Blog de Carlos J. García

El materialismo que nos devora

Los grandes debates sobre la cuestión de la existencia de Dios se siguen produciendo, lo cual es una buena noticia. Guste o no, el término Dios para muchas personas tiene significado real mientras que para otras muchas carece de él.

Podría decirse que hay otro gran conjunto de personas al que el asunto ni les va ni les viene, no se inclinan hacia ninguna de las dos opciones adoptando una posición de indiferencia. Tal vez ese grupo es el que presenta una forma de ateísmo que se suele denominar negativo.

En resumen, hay un conjunto de personas que cree en Dios, otro que no cree y un tercero que ni cree ni no cree en Él. Las tres son mentalidades dignas de analizar, aunque este no sea el asunto principal del presente artículo.

Uno de los debates a los que me refería al principio es el que sostuvieron el filósofo Francisco Soler Gil y el científico Martín López Corredoira, que fue publicado en un libro que lleva por título ¿Dios o la materia? [i].

Lo primero en lo que conviene fijarse es en la disyunción interrogativa con la que se titula: ¿Dios o la materia?

¿Acaso no hay más opciones susceptibles de explicar la existencia del Cosmos? Tras darle muchas vueltas, tengo la impresión de que no hay una tercera, dado que el indiferentismo no da de sí ni siquiera una pregunta que inquiera una respuesta.

En la época que vivimos, mayoritariamente, al menos de forma institucional, el dogma que parece prevalecer es el de la materia. El humanismo ateo contemporáneo que es una prolongación de la Ilustración no solo es ateísta, sino que el conjunto de los dogmas que trata de imprimir en la población, todos o la mayoría de ellos, se fundan en ese mismo dogma ateísta y en su complementario que es lo que denominan naturalismo científico y que no es otra cosa más que materialismo. Se trata de una cosmovisión materialista completa.

Ese materialismo cosmológico que eleva la materia al rango de Principio viola el principio de razón suficiente, ya que, si la materia es lo que ha causado la materia, o ha sido causada por la nada, no ofrece explicación alguna de la propia materia ni, por lo tanto, del Cosmos.

No obstante, el materialismo que emergió con enorme fuerza en la Ilustración, parece ser una disposición para ver las cosas de un cierto modo y no una simple respuesta acerca de la naturaleza del Cosmos.

Esa disposición materialista parece que se filtró como un tópico común en todas las ideologías que han llegado a la actualidad. No es, por tanto, una ideología más, sino el factor ideológico fundamental que las conforma.

Ahora bien, ¿cuál es la esencia del materialismo?

El materialismo es un punto de vista desde el que se puede mirar cualquier cosa, ya sea la vida, el ser humano, el universo o hasta la propia materia, que se caracteriza por el acto intelectual de la negación.

La visión materialista de cuanto hay deriva de una negación compleja que abarca múltiples aspectos de la realidad y el primero sobre el que se ha concentrado con mayor intensidad es sobre la existencia de Dios.

De hecho, el modo más eficaz conocido para efectuar la negación primaria de todo aquello que da sentido a la realidad, además de la negación de la propia realidad, es el enfoque pseudocientífico materialista del siglo XIX que se conserva en la actualidad a pesar de su manifiesto carácter obsoleto.

El autor que empezó la serie del materialismo moderno fue Thomas Hobbes (Westport, Inglaterra, 1588-1679) que estudió en Oxford pero pasó varios años en París interesado por los “filósofos mecanicistas”.

Se estrenó con la pertinente negación: “solamente hay cuerpos (naturales, humanos o sociales) en movimiento”. La noción de substancia es idéntica a la de cuerpo: no hay substancia espiritual.

A Hobbes le siguió una larga serie de materialistas mecanicistas en los siglos XVIII y XIX, la mayor parte de los cuales fueron médicos[ii]: David Hartley, La Mettrie, José Priestley, Ludwig Büchner, Jakob Moleschott, Karl Vogt, Ernst Mach, Richard Avenarius, Ludwig Boltzmann, Axel Hägerström, Hans Hahn, Moritz Schlick, Otto Neurath, etc.

También cabe destacar el monismo naturalista del zoólogo Ernst Haeckel que fue propagado, sobre todo, por la Liga Monista Alemana, fundada en 1906.

Especial mención merece la obra de Wilhelm Griesinger que es el verdadero precursor de la psiquiatría organicista contemporánea y que coincide en el tiempo con la publicación del Manifiesto comunista (1848) y El capital (1867) de Karl Marx, y con El origen de las especies mediante la selección natural de Darwin. Griesinger, en 1835, “tomó la decisión” de que “las enfermedades mentales son enfermedades orgánicas hereditarias”, lo cual, en la actualidad tiene máxima vigencia.

