Blog de Carlos J. García

La realidad y «yo»

Los corchetes entre los que se encuentra la palabra yo en el título del presente artículo no significan que yo posea un significado dudoso, ideal o virtual, sino que dicha palabra universalmente utilizada por todo ser humano adquiere un significado concreto en cada uno al tiempo que, también, lo contiene universal.

Como pronombre, del nombre propio con el que se designa un concreto ser humano, al ser empleado en los enunciados de lo que él mismo hace o de lo que él mismo es, como, por ejemplo, en la expresión «yo pienso…» invoca el carácter real del propio ser para sí mismo.

La persona es consciente o reconoce en sí misma que es algo o alguien real y/o que hace alguna actividad de relacionarse con alguna otra cosa, lo cual lleva implícito el reconocimiento de que existe en relación, o, mejor dicho, de que coexiste con otras cosas o seres existentes.

Es impensable una persona en aislamiento existencial o, si se piensa en tal estado, el propio carácter real de la persona se desvanece.

Por su parte, la intuición de la realidad, o de realidad es consustancial a algo que posee una propiedad que la hace diferente a alguna otra cualidad distinta.

En principio, solo cabe distinguir la realidad de una idea de la imaginación que no posea dicha cualidad o que no se refiera a algo real. Es decir, hay ideas que se refieren a cosas reales, e ideas elaboradas por la propia mente, producidas por un ser real, como es una persona, que están privadas o vacías de significado real, o simplemente de realidad.

No obstante, no es que tales ideas carezcan de toda función en las tareas intelectivas de una persona. La imaginación, sobre todo, sirve para elaborar, buscar y probar el potencial de ideas que puedan significar cosas reales o propiedades de cosas reales.

Hay una clase de ideas que vienen dadas directamente de sentir la actualidad de determinadas cosas con las que la persona interacciona, pero hay otra clase de ideas que es necesario elaborar para poder incorporar al propio conocimiento cosas que no vienen dadas fácilmente por los sentidos.

Se puede decir que hay cosas cuyo conocimiento es más o menos inmediato y otras cuyo conocimiento es remoto e intrincado. La idea de un árbol cualquiera viene dada por los datos que tal cosa ofrece directamente a las sensaciones, pero, por ejemplo, la idea del espacio físico real o la idea de tiempo, son de extrema complejidad.

Las sensaciones que tenemos de algunas clases de cosas reales son pocas y, a menudo, difíciles, y de lo que se trata, si se desean incorporar al gran sistema de información que la mente elabora por y para conocer el mundo y la realidad, es de tantear ideas y contrastarlas con los datos, es decir, imaginar hipótesis y probarlas cotejándolas con la información que esas cosas nos den.

Ahora bien, la producción de ideas como meras posibilidades de representación, no se limita a responder a la pregunta ¿qué es?, sino que hay otra pregunta importante que también puede demandar el uso de la imaginación. Se trata de la pregunta ¿por qué es?

En el caso de dicha pregunta, las respuestas pueden ser más fáciles o más difíciles, como ocurría en el caso anterior, y, en el caso de las más difíciles la imaginación vuelve a tener un papel muy importante.

Dado que no se trata solamente de representar lo que hay, sino también de comprenderlo y explicarlo, mediante modelos de representación de sus modos de producirse, generarse o causarse, a menudo hay que imaginar cómo es posible que algo sea u ocurra, tal como ocurre o tal como es, para, en un segundo momento, seleccionar de todas las ideas posibles aquella que mejor cumpla dicha función explicativa.

Además, la imaginación no solo sirve para hacer conocimiento tanteando diversas posibilidades, sino que puede efectuar la misma función en el orden práctico, al tantear posibles decisiones de acción, diferentes modos posibles de hacer las cosas, examinar posibles consecuencias, etc.

Los niños emplean mucha imaginación en sus juegos, que se destinan fundamentalmente al descubrimiento de la realidad, el mundo y a sí mismos, tanto en el orden teórico como en el práctico, y, en este caso, es tan importante como cuando las personas adultas investigan el universo real o sus posibles decisiones.

No obstante, dicha facultad, que cabría decir que es portentosa, es de libre disposición para todo el mundo como lo es cualquier otra facultad humana disponible, y, por lo tanto, puede ser utilizada con otros muy diversos fines de interés existencial como la elaboración de ficciones literarias[i], las artes constructivas como la arquitectura, la invención de máquinas, etc.

Además, la imaginación también puede servir para generar problemas, dificultades innecesarias, producir creencias falsas, etc., pero no me extenderé en este punto.

Se trata de que la imaginación esté en buena relación con algo tan trivial como la realidad, es decir, que no se destine a poner en tela de juicio a la propia realidad, tómese como algo que es, como algo que existe o como algo que es y que existe. Usar la imaginación para elaborar hipótesis de la inexistencia de la realidad o del carácter irreal de la realidad es como dar un golpe de estado contra todo aquello que hace posible nuestra propia existencia.

El «yo» que niega la realidad, se niega a sí mismo, mientras el «yo» que no la niega, la afirma y la reconoce, se afirma a sí mismo.

El enunciado «hay algo que no tiene realidad» carece de sentido y es contradictorio en sí mismo. Los términos algo y realidad son sinónimos, y, en ambos casos, opuestos a las ideas de la imaginación que no se refieran a algo, a algo real, o, en el peor de los casos, a algo existente en el mundo que se pueda distinguir de la propia idea imaginada.

El idealista afirma que el pensamiento es la única realidad y que fuera del pensamiento no hay nada, olvidando o negando que el pensamiento está privado de realidad propia y que, solo vale,  cuando presenta o significa alguna existencia real que, obviamente, no sea otro mero pensamiento.

Ahora bien, el hecho de que el pensamiento esté privado de realidad propia no es accidental, sino que en eso radica su esencia: es exactamente lo opuesto a la realidad y su única función es la de servir de medio para que el ser humano pueda realizarse o constituirse como un ser dotado de realidad.

Cuando el idealista afirma que él mismo, en tanto persona que piensa, no es real, pasando a formar parte de su mero pensamiento como mera idea sin significado real alguno, está haciendo la afirmación subyacente de que él mismo es una simple idea.

¿Qué significado tiene afirmar que uno mismo es una mera idea? ¿Qué capacidades tienen las ideas por sí mismas? Ninguna. Las ideas son productos de la facultad de la imaginación,  no productos de ideas. Las ideas no piensan. Es la persona la que piensa las ideas.

Siendo simple idea, el idealista ni siquiera podría pensar que es una simple idea. De ahí que la negación de la realidad que efectúa es de carácter nulo y queda reducida al absurdo.

La frase «yo soy una mera idea», no solo es absurda, sino que es impronunciable por alguien que no puede producirla por carecer de imaginación. Se trata de un problema psicológico de identidad personal que se denomina idealismo.

La conclusión, como no podía ser de otro modo, es que la realidad es real y que el pensamiento sin ella no puede serlo.

[i] Una obra de ficción idealista muy divulgada es: GAARDER, JOSTEIN; El mundo de Sofía. Novela sobre la historia de la filosofía; trad. del original de 1991 de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo; Ediciones Siruela; Madrid, 1994

1 Comment
  • Francisco on 15/11/2017

    Desprendo que la imaginación puede ser un comienzo, el inicio de un análisis para llegar a la verdad y al conocimiento de la realidad, es una forma de comienzo creativa para buscar la verdad.