Blog de Carlos J. García

La economía: ¿causa o efecto?

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¿Qué está pasando para que tanta gente esté abrumada por problemas económicos? Hay dos modos básicos de echar cuentas.

El primero, es empezar por fijar los resultados, es decir, empezar por hacer el balance que uno quiere conseguir al término de alguna actividad, para, en un segundo momento, concretar qué se va a hacer para conseguir ese fin.

El segundo modo consiste en definir, en primer lugar, la actividad. Qué se quiere hacer o cuál es la actividad que una vez efectuada se evaluará en términos de su balance económico.

En el primer caso, las cuentas finales mueven y determinan todo el proceso económico, es decir, operan como causa. En el segundo, son simple reflejo económico de la actividad que se haya efectuado, y, por lo tanto son efecto de la causa en que se convierte la actividad.

Todo emprendedor que funda una empresa ha de especificar cuál es el objeto social de la actividad, qué quiere hacer. Dicho objeto social no puede consistir en “ganar dinero”, sino que debe ser hacer algo o producir algo, por ejemplo, hacer vino. A partir de ahí se verá de qué personas, capital y maquinaria, dispone para hacerlo y, si es posible, hará vino. En tercer lugar, vendrán los balances que son el efecto económico de aquello que ha hecho y, si es favorable, podrá seguir haciendo vino que es lo que desea hacer.

Así, el dinero sirve para hacer algo en vez de que hacer algo sirva para hacer dinero.

Confundir la causa con el efecto puede ser tan desastroso como que, para que se consigan los fines económicos, en vez de hacer vino se tenga que hacer vinagre.

Si elevamos estos criterios elementales a una escala macro, y determinados poderes económicos estipulan unos fines concretos que les beneficien a ellos, parece obvio que ocurrirán efectos indeseables de diversos tipos que distorsionarán el sano funcionamiento social.

Hasta tal punto puede ser así, que no es difícil que la población general se vea forzada a servir a los intereses de dichos poderes económicos perjudicando sus propios estilos de vida, o, yendo un poco más lejos, que la propia estructura social se adapte a dichos intereses de los poderes más relevantes, incluso en legislaciones, reglamentos, trabas, obligaciones y prohibiciones, etc. Este tipo de efecto siempre termina por dañar la vida y los modos de vida de la población.

No obstante, todo verdadero emprendedor que pretenda hacer algo con efectos económicos, ha de investigar la viabilidad económica de eso que quiere hacer antes de llegar a ciegas a las cuentas de resultados. Esto ha de hacerlo, como se hace cualquier otra cosa en la vida, en aras de examinar si aquello es posible o no lo es. Se trata de poner en juego una cierta previsión económica, pero, en ningún caso, de intercambiar el lugar que han de tener en el curso natural de los hechos las causas y los efectos.

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