícito el hecho de que el sujeto no debe supeditarse, ni supeditar sus acciones, a nada ni a nadie, más que a su libre voluntad.

De ahí la tesis sartriana de que el hombre es libertad absoluta, dicho lo cual, el hombre es nada, pues aquella requiere serlo.

Ahora bien, es obvio que, siendo así, despreciará olímpicamente la total arquitectura del universo, todo cuanto lo componga o constituya, las leyes que lo hacen posible y que lo rigen, incluyendo aquellas que han hecho y hacen posible su existencia.

Lo que ocurre es que, paradójicamente, ese desprecio monumental a todo lo que no es él mismo implica el mismo grado de desprecio a sí mismo, dado que la existencia de cualquier ser humano depende realmente del sistema universal al completo, y esto es exactamente lo contrario de ver al ser humano como un dios autónomo e independiente.

Pero es que el antropocentrismo, que pretende sustituir a Dios por el Hombre absolutamente libre, ya tuvo un antecedente parecido cuando, por simple ignorancia, se creyó que la Tierra era el centro del universo.

La diferencia sustancial reside en que la creencia antropocéntrica actual es fruto del ateísmo, mientras aquella otra relativa a la posición de la Tierra tuvo inspiración religiosa.

La primera pregunta que hay que hacerse antes de llegar a conclusiones ridículas es, en qué consiste el universo, y de qué forma el ser humano forma parte integrante de él.

La primera respuesta es que la realidad universal es un sistema orgánico que funciona, de modo muy parecido, a como lo hace el propio cuerpo humano.

Por ejemplo, solo el cuerpo humano tiene 75 billones de células perfectamente ensambladas, material y funcionalmente, y gobernadas por cientos de sistemas de control para mantener el medio interno líquido dentro de parámetros que han de estar cada uno de ellos entre valores máximos y mínimos. A su vez, todos ellos deben funcionar armónicamente

Cada célula aporta su función específica de trabajo para el sistema, y éste, le devuelve todo cuanto necesita para que se mantenga nutrida y oxigenada, que es un modelo que podría servir de ejemplo para la constitución funcional de las sociedades humanas, aunque variando todo aquello que requiera la diferencia de elementos que son seres humanos en vez de células.

Lo más importante en este asunto es que la vida de cada elemento del sistema depende, no solo del medio que le nutre sino, también, del resto de las células que efectúan sus trabajos más o menos especializados para que el sistema siga existiendo.

Ahora bien, la existencia de cada ser humano que es un sistema unitario en sí mismo, depende, a su vez, no solo del medio físico en el que vive sino, también, del sistema social en el que esté integrado con el que intercambia recursos y trabajo.

La única diferencia entre los sistemas orgánicos, como son los organismos de los seres vivos, y los sistemas sociales humanos, consiste en que, siendo el organismo un autómata, la mente humana se superpone a él para establecer relaciones unitarias dirigidas por un «yo».

De hecho, la relación del ser humano con el entorno va mucho más lejos que el mero mantenimiento de las constantes vitales. La mente “hace uso” de ese cuerpo vivo, que es fisiológicamente un autómata, pero el conjunto mente/cuerpo no lo es, debido a su conciencia de la realidad, su pensamiento racional, sus funciones de valoración, toma de decisiones, la elección de fines que se salen de lo estrictamente vital, etc., hasta el punto de que el «yo» solo es consciente de lo más importante en cada momento y, casi todo lo que ocurre en su organismo, pasa totalmente desapercibido para él.

Ahora bien, lo específicamente humano, que son funciones privilegiadas, no existe independientemente del grueso del sistema general que hace posible la vida, ni tampoco del propio ecosistema en que la vida consiste, ni exime a todos y cada uno de los seres humanos de contribuir al sostenimiento del sistema biológico al completo.

