Blog de Carlos J. García

España alienada

La alienación es un proceso mediante el cual el individuo o una colectividad transforman su conciencia hasta hacerla contradictoria con lo que debía esperarse de su condición (RAE).

El sistema sociocultural actual es un sujeto alienante de la mayor envergadura conocida a lo largo de la historia y ya, no solo constituye una seria amenaza contra la futura salud mental de la población, sino que ya en la actualidad es cada vez más preocupante.

La sociedad en cuanto a tal ha dejado de serlo a una velocidad desconocida. En pocas décadas ha mutado de ser una sociedad sana a otra que padece los efectos de un politraumatismo que, en absoluto, parece accidental.

En primer lugar, la comunicación en todos los planos de las relaciones humanas, interpersonal, social, mediática, de amistad, de pareja, institucional y de cualquier otro tipo que consideremos, está sometida a todo tipo de restricciones, coacciones y deformaciones, que constituyen una continua amenaza para quien se atreva a hablar.

Debo recordar que, en un pequeño artículo de este mismo blog publicado el 08/07/2015 titulado «Hablar», ya planteé el problema en términos, que, dada su brevedad, creo vale la pena reproducir en este momento:

 

«Se da por supuesto que la libertad de expresión es uno de los derechos más celebrados a los que ha accedido nuestra civilización. Bajo tal denominación se entiende que los ciudadanos podemos pensar libremente y emitir públicamente lo que pensamos acerca de prácticamente cualquier cosa, lo cual, sobre todo, permitiría la crítica hacia el propio sistema, sus gobernantes, instituciones, etc.

No obstante, cada vez más, se va consolidando una costumbre a la que se alude en términos de decir lo políticamente correcto con cierta complacencia, sin que se llegue a profundizar en las posibles razones de dicho uso social.

La relación que haya entre el derecho a la libertad de expresión y el hecho social de que haya mucha gente que tienda a decir lo políticamente correcto se convierte en algo enigmático, dado que parecería que, habiendo dicha libertad, quienes renieguen de ella para emitir mensajes políticamente correctos, lo harían por su propia voluntad y no bajo obligación alguna, pero ¿es así?

Convengo con Ortega y Gasset en que el verbo hablar significa, sobre todo, descubrir. Hablar con alguien es descubrir algo con él, descubrirse uno mismo ante él, descubrir algo de él o descubrir algo de uno mismo al hablar con él.

Un ejemplo notable de la utilidad investigadora de hablar lo constituyen los famosos diálogos platónicos y se cuenta que, en una ocasión, el propio Sócrates que caminaba con un joven silencioso a su lado llegó a decirle ¡habla para que te vea!

Hablar de verdad excluye modalidades de uso del lenguaje como, por ejemplo, la retórica; hablar por hablar; decir lo que se supone que el otro quiere oír; emitir verdades a medias; mentir o muchas otras que, lejos de descubrir o hacer existir algo que estaba oculto, contribuyen a enterrar la verdad acerca de aquello de que se trate.

De hecho, Sócrates no le dijo al joven di algo para que te vea sino habla para que te vea.

Es una lástima que, en general, se aprecie en tan escasa medida la belleza, definida como la expresión plena y verdadera de aquello que es real, suprimiéndose, a veces, por nimiedades y, quizá, más a menudo, por usos y costumbres de oscura procedencia.

Dentro de ese sesgo existencial hay que destacar la inclinación al mimetismo de quienes prefieren sacrificar su propia existencia en beneficio de la existencia de quienes generan y expanden modas sociales, como si fueran de obligado cumplimiento, aunque, pensándolo mejor, tal vez lo sean para muchos.»

 

Han transcurrido unos cinco años desde su publicación y la única diferencia de contenido que habría que modificar es que ya conocemos mucho mejor al sujeto alienante. Estamos sometidos a una revolución total causada por los peores y mayores poderes de la humanidad que, entre las múltiples operaciones que lleva a cabo, se encuentra una abominable e intensa censura, sin duda ya, de obligado cumplimiento.

