Blog de Carlos J. García

La falsedad en el amor

La falsedad en el amor ha llegado a adquirir una dimensión tan grande que es fácil que se llegue a confundir con la expresión “la falsedad del amor”, en cuyo caso, simplemente, se niega la posibilidad misma del amor.

Es obvio que cada día hay más personas que no creen que el amor exista y que lo consideran una especie de invento destinado a la infancia para dulcificar la misma.

Quienes piensan así, de momento, no tienen razón, aunque corremos el riesgo de que lleguen a tenerla a corto o medio plazo, tal como evoluciona el asunto.

En general, el amor consiste en tener una disposición favorable a contribuir al bien de aquello que es objeto de la misma. No se queda en la mera actitud de respetar o no destruir el objeto amado, sino que, yendo más allá, aspira a contribuir a que aquello siga siendo lo que es y, además, a que exista en plenitud el mayor tiempo posible.

Además de lo dicho, tal vez haya que aclarar otra condición que, aunque evidente, a veces no se tiene en cuenta. Se trata de que eso haya que hacerlo, sin que medie interés o beneficio alguno, que se añada o confunda con el bien de lo amado.

La falsedad en el amor se refiere a falsificar su existencia, allí donde no existe, es decir, a simular que se ama a alguien cuando no se le ama.

Tal modo de proceder es mucho más frecuente de lo que parece. Muchas actitudes de enemistad, interesadas, e, incluso, de odio soterrado, se enmascaran en simulaciones de amor, bastante bien elaboradas.

Cuando estamos ante tales manipulaciones y las conseguimos percibir, el efecto inmediato es de un profundo desagrado que se corresponde con su radical fealdad.

Además, cuando la persona que las percibe es, simultáneamente, el falso objeto del desamor descubierto, ha de afrontar el desengaño, lo cual es inevitable tras haber sido engañado por el sujeto al que creyó sincero.

El desengaño puede llegar a constituir una de las condiciones más dramáticas que muchas personas pueden experimentar, si bien, es digno de subrayar que, para que ocurra, la persona afectada ha de afrontar la verdad y aceptarla, lo cual no siempre llega a ocurrir.

Son muchas las personas cuya esencia no les permite creer la verdad de lo que, en tales modos de fraude, pueden llegar a percibir.

Los desengaños suelen proceder de relaciones intrincadas, consolidadas y de, al menos, cierta duración, en las que quienes llegan a padecerlos han puesto afectos, ilusiones, esperanzas y, una parte de sí mismas, consistente en todo cuanto hayan aportado a la propia relación.

En concreto, tales aportaciones pueden ser de muchos tipos, pero, sobre todo, hay que destacar la que consiste en creer a la otra persona y depositar su confianza en ella, con una multiplicidad de sentimientos y de vivencias experimentados, que están asociados a tales creencias.

En el desengaño, hay mucha pérdida de la propia persona afectada, unida a la ruptura de un ámbito existencial muy significativo, y mucha experiencia defraudada, e, incluso, que se siente dilapidada.

Así, la persona se siente estafada, saqueada, manipulada, engañada y, con parte de su existencia, truncada. No es raro que esa constelación de sentimientos y creencias, den lugar, además, a una reducción de la vitalidad y del deseo de vivir, con la consiguiente desesperanza.

Ahora bien, cuando se trata de combatir, o, más bien, prevenir, la ocurrencia de ese aluvión de estados dolorosos, ante una relación que la persona sospecha que puede ser fraudulenta, la tentación de no creer en todo aquello que se percibe, o admitir que, de hecho, se está viviendo una falsedad, puede pasar un cierto umbral y caer en sacrificar la verdad, en aras de continuar con la misma relación, como si fuera lo que debe ser.

A partir de ese momento, la relación se podrá extender en el tiempo, por miedo a la ruptura, pero el modo de experimentarla en el terreno sentimental no podrá ser el mismo, y, lo más probable es que llegue un momento en que, los datos sean tan manifiestos, que la relación se romperá, tras haber aumentado el problema de manera proporcional a su duración.

Tampoco es raro que, tras sucesivos desengaños, una persona acceda a un punto en el que deja de creer en la posibilidad del amor, ya sea de forma general, ya lo sea en su propio caso, lo cual puede conllevar cambios hondos en su forma de ver la vida, escepticismo, disposiciones contrarias a la elaboración de vínculos afectivos, sentimientos de vacío, y una cierta aspereza y sequedad, llevada a todas sus interacciones.

