Blog de Carlos J. García

La demonización del padre

La guerra que hay actualmente dentro de nuestra especie referida al género posee la apariencia de una rebelión de la mujer ante un mayor poder del hombre. Pero no es sencillo saber si es así o se trata de algo diferente.

Habiendo tanto mujeres como hombres a favor de la forma del feminismo combativo, y habiendo también personas de ambos sexos en contra de éste, no se puede afirmar que sea una guerra de mujeres contra hombres o viceversa.

Esto nos lleva a concretar algo el asunto: hay una parte de la población compuesta de personas de ambos sexos que sostiene la tesis de que la sociedad es machista y, por lo tanto, mala o injusta, que tiene la pretensión de cambiar radicalmente la sociedad al completo y cuyos esfuerzos están dándole determinados resultados. La otra parte de la población que no percibe las cosas de ese modo se encuentra sometida a esa presión pero no se aviene voluntariamente a formar parte de dicha transformación.

Ahora bien, admitiendo que el objetivo de la rebelión feminista es derrocar al machismo debemos considerar que se considera como tal.

Al parecer el machismo tiene dos pilares básicos: 1) el patriarcado cultural que viene de antiguo instalado como una mentalidad arraigada y que todavía tiene vestigios sociales en ciertos usos y costumbres, y 2) la masculinidad vinculada cultural e indebidamente a la naturaleza genética de los varones.

Bajo esa perspectiva se puede llegar a entender que la rebelión feminista tiene el objetivo de acabar con esos dos factores que componen el machismo.

Suponiendo que eso sea así podemos preguntarnos qué quedaría como resultado de la supresión de ambos factores, el patriarcado y la masculinidad.

Podría ser que la rebelión concluyera voluntariamente cuando se accediera a la igualdad en cuanto a la jerarquía social de padres y madres, acabando con el patriarcado pero no siendo sustituido por un matriarcado, a lo que también se sumaría, en pos de la igualdad, la eliminación tanto de la masculinidad cultural-natural como de la feminidad entendida del mismo modo, dando lugar a algún modo universal de androginia.

Pero también podría ser que dicho movimiento desembocara en un matriarcado definido por oposición al patriarcado tradicional y la supresión de la masculinidad tradicional siendo sustituida por alguna versión femenina tradicional de nuevos roles para los varones.

La cuestión crucial que pende de todo esto es qué variables de las necesarias para asegurar la reproducción humana se pueden ver afectadas por el movimiento feminista actual.

De modo natural la maternidad le ha correspondido y le sigue correspondiendo a la mujer —al menos hasta que no haya úteros artificiales—, lo cual define buena parte de la feminidad tradicional. Además, de modo natural la maternidad dependía de la heterosexualidad reproductiva, lo cual requería el papel del hombre al efecto, aunque en la actualidad exista la posibilidad de la fertilización in vitro por donación de esperma. A esto hay que añadir diferentes roles de mujeres y hombres en diferentes etapas para afrontar el larguísimo periodo de formación de los hijos, entre los cuales están los relativos a las respectivas dedicaciones laborales de ambos miembros de la pareja.

De todo esto se desprendía que la masculinidad y la feminidad se componían de roles complementarios en muchos casos, aunque en otros pudieran ser los mismos. Y además, de esos mismos roles dependían factores tan importantes como las respectivas atracciones heterosexuales de ambos miembros de las parejas que daban lugar a su constitución.

Por lo tanto, en cuanto al factor de la masculinidad y de la feminidad, la tendencia a la supresión de las diferencias existentes más o menos tradicionales puede dar lugar a una catástrofe reproductiva.

Si todo esto no se toma en consideración por la ideología sexual actual o en el caso de que esa misma ideología esté vinculada a la reducción de la población humana, promoviendo nuevos roles que eliminen la reproducción sexual, dicha ideología es extremadamente peligrosa.

En lo que se refiere al factor del patriarcado, la rama feminista de la ideología sexual plantea su propia justificación, entre sus principales fundamentos, en la necesidad de abolir el patriarcado, presente sobre todo en las culturas judeocristianas previas de esta misma civilización.

Esgrime que los hombres ha constituido una clase de poder corporativo durante siglos contra la mujer, a la que han explotado, sometido, abusado, oprimido, y apropiado de sus cuerpos con fines productivos y reproductivos, debido a la posición de poder de padres y maridos, tanto de forma individual como colectivamente y ya fuera de manera pacífica o violenta.

