Blog de Carlos J. García

En última instancia, ¿qué es la verdad?

Como decía en un artículo anterior, la coexistencia de dos o más seres adopta la forma de un sistema relaciones que deben verificar tres condiciones. 1) Que no sean relaciones mediante las cuales se destruyan los componentes del sistema, 2) Que se conozcan entre sí, y 3) Que emitan información por la que puedan ser conocidos.

No obstante, las dos últimas, pueden ser reducidas a una, ya que el conocimiento recíproco requiere, la concurrencia de ambas.

Pensemos en dos o más seres que se ignoren mutuamente y tendremos el mismo resultado que en el caso de que no existiera ninguno de ellos. Pensemos en relaciones mutuamente destructivas, y sus respectivas existencias serán imposibles.

En el presente artículo, trataré de esclarecer en qué consiste el principio que hace posible el conocimiento, el cual se ha denominado tradicionalmente con el término verdad.

En esta, como en tantas otras cuestiones, uno de los factores más importantes es la noción de propiedad y los juicios que hacemos acerca de ella, que son del tipo «X es de Y». Tales juicios indican la pertenencia de algún elemento, propiedad, componente, etc., a algún ser, cosa, situación, etc.

Pensemos en cualquier propiedad o característica de algo y en la forma que tenemos de referirnos a ella, afirmando que le pertenece, que es de ella. En última instancia, la verdad se refiere exactamente a eso.

Todo cuanto hay a nuestro alcance, seres, cosas, etc., son sistemas complejos, cada uno de los cuales reúne múltiples elementos y propiedades, que son de él. Ya sean propiedades constitutivas del ser o la cosa, ya sean sus componentes, o, ya se trate de las actividades que produzca, cada ser considerado de forma unitaria, posee un determinado conjunto de características.

Si empezamos por denominar verdad a ese conjunto de propiedades, veremos que no es tan diferente del uso que, generalmente, le damos a dicho término.

Generalmente, se ha entendido que un enunciado es verdadero cuando hay correspondencia entre el objeto y la representación que se hace de él, mediante tal enunciado ―por ejemplo, tal como la definió Alfred Tarski[i]. Es decir, se trata de una representación fidedigna de la cosa y de sus propiedades.

Si una representación, o un enunciado de algo, significan exactamente aquello a lo que se refieren, entonces decimos que son verdaderos, precisamente porque son de la cosa. Sencillamente, representan la verdad de la cosa que tienen por objeto y no representan ideas ajenas a la misma, que aporte el agente del conocimiento al enunciado.

Dicho en otros términos, el agente del conocimiento aporta la enunciación o la representación, pero no es sujeto de lo enunciado, ya que, al conocer, se atiene y sujeta su enunciación al objeto de la misma.

El agente podrá hacer la representación como a él le parezca oportuno, si bien, tratando de que sea del mejor modo posible para que la cosa pueda ser correctamente representada.

Las cosas, al existir, ofrecen datos de sí mismas. En mayor o menor medida, se dejan conocer por el hecho de manifestarse o de existir ante el observador.

En tal sentido, coexisten con aquel que trata de conocerlas o representarlas. Dan de sí aquello que son, mediante su propia existencia.

Por su parte, el observador las hace existir en sus representaciones de ellas, es decir, contribuye a que existan, fuera de un orden estrictamente material, aportándoles el plano formal de su propia conciencia.

Además, si el observador comunica a otros lo que sabe de la cosa, está contribuyendo a que aquella cosa exista, en esos otros espacios formales que son las respectivas conciencias de los destinatarios.

Al conocer algo y comunicarlo, lo conocido se pone en espacios formales, por lo que se amplifica la simple existencia que tendría en sus relaciones reducidas al ámbito estrictamente material.

