Blog de Carlos J. García

La obligada imitación de los sentimientos

Dentro del capítulo de las presiones sociales para esculpir nuestros modos de ser y de existir en tanto individuos, es preocupante la creciente intensidad que está adoptando la educación sentimental.

Lo cierto es que nadie puede aprender a tener determinados sentimientos. No se puede aprender a sentir amor; odio; orgullo; vergüenza; compasión; piedad, ni ningún otro sentimiento simple o complejo. Se trata de patrones de la propia sensibilidad de origen natural.

Como dije en un artículo anterior, son formas de notarse la persona a sí misma en los muchos posibles estados que pueda experimentar.

Dado que son patrones preformados de la sensibilidad tienden a activarse en muchas personas en situaciones semejantes sin necesidad de que nadie haya aprendido a sentirlos.

Por otra parte, aunque en ciertas ocasiones puedan manifestarse al exterior de manera involuntaria, su funcionalidad es privada, pues sirven a la persona para que sus propios estados se manifiesten ante ella misma.

Ahora bien, la expresión de un sentimiento al exterior, que en ciertos casos no puede ser evitada por la persona que lo experimenta, en ningún caso debe confundirse con los sentimientos propiamente dichos que de hecho experimenta.

Incluso hay sentimientos de enorme complejidad que la propia persona ha de descifrar para sí misma, antes de llegar a saber exactamente lo que siente en una determinada situación.

No todo sentimiento se corresponde con algún emoticono estándar de los teléfonos móviles y, más bien, su habitual falta de simplicidad les impide corresponderse con alguno de los dibujos esquemáticos disponibles. Los clichés no suelen ser un buen modo de expresar la complejidad del ser humano, pues, por regla general, la reducen, la sesgan o la desdibujan.

Estas nuevas costumbres no parecen ayudar demasiado a que las personas se conozcan a sí mismas, ni, tampoco, a que se den a conocer a terceros cuando proceda. Acaba siendo todo tan esquemático que acabaremos creyendo que somos dibujos animados.

No obstante, en referencia a los sentimientos, el mayor problema no es ese. El mayor problema consiste en que se está imponiendo la moda de que los sentimientos se destinen a la comunicación interpersonal, igual que si se tratara de comunicar a terceros lo que uno piensa o lo que opina de algún asunto.

La conexión [sentimiento → mensaje al mundo], entre otros problemas como los comentados, concierne a la cuestión de la verdad o falsedad del mensaje que se emita.

Es obvio que un «mensaje de sentimientos» puede ser tan falso como cualquier mensaje verbal, y, puede alejarse tanto de los verdaderos sentimientos que la persona experimente al enviarlo que puede llegar emitir exactamente lo contrario de lo que siente.

Los sentimientos se pueden actuar. Eso lo constatamos en cualquier actuación que veamos en un espectáculo teatral.

Ahora bien, las personas crédulas o sugestionables que no pongan en duda la veracidad de la emisión del mensaje sentimental (efectuado por alguien en una situación social o televisiva dada), pueden hacerse una idea completamente equivocada acerca del sentimiento en cuestión, creyendo que ellas también deben sentirse como aparenta sentirse la persona que actúa de modelo.

Este movimiento del mensaje, que va hacia el sentimiento en vez de salir de él, puede operar como una nueva forma de presión sobre la intimidad del propio observador y puede hacerle caer en la trampa de tratar de sentir artificialmente lo mismo que aparenta sentir el modelo emisor, cuando en realidad éste no siente nada parecido.

Así, se abre un capítulo de pedagogía social sentimental, que atañe a lo más íntimo de las personas, y las puede llevar a renegar de sus verdaderos sentimientos, tratando de sentirse como deben sentirse según les dicte la atmósfera social, lo cual distorsionará sus propios estados. Se verán inadecuadas por no sentir aquello y sentir otra cosa diferente, al tiempo que tratarán de sentir lo que deben en vez de lo que su naturaleza les suscite.

La destrucción de los propios sentimientos es un grave error, ya que desinforma a la persona de los verdaderos estados en los que se encuentra e impide que examine y analice la razón de los mismos, lo cual cierra una puerta abierta a conocerse a sí misma y a las personas con las que interacciona.

Mostrar “buenos sentimientos” que no se tienen de verdad y evitar mostrar “malos sentimientos” que sí se experimentan, es una forma más de subordinación de las personas a una sociedad que entra donde no debería entrar.

4 Comments
  • Ignacio Benito Martínez on 15/01/2018

    Pasa que si muestras mal humor con la gente, es que no te sabes controlar, eres un maleducado, etc. cuando en muchas ocasiones esta es una reacción de defensa del ser para que no te pisoteen mediante una «elegante crueldad».
    Las habilidades sociales, las normas de «convivencia social», la adaptación a un grupo de pertenencia (familia, amigos, etc); el hecho de que se vea como salud mental el que estés adaptado a la sociedad… un montón de factores a los que se les pueden poner muchas comillas, y que no son más que normas impuestas para que alguien que no piense según la «supuesta mayoría civilizada» sea visto como alguien enfermo, loco e incivilizado. Y todo esto «sin que impere ninguna ideología», de «forma neutral»… Demasiadas comillas, demasiadas mentiras, engaños y … «malas cosas», aunque: «lo malo no existe».
    Precioso artículo, como nos tienes acostumbrados.

    • Carlos J. García on 21/01/2018

      El problema de la definción de salud mental como adaptación a la sociedad tiene muchas consecuencias indeseables. La primera de ellas es que se elimina toda particiación de la realidad en ella. La segunda, que obliga a las personas a acomodarse o somoterse a las imposiciones de una sociedad dada para que queden libres de la imputación de enfermedad mental. En regímes tiránicos como el de Stalin, a los disoconformes se les imputaban alteraciones mentales inexistentes. Gracias por tu cometario.

  • Francisco on 16/01/2018

    No había reflexionado sobre esto, me centro en pensamientos, creencias y actividades cognitivas pero no era consciente de la parte emocional y sentimental que efectivamente nos están imponiendo al igual que si fueran conductas y comportamientos de la moral establecida. A Partir de ahora me centraré en este punto tan importante. Gracias

    • Carlos J. García on 21/01/2018

      La imposición de modos de ser implica todas y cada una de las dimensiones humanas que tenemos y lo peor es que, los modelos que se den a imitar, sean simulaciones o falsificaciones de lo que se pretende establecer como lo más deseable. Gracias a ti

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