Blog de Carlos J. García

La absorción política de la vida cotidiana

Se me ocurren múltiples razones por las que, en la actualidad, todos tendemos a prestar más atención a lo que ocurre en la vida política que a nuestras propias vidas cotidianas. La principal es que la actividad política, tal como se manifiesta en la vida pública, se ha convertido en un problema que, de un modo u otro, amenaza la normal continuidad de las vidas privadas.

Por otro lado, de todas las posibles razones por las que la actividad política se está constituyendo en un problema, destacaré las siguientes:

  • En un Congreso de los diputados, cuya función es ejercer la soberanía popular, instituido por medio de un documento denominado Constitución española, refrendado por la mayoría del pueblo español, resulta sorprendente que haya unos representantes políticos constitucionalistas y otros que sean no constitucionalistas. ¿Cómo es posible que haya, no ya un solo diputado no constitucionalista, sino muchos, en una institución que implanta la Constitución?
  • ¿Tiene algún sentido que muchos diputados prometan acatar la Constitución… para abolirla y cambiarla por otra?, pero, y si no forman el número suficiente para cambiarla por las vías que especifica dicho documento, ¿qué harán sentados en aquellos bancos el resto del tiempo que dure la legislatura?
  • Siendo el Congreso de los diputados, la institución encargada de ejercer la soberanía nacional, ¿qué hacen en él los grupos autonómicos o regionalistas que no tengan representación en todo el territorio nacional, sino, de forma exclusiva, o casi exclusiva, en sus respectivas regiones? ¿Acaso el lugar para proteger sus intereses regionales no sería el Senado?
  • Las negociaciones infructuosas que algunos grupos políticos están llevando a cabo para hacer pactos y alianzas, se fundan en el utilitarismo, el pragmatismo, el eclecticismo y el escepticismo, todo lo cual implica una renuncia implícita a la noción de principio.

En concreto, los pactos entre grupos políticos que han competido en las urnas, centrándose exclusivamente en los intereses que pueden tener en común, en vez de discutir hasta el fondo cuál de ellos tiene más razón en sus principios, programas y propuestas, están dentro de esa forma de escepticismo que es el eclecticismo.

El escepticismo consiste en una forma de  indagación, efectuada con la finalidad de denegar cualquier doctrina para concluir, tras el análisis de todos los casos, que ninguna teoría vale.

El eclecticismo es una extensión del escepticismo por la que se desatienden las diferencias teóricas e ideológicas, y se limita a buscar acuerdos útiles o prácticos.

  • Tal como dice Nicola Abbagnano[i]: «la primera exigencia de la investigación [en Sócrates y Platón] es la de hallar su propio fundamento y su propia justificación, la de organizarse y articularse internamente, la de profundizar en sí misma, para reconocer las condiciones y los principios que la hacen posible. La investigación escéptica no busca esta justificación en sí misma. […] Por esto se nutre casi exclusivamente de la polémica contra las demás escuelas y se aplica a refutar los diversos puntos de vista, sin dirigir nunca la mirada a sí misma, al fundamento y al valor de su procedimiento.» (p. 259)
  • Dado que la política moderna consiste en la lucha por el poder, a pesar de que se supriman las diferencias de principios, resultará prácticamente imposible un buen resultado del eclecticismo, aun cuando sus acuerdos estén, exclusivamente fundados, en fines utilitaristas.
  • Aparte del imparable resurgimiento de la sofística en la actividad política, las referencias que hacen los líderes políticos a que «el pueblo nunca se equivoca» parece más una forma de demagogia que una verdad demostrada. Recuerda al eslogan comercial de que «el cliente siempre tiene razón».

¿Qué hay detrás del hecho de que el voto ciudadano dé como resultado la imposibilidad de un gobierno? ¿Podría tratarse de que el sectarismo ya se encuentre presente en una sociedad fuertemente dividida y que, simplemente, se exprese en las urnas?

Ahora bien, lo que define a una sociedad en cuanto a tal, es que no esté tan dividida como para carecer de un fin común, unos principios comunes, o, al menos, un gobierno común.

  • Una de las previsiones actuales que más gente sostiene, se refiere a que habrá nuevas elecciones, sin que ni siquiera se pueda llegar a saber si, una vez efectuadas, se reproducirá una situación igual o similar a la que actualmente tenemos. De hecho, no parece que surjan muchas nuevas razones en este intervalo como para que algo cambie significativamente.
  • Ante la manifiesta imposibilidad de que los grupos políticos se pongan de acuerdo para investir un presidente del gobierno que refleje el resultado de las urnas, y, dado el carácter mayoritario y suficiente de los constitucionalistas para poder modificar la ley electoral, al menos en la actualidad ¿no podrían ponerse de acuerdo en instaurar la segunda vuelta electoral, tal como se hace en otros países, para que la elección de un presidente sea inevitable?
  • Cuando las contradicciones se instalan en el órgano principal de gobierno, ya sea de una persona, ya sea de una sociedad, su resultado inmediato es que la gestión gubernativa queda anulada. En tal estado, todo el sistema se debilita, se tiende a desorganizar internamente, y a perder su propia entidad existencial en el mundo. Dicho estado podría ser transitorio, pero si se alarga el tiempo suficiente, el país corre el riesgo de romperse, disgregarse, e, incluso, desaparecer en cuanto a aquello que es.

En mi opinión, uno de los fundamentos del sistema político actual reside en la exacerbación de las diferencias grupales o partidistas que pueda haber en la propia sociedad, y esto ocurre en dos sentidos: a) las diferencias espontáneas, de origen propiamente social, son exageradas por los líderes que dicen representarlas, y b) esos mismos líderes, u otros agentes dedicados a hacer ingeniería social, las fomentan.

De tal forma, quedan justificados muchos agentes que, en otro caso, tendrían que dedicarse a otras profesiones diferentes, pero, mientras tanto, se está cometiendo una flagrante incoherencia: 1) Se fomentan las diferencias y las disputas internas en la sociedad, 2) Se eligen representantes que defiendan tales diferencias, 3) Tales representantes se ven forzados a ser fieles a sus representados, 4) Esos mismos representantes se ven obligados a eliminar dichas diferencias, traicionando a sus representados, para acceder a alguna solución que haga posible un acuerdo que, permita la gobernabilidad de la sociedad, y satisfacer la cohesión necesaria.

Si, aparte de todo esto, el país ha de seguir satisfaciendo las demandas externas que pesan sobre él, cumpliendo con las responsabilidades internacionales adquiridas, el estrés que acaba recayendo sobre la población, debido a la incertidumbre, llega al punto de impedir que cada cual pueda continuar ocupándose de sus propios asuntos con la tranquilidad y la atención que requieran.

[i] ABBAGNANO, N.; “Historia de la Filosofía”; Volumen I; La Filosofía entre los siglos XIX y XX; SARPE, S.A., 1988

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