En los cimientos de estos fundamentos ideológicos está el de que la vida humana es una lucha por el poder, igual que lo es en la evolución de las especies. Se trata de la percepción materialista del antiguo patriarcado desde la óptica marxista-darwinista acuñada en el siglo XIX en la que se funda gran parte del denominado marxismo cultural.

Es obvio que el ataque general a la figura del padre incluye a la figura del Dios cristiano, a todos los padres humanos, a los patriarcas de todas las colectividades, y como se especifica con el termino machismo, que incluye a todo sujeto varón formado en nuestra cultura, a todos los hombres, aunque cada vez penetra más en el terreno de las especies animales a cuyos especímenes machos se les acusa de delitos similares en relación con sus respectivas hembras.

Me pregunto si es cierto que haya habido un patriarcado entendido en términos hostiles y absolutos a lo largo de la historia, o si el poder o la influencia de hombres y mujeres han tenido contextos diferentes cuando han sido ejercidos.

Al menos en nuestra civilización las mujeres que han ejercido el poder lo han hecho preferentemente en el ámbito doméstico, mientras los hombres lo han ejercido en mayor medida en el ámbito público.

Sin duda la visibilidad de ambas formas de dominio ha sido y sigue siendo desigual, pero eso no elimina el hecho de que las mujeres han tenido una ascendencia enorme en el decurso de la historia, empezando por su enorme influencia sobre los hijos y muy a menudo sobre sus maridos.

El poder de partida de la mano que mece la cuna sobre el hijo, que generalmente es el de la madre, es mayor que el del padre, por razón de que ella es siempre o casi siempre la figura de seguridad a la que se aferra el descendiente con su propia supervivencia en juego. El hijo depende necesariamente de ella y eso le aporta una posición sustantiva privilegiada en dicha relación que es asimétrica por naturaleza. Su identidad, afectividad, seguridad, preferencias de todo tipo, etc., dependen de la madre y lo que es más notorio, su actitud hacia el padre, también.

Si una madre desea que un hijo ame, admire o tome por ejemplo al padre, lo conseguirá, y si desea lo contrario, también.

Ahora bien, si a esa posición inicial de privilegio la mujer agrega una actitud hostil hacia el padre que incluya la propaganda bélica contra éste, volcada sobre el hijo, lo esperable es que las creencias del hijo serán favorables hacia ella y desfavorables hacia su padre.

¿Qué consigue con eso? La apropiación exclusiva de un hijo, que es hijo de los dos para ella sola, y además la conformación irreal de toda la mentalidad del hijo que dependa de la estructura de creencias fundamentales que le inyecte. Este es el modo más frecuente utilizado por mujeres para poseer a los hijos por tiempo indefinido.

Las actitudes de determinadas madres, tendentes a demonizar a los respectivos padres de sus hijos, que generalmente eran sus propios maridos, han existido desde hace mucho tiempo en familias concretas y es obvio que siguen existiendo.

Se trata de mujeres que no exponen ante sus hijos los defectos o malignidades que pudieran tener sus maridos con la finalidad de protegerles de padres malvados, sino de relaciones de mujeres anti-reales con hombres buenos, que tratan de monopolizar a los hijos apropiándose de ellos por vínculos sustantivos y romper toda relación afectiva real entre los hijos y su padre.

Ahora bien, al tiempo que le arrebata los hijos al padre, también arrebata al padre a los hijos dejándoles psicológicamente huérfanos de la figura paterna.

En este tipo de situaciones los padres quedan anulados como figuras formativas y quedan a expensas de madres anti-reales que harán de sus hijos personas dependientes y vinculadas a ellas de por vida, incapaces de alcanzar la autonomía y la independencia necesarias para su realización personal.

Es obvio que tales condiciones estructurales son un caldo de cultivo para la emergencia de todo tipo de problemas psicológicos, unos más manifiestos que otros.

Ahora bien, este tipo de condiciones familiares venían siendo consideradas anómalas hasta la llegada de la nueva ideología sexual que está generando una atmósfera cultural universal que va penetrando en las familias y validando actitudes maternas como las mencionadas, por medio de su normalización sociocultural.

Actualmente hay dos clichés que ya se estaban incubando desde hace algunas décadas, uno relativo a la figura de la madre y otro a la figura del padre a los que podemos aproximarnos con algunas de sus respectivas características.