Por lo tanto, cuando alguien, en vez de conocer el objeto, se inventa unos cuantos enunciados y se los atribuye indebidamente a dicho objeto, está afirmando que aquello que dice es de la cosa, no siéndolo, pues es de su propia cosecha y no de ella. De tal modo, no solo le sustrae existencia  a la cosa, sino que, además, la oculta bajo tales enunciados, y, por tanto, la aísla de sí mismo y de aquellos a quienes les pudiera comunicar la falsa representación.

Otro caso, que no le viene nada bien a la verdad, es el que sucede cuando alguien conoce de verdad algo y, en vez de comunicarlo tal como él mismo lo representa, emite mensajes falsos al respecto para inducir a error a quienes los reciban. Como todo el mundo sabe, ese tipo de operaciones se designan con el verbo mentir.

Como criterio de «verdad» de un enunciado podemos decir que un enunciado es verdad cuando su objeto coincide con su sujeto, es decir cuando aquel que hace el enunciado se limita a enunciar, sujetándose al objeto enunciado y, por lo tanto, sin añadir ni quitar contenido al objeto, lo cual estaría sujeto a él mismo. Aquel que conoce es el sujeto de la enunciación pero no el sujeto de lo enunciado, que es el propio objeto.

De ahí que, un posible análisis de la veracidad de un enunciado, se puede hacer investigando su proceso de producción, aunque también resulte posible estudiar su actualidad existencial, por contraste con los datos y mediante el contraste con su posibilidad lógica.

 

[i] TARSKI, ALFRED; La concepción semántica de la verdad y los fundamentos de la semántica; trad. Paloma García Abad, del original de 1966 con versión previa de 1953 publicada en la Pacific División of the American Philosophical Association; A Parte Rei. Revista de Filosofía; serbal.pntic.mec.es/Aparte Rei/

 

4 Comments
  • Celia on 22/09/2015

    Sacas a colación el asunto clave para entender hoy al ser humano y al mundo y que desarrollas con más profundidad en el capítulo “La verdad” del módulo “La realidad como modelo y como principio”. Sin verdad no es posible el ser ni la realidad. La verdad es el respeto absoluto a lo que es y tal como es. ¿Cómo se puede querer conocer, y para qué valdría, si no se persigue la verdad? ¿No es curioso que cuando alguien va a testificar se diga eso de que dirá la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad? En fin, el tema es de tanta profundidad y tantas sus derivadas (verdad y libertad, relativismo moral, verdad y ciencia) que imagino da para muchas entradas en este blog. Ahora me gustaría plantearte el por qué personas buenas tienen miedo a la verdad. ¿Es que la verdad puede hacer daño? Por ejemplo, a veces las personas no quieren ver que alguien es una mala persona, a pesar de evidencias incontrovertibles, porque quizá tienen miedo a la existencia de la maldad. Otras veces, por ejemplo, las personas prefieren no saber si su enfermedad es terminal porque le tienen algo más que miedo a la muerte. Si se fuera capaz de superar esos miedos y se pusiera por encima de todo conocer en verdad, se podría dar quizá cuenta de que saber que alguien es malo es tremendamente liberador. Y que mirar de frente a la muerte te permite afrontarla con mayor serenidad. ¿Cómo se puede explicar que el respeto a la verdad genera bien?

    • Carlos J. García on 24/09/2015

      Las cuestiones que planteas y las preguntas que haces son de extrema importancia y merecen ser tratadas con la debida extensión. No obstante, intentaré responderte con la brevedad que requiere este espacio.

      ¿Es que la verdad puede hacer daño? Obviamente la respuesta es no. En la metafísica clásica, el bien, la verdad y la belleza, se consideran distintas facetas del ser. En realidad, no pueden oponerse ninguna de ellas a las demás.

      A veces las personas no quieren ver que alguien es malo. Cierto, si bien, a menudo, lo saben, lo ven o, al menos, lo intuyen. El problema radica en que, a pesar de saberlo, no lo pueden creer. Llegar a creer que, por ejemplo, un pariente próximo o alguien con quien se sostiene una relación de amistad, son malos, tras haber creído mucho tiempo que no lo eran, viene a ser una revolución de gran envergadura dentro del propio sistema de referencia interno, y, en ocasiones, hay personas que aplican criterios de utilidad o de tipo pragmatista, para no verse obligadas a cambiar sus creencias y sus relaciones.