Ahora bien, si entendemos que nuestra independencia existencial está muy limitada por esos millones de factores de los que depende, no deberíamos jugar a obviar todo eso para caer en un endiosamiento fundado en su simple negación.

Tal vez la acción moral se podría definir exactamente como la acción humana consciente sujeta a la conservación de ese asombroso sistema en que consiste la vida, no mi vida ni la de otro ser humano concreto, sino de la vida en el universo.

La cuestión que subyace al posible fundamento real de la moral, que ha sido rechazado por toda la modernidad, caracterizándolo como una invención humana, puramente irreal, o meramente práctica, es que está constituido por leyes, tan reales o más, como las que constatamos en cualquier dominio científico.

Si examinamos este asunto, hemos de reconocer que uno de los grandes descubrimientos de la física contemporánea ha sido que las fórmulas matemáticas que funcionan correctamente para describir las partículas elementales y las fuerzas, electromagnética, nuclear fuerte y nuclear débil, poseen diversos tipos de simetría.

Las simetrías presentes en las fórmulas matemáticas que mejor representan a la naturaleza significan que no cambian aunque cambien los ejes de coordenadas, los cuales pueden entenderse como el marco de referencia o más intuitivamente, como el punto de vista del observador.

En general, los físicos conciben la belleza de sus fórmulas como una propiedad igual a la simetría[i].  Por ejemplo, un cuadrado se ve igual aunque rote el punto de vista cualquier número de grados.

Dicho de otro modo, las leyes de la naturaleza no cambian de forma ni de contenido cuando cambia el punto de vista. La realidad es la que es, con independencia del observador.

La pregunta que debemos hacernos es si dicho principio real puede ser extrapolado más allá de la física o si incluye o compromete de algún modo similar tanto a la biología como a la conducta humana.

Obviamente los tipos de simetría que afectan a dominios diferentes a los de la física, como los de la conducta humana, pueden ser otros a los de la geometría, el espacio, la rotación, las partículas elementales o las fuerzas físicas.

En relación al conocimiento, el juicio de verdad o falsedad toma como patrón la cosa misma y lo que se juzga desde ella, en términos de verdad o falsedad, es cómo la representa un observador.

Ahora bien, ese criterio de verdad equivale a que el observador verifique un papel similar al que haría un espejo fiable que devolviera la imagen exacta de la cosa reflejada en él.

En este sentido, si la imagen que tiene el observador refleja fielmente a la cosa en sí, se puede decir que ambos polos (la idea de la cosa y la forma de ésta) son simétricos. La objetividad de la imagen equivale punto por punto a la información emitida por el objeto. Aquí habría una traslación, desde el campo material que ocupa el objeto, al campo representacional de la conciencia del sujeto.

En el caso de que ambos no fueran simétricos y tomando como patrón a la cosa en sí, es obvio que la imagen atribuida a la cosa sería falsa.

Pensemos ahora en lo que pasa con la verdad comunicacional, es decir en relación con aquella información que un sujeto transmite a otros acerca de alguna cosa o acerca de sí mismo mediante algún mensaje verbal.

Diríamos que el mensaje sería falso o mentira cuando el mensaje transmitido no sea simétrico con la creencia correspondiente en el sujeto que lo emite. No sería falso si el mensaje hace el papel de espejo de la creencia con la que se relaciona y es recibido por el receptor, también, en relación simétrica con la del sujeto emisor.

La verdad tendría que ser una, con independencia del lugar en el que la cosa sea representada. Por lo tanto las verdades representan simetrías de las cosas a las que hacen referencia.

De ahí se puede desprender un criterio de belleza fundado en la expresión fidedigna de las cosas. Si examinamos el concepto de fealdad en relación con el anterior, esta reside en la ocultación o la expresión deformada de la realidad.

Ahora bien, la verdad, que es principio trascendental del conocimiento, no puede limitarse a la representación fidedigna de cosas materiales y, de hecho, hay otra multitud de objetos a los que es necesario aplicar el mismo o similar criterio.

