Blog de Carlos J. García

Guillermo de Ockham y la crisis del pensamiento occidental

La muerte de Santo Tomás de Aquino (1225-1274) viene a coincidir, casi exactamente, con el final de las cruzadas, durante las cuales, el vertiginoso descrédito del cristianismo, había dado pie a que dicho autor escribiera su magna obra destinada a apuntalar la fe religiosa con la filosofía.

A su vez, la muerte de dicho autor, coincide con el inicio de una época, de intensa beligerancia, entre el poder político y el poder religioso (cuyo mayor exponente fue el papa Bonifacio VIII).

En dicha época, destacan tres frailes militando del lado del poder político frente al poder del papa: El rector de la universidad de París, Marsilio de Padua (1275-1342); Guillermo de Ockham (1285-1349), protegido y consejero del emperador Luis IV de Baviera; y, John Wickliffe (1320-1384), protegido del Duque de Lancaster y tutor personal del rey Ricardo II de Inglaterra.

A Wickliffe, se le considera un importante precursor de los movimientos protestantes, que darán comienzo aproximadamente un siglo después, siendo Enrique VIII (1491-1547), el rey que inició las rebeliones, de dimensión nacional, contra el papado romano.

Ahora bien, dentro de estas luchas entre política y religión, en el ámbito filosófico hay que destacar la figura de Guillermo de Ockham.

Entre otras cosas que veremos a continuación, Ockham restringió el ámbito de la demostración filosófica de las verdades de fe, y alejó la filosofía de la teología, a la que dejó desprovista de la argumentación racional proporcionada por Tomás de Aquino.

En síntesis su pensamiento, tal como es expuesto por Gilson [i], es el siguiente:

  • Sólo admite como prueba de una proposición, o que es directamente evidente, o que se deduce necesariamente de manera directa de algo evidente.
  • Sólo admite como real el hecho concreto y lo particular, no lo universal, por lo que postula un empirismo radical. No hay más realidad que lo particular, las cosas individuales y sus propiedades.
  • Niega que, a diferencia del conocimiento intuitivo, el conocimiento abstracto permita saber si una cosa que existe, existe, o si una cosa que no existe, no existe; o si una cosa que es, es, o si una cosa que no es, no es. De ahí que, sólo es cierto el conocimiento sensible.
  • Estipula el estudio experimental como único modo de establecer relaciones de causalidad.
  • No concede al universal ninguna existencia real. Lo reduce a mero pensamiento. Si el universal es uno, no se comprende su multiplicación en las cosas y si está multiplicado en éstas, no se comprende que sea uno. No hay más unidad que la unidad numérica del individuo.
  • Cada cosa real es individual de pleno derecho. No se puede encontrar en las cosas una naturaleza real común a ellas, una misma bajo sus determinaciones individuales.
  • Como todo lo real es individual, los géneros y las especies no son nada fuera del pensamiento.
  • La única realidad que corresponde a los universales es la de los individuos.
  • Los nombres o términos con que se hacen las proposiciones, son signos que, en el lenguaje, hacen el papel de los individuos correspondientes. La universalidad de las palabras que representan conceptos, se reduce a que son palabras que pueden ser atribuidas a varios individuos. De ahí, el término nominalismo con el que se suele designar al pensamiento de Ockham.
  • La comunidad de imágenes de las cosas individuales, que dejan su huella en los órganos de los sentidos, va produciendo una confusión entre las imágenes de las cosas individuales, y es, a eso, a lo que se reducen los conceptos.
  • Aplicando este empirismo radical, a los objetos de la metafísica o a la teología natural, se rompe toda la conexión posible entre los caminos independientes de la fe y la razón que había llegado a establecer Santo Tomás de Aquino, por lo que, por un lado, la fe queda aislada de todo soporte racional y, por otro, la metafísica se torna imposible por la propia negación del carácter real de sus objetos de estudio.
  • Con respecto a la moral, todos aquellos que consideramos actos moralmente buenos y actos moralmente malos, lo son, simplemente por voluntad de Dios. Pero si Dios hubiera querido que los buenos fueran los malos y viceversa, lo hubieran sido. Todo depende de la voluntad de Dios.
  • Dios no reconoce, ni méritos, ni deméritos, que recompensar o castigar en el hombre. Por tanto, puede condenar a los inocentes y salvar a los culpables, ya que todo depende de su simple voluntad.
  • Como afirma Gilson (op. cit., p. 634), “Desde el momento en que suprimimos radicalmente las esencias y los arquetipos universales, ya no queda ninguna barrera que pueda contener la arbitrariedad del poder divino.”
  • La idea que Ockham ofrece de Dios es, por lo tanto, la de su omnipotencia y arbitrariedad.
  • Las relaciones del objeto con el conocimiento y las de la causa al efecto, son radicalmente contingentes. Todo, en el universo, es contingente.
  • Nada hay que sea necesario y, esto, no sólo en su existencia, sino también en su inteligibilidad.
  • En el universo ocurren las cosas de cierto modo regular y habitual pero eso es un simple hecho. Todo podría ser de otra manera.
  • Así, el pensamiento de Ockham postula el probabilismo en teología natural, el escepticismo metafísico y una orientación radical hacia la ciencia moderna.