La negación de Dios, la negación de la mente humana, la negación de la realidad (anti-metafísica), la negación de la posibilidad de conocer las causas de cuanto existe… este es el estilo preferido en la actualidad para ir reduciendo al ser humano a una caricatura de lo que es y que acaba convirtiéndolo en una entidad amorfa e intrascendente irreconocible para sí misma.

El análisis que hizo Henry Bergson[iii] de la negación reviste un gran interés semántico pues demuestra, entre otras cosas que, la afirmación y la negación no son dos operaciones simétricas y, además, que la negación no se refiere a cosas sino a enunciados. Veamos su análisis.

Bergson plantea que, para negar la existencia de un objeto, primero hay que haberlo puesto en la representación como existente y después, al añadir a dicha afirmación un “no”, bastará para que lo pensemos como inexistente (ibíd. P. 251)

Dice Bergson: «La negación difiere, por lo tanto, de la afirmación propiamente dicha en que es una afirmación de segundo grado: afirma algo de una afirmación que, a su vez, afirma algo de un objeto. / […] Desde el momento en que se niega, se está aleccionando a los demás o se está aleccionando uno a sí mismo. Se toma aparte un interlocutor, real o posible, que se equivoca y al cual se le previene. Ese interlocutor afirmaba algo: se le previene que deberá afirmar otra cosa (sin especificar, sin embargo, la afirmación con la que habría que sustituir la primera). Entonces ya no hay una persona y un objeto frente a frente; frente al objeto hay ahora una persona que habla a otra persona…» (ibíd. p. 253)

En otros términos, negar una afirmación de alguien es la atribución de que aquello cuya existencia se niega es una pura invención de esa persona. Esto tiene su ejemplo cinematográfico en la película Luz de gas en la que se manifiestan unos efectos demoledores en la protagonista que la padece.

Por lo tanto, la negación está fuera del ámbito del conocimiento y se ubica expresamente en el ámbito de la creencia. Trata con enunciados, no trata con cosas. Niega verosimilitud a un enunciado para no creer en lo que significa tal enunciado, pero no dice nada acerca de las cosas.

El objeto de negación más relevante es el que se refiere a existentes cuya efectiva existencia o inexistencia no es empíricamente demostrable. Este es el caso de todo cuanto ocurre en la mente de un ser humano y equivale a negar al propio ser humano.

Si alguien niega que yo pienso, creo, preveo, analizo, valoro, tengo conciencia, o que efectúo cualquier otra actividad psicológica, relacionada o no con mi conducta observable, esa negación constituye un ataque antireal en toda la regla.

La negación de la mente humana efectuada por toda o casi toda la psicología científica contemporánea a partir del positivismo lógico es algo tan insólito como absurdo y, pretender sustituirla por actividades fisiológicas del cerebro, un auténtico fraude ideológico.

Es universalmente evidente el hecho de que todos y cada uno de nosotros pensamos ideas, tenemos conciencia de las cosas, razonamos con formas abstractas, valoramos estados, situaciones, etc., a pesar de lo cual, el materialismo sostiene que todo eso no existe y, en su lugar, habla de actividad neurofisiológica.

Pero no solo es negar todo aquello que es inmaterial y existe, sino que también es una forma de mirar la materia.

Uno de los libros más interesantes que he leído en reiteradas ocasiones es el de Manuel Carreira, cuyo título Metafísica de la materia[iv] no puede ser más revelador ni su contenido más enriquecedor y sorprendente.

Siendo un científico extremadamente riguroso, los conocimientos que Carreira aporta de la Física (micro y macroscópica), permiten entender que cualquier visión “materialista” de la materia está muy desenfocada. Ni que decir tiene que, si esto es así, una visión materialista de la vida y del propio hombre puede llegar a producir una intensa oscuridad.

Hay que subrayar que tres de los componentes más relevantes del humanismo ateo van directos a: 1) Ateísmo: destruir cualquier creencia en Dios, 2) Anti—metafísica: destruir la noción de realidad y dejar sin fundamento la formación de creencias, 3) Anti—humanismo: destruir la identidad de los seres humanos haciéndoles pensar que solamente son organismos y destruir la sustantividad autónoma de las personas.

¿Qué está pasando de verdad en el terreno de la confrontación actual entre ateísmo y teísmo?

Es cierto que actualmente hay una variedad de actitudes irreligiosas entre las que encontramos algunas como las siguientes: 1) Ateísmo: «Dios no existe»., 2) Agnosticismo: «No es posible saber si Dios existe o no existe, por lo que no es racional y carece de sentido creer o no creer en Él»., 3) Ecumenismo: «Todas las religiones tradicionales son equivalentes e indistintas en sus dogmas fundamentales, por lo que deben fundirse en una sola que sea el común denominador de todas ellas»., 4) «La ciencia puede suplir todo posible vacío que deje la supresión de las religiones tradicionales aportándole al ser humano todo cuanto necesite saber y todo cuanto necesite creer»., 5) «Las religiones tradicionales han sido malas para la Humanidad: han causado la mayor parte de las guerras a lo largo de la historia; han nutrido el pensamiento humano de supersticiones y falsas promesas de una vida después de la muerte y han ejercido un control tiránico del hombre mediante creencias falsas que suscitaban miedo, culpa y otros sentimientos dañinos»., 6) «La humanidad es perfectamente capaz de autogobernarse a sí misma sin necesidad de creer en Dios ni en ningún otro principio universal exterior a ella misma».