La realidad no se reduce a objetos tangibles o perceptibles del mundo físico. Sin ir más lejos, las cosas materiales y las radiaciones dan lugar a tipos de conocimiento universales como son las leyes físicas que rigen en ellas y en sus interacciones.

Hay leyes constitutivas y funcionales en esos ámbitos que describen o explican (o al menos lo intentan) la totalidad de esas cosas y la de sus interacciones, las cuales no son meras construcciones conceptuales sino representaciones de las realidades a las que se refieren. Ocurre prácticamente lo mismo en la mayoría de las ciencias como son la química y la biología.

Parece claro que los científicos, o al menos, una parte nada despreciable de ellos, tienen como objetivo el acceso a la verdad, en tanto conocimiento de la realidad, en sus respectivas áreas.

Esto implica que su peor enemigo sería su distorsión, la cual siempre vendrá dada por sesgos aportados por la subjetividad, el reduccionismo o los prejuicios formados por creencias falsas.

La realidad es, necesariamente, una entidad de amplitud universal y su conocimiento también ha de serlo. Tal vez, por eso en la física ha funcionado tan bien partir del criterio de la simetría en sus formulaciones matemáticas relativamente recientes.

Un ámbito que ha sido y sigue siendo especialmente escurridizo para entroncarlo en la realidad y aportarle un sólido fundamento, dados los intentos fallidos que se han efectuado al respecto, es el de la psicología en general y todo lo que está estrechamente relacionado con la conducta humana.

De hecho los intentos que se han efectuado, para hacer de la psicología una ciencia, la han conducido a un reduccionismo materialista tan grosero o a una inmaterialidad tan peregrina, que cualquier parecido de sus teorías con la actividad humana ha llegado a ser mera coincidencia.

Tal como he expuesto reiteradamente en diversos libros y artículos, la psicología humana necesita imperiosamente llegar a ser una psicología metafísica para que pueda entenderse algo del ser humano, lo cual implica seguir el ejemplo de la física contemporánea en su investigación de la realidad.

Lo que parecía más difícil, que la física accediera a acercarse tanto a la realidad de su objeto como lo está ahora, ayudada especialmente por unas matemáticas, que casi se podrían describir como ideales, se está llevando a cabo, mientras algo aparentemente más cercano como las ciencias humanas siguen estacionadas en unas versiones que, como poco, continúan estando seriamente limitadas y sesgadas ideológicamente.

Y dentro del ámbito psicológico, tanto en materia personal como social, en los que nos topamos con los más amplios abanicos de opiniones, los más acuciantes son los de la moral y la ética, respectivamente.

Por ejemplo, si nos fijamos en las dos definiciones más extendidas del concepto justicia como son la justicia distributiva y la conmutativa, entendiendo por la primera un reparto justo de bienes) y, por la segunda, un intercambio justo o equivalente de los bienes que se intercambian, parece que también contienen alguna forma de simetría referida a la medida de lo que se da y lo que se recibe, en términos de valor (existencial), de tal forma que en la distributiva se reparta objetivamente lo mismo a todos aquellos que forman el conjunto de los receptores, mientras en la conmutativa sea simétrico el valor de lo que ambos reciben mediante lo que se dan recíprocamente en el intercambio.

Pero las simetrías en terreno del conocimiento parecen ser diferentes a las presentes en el ámbito de la existencia (como las referidas a la justicia).

En materia de input el hombre verdadero funciona como un espejo que no deforma la imagen de la cosa. En materia de output o existencial, el hombre justo es aquel que trata a los demás de forma similar a como se trata a sí mismo, ajustando la dación y la recepción de bienes a criterios constantes que se ciñen a la conservación de la realidad.

No obstante, hay una cuestión regional que puede aportar un sesgo importante en la aplicación de estos tipos de simetrías generando asimetrías.