Tras Ockham, los discípulos de Santo Tomás se llamaron los reales o antiguos, mientras los de Ockham se llamaron los nominales o, también, los modernos.

Tales designaciones, de las dos ramas mencionadas, no pueden ser más atinadas. Prácticamente, toda la filosofía moderna y contemporánea, da por cierta, la mayor parte de la filosofía de Ockham, incluyéndola en sus presupuestos, mientras la filosofía de los reales o antiguos se encuentra en un proceso de extinción imparable.

En relación con lo dicho, resulta asombroso el parecido de la filosofía de, por ejemplo, David Hume (1711-1776), con la de Guillermo de Ockham (1285-1349).

Réstense ambas fechas de nacimiento, y nos encontramos la friolera de una diferencia de 426 años. Más de cuatro siglos, sin que haya diferencias notables entre el pensamiento del segundo y el del primero.

De entre sus muchas similitudes, creo que hay que destacar una de las tácticas fundamentales del anti-realismo: la imputación a la realidad de ser un invento de la mente humana.

Ockham, al admitir como realidad, exclusivamente, el hecho concreto, lo particular o las cosas individuales, negando que haya realidad alguna de carácter universal, nos remite a juzgar que todo concepto universal es una invención de la mente humana.

Es decir, conceptos como, por ejemplo, la justicia, la carne, el color rojo, el ser humano, etc., no significan realidad alguna, sino que son palabras sin contenido real, y, aquellos que crean que sí la significan, inventan tales significados.

Por supuesto, Hume, también es nominalista. Además, va algo más lejos que Ockham, por ejemplo, al negar taxativamente carácter real a la causalidad, y al hacer incursiones en el ser humano, negando realidad alguna a la propia identidad personal.

Con respecto al nominalismo, Hume [ii], afirma que las ideas abstractas son:

«…ideas particulares añadidas a un cierto término que les confiere mayor extensión, y que hace que recuerden ocasionalmente a otros individuos similares a ellas.» (p. 62)

Además, dice Hume al respecto de tales ideas:

  1. Las ideas abstractas, por consiguiente, son de suyo, individuales, aunque puedan hacerse generales en la representación. La imagen de la mente es sólo la de un objeto particular, aunque su aplicación en nuestro razonamiento sea la misma que si fuera universal. (ibíd., p. 66)
  2. …algunas ideas son particulares en su naturaleza pero generales en su representación. Una idea particular se convierte en general al ser unida a un término general; esto es, a un término que por una conjunción debida a la costumbre guarda relación con muchas otras ideas particulares y las hace fácilmente presentes a la imaginación… (ibíd., p. 69)

Con respecto a esta segunda afirmación, Hume al apelar a la costumbre para dar cuenta de las ideas abstractas deja sin explicar a qué se debe esa costumbre. De hecho, unas líneas más adelante afirma: «Es imposible explicar las causas últimas de nuestras acciones mentales. Nos basta con poder dar cuenta satisfactoria de ellas gracias a la experiencia y a la analogía.»

Tal vez proceda decir que, los términos tratado, naturaleza y humana, son ideas abstractas y, por lo tanto, según el nominalismo, absurdas.

Negar la realidad del cemento, de la verdura, del aire, del agua, del conjunto de todas estas cosas… ¿a dónde nos llevaría?

Todos los seres particulares están constituidos y compuestos de factores universales o comunes. Negar el carácter real a tales factores universales implicaría negar el carácter real a los individuos compuestos por ellos.

Lo cierto es que tal rama de la filosofía moderna, viene a afirmar que la realidad es un invento de la mente humana. Ahora bien, el propio Hume propone que nos inventemos creencias que nos permitan vivir.

Por otro lado, en esta época contemporánea, dicha imputación a la mente humana, una vez negada ésta, viene a sustituirse por la misma imputación hecha al cerebro, al cual, incluso se atribuye la invención de la propia mente.

Según este desarrollo, es el cerebro el que inventa, tanto la mente, como la realidad. Solo hay neuronas que, al parecer, nos hacen alucinar.

Los epistemólogos Mario Bunge y Willard V. O. Quine, son los principales exponentes de ese materialismo que subsume la mente en el organismo.