En estos casos, la persona elabora un prejuicio que le impedirá percibir relaciones en las que prima el amor por encima de cualesquiera otras actitudes, que, aunque escasas, existen y son parte de la realidad.

La realidad, concebida como si no incluyera el amor, se convierte en un modelo teórico absurdo, que bloquea toda posibilidad de que las personas dispongamos de vínculos afectivos.

Imaginemos en cómo haríamos multitud de acciones, si no estuviéramos regidos por el principio del bien en absoluto.

Lo cierto es que toda acción o relación en la que impere el principio del bien es una forma de amor.

Ahora bien, el amor y la falsedad son tan incompatibles como, de hecho, lo son el amor y la maldad, por lo que el título del presente artículo, sin mayores precisiones, carecería de sentido.

2 Comments
  • ALFREDO on 07/07/2021

    Hola a todos
    Quería preguntarte Carlos tu opinión sobre el movimiento Mgtow. Son hombres que han decidido no involucrarse con mujeres. Alegan las asimetrías legales que se producen en los países occidentales. También que vivimos en un estado ginocentrista que permite a la mujer preponderar socialmente y donde la hipergamia de la mujer esta super acentuada. Entre ellos hay muchos hombres que han padecido rupturas amorosas y han sufrido diferentes consecuencias en sus divorcios (perdida de la custodia de sus hijos, de sus casas, de su nivel económico, etc.)
    Como bien indicas en articulo son personas donde el escepticismo ha germinado en ellas. ¿Crees que tienen algún punto de razón por como esta la situación legal y social en nuestros países?
    Un saludo

    • Carlos J. García on 08/07/2021

      Hola Alfredo.
      Ignoraba que existía el movimiento MGTOW (Men Going Their Own Way), que podría traducirse algo así como “Los hombres que siguen su propio camino (al margen de las mujeres)”.
      Por lo que he podido leer hay una variedad de grupos parecidos al MGTOW o más o menos afines, cuya referencia consiste en que tienen diversas actitudes de oposición a entablar relaciones afectivas con mujeres y, también, un rechazo a diversas formas que tienen las mujeres de entablar relaciones con los hombres.
      Por otra parte, aunque no sabía de su existencia, no me ha sorprendido que ya se hayan formado, dado el estado en que se encuentra la promoción de guerras entre clases, categorías o grupos sociales.
      La inducción que se está haciendo desde instancias políticas al “empoderamiento” de “la mujer” en términos de privilegios y derechos legales en detrimento de la igualdad jurídica entre hombres y mujeres, utilizándolas para iniciar una guerra de sexos, es una trampa social destinada a que se produzca un aborrecimiento recíproco con múltiples efectos indeseables sobre las relaciones naturales entre ambos sexos.
      Ya sabía de bastantes casos individuales en los que las injusticias interpersonales, legales y jurídicas habían producido serios problemas en las parejas, por lo que no me extraña la aparición de asociaciones de hombres del tipo MGTOW que tienen toda la pinta de ser gérmenes de sectas o partidos políticos.
      A mí me parece que la manipulación social por medio del enfrentamiento de clases está alcanzando cotas desconocidas en la historia y que no se debe caer en la trampa de que la categoría mujer implique que todas las mujeres sean todas iguales o que la categoría hombre conste de un conjunto de hombres todos iguales entre sí.
      Hay mujeres buenas y mujeres malas, hombres buenos y hombres malos, y, dentro de esto, multitud de personalidades diferentes, ya sean hombres o mujeres.
      La utilización de etiquetas por raza, por género, sexo, edad, etc., etc., y su vinculación a eslóganes generales para cada categoría es una aberración lógica y un obstáculo al conocimiento.
      Tampoco se hace la investigación de las causas de los múltiples problemas individuales que pueden surgir en las relaciones y que explicarían por qué ocurren determinados hechos concretos, dándose por cierto que la causa está en la pertenencia a una determinada categoría biológica.
      Creo que los hombres no deberíamos caer en esa trampa categorial en respuesta a aquella en la que están metiendo a muchas mujeres.
      No se debe hacer el juego al poder en ningún caso.

      Muchas gracias por tu información y tu pregunta.

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