Por ejemplo, si nos fijamos en la noción corriente de egoísmo, es obvio que impera una subjetividad muy intensa en la aplicación de criterios de muchos tipos, la cual está muy relacionada con la injusticia y otros muchos defectos éticos relevantes.

El individuo egoísta tiende a romper muchas formas de simetría por medio de sus representaciones, sus valoraciones y sus actos.

Esto es extensible a grupos que aplican diferentes criterios al referirse a ellos mismos, en contraste con los que aplican a otros grupos diferentes.

Pensemos en dos grupos contrapuestos que han entrado en guerra por sus respectivos intereses.

¿Acaso los miembros de ambos grupos valoran por igual las acciones propias y las del contrario? ¿Se transmiten el conocimiento de forma que eviten la propagación de mentiras a los miembros de ambos grupos?..

Es obvio que la designación de un enemigo abre la puerta a la implantación de dos modos muy diferentes, si no opuestos, de conservación o rotura de las simetrías implicadas. De hecho las guerras, aunque no lleguen a ser sangrientas, implican la destrucción de todas las simetrías posibles.

Basta estar en uno de los dos lados para que el propio sistema de referencia interno mute ciento ochenta grados en su trato o consideración de los propios y los contrarios.

“Lo mío” o “lo nuestro” emplean un localismo radicalmente asimétrico con “lo tuyo” o “lo de ellos” que altera por completo las simetrías internas del individuo y las del propio grupo en contraste con “los otros”.

En este caso los criterios éticos o morales, entran en una subjetividad individual o grupal que, directamente, les arrebata su potencial universalidad y su posible carácter real. Dejan de ser reales y se convierten en irreales.

Ahora bien, en el universo parecen converger dos corrientes físicas de hechos regidos por fundamentos diferentes.

Por una parte hay una evolución o desarrollo orientado a la construcción de entidades y estructuras muy complejas, como la vida, el ser humano y la propia conciencia, las cuales resultan inexplicables físicamente, debido al segundo principio de la termodinámica que opera en el sentido contrario.

La primera orientación parece mediada físicamente por la gravedad que genera una distribución espacial heterogénea de la energía, tal como notamos vulgarmente en las estructuras de las cosas materiales macroscópicas. La segunda se refiere a una entropía creciente y a producir una homogeneidad de la energía en el espacio.

De la primera depende la emergencia de la vida, una evolución constructiva, una diversidad creciente de seres y cosas, y una simetría ascendente. La segunda tiende a producir la demolición de las estructuras, frío, muerte y destrucción.

Lo cierto es que pugnan entre ellas dando lugar a un dinamismo multiforme que la conciencia humana puede apreciar a simple vista. La física, sencillamente, confirma que esas dos corrientes de hechos poseen sus correspondientes manifestaciones objetivas.

Lo más asombroso de todo esto es que la mayoría de miembros de nuestra especie posee la capacidad de adherirse a una de las dos corrientes contrapuestas.

Está la facción que se adhiere al bien, el amor, la paz, la belleza, el respeto a lo otro, la cooperación y a que cada cual se gobierne a sí mismo siendo fiel a la realidad.

La facción opuesta se adhiere a la maldad, la guerra, la fealdad, la mentira, la soberbia, la posesión de otros, y, sobre todo al poder sobre los demás.

Aunque la explicación de esas adhesiones individuales es compleja, parece que el factor más decisivo que lleva a apostar por la asimetría destructiva es una autovaloración que raya lo infinito y un desprecio estructural a todo(s) lo demás: el narcisismo que es, sustancialmente, anti-realismo.

Y quienes operan así guardan con celo para ellos mismos su propia estructura mientras están dispuestos a la destrucción de todo lo demás.

Por último he de mencionar el hecho de que, de las tres visiones del mundo por las que ha atravesado nuestra historia occidental, de las que se derivan tres modelos diferentes de ser humano: la persona, el individuo y la partícula, que se corresponden respectivamente con las creencias del cristianismo original ya maduro, del liberalismo y del comunismo, solo la primera conserva las simetrías reales.