 

Con respecto a la figura materna incluye algunas o todas las siguientes:

 

  1. El amor incondicional al hijo con independencia del modo de ser de la madre.
  2. El amor incondicional de la madre al hijo con independencia de las circunstancias.
  3. El amor de la madre idéntico hacia todos los hijos.
  4. Su amor no efímero y estable a lo largo del ciclo vital.
  5. La valoración del hijo por encima de la valoración de sí misma.
  6. El amor de la madre es idéntico al amor total de la familia.
  7. El conocimiento del hijo por la madre siempre es perfecto.
  8. Ser madre elimina todos los defectos que pudiera tener la mujer antes de serlo.
  9. El amor de madre es diferente del amor de padre en caso de que éste lo tuviera.
  10. Ser madre conlleva un mérito extraordinario y una deuda infinita del hijo a ella.
  11. Ser madre conlleva un enorme sacrificio personal.
  12. El respeto a la figura de la madre es sagrado.
  13. El hijo debe obediencia a la madre.
  14. Ser madre implica no poder desprenderse nunca del todo de la propiedad del hijo.
  15. La madre da todo al hijo sin pedir nada a cambio.
  16. La madre es la persona que mejor sabe y puede cuidar a su hijo.
  17. Se puede ser buen o mal hijo pero solo se puede ser buena madre.
  18. Una madre no puede hacer daño a su hijo, pero un hijo sí puede hacer daño a su madre.
  19. Todo lo que hace la madre es disculpable por ser madre.
  20. Una madre siempre es una madre. La madre del hijo siempre será su madre.

 

Con respecto a la figura de “el padre”:

 

  1. El padre no ama ni a la mujer ni a sus hijos y nunca deja de ser un ente peligroso.
  2. El padre solo se ocupa de los hijos cuando se ve obligado por las circunstancias.
  3. Al padre no le importan sus hijos.
  4. El padre establece relaciones de poder sobre la mujer y sus hijos.
  5. El padre valora a sus hijos por debajo de sus propios intereses.
  6. El padre es una figura contingente ajena a la familia.
  7. El padre no conoce cómo son sus hijos.
  8. El padre está cargado de defectos y carece de toda virtud salvo que se someta a los designios de la mujer
  9. El padre ve a los hijos como una carga personal.
  10. Ser padre no conlleva mérito alguno y está en deuda perpetua con la mujer y sus hijos.
  11. Ser padre no conlleva sacrificio personal alguno.
  12. El padre no merece ningún respeto.
  13. El hijo no debe obediencia a su padre.
  14. El padre no tiene vínculos afectivos estructurales con sus hijos.
  15. El padre exige todo de la mujer y los hijos y no cumple con sus obligaciones.
  16. El padre ni sabe ni quiere cuidar a sus hijos
  17. No es posible que un varón sea un buen padre ya que es machista por naturaleza
  18. Un padre puede hacer daño a sus hijos, pero sus hijos nunca pueden hacerle daño a él.
  19. Nada de lo que haga mal un padre tiene justificación ni disculpa alguna.
  20. Un padre nunca llega a ser lo que cabría esperar de un padre ni lo que se necesitaría que fuera salvo que se someta a la transformación sociocultural y asuma la reasignación de los roles que le imponga la nueva cultura liberadora de la mujer.

 

Se trata de dos clichés que, por su carácter universal, son evidentemente falsos, si bien son constitutivos de creencias y prejuicios demoledores para el conjunto de nuestra especie. Si esto llegara a calar del todo la especie quedará extinta en poco tiempo.

Ahora bien, en la medida en que forma parte de la atmósfera cultural ideológica atosigante, opresiva, dominante, abusadora, alienante, tormentosa y tiránica, puede llegar a erosionar cualquier creencia que tuvieran los individuos de cualquiera de los dos grupos, y que la ideología se materialice en las conductas particulares dentro de las familias, lo cual dará lugar a que los próximos descendientes de las sucesivas generaciones lleguen a padecer una gran epidemia de problemas personales derivados de madres anti-reales posesivas y de la privación de sus correspondientes padres.

¿Quién puede amar o respetar a un padre que por definición es un demonio machista?