Ahora bien esa censura es metafísicamente maligna, ya que no se refiere a que impida emitir críticas sobre los poderes tiránicos reinantes, sino a algo mucho peor: la prohibición absoluta de decir la verdad, incluyendo un agravante fundamental que consiste en aplicar un desprecio olímpico por ella y, todavía más, por la realidad.

En su lugar hay que aprenderse el nuevo credo dogmático que es muy fácil de aprender: cambio climático antropogénico, ideología sexual, multiculturalismo, etc., y respaldar su validez en cualquier ámbito comunicacional.

Dicho como anécdota, en la actualidad, ya casi no se puede hablar ni siquiera del tiempo atmosférico —lo cual era muy socorrido en situaciones sociales—  cuando hace mucho frío, salvo si en esa circunstancia se dice que hace calor, y así con todo lo demás, con lo que, quien prefiera no mentir, tendrá que callarse sistemáticamente.

Por otro lado, en este mismo terreno de la comunicación, están materializando la antigua metáfora de la Torre de Babel. Antes, en toda España nos comunicábamos en la preciosa lengua universal que es el castellano, por lo que cualquier individuo de cualquier región española podía hablar con otro de cualquier otra región. Debemos recordar que el mito de la Torre de Babel fue un castigo divino, pero ahora, se ha clasificado como un derecho en el avance de las libertades.

En otro pozo más profundo, como es el de la educación, se pretende eliminar la tarea de aprender cosas de memoria con el pretexto de que eso es una carga inútil en la formación humana. Ante esto, si Platón viviera ya se habría quitado de en medio, dada su creencia de que lo único que hacemos en la vida es recordar: «¿Te acuerdas de lo que nos decía la profesora de biología…?»; «No, aquello no valía para nada. Y tú deberías olvidarlo». Sin embargo, se animan los debates de opinión en los colegios para que, en pleno renacimiento de la sofística, los colegiales aprendan a parecer que tienen la razón. La historia, por supuesto, es un objeto más de opinión, aunque no se lea ni un capítulo de algún buen libro de historia, etc.

La trasmutación del lenguaje, el lenguaje inclusivo, la perspectiva de género, la explosión del spanglish, la hipersensibilidad del interlocutor ante la más mínima interpretación de que algo que oiga pudiera resultar ofensivo a alguien… Cada día se agregan más terrenos de censura que generan la necesidad de que la población interiorice nuevos aprendizajes y nuevos usos sociales para abortar cualquier indicio de espontaneidad.

Pero si hay algo en la comunicación que sea verdaderamente existencial es hablar, o comunicarse de cualquier otro modo, con espontaneidad, autenticidad y expresividad del propio ser.

El ser humano no puede tolerar niveles significativos de disonancia cognitiva por mucho tiempo, lo que implica que no puede estar permanentemente diciendo lo que ni piensa ni cree, y no diciendo nunca aquello que piensa y cree, y cuando esto ocurre, su única solución es adaptar su ser a los modos de existencia socialmente obligatorios. Esta forzado a cambiar él bajo esa presión social que solo le deja relacionarse por medio de los nuevos usos sociales que se le imponen. Y eso es despersonalizarse y, como es obvio, alienarse.

A este respecto, la alienación conlleva un proceso de metanoia, con un profundo cambio de la mente individual o de la mentalidad poblacional, a causa del conflicto irresoluble que puede expresarse en términos de «si soy yo no existo, y si existo no soy yo».

En la historia ha habido diferentes tipos de tiranías, pero de todas ellas, la más abyecta es la tiranía social, con su señalamiento, la delación, el aislamiento, la exclusión, etc., de quienes no claudican.

En estos casos se percibe con claridad que la “sociedad” sustituye a la realidad, mientras los seres reales son excluidos de ella, lo cual es de enorme gravedad.