Tal vez haya llegado el momento en el que, el movimiento ateísta de occidente, del cual Ockham es precursor, empiece a considerar que se ha pasado de frenada, y, que, su negación de Dios, no implique, necesariamente, la negación de la realidad, del ser humano, de su mente y de aquellos mismos que lo postulan.

 

[i] GILSON, ÉTIENNE; La filosofía en la Edad Media. Desde los orígenes patrísticos hasta el fin del siglo XIV; versión española de Arsenio Pacios y Salvador Caballero;  2ª ed; EDITORIAL GREDOS, S. A., Madrid, 1995

[ii] HUME, DAVID; Tratado de la naturaleza humana; ed. por Félix Duque del original A Treatise of Human Nature (1739-1740); reimpresión 2008; EDITORIAL TECNOS (GRUPO ANAYA, S.A.), Madrid, 2008

 

10 Comments
  • jfcalderero on 12/05/2016

    Interesante artículo, como el resto de los que publicas.
    Siempre me ha interesado saber, o tratar de descubrir, como adquieren tanta difusión algunas ocurrencias que, sin base ninguna,son seguidas por miles de ¿intelectuales? y aceptadas sin reservas.
    Saludos,
    @JFCalderero

    • Carlos J. García on 12/05/2016

      Tales ideas suelen converger en un punto: favorecen al poder (político, social económico…) que las financia. Solo por eso, obtienen mucho más respaldo que cualquier otra idea que pudiera fortalecer al ser humano. Un saludo y gracias por tus comentarios.

  • luis miguel on 12/05/2016

    Quizás, al igual que Berkeley para la demostración de Dios, urdiera su «idealismo subjetivo»; Ockham con su nominalismo extremo, evidenciando la negación de toda realidad, nos da a entender la imposibilidad de negar a Dios.

    • Carlos J. García on 12/05/2016

      No tengo muy claro de qué lado estaba el obispo Berkeley, en esa pugna entre poder político y poder religioso.

      En la obra de George Berkeley, Tres diálogos entre Hilas y Filonús, ―trad. y ed. Gerardo López Sastre; original publicado en Londres en 1713; Espasa Calpe S.A., Madrid, 1996― publicada poco después de su primera obra Un tratado sobre los principios del conocimiento humano…, expone de un modo más literario lo principal de la primera, que había tenido, en su publicación en Dublín, poca acogida por parte de los lectores.

      En esta obra Berkeley afirma, antecediendo a Hume, que los objetos materiales sólo existen al ser percibidos y que la realidad de las cosas sensibles consiste en ser percibidas. En el diálogo, Filonús defiende esta postura frente a Hylas que sostiene que existir es una cosa y ser percibida otra. En el diálogo triunfa Filonús que admite que el calor, el frío, etc., son meras sensaciones que sólo existen en nuestras mentes. En definitiva sólo existen las ideas, no las cosas.

      Tanto en Berkeley, como en Hume, se defiende la existencia de la mente, y se ataca la existencia de algo exterior a ella.

      Dicha tesis coloca al ser humano al nivel de un bebé que cree que las cosas se esfuman cuando las deja de sentir. De hecho la noción de ser, entendida como algo que sigue siendo o existiendo, a pesar de que se deje de ver, es un enorme avance madurativo a favor de la aprehensión de realidad.

      En cuanto a Ockham, su doctrina ha triunfado mayoritariamente en la filosofía moderna y contemporánea, y parece encajar a la perfección con autores manifiestamente ateos, como, por ejemplo, Ludwig Wittgenstein. Además, su demolición de la metafísica conlleva, implícitamente, la demolición de la metafísica cristiana, lo cual deja al cristianismo en condiciones de máxima precariedad.

  • Celia on 15/05/2016

    El caso es que el nominalismo de Hume no ha podido impedir que Einstein descubriera las dos Teorías de la Relatividad, ni que otros científicos sacaran a la luz otras muchas teorías que necesariamente obligan a “teorizar” sin percibir por los sentidos. Esta es una gran paradoja.

    • Carlos J. García on 15/05/2016

      Totalmente de acuerdo. Ninguna disciplina del conocimiento, ni, dentro de ellas, las ciencias, los son, sin disponer de modelos teóricos universales que describan, expliquen y pronostiquen los objetos a los que se destinen. En particular, hoy en día, la mayor privación de teorías se encuentra en las humanidades, y, dentro de ellas, posiblemente, en la psicología aplicada a los problemas psicológicos. ¿Cuál es el problema? El prejuicio de seguir aferrada a esa rama, supuestamente científica del positivismo lógico, que tiene a Hume como una de sus más altas autoridades, y el conductismo (al que se supone científico), como raíz de sus orientaciones prácticas. Muchas gracias por tu comentario.

  • sockets2012 on 31/05/2016

    Einstein admiraba a Hume, llegando a confesar que su positivismo (de Hume) le ayudó bastante en su teoría de la relatividad.