6 Comments
  • concepcion garcia pascual on 14/10/2019

    gracias otra vez por tu articulo

  • Francisco on 15/10/2019

    Como siempre describiendo la realidad a la perfección en estos momentos tan difíciles. Gracias Carlos

  • Sergio on 15/10/2019

    Hola Carlos. Para mí este tema es quizá de lo más importantes que hay hoy en nuestra cultura, así que gracias por expresarlo tan bien. Dos apuntes sobre esto que he ido reflexionando: Uno es que hay un «síndrome de alienación parental» ( https://bit.ly/2ISraWU) de forma cultural. Este síndrome siempre ha sido criticado o cuestionado por «la comunidad científica», de que ocurriera en las familias, y ahora es negado a nivel social. Otro es que, trabajando en el ámbito de la orientación educativa, y con referencias de diferentes profesionales (profesores con mucha experiencia, de sanidad, servicios sociales, etc.), se observa cada vez más problemas psicológicos en los niños, sobre todo en las primeras etapas. El aumento de necesidades especiales está siendo muy importante en la etapa de infantil y deduzco que es por la esta estrategia de malignizar al padre. De este modo, la madre (anti-real) tiene carta blanca para hacer y deshacer dentro de la familia. Quizá en el pasado, el padre podía contener los ataques y manipulaciones anti-reales, pero la fuerza de estos dos prejuicios como afirmas (hacia la madre y hacia el padre), está generando la imposibilidad de que el padre sea un contrapeso al daño anti-real materno, que es quizá lo que se ha querido hacer, entre otros objetivos, con este ataque. Cada vez hay más críticas, a nivel social, a las intervenciones de un padre frente a la educación anti-real, por lo que es imposible defender a ese hijo. Así, que lo que afirmas en el último párrafo, creo que ya está sucediendo. Un saludo

    • Carlos J. García on 16/10/2019

      Cuando exploramos una relación “madre-padre” en conflicto y en la que uno parece el malo o “se” considera de ese modo, caben las dos posibilidades: que lo sea o que no lo sea. Pero si no lo es, eso apunta a su falsa malignación por la otra parte, de lo cual se debe seguir una investigación exhaustiva de ésta.
      Es responsabilidad, de el o los profesionales que investiguen el conflicto, llegar a saber la verdad completa acerca de esa cuestión y todas las ramificaciones del mismo, como por ejemplo, si la figura imputada (mala o malignada injustamente) ha cometido abusos, maltrato, etc., contra el menor, o existen falsas acusaciones, etc.
      Ahora bien esa investigación nunca es fácil y a veces resulta muy difícil, pero es imprescindible disponer de un modelo teórico suficientemente potente y real, aparte de una cierta experiencia no pequeña, para acceder a la verdad en muchos de los casos.
      Es obvio que la denominada psicología científica no dispone de los recursos teóricos para poder efectuar ese tipo de investigaciones con el rigor necesario, por lo que el resultado de la investigación depende mucho de los esfuerzos de los profesionales y de una mayor experiencia para poder conocer el asunto sin errar gravemente.
      Tan malo puede resultar malignar al padre bueno como benignar al malo, y lo mismo con respecto a la madre, pero cada vez que se benigna a un malo se pone en riesgo a todo su entorno, y en especial a los hijos, por lo que a veces, casi es mejor no llegar a conclusión alguna y dejar abierta la investigación y seguirla indefinidamente con todas las precauciones posibles para la protección de los menores.
      Quienes creen (por ejemplo como se suele tratar en las tertulias televisivas) que todos estos asuntos son poco menos que evidentes están en un profundo error.
      La dificultad diagnóstica se transforma en un problema estructural de la cultura cuando la ideología y las propias leyes contienen un prejuicio diagnóstico ciego y una actitud contraria a la investigación de los conflictos que consiste en malignar al padre y benignar a la madre por principio.
      Hizo bien Richard Gardner en proponer el modelo teórico del Síndrome de Alienación Parental, aunque su definición del mismo no es propiamente la de un conjunto de síntomas (síndrome) del hijo de la pareja “madre alienante-padre alienado”, sino de la atmosfera familiar que envuelve al hijo.
      En vez de rechazar dicho modelo, como hicieron los psicólogos positivistas y la psiquiatría organicista, se debía haber considerado como un esquema situacional fértil para generar hipótesis sobre la situación del niño y de su posible impacto en su estado y desarrollo.
      En la actualidad están las cosas mucho peor que en los años ochenta cuando lo propuso y estamos cada vez más lejos de que se acceda a emplear ese tipo de enfoque de investigación.
      Actualmente se da todo el crédito a la madre y ninguno al padre, por imperativo ideológico y lo que es más grave, legal, por lo que el profesional que se atreva a saltarse dicho axioma en defensa de la infancia también tenderá a caer bajo alguna forma de malignación.
      Como lo más cómodo siempre es obedecer al poder y, en general a los malos, cualquier rebeldía efectuada en honor de la verdad y del bien siempre es bienvenida.
      Muchas gracias por tan estimulante comentario.