Blog de Carlos J. García

La esencia del acoso psicológico

Acosar a un animal, consiste en perseguirlo sin tregua. Las escenas en que una manada de lobos persigue a una presa a lo largo de decenas de kilómetros, hasta que ésta cae exhausta, constituyen un paradigma del acoso.

A diferencia de ese tipo de acoso, que se da en el mundo animal, en general, el acoso a un ser humano presenta unas características peculiares, que operan, sobre todo, en el plano psicológico.

¿Se trata, igualmente, de una persecución como en el mundo animal o consiste en otra forma de hostilidad?

Tal vez, la característica más distintiva reside en que, la sensación de persecución física que ocurre en aquella presa que es objeto de las actividades animales de caza, se traduce a un conjunto de actividades simbólicas del acosador sobre la persona acosada, de forma que ésta genere sentimientos de impotencia al creerse perseguida sin solución.

Para lograr ese efecto, el acosador hace creer a la persona objetivo que, toda, o la mayor parte de la actividad que hace, está vinculada a ésta. Está pendiente de los movimientos de esta, la observa, genera sus acciones en función de sus movimientos, sabe dónde localizarla… En este sentido, el acosador humano simula muy bien, lo que cualquier depredador del mundo animal hace al perseguir a su presa.

Pensemos, por ejemplo, en un acosador que, prácticamente sin conocerle, le envía el siguiente mensaje, aparentemente inocente, a su objetivo: «te estaré esperando en la cafetería de la esquina de tu casa desde las cuatro hasta las seis».

La respuesta del objetivo a este tipo de mensaje será, como mínimo, saber que alguien está pendiente de si acude, o no, a la cita unilateral que el acosador le ha enviado. Además, tanto si acude, como si no acude, supondrá que quien la haya citado reaccionará de alguna manera a lo que ella haga.

En estas consideraciones, la persona imagina o supone que el acosador hace cosas en función de ella, o reacciona a lo que ella haga. El sentimiento que empezará a generar es que la actividad del acosador se encuentra pegada, vinculada o enyugada a la suya propia. Si lo generaliza, creerá que cualquier cosa que haga ella irá seguida de algo que hará él.

La pegajosidad con que siente esa conducta ajena, que se adhiere a la suya propia, puede llegar a generar sentimientos de agobio, e, incluso, puede llegar a resultar asfixiante, hasta el punto de experimentar esa misma sensación física.

El hecho de que una persona crea que otro está haciendo depender su conducta de la propia, transmite, además, la falsa impresión de que ella es la responsable de lo que el acosador haga, pues puede considerar sus propias acciones como si fueran causas del pensamiento, las emociones, las reacciones o las acciones del acosador.

Es decir, el acosador da la impresión de depender absolutamente de la persona acosada, con total independencia de esta. Hace creer que él no es el sujeto de sus propias actividades, sino que el sujeto de las mismas es su objetivo, lo cual, obviamente es falso, pero no por ello, resulta fácil de desacreditar.

Lo paradójico es que, con esa actitud de enyugar sus actividades a las de la persona objetivo, que se podría considerar como una forma de dependencia, comienza a ejercer poder sustantivo sobre las actividades de aquella.

Puede llegar a ejercer una influencia enorme sobre lo que dicha persona haga o no haga, sienta o no sienta, piense o no piense, etc., lo cual va debilitando la sustantividad de la víctima y generándole alteraciones emocionales y sentimentales de diversa intensidad.

La verdadera salida del acoso, requiere, tomar conciencia de la artificialidad de las creencias generadas mediante tales operaciones, y eliminar la impresión de que la conducta del acosador depende de la propia.

Además, hay que llegar a tener claro que el otro es libre de hacer lo que desee o de vincular sus acciones, motu propio, a lo que le parezca, pero que, en ningún caso, dicha vinculación es una auténtica dependencia, sino una forma enmascarada de sustantividad destinada al ejercicio de poder y dominio sobre otra persona, pretiriendo absolutamente la voluntad, las actitudes, y, en general, el «yo» de la persona.

Por otro lado, el acoso, así definido, no suele producirse, como la única operación que un individuo anti-real efectúa, cuando trata de ejercer violencia sobre una persona. Suele ir asociado a otras formas de presión coercitiva, coacción o chantaje para someter a la víctima.

Las personas que son objeto de acoso, en ningún caso deberían creer que ellas mismas tienen algo que ver con la producción del mismo. A los acosadores, les daría igual coger a cualquier otra persona, para hacer esas mismas operaciones. El hecho de que elijan a una o a otra, depende más de la oportunidad que se les presente, que de la persona de que se trate.

1 Comment
  • Elena on 26/10/2015

    Creo que, en general, se piensa que el acoso es algo fácilmente detectable y que sólo se da en las relaciones de pareja como un tipo de violencia que determinados hombres calificados como «machistas», pueden ejercer sobre las mujeres.
    Yo diría que el acoso va mucho más allá de todo esto y que reconocerlo puede, literalmente, salvarnos la vida.

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