Blog de Carlos J. García

¿Igualdad o diferencia?

Por lo que sé, el individualismo universal más radical alcanzó su cima filosófica en el libro de David Hume «Tratado de la naturaleza humana»[i].

¿En qué consiste ese «individualismo universal? En la suposición de que el universo no es más que una nube de partículas simples independientes entre sí, que, ni siquiera, forman parte de sistemas complejos.

Según ese enfoque, esos elementos simples no tienen relación alguna entre ellos porque no hay nada común que les permita relacionarse. Hume concede que las sensaciones humanas tal vez sean impresiones de esos elementos simples.

Ahora bien, según dicho autor las ideas e impresiones complejas se forman a partir de las simples, por lo que se deduce que, la mente humana, viene a inventarse que fuera de ella existen sistemas complejos cuyos componentes individuales se encuentran relacionados entre sí precisamente por lo que de común tengan en ellos.

Ahora bien, esa absoluta independencia de los elementos que componen el universo, también incluye a los seres humanos, que, por esa misma regla, se convierten en individuos absolutamente diferentes entre sí, careciendo de todo factor común que se pueda considerar.

Es obvio que el modelo de Hume parece referirse más, a un universo desintegrado, al modo de una explosión nuclear, que al universo que conocemos y del que formamos parte.

Lo cierto es que, por muy diferentes que puedan parecer dos o más cosas, siempre encontraremos algo en común que ambas posean, aunque solo fuera por estar en relación dentro de un sistema existencial que nosotros podemos contemplar.

Pensando en los miembros de nuestra especie, si nos detenemos a examinar los dos seres humanos más distintos que podamos considerar, siempre tendrán más características comunes que las que podamos identificar como diferentes.

El enfoque opuesto al del individualismo filosófico consiste en suponer que todo cuanto existe carece de características distintivas, que todo es igual, o que todos somos iguales.

La supresión de las características distintivas entre los individuos de la misma o de diferentes especies, tampoco se funda en la realidad. Es obvio que no hay dos gotas de agua que sean exactamente iguales, y, mucho menos, que haya dos seres vivos idénticos entre sí, ni, evidentemente, dos seres humanos que no podamos distinguir por sus características particulares.

Seguramente, todos los particulares estén compuestos de factores universales, si bien, tales factores, aparte de diferencias cuantitativas, se encuentran dentro del orden del sistema complejo en que consiste el individuo.

La fertilidad de la realidad es de tal magnitud que puede dar de sí una cantidad inconmensurable de individuos diferentes, a partir de un conjunto determinado de los factores universales que la componen. Además, hace posible que todos esos individuos puedan relacionarse entre sí, coexistiendo en grandes sistemas de existentes y demostrando de ese modo su compatibilidad.

El universo de Hume nos conduciría a todos y cada uno de nosotros a un absoluto aislamiento y, por lo tanto, al absurdo. Sería imposible existir en él.

Por otro lado, si todos fuéramos iguales tampoco tendría ningún sentido la existencia de múltiples individuos indiferenciables, pues tendríamos igual resultado, al carecer de identidad personal.

Sería de agradecer que surgiera alguna teoría política que, dejando atrás el liberalismo individualista y el comunismo igualitarista, tratara de comprender y reflejar la realidad.

 

[i]HUME, DAVID; Tratado de la naturaleza humana; ed. por Félix Duque del original A Treatise of Human Nature (1739-1740); reimpresión 2008; EDITORIAL TECNOS (GRUPO ANAYA, S.A.), Madrid, 2008

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