El problema fundamental es que, en la época que vivimos, la psiquiatría institucional ya se adelantó a identificar, la sociedad, con la realidad, a partir de la definición de delirio[i] de Karl Jaspers. Según él y su cohorte de seguidores, alguien delira cuando se aparta progresivamente de aquello que cree la sociedad en la que vive. Y, lo que todavía es peor, la realidad se considera como un delirio general, aunque, por ser común, esos psiquiatras no llegar a calificarlo como algo patológico.

No debemos olvidar de la historia reciente que, quienes confinaban en Siberia a los disidentes tildados de enfermos mentales, fueron psiquiatras militantes del PC de la URSS.

Llegados a este punto, se puede decir que, la brutal inculturación que padecemos conseguirá en breve, con todas estas y otras muchas malas artes y artimañas, que se impute alienación, metanoia o delirio a quienes se resistan a ella, mientras que esa colectividad que se somete al mal, se eleve al plano más elevado de la salud mental y sea portadora de la realidad, la cual, como decía Jaspers, solo padece un irrelevante delirio benigno y completamente normal.

[i] JASPERS, KARL; Filosofía de la existencia; trad. Luis Rodríguez Aranda; Editorial Planeta-De Agostini, S.A., Barcelona, 1993

6 Comments
  • Jesús Domínguez on 05/04/2021

    Hola Carlos. Como siempre, gracias por tu nuevo articulo sobre ESPAÑA ALIENADA. He encontrado una definición de alienar que es «causar o provocar la pérdida de la personalidad o la identidad de un persona o colectivo». Sin duda, como bien dices, el sistema sociocultural es un sujeto alienante, por su puesto, manejado por anti reales cuyo único objetivo es destruir al Ser Real y evitar que exista. Está «mal visto» que seas un Ser Real, Verdadero y que aprecies la Belleza como expresión plena y verdadera de lo Real. ¡Cuantas conversaciones y palabras vacías de contenido se escuchan a diario¡. Sin embargo, los Seres Reales sabemos lo que es importante que es el Bien, la Verdad y la Belleza como Principios Reales que, sin duda, hacen frente a todo intento de alienación. Muchas gracias por hacernos reflexionar sobre temas tan interesantes como el que nos planteas hoy. Un saludo.

    • Carlos J. García on 09/04/2021

      La definición que has encontrado del verbo alienar es correcta ya que tras producir esa despersonalización en los individuos o la rotura de la estructura de creencias centrales de la mentalidad de una sociedad básicamente real, vienen todos los efectos del daño producido en términos de pérdida de la fuerza del yo, la bajada de autoestima, y el deterioro de todas las capacidades y funciones de relación con el entorno.
      Totalmente de acuerdo en que el ser humano que permanezca regido por principios reales en un mundo en el que cada vez más domina el anti-realismo esté mal visto, ya que no se somete a sus demandas.
      Pero no tiene ninguna lógica renunciar a los principios reales y, por tanto, a ser una persona real, para adaptarse a una población cuya valoración de las personas, no solo está equivocada, sino que resulta muy perjudicial para sus propios componentes.

      Muchas gracias y otro saludo para ti.

