Blog de Carlos J. García

La pasión por tener

La pasión tiene dos caras diferentes. Por un lado, una pasión es una cierta actitud que contiene una intensa tendencia hacia algo, que absorbe una gran cantidad de energía de quien la sostiene. Por otro, una pasión, es una forma de padecimiento, lo cual está totalmente vinculado a un sentido negativo como daño, dolor, castigo, enfermedad, etc.

La primera de estas dos caras tiene una dimensión activa, mientras, la segunda, es una dimensión pasiva.

Podría pensarse que quien sostiene una actitud pasional hacia algo, la misma le hará padecer algún tipo de sufrimiento, pero esto no es necesariamente así.

Hay pasiones cuyos efectos pasibles no los experimenta el sujeto de la pasión, sino su objeto.

De tal modo, cuando, por ejemplo, alguien sostiene una pasión consistente en poseer a otra persona, tomándola como objeto de sus apetencias, no podrá causar en esta un cierto padecimiento en el proceso del apoderamiento, sino que el previsible daño crecerá si llegara a consumarse la apropiación indebida.

Así, el sujeto que se apodera de la otra persona, no solo disfrutará en el proceso de conquista, sino que, también, lo hará aún más, cuando la haya consumado. De forma concomitante al placer experimentado por quien se apropia, tendremos el padecimiento de la persona desposeída de su propia sustantividad. En este tipo de casos, se refleja la polisemia del término pasión.

Este tipo de casos ilustra con bastante claridad la oposición fundamental, entre ser y tener, que Fromm puso de manifiesto en su obra Tener o ser [i].

El concepto de propiedad incluye, además del significado de que algo forma parte integrante de una cosa, la noción de dominio sobre algo.

Estos dos significados del término propiedad, no permiten precisar con exactitud si esta es, en el sentido científico del término, una cualidad inherente a una cosa, o, si no siendo eso, viene dada por el dominio o poder que tiene alguien para usar de algo.

Más allá de esa distinción, nos encontramos con la diferencia entre «tener» y «ser». El término propiedad parece valer igual para aquello que forma parte integrante de un ser o cosa (el sentido de ser), como, también, para aquello que alguien tiene, sin que forme parte integrante de dicha persona (el sentido de tener).

Por tanto, mientras tener consiste en que algo caiga bajo el dominio de algo o de alguien, las propiedades de ser, no es que caigan bajo tal dominio, sino que son constitutivas del ser que, inherentemente, las posee.

Ejercer dominio sobre algo externo al ser, es apropiarse de algo, es decir, obtenerlo y tenerlo, poniéndolo bajo el radio de acción de las fuerzas del poseedor, controlándolo, o, en su caso, usurpando sus actividades, sustituyendo a su natural propietario.

Así, se puede distinguir lo que es propio, o no lo es, de un ser o de una cosa, de ese otro tipo de relaciones de dominio o poder sobre un ser o una cosa.

Ahora bien, en la citada obra, Fromm pone de manifiesto que tener y ser pueden ser formas de designación de dos modalidades radicalmente opuestas de estar en el mundo:

«Este examen preliminar del significado de tener y ser nos lleva a estas conclusiones:

Con ser o tener no me refiero a ciertas cualidades o propiedades de un sujeto en afirmaciones como éstas: “Tengo un auto” o “soy blanco” o “soy feliz”. Me refiero a dos modos fundamentales de existencia, a dos tipos distintos de orientación ante el yo y ante el mundo, a dos tipos distintos de estructura del carácter cuyo predominio respectivo determina la totalidad del pensamiento, de los sentimientos y de los actos de la persona.

En el modo de existencia de tener, mi relación con el mundo es de posesión y propiedad, deseo convertir en mi propiedad todo el mundo y todas las cosas, incluso a mí mismo.

En el modo de existencia de ser, debemos identificar dos formas de ser. Una se opone a tener, como se ilustra en la afirmación de Du Marais, y significa una relación viva y auténtica con el mundo. La otra forma de ser se opone a la apariencia y se refiere a la verdadera naturaleza, a la verdadera realidad de una persona o cosa que se opone a las apariencias engañosas, como se ilustra en la etimología de ser. (Benveniste).» (pp. 40-41)

Una cuestión es, si quienes viven en el modo existencial de tener, cuando están frente a quienes viven en el modo existencial de ser, actúan igual que lo hacen ante cualquier cosa que carezca de actividad propia.

Si es así, su actitud de apropiación de las cosas y de los seres, propiamente dichos, será idéntica y, por lo tanto, se obstinarán en su apropiación, aun cuando pudiera derivar en la destrucción de su objeto.

Es posible que, en este ámbito, hablar de un par de actitudes generales, como hace Fromm, esté bien y, de hecho, parece que tal distinción haría una referencia bastante acertada a la diferencia que hay entre personas reales y anti-reales.

No obstante, no parece que se pueda llegar al fondo de este asunto, si no se hace un análisis de las relaciones de propiedad que se pueden dar con una diversidad de objetos de distinta naturaleza.

