Blog de Carlos J. García

Formas de tratar a un ser humano como si no lo fuera

¿Qué es un ser humano?

En principio, podríamos decir que se trata de un ser que existe y que tiende a existir, al que hay que aplicar la presunción de inocencia mientras no se demuestre lo contrario. Es decir, no se trata de algo indeseable por el mero hecho de nacer o haber nacido, y, no es más carga para sus padres que la que ellos fueron para los suyos.

Además, posee la forma propia que comparte con todos los miembros de la especie, posee la capacidad de moverse, tiene vida propia, pero no cualquier forma de vida, sino una bien diferenciada del resto de las especies animales.

Por el hecho de nacer de sus padres, no es propiedad de ellos, como no lo es de nadie. De ahí que no exista el derecho a la libre disposición de un ser humano por otro.

Ningún ser humano es Dios, ni un dios, como tampoco es, estructuralmente, ni superior, ni inferior a cualquier otro ser humano, por razón de nacimiento. Dispone de unas capacidades concretas con las que poder existir, y que, según las utilice, podrá desarrollar en mayor o menor medida.

Además, tampoco es malo, dañino, perjudicial, ni falso o hipócrita, por naturaleza, aunque se le puede formar de tales modos si se pone el empeño suficiente cuando todavía es un niño.

Un último dato importante, es que cada ser humano tiene su propio modo de ser, tiene su propia identidad, y, por lo tanto, no es el mismo que cualquier otro.

De estas características generales, también podemos extraer aquello que no es un ser humano.

En primer lugar, no es «nada», inexistente, ni, por lo tanto, algo insignificante o estructuralmente despreciable. Tampoco se le puede tratar, desde su nacimiento, como si fuera algo indeseable que no merezca estar en este mundo, ni como algo necesariamente perjudicial por aquellos de quienes desciende.

Además, no es una cosa inerte a la que mover y que deba dejarse ser movida sin rechistar. Desde pequeño hay que permitir que se mueva.

Ni mucho menos podemos considerar a un ser humano, tenga la edad que tenga, como mera materia prima a la que podamos dar forma libremente a nuestro antojo. Nace preformado como el ser humano que es, por lo que tratar de esculpirlo artificialmente al arbitrio de quien le eduque, puede chocar destructivamente con dicha formalización previa.

Tampoco es un animal domesticable al que se le puedan aplicar programas de adiestramiento, como se hace con algunos animales, mediante premios y castigos sistemáticos. Se educa mucho mejor mediante adultos que le sirvan de ejemplo y atmósferas familiares que verifiquen las condiciones reales.

Debido a que no es propiedad de nadie, no se le puede considerar una propiedad más de la que se sacar beneficio para quien le eduque.

No vale utilizarlo para sentirse poderoso; disponer de él como un recurso propio; programarlo para vivir de él; abusar de él; saquearle; satisfacer las propias necesidades; ampliar el propio radio de acción en el mundo; dar buena imagen de uno mismo; descargar las emociones en él; manipularle para ser objeto de su atención y admiración; usarle para hacer daño a terceros; venderle; explotarle; corromperle…

Tampoco es Dios, ni un dios, ni un rey, ni hay que hacerle creer ese tipo de cosas que son meras elevaciones artificiales, y que le harán creer que posee todo el derecho a ser un déspota despreciativo con cualquiera que se encuentre a lo largo de su vida.

Obviamente, los niños tampoco son, malos, torpes, falsos o feos, sino todo lo contrario, por lo que,  malignarles, supone hacerlos según el delirio que tenga al respecto quien les forme.

En un artículo precedente de este mismo blog, titulado Diferentes formas de proceder, decía que cualquier ser, cosa u objeto con el que tratemos, puede ser tratado de dos maneras: 1) Según corresponda por ser aquello que es, y, 2) Como si se tratara de algo diferente a aquello que es.

Una posible definición del amor remite a la primera de ellas. La segunda, es mera violencia.

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