  • Nacho on 06/04/2021

    Hola Carlos, completamente de acuerdo.
    Creo que el principal ingrediente que puede explicar ese estado de cosas es la idea que ya citas sobre que la realidad verdaderamente real es la que construye una sociedad. Si a esto le añades la hipervaloración irracional de la “democracia”, se obtiene la conclusión de que solo es verdad aquello que opine la mayoría. Pero esta forma de pensar anula absolutamente el juicio crítico del individuo y la posibilidad de emergencia de personas independientes por cuanto, se las mantiene en una dependencia social permanente al negársele el acceso a la verdadera realidad “ya que la única felicidad consiste en la adaptación al rebaño”. Un individuo así asume las ideas, pero jamás las cuestiona ni las entiende.
    Conseguido esto, el segundo ingrediente necesario, mucho menos sofisticado, es propagar un nuevo cuerpo de ideas, obviamente sin referente real, con la suficiente universalidad y persistencia para que sean incorporadas al “cuerpo legal social”. Estas nuevas ideas solo persiguen los intereses particulares de los pastores del rebaño social.
    El individuo así despersonalizado, no tenderá a rechazar cualquier idea distinta o contraria, puesto que ni siquiera las entiende, sino a las personas que las declaran públicamente. De forma que las meras ideas no son ya ideas o creencias susceptibles de ser debatidas, sino alarmas para detectar a las personas “peligrosas”, “antisociales” y rechazarlas. El independiente es el verdadero enemigo del régimen actual. En mi opinión el sistema social en el que vivimos hoy en día es mucho más sofisticado de lo que pensamos. Creo que inventa “buenos y malos”, les enfrenta y crea nichos de oportunidad política para cada uno de esos grupos, que siempre deben existir, utilizando por ejemplo la disidencia controlada. En esa pugna tienen atareados a los individuos despersonalizados mientras los auténticos malos despliegan, sin oposición alguna, sus oscuros propósitos.
    Lo más curioso es que, aun cuando uno de esos grupos enfrentados esté más cerca de la verdad, ésta será indetectable por el individuo despersonalizado que ya es incapaz de analizar ideas, sino solo la “marca de fuego” del rebaño al que pertenece.
    Un abrazo Carlos

    • Carlos J. García on 09/04/2021

      Plenamente de acuerdo con la extensión que agregas al artículo, referida a la dinámica social de una población que, en general, ha perdido los principios reales.
      Conecta de diversos modos con el debate que tuvimos en un artículo anterior en el que tú sostenías que las creencias se formaban de forma pragmática o utilitarista en función de sus beneficios para la supervivencia, mientras yo mismo afirmaba que la verdad y el conocimiento que produce podía discurrir de forma independiente a su conexión directa con la supervivencia.
      Ahora bien, si una civilización lleva a cabo la transformación a la que conduce la supresión de principios reales, ya solo quedan los intereses vitales, los rebaños enfrentados y las creencias que se necesitan incorporar para formar parte del rebaño al que se sume cada cual. Es lo que ocurre en todas las guerras en las que dos o más poblaciones se enfrentan por la supervivencia de cada una de ellas y la extinción de la contraria: las correspondientes propagandas de guerra son creídas por cada bando de forma automática con total independencia de la verdad que puedan o no contener.
      Como dices, la invención de “buenos y malos” es clave para todas estas dinámicas sociales. Ahora bien, esa invención artificial siempre es producida por los verdaderamente malos, que se identifican a sí mismos como los buenos y malignan a los contrarios a los que, ya sean buenos o malos, califican como “los malos”, y el rebaño no hace más que seguirles.
      Me inclino a pensar que las ideologías están cada vez más desconectadas de las creencias de quienes las divulgan. Primero están sus intereses, ambiciones de poder, enriquecimiento, ganancias sociales, etc., y en segundo lugar, la elección de la ideología a la que sumarse para formar parte del rebaño ganador, como si de una apuesta se tratara. Da igual el carácter verdadero o falso, bueno o malo, de los dogmas ideológicos, lo que importa es sumarse a los que vayan a ganar la guerra y beneficiarse vitalmente del resultado.
      Estamos en una civilización en un proceso acelerado de extinción debido a la pérdida de los principios reales y, la población general, ni siquiera se da cuenta de ello, ni tiene la formación necesaria para valorar y conservar todo aquello que la debería proteger frente al intenso anti-realismo que padece.
      Excelente comentario, como ya viene siendo habitual.
      Otro abrazo para ti.

  • Francisco Lozano on 10/04/2021

    Que gran artículo Carlos en una descripción exacta de lo que ocurre. Los comentarios y tus respuestas lo completan para seguir aprendiendo. Gracias.

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