Lamentablemente, a día de hoy el liberalismo, en su versión más narcisista y antropocéntrica, que incluso ha superado con creces las metas del calvinismo original, ha absorbido al comunismo elaborando un modelo extremo de humanidad dual, de liberalismo para los amos y de comunismo para la masa informe de los esclavos proletarios, revirtiendo el proceso civilizatorio original y cuya estructura es la asimetría absoluta, a la que se ha dado en denominar globalismo.

[i] Ya sean, la traslacional, la rotacional o la de gauge, implicada en el electromagnetismo.

13 Comments
  • Francisco J. Guerra on 14/01/2021

    Me parece precioso este concepto de simetría y cómo lo argumentas. Un saludo.

    • Carlos J. García on 19/01/2021

      Sin duda, en física la noción de simetría pertenece a un campo de investigación que puede contribuir a aclarar mucho las leyes del universo, pero creo que también debe trasladarse a la conducta humana, dado que puede enriquecer la percepción de las estructuras de personalidad, de las relaciones interpersonales y de otros asuntos relacionados, aportando fundamento real a leyes que, en la actualidad se han metido en el cajón de la subjetividad irreal.
      Muchas gracias por tu comentario.

  • Francisco on 15/01/2021

    Fantástico el artículo y la conclusión exacta me ha gustado mucho cuando dices mas o menos: «El liberalismo los amos y el comunismo para la masa». Es lo que está sucediendo. Gracias

    • Carlos J. García on 19/01/2021

      La frase que citas se refiere a una injusticia flagrante que, lamentablemente, se está agudizando cada vez más.
      Gracias por tu comentario.

  • Jesús Domínguez on 17/01/2021

    Buenos días Carlos y antes de nada, te transmito mi alegría por volver a disfrutar de tus reflexiones llenas de contenido y Realidad. Yo con lo que me quedo es que evidentemente la Realidad es simétrica así como sus transcendentales y, por su puesto, las relaciones que mantenemos entre Seres Reales, tanto en nuestra dación como en nuestra recepción con el único objetivo de la conservación de la Realidad. Sin embargo, nuestra relación de Seres Reales con agentes anti reales va a ser siempre asimétrica con la rotura de esas simetrías Reales. El ente anti real destruye toda simetría Real posible en un desprecio absoluto al Ser Real y a la Realidad.

    Gracias nuevamente Carlos por tu generosidad compartiendo con nosotros tus pensamientos y reflexiones.

    Un fuerte abrazo

    Jesús

    • Carlos J. García on 19/01/2021

      Creo que tu interpretación es correcta. La rotura de diversas simetrías en el ente anti-real tensiona las relaciones que los seres reales establecen con ellos y acaba dañando a estos salvo que vean lo que ocurre sin dejarse engañar por aquellos.
      Gracias por tu comentario.

  • Ignacio BM on 17/01/2021

    Un artículo de 10, en el que hilas muy fino. No creo que se te deba rebatir nada.
    Suelo pensar en torno a la realidad que conservan en la actualidad o poseen las diferentes áreas de conocimiento, ya que estoy en contacto de manera elemental con ellas. La conclusión a la que llego es que aquellas más sujetas a interpretación personal y más servibles a la manipulación anti-real, son las que más irrealidades contienen en sus exposiciones.
    Un placer leerte en Domingo.

    • Carlos J. García on 19/01/2021

      Es más fácil imponer subjetividades anti-reales en áreas que requieren ciertas interpretaciones que en otras cuya evidencia es más sólida o mucho menos discutible, pero eso, en mi opinión, se debe a la falta del rigor suficiente en todo lo que se refiere a ciencias humanas que, obviamente, están mucho menos desarrolladas.
      Gracias por el comentario.