      Las personas prefieren no saber si su enfermedad es terminal… En este tipo de casos todo depende del nivel de realización que se haya alcanzado en el momento en el que ocurra dicha enfermedad. A veces, no se llega a estar a la altura, ni de la vida ni de la muerte, lo cual implica condiciones de incapacidad para afrontarlas tal como se presentan.

  • Luis Miguel on 23/09/2015

    Acabo de leer con preocupación el siguiente artículo:
    http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2015-09-22/gobierno-japones-universidades-eliminar-humanidades_1029705/

    Es una noticia que informa de la próxima intención de un gobierno de suprimir las asignaturas de humanidades para que el foco quede orientado a las asignaturas técnicas, pues éstas son útiles a la sociedad y aquellas supuestamente no. Veo una relación con este ensayo sobre La Verdad que has escrito. La Verdad podría categorizarse como perteneciente a la asignatura de Metafísica y ésta podría categorizarse como parte del conjunto de las asignaturas de Humanidades. A mi modo de ver ésta medida descartaría el estudio de la Metafísica y por lo tanto el contenido de la definición y estudio del trascendental de La Verdad que desarrollas en este ensayo y que además explicas en el Módulo 5 de tu obra “La realidad como modelo y como principio” en los capítulos que hablas de los trascendentales El Bien, La Verdad y la Belleza.

    Creo por lo tanto que ésta medida está orientada a propósito para disminuir el componente gubernativo de nuestro alma y para fortalecer el componente facultativo que trata de las habilidades técnicas. En tu obra citas a Jeremy Bentham (1832) como uno de los defensores de este tipo de medidas. Este tipo de creencias son propias del Utilitarismo y lo analizas en el apéndice del Módulo 1 de tu obra ”La Naturaleza Humana”.

    ¿No es ésta una táctica para debilitar al ser humano?

    ¿Por qué un gobierno elegido por elección popular toma medidas destinadas a crear seres débiles y dependientes?

    ¿No es maravilloso entender el escenario de la Verdad diferenciando, como haces en este ensayo, el enunciado, el objeto, el agente que hace el enunciado, así como si el enunciado está sujeto o no a la cosa? ¿No enriquece este conocimiento el filtro de asignación de verosimilitud de nuestra alma?

    ¿No son los anteriores elementos vitales para adquirir conocimiento real del mundo en el que vivimos?

    Y si es así,¿cómo es posible que un gobierno elegido según el método descrito por Rousseau en el Contrato Social pueda hacer tal cosa contra el pueblo en el marco de un contrato adquirido con el pueblo?

    • Carlos J. García on 24/09/2015

      La noticia que comentas parece que proviniera directamente de la Alemania del siglo XIX. Tras la derrota sufrida en la batalla de Jena, frente a Napoleón, Federico Guillermo III de Prusia fundó la Universidad de Berlín con la finalidad de instituir una nueva formación de los jóvenes, que fuera de tipo integral. Tal modelo se conoce con el término Bildung y pone de relieve el valor de totalidad integrada de una persona en la que cada parte de su vida contribuye a la consecución del bien, la verdad y la belleza, mediante un elevado nivel cultural.

      No obstante, en el último tercio del siglo XIX, se generaron fuertes tensiones en gran parte de Europa, al colisionar las fuerzas modernizadoras y las tradicionales (algo de esto lo verás expuesto en los artículos de este mismo blog titulados Occidente en crisis 1,2 3 y 4), de las que se derivó el sacrificio de ese tipo de educación y el, triunfo del positivismo, el utilitarismo, etc.

      Por lo que comentas parece que la cultura tradicional japonesa, que ya estaba muy dañada tras la Segunda Guerra Mundial, se va perdiendo cada vez más, sobre todo mediante medidas políticas como la que expones.

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