    • Carlos J. García on 31/05/2016

      A pesar de que a Hume se le encuadre como “empirista” (por el solo hecho de no creer que las ideas son de origen innato), lo cierto es que la postura filosófica que mejor se ajusta a su doctrina es el escepticismo, y, yo creo que, por el lado del sujeto, en la especialización de un subjetivismo mentalista, mientras, por el lado del objeto, postula un atomismo que desintegra toda la trama de la realidad.

      Carlos Mellizo, prologuista del libro de Burke sobre la revolución francesa, que menciona la relación entre éste autor y David Hume, hace una aseveración acerca de la obra de Hume que sintetiza muy bien la postura de éste:

      «En el orden del pensamiento especulativo, decía Hume, es inevitable que la filosofía estricta nos lleve a la vía escéptica y nos enseñe, por ejemplo, que el mundo exterior no existe y que la mesa que toco o el árbol que veo son meras percepciones y no realidades físicas fuera de mi yo». [BURKE, EDMUND; Reflexiones sobre la revolución en Francia; prólogo, trad., y notas de Carlos Mellizo; Alianza Editorial S.A., Madrid, 2010].

      Creo que, ni el mentalismo que desarrolla Hume a partir de impresiones sensoriales simples, ni su concepción de un mundo exterior desintegrado, puedan contribuir a la elaboración de modelos teóricos cuya finalidad sea la representación de la enorme complejidad que caracteriza a la realidad, de entre los cuales, los de Einstein, son todo un paradigma.

      Por otro lado, David Hume, [en su Tratado de la naturaleza humana] niega la validez de la inducción del siguiente modo:

      «Una realidad que sea distinta de las percepciones y externa a ellas, no se puede afirmar sobre la base de las impresiones de los sentidos ni sobre la base de la relación causal. La realidad externa, no es, pues comprobable, pero el instinto que tenemos de creer en ella no puede eliminarse.»

      Dadas estas premisas, por las que no se admite que los datos sean datos de la realidad o de simples cosas que hay fuera del pensamiento, ni se admite la validez de la inducción lógica como fundamento para elaborar cualquier tipo de teoría, no llego a alcanzar de qué modo ha podido ayudar dicho autor a elaborar teoría alguna.

      Por otro lado, Einstein, en sus conversaciones con Heisemberg y los defensores de la mecánica cuántica, [en Heisemberg, W., «Diálogos sobre Física atómica»] afirmaba que Sólo la teoría decide lo que puede observarse. Es decir, por observación, somos capaces de hacer teorías, pero una vez hechas, son ellas las que determinan qué podemos observar y qué no podemos observar, de qué nos daremos cuenta y qué nos pasará desapercibido. Tan estrecha es la relación entre nuestros modelos teóricos, la posibilidad de percibir lo que hay en el exterior y la propia realidad exterior al pensamiento.

      Dicho esto, ignoro qué pudo ver Einstein en Hume para afirmar su admiración por él.

      • john doe on 09/11/2020

        Tal vez ya es muy tarde para dar una respuesta, pero según entiendo, Einstein se basó en la concepción que tenía Hume del espacio y del tiempo para desarrollar la teoría de la relatividad – y yo, siendo físico, no la acepto, precisamente, porque Einstein se basó en las concepciones erróneas de Hume del espacio y el tiempo, los cuales, no pueden ser relativos, sino que absolutos -. Sino fuese así, las leyes de la naturaleza – principios de conservación de la física – y las matemáticas – aritmética y geometría – simplemente no serían posibles. La física cuántica niega que las leyes de la lógica se apliquen a nivel microscópico, y la relatividad niega que el espacio y el tiempo sean absolutos – que en el fondo es negar la realidad del espacio y el tiempo mismos -. En definitiva, la física moderna es el resultado de una filosofía falsa como lo es el nominalismo, lo cual explica la situación desastrosa en la que se encuentran dicha ciencia – llena de especuladores y charlatanes vendiendo libros vacíos de contenido -.

        En la biología es peor, ya que la evolución por selección natural se basa en la teoría de las pasiones de Hume más las críticas que hizo éste al argumento del diseño y a la teleología, reduciendo esta última a proyecciones de las metas humanas en la naturaleza. La evolución VIOLA los principios de conservación de la física. Cualquiera que entienda bien estos principios sabe que esta teoría es un fraude. Y tal como usted dijo, sólo por intereses de los poderosos se mantienen en pie todas estas aberraciones intelectuales, lo que trae como consecuencia, el mundo corrompido que tenemos hoy en día.

        • Carlos J. García on 14/01/2021

          Hoy he reiniciado la publicación de artículos en el blog y precisamente hago referencia a algunas nociones físicas que te pueden interesar. Un saludo.

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