  • Nacho on 17/01/2021

    Hola Carlos, me gusta este artículo y me alegro de que hayas vuelto a escribir. Solo un par de ideas rápidas:
    Para mí el liberalismo nacido de la Revolución Francesa es la hipocresía de, en un primer momento, defender el gobierno del pueblo libre y en un segundo manejar a la masa a su antojo eliminando la libertad individual. El proceso por el que esto se ha conseguido es sofisticado.: lo primero, hay que eliminar a Dios Lo segundo es eliminar cualquier posibilidad de autogobierno creando un cuerpo de ideas que eliminen la posibilidad de que un ser humano tenga significado por sí mismo y solo pueda encontrarlo en el seno de la masa a la que se quiere manipular. Desactivado el individuo, las masas son hoy más que nunca fácilmente manipulables con el control de la información.
    Comparto lo que dices sobre las simetrías pero yo creo que si hay una esencial a remarcar es la que se establece entre ser y existencia. Es automática en todos los seres vivos menos en el ser humano. Además en fisica una simetría siempre da lugar a una ley de conservación. En el terreno de la psicología las simetrías que citas dan lugar en mi opinión a la conservación de la especie. La consciencia tiene un poder muy grande: aunque está sometida a las leyes de la naturaleza, puede no obedecerlas y ello produciria su extinción. Ser justo, decir la verdad, preocuparse por conocer bien, en definitiva sintonizar ser y existencia, son valores morales que se siguen necesariamente en una especie consciente que no quiera extinguirse.
    Yo creo que la adhesión al mal proviene de no entender la simetría ser-existencia. Esta implica el autogobierno y no hay ser más dependiente que el narcisista. Por supuesto esto rompe la conservación de la especie pero también la posibilidad de alcanzar una sensación de paz, plenitud y equilibrio. El narcisista postula su superioridad porque no hay nada en el mundo que le muestre que lo es. Su dependencia de los otros es tal que invariablemente se siente víctima de ellos. Salen de eso con un desprecio total de los demás. El irreal se echa la culpa a sí mismo. En ambos casos de forma totalmente irracional.
    Finalmente estoy de acuerdo en tu conclusión final.
    Gracias por compartir de nuevo tus reflexiones. Un abrazo

    • Carlos J. García on 19/01/2021

      En mi opinión, el dogma de la negación de Dios y, precisamente, por ser una negación dogmática, ha perseverado a lo largo de la historia moderna y contemporánea sin dar tregua alguna que permitiera una suficiente investigación racional, no solo de su posible carácter real, sino también del papel que dicha Entidad imprime a la constitución personal del ser humano.
      La emancipación y absoluta liberación del ser humano de una entidad superior a él mismo tiene efectos tan nocivos como el hecho de haberse generado un antropocentrismo extremadamente irreal, que ha terminado por vaciar de esencia al ser humano.
      Su sustitución por el estado moderno, como si ambas entidades fueran equivalentes ha resultado ser un enorme fracaso, precisamente porque el estado no genera personas autónomas y reales, sino dependientes y sumisas.
      Estoy de acuerdo en tu referencia a la relación entre las simetrías y sus efectos en las leyes de conservación. Además, la que juzgas como más importante referida a la relación ser-existencia, yo también creo que es la más relevante de todas, al menos en nuestra especie.
      En cuanto a la rotura de las simetrías en el ente anti-real yo creo que, no es que no entiendan la simetría ser-existencia, sino que, dado su narcisismo, directamente rompen las leyes que la generan por el hecho de ponerse por encima de todo y también de las leyes de conservación de la especie.
      Gracias a ti por tu comentario.

  • Celia Perez on 18/01/2021

    Querido Carlos:

    Andábamos huérfanos de tus píldoras explosivas de conocimiento. Se agradece muchísimo otra más para que crezcamos en el conocimiento de la realidad, algo que deberíamos hacer diariamente o al menos semanalmente.