Planteado en otros términos, ¿cómo afectan los diferentes modos de relación de un sujeto con un objeto, sobre el que tiene, u obtiene, propiedad? ¿Afectan los apoderamientos a las propiedades que, de suyo, posee lo apropiado?

En principio, hay varios modos de tener algo. Por ejemplo, refiriéndonos, tanto a cosas, como a personas, animales, etc., podemos poner los siguientes:

  • El propietario le da algún bien, algo bueno o un buen trato a aquello que tiene.
  • El propietario le da algún mal, algo malo o un mal trato a aquello que tiene.
  • No le da, ni algo bueno, ni algo malo, a lo que tiene.
  • Le da un uso o fin, utilizándolo como medio, herramienta o instrumento, de modo, ya sea correcto o incorrecto, según sea el objeto.
  • El propietario exige o demanda a una persona, un cierto volumen de actividad funcional que es compatible con lo que aquella pueda dar de sí, o lo contrario, …

Es decir, entre un propietario, y aquello de lo cual es propietario, pueden darse, fundamentalmente, tres tipos de relaciones:

  • El propietario ejerce su actividad con respecto a lo poseído, contribuyendo al bien de lo poseído y aportándole actividades funcionales o trabajo propios que sirven al bien de aquello que posee.
  • El propietario ejerce su actividad con respecto a lo poseído, cuidando de no perjudicar a lo poseído y para ello respeta las propiedades que, de suyo, constituyen el ser o la cosa que posee.
  • El propietario ejerce su actividad con respecto a lo poseído sin respetar sus propiedades y, por lo tanto, descuidándolo e incluso dañándolo o destruyéndolo.

De ahí que la conducta propia, o impropia, del poseedor en relación con lo poseído, parece que debe incluir algún significado acerca de qué o quién sea el propietario, y de qué o quién sea su propiedad.

Es obvio que, quienes presentan la actitud general de tener, en el sentido del que habla Erich Fromm, y, por lo tanto, de tenerlo todo, incluyen tres facetas dentro de tal actitud. La primera, es que tratan de obtener todo y, por lo tanto, no tienen demasiados escrúpulos respecto al modo de su obtención. La segunda, es que el trato que dan a lo que han obtenido, es decir a lo que tienen, sea indiferente con respecto a aquello que sea lo que poseen, e, incluso, el maltrato podría constituir un modo de afirmación de la propiedad. La tercera, es que el uso que den a aquello que tienen, puede que no se rija por el bien, e, incluso, que una vez poseído, ya les resulte indiferente.

Por ejemplo, con respecto al dinero, que, en principio sería un objeto muy propicio para que lo pretendan, sin limitación alguna, aquellos seres regidos por la actitud de tener, sería importante: a) cómo se ha obtenido, b) cuánto se acumula y cómo se usa, y c) a qué fin se destina.

Es posible que, quienes obtengan las propiedades con malas artes, además las traten mal, y, por ende, que les den un mal uso o un mal fin, aunque, en general, no siempre sea necesariamente así.

Ahora bien, el poder, propiamente dicho, se concreta en actitudes que oscilan entre la apropiación y la destrucción, y, en ambos, casos, parece que no se encuentran limitadas por nada que no sea la conservación o el incremento del propio poder.

Conquistar, tener, o, en su caso, destruir, ya sea por maltratar lo que se tiene, ya sea por destruir aquello que no se puede llegar a tener, son las actividades que discurren de forma muy estrecha con los sentimientos de posesión y destrucción que caracterizan a los individuos y grupos de carácter anti-real.

Sus actitudes no diferencian entre personas o cosas, más allá de lo necesario para seleccionar las estrategias óptimas, para conseguir sus fines.

Por otro lado, hay que decir, que la pasión por tener, en detrimento de ser, no se limita a personas anti-reales. De hecho, a menudo, tal pasión se traslada a personas irreales que, a través de la educación y la atmósfera social, la absorben, sin que necesariamente sean conscientes de la misma, ni del detrimento que ocasiona en su propio ser.

En estos últimos casos, en los que la pasión de tener anida en personas con características irreales, a menudo, la pasión es experimentada en sus dos facetas. La persona siente la necesidad de conseguir “cosas”, y, también, experimenta la pasión ―en su sentido de padecimiento― cuando no obtiene lo apetecido, o no le satisface tal como suponía.

Por último, basta con echar un vistazo al estado del mundo actual, para constatar que las relaciones de ser a ser, se encuentran en considerable declive, mientras son sustituidas por un mercantilismo ciego capaz de convertir en objetos de deseo tanto a cosas como a personas.

Como afirma Zygmunt Bauman: «Actualmente, todos nos sentimos presionados a consumir más y, de paso, nos convertimos en mercancías de los mercados de consumo y de mano de obra.» [ii] (p. 88)

[i] FROMM, ERICH; ¿Tener o ser?; trad. del original to have or to be? de 1976, de Carlos Valdés; Fondo de Cultura Económica España, S.L., Madrid, 1978

[ii] BAUMAN, ZYGMUNT; Mundo-consumo; trad. Albino Santos Mosquera; Paidós, Espasa Libros, S.L.U., Madrid, 2010

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