Ahora bien, el pensamiento al que tiende buena parte de la población, movida por la presión ideológica, es que el teísmo ha sido superado por la razón y que las religiones tradicionales ya no tienen cabida en una civilización tan avanzada científicamente como la que tenemos.

En este terreno España merece una mención especial por ser la nación que más tiempo sostuvo el pulso antes de ceder a la laicización que hunde sus raíces en el siglo XV. Nació como nación católica y solo hace pocas décadas que ha comenzado a dejar de serlo de facto.

No obstante, la velocidad que ha adquirido la implantación del ateísmo en España en estas últimas décadas supera con creces la que experimentan otras naciones de la órbita occidental.

En comparación con la cultura angloamericana, Francisco José Soler Gil, prologuista del libro de Antony Flew y Roy A. Varghese, There is a God, cuyo título en español es Dios existe[v], describe críticamente que: «De modo general, en nuestro país parece existir una asimetría mediática en todo lo relacionado con el vivo debate sobre Dios que está teniendo lugar desde hace décadas en las universidades angloamericanas. Semejante asimetría la encontramos no solo en la prensa o en la televisión, sino también en el mundo editorial. Cualquier nueva publicación de las figuras destacadas del bando ateo —Richard Dawkins, Daniel Dennett, etc. — es traducida en pocos meses a nuestra lengua. Y publicitada como best seller por las principales distribuidoras de libros. En cambio, la mayor parte de las obras y autores del bando teísta permanece sin traducir; o las que finalmente son traducidas (con frecuencia con mucho retraso) ven la luz en editoriales destinadas a un público muy minoritario.» (ibíd., p. 20)

Un caso muy relevante es el del filósofo Antony Flew, coautor del libro antes citado, que “militó” en el bando ateísta durante más de cincuenta años aportando muchos de los mejores argumentos en contra de la existencia de Dios y llegando a ejercer un serio liderazgo intelectual en dicho bando.

Pues bien, Antony Flew cambió de bando al anunciar en un simposio en la New York University en el año 2004 que aceptaba la existencia de Dios. Afirmó que las investigaciones más recientes sobre el origen de la vida apuntaban a la actividad de una Inteligencia creadora: «Lo que creo que ha conseguido hacer el ADN es mostrar, por medio de la casi increíble complejidad de las estructuras que son necesarias para producir (vida), que alguna inteligencia ha debido participar en el ensamblamiento de esos elementos extraordinariamente diversos. [Lo que asombra] Es la enorme complejidad del número de elementos y la enorme sutileza de las formas en que cooperan. La probabilidad de que todos esos elementos hayan podido encontrarse por casualidad en el momento adecuado es simplemente minúscula. La enorme complejidad de los caminos por los que fueron conseguidos los resultados es lo que me parece producto de la inteligencia.» (ibíd, p. 79)

Antony Flew, Richard Swinburne, John Polkinghorne, William Lane Craig, Robin Collins, Michael Heller, Alvin Platinga, Peter Geach, William P. Alston, George Mavrodes, Norman Kretzmann, James F. Ross, Peter Van Inwagen, Eleonore Stump, Brian Lefttow, John Haldane, Roy Abraham Varghese…, todos ellos teístas analíticos citados por Francisco José Soler Gil, son ignorados olímpicamente.

Los argumentos cosmológicos, biológicos, psicológicos, lógicos, epistemológicos, metafísicos y de todo tipo, que dichos autores y otros muchos más han aportado, entre los que hay que destacar a Manuel Mª Carreira, —filósofo, físico y sacerdote español que ha alternado su profesorado entre universidades americanas y españolas—, también al filósofo español Xavier Zubiri y otros muchos más, así como los grandes físicos del siglo XX, Albert Einstein, Max Planck, Erwin Schröedinger, Werner Heisemberg, etc., todos esos argumentos van constituyendo un cúmulo de razón cuya ignorancia por los diferentes medios de difusión no puede ser accidental.

El mundo actual depende radicalmente de la propaganda ideológica que prácticamente lo envuelve, hasta impedir cualquier perspectiva diferente acerca de él y de nosotros mismos.

No solo es que nadie pueda sostener con argumentos sólidos el carácter real de la idea de que Dios no existe, ni mucho menos el materialismo científico que parte precisamente de su negación, sino que cuanto más sabemos de la materia, tanto menos se puede tener una perspectiva “material” de ella.