    Me ha parecido una extraordinaria explicación de la vinculación de todo lo que existe con las leyes que rigen el universo, no solo desde el punto de vista material sino también moral.

    Me asalta una duda: explicas que en el universo parecen converger dos corrientes físicas de hechos regidos por fundamentos diferentes. ¿Debe entenderse entonces que la antirealidad estaría explicada por estas dos corrientes físicas divergentes? Es decir, ¿las propias leyes del universo permiten y justifican la destrucción? Un abrazo,

    • Carlos J. García on 19/01/2021

      Tu pregunta es magnífica ya que va directa al origen de todo y, en particular, hace referencia a si hay un solo principio que explique el universo o, si, por el contrario, hay dos, como, por ejemplo, en el maniqueísmo.
      Entiendo que hay otras posibles explicaciones, aunque voy a empezar por poner un ejemplo metafórico.
      En un estado de derecho hay una constitución y unas leyes destinadas a regir la convivencia y la conservación de la propia nación.
      Ahora bien, hay quienes las cumplen y otros que no lo hacen. Los que actúan de este último modo violan las leyes que explican su propia existencia en dicha sociedad pero se rigen por otra ley muy efectiva que es la de su propia conservación tal como son, asimétricos.
      Siempre he creído que el universo no es una sistema tiránico ni rígido sino un sistema que hace posible que algo exista y, además, que genere diversidad. A Dios parece que no le gusta que seamos marionetas, ni que todos seamos idénticos. Si fuera así, un universo puramente mecanicista debería ser explicado, no como una creación capaz de existir con cierta independencia de Él, tal como es, sino que no habría creado nada diferente a sí mismo, ya que de Él dependería todo lo que fueran o hicieran los seres vivos, con esencia de títeres.
      El ser humano, dotado de la capacidad de sublevarse contra las leyes de conservación de la vida y, en particular, de nuestra especie, tiene conciencia de lo que hace, para bien o para mal, y puede elegir romper las simetrías que explican la conservación de la vida.
      No es que las leyes unívocas no estén ahí, pero son las personas las que las rompen al no subordinarse a ellas.
      No sé si habré respondido a tu pregunta tal como se merece pero es digna de una indagación tan profunda que requiere otros espacios mucho más amplios.
      Gracias por hacerla.

  • Belén on 22/01/2021

    Hola, Carlos:

    Muchas gracias por tu artículo. Me ha encantado. Ha resonado directamente con un campo en el que llevo mucho tiempo trabajando. Y con conexiones que había establecido entre sistemas físicos y seres reales.
    Ha sido como un catalizador para ponerme a escribir y aclarar ideas.

    Transcribo aquí el texto que te envié hace unos días en relación a tu artículo.

    Mi texto (previo a la pregunta de Celia) se centra precisamente en la pregunta de si hay o no dos principios o dos tendencias opuestas en la naturaleza.
    En él aclaraba esta cuestión tomando como referencia lo que ocurre en física.

    ———————————————————————–

    Texto 17 Enero 2021

    “Creo que no es necesario que haya dos principios opuestos que rigen los sistemas.

    Creo que la ley que rige los sistemas es simétrica.

    Y que son los estados de los sistemas regidos por las leyes los que rompen o no la simetría de la ley.

    Lo que sí que es cierto es que, de manera efectiva, los sistemas se regirán por leyes distintas dependiendo de si su estado rompe o no la simetría original.

    Esto es exactamente lo que ocurre en física, como explico a continuación.

    PRELIMINARES: CATEGORIAS DE CONCEPTOS

    1) Las leyes que gobiernan los sistemas
    2) Las simetrías de dichas leyes
    3) Los estados de los sistemas gobernados por las leyes
    4) Las simetrías de dichos estados
    5) Las leyes efectivas que rigen un sistema en un estado determinado
    6) Las simetrías de dichas leyes efectivas

    LAS LEYES SON MAS SIMETRICAS QUE LOS ESTADOS

    Las leyes que rigen los sistemas físicos son típicamente más simétricas que los estados que forman los sistemas que se rigen por ellas.

    EJEMPLO: LA LEY DE COULOMB Y EL ESTADO CRISTALINO

    La ley de Coulomb, que rige la interacción entre cargas, tiene simetría de traslación y de rotación.

    La interacción entre dos cargas solo depende de la distancia entre ellas. Queda invariante si trasladamos ambas cargas por una distancia arbitraria o si rotamos una respecto a la otra un ángulo arbitrario.

    Sin embargo, un sistema de átomos (los iones cargados de dichos átomos), regidos por la ley de Coulomb, pueden formar un cristal.

    En dicho estado cristalino los átomos se ordenan espacialmente formando una estructura regular en la que guardan distancias fijas y ángulos fijos entre ellos.

    El cristal ya no es simétrico bajo rotaciones y traslaciones arbitrarias, como lo era la ley que lo originó (y que lo sigue rigiendo). Solo conserva simetría respecto a un conjunto discreto de traslaciones y rotaciones.

    Decimos que, al ordenarse, los átomos han roto espontáneamente la simetría de la ley que les gobierna.

    LA LEY EFECTIVA A BAJA ENERGIA

    Una vez formado el estado cristalino la ley que de modo efectivo le rige (a baja energía, es decir, siempre que no ocurra algo dramático) es la de conservar el estado ordenado de simetría rota.

    Un cristal no quiere dejar de ser cristal. Y todo lo que le ocurre a baja energía puede entenderse de manera efectiva como un no dejarse perturbar por nada que le intente alejar de ser cristal. Es un estado rígido.

    LA ANTI-REALIDAD Y LOS ESTADOS DE SIMETRIA ROTA

    Encuentro claros paralelismos entre un estado de simetría rota y un ente anti-real.

    El estado de simetría rota se forma rompiendo la simetría de la ley original.
    Conserva a toda costa su estado de simetría rota.
    Su ley es no dejarse hacer por nada que perturbe su estado no simétrico.
    Su interacción con el entorno se rige por esa ley.

    LOS ESTADOS SIMETRICOS

    Por supuesto, los sistemas físicos pueden formar también estados simétricos, que conservan todas las simetrías de la ley original.

    Sin embargo, estos estados no tienen ningún orden interno. Son estados desordenados. Son estados líquidos.

    LOS ESTADOS TOPOLOGICOS

    Durante mucho tiempo se creyó que la existencia de orden en los sistemas físicos implicaba necesariamente la rotura de una simetría. Esta creencia se basaba en la experiencia de que los órdenes conocidos: cristales, ferromagnetos, superconductores, … se forman rompiendo una simetría de la ley que los rige.

    Esta creencia es, sin embargo, falsa.

    De modo maravilloso, la naturaleza permite la existencia de estados, llamados topológicos, tales que

    1) respetan todas la simetrías de la ley que los rige
    2) generan (“autogeneran”) una organización interna emergente
    3) su orden interno se rige por una ley efectiva aún más simétrica que la ley original.

    EL SER REAL Y EL ESTADO TOPOLOGICO

    Llevo muchos años estudiando los estados topológicos de la materia.

    Siempre he relacionado la emergencia de un estado topológico con la emergencia de un ser real, de un yo real que

    1) respeta las simetrías de la realidad
    2) genera un orden interno emergente que respeta dichas simetrías
    3) interacciona con el entorno preservando su esencia (su orden interno) y preservando las simetrías de la realidad

    Pero no ha sido hasta leer tu artículo que se me ha ocurrido la idea de conectar los estados de simetría rota con los entes anti-reales.

    ————————————————————————————–

    Muchas gracias por tu artículo, Carlos.

    Un abrazo,

    Belén.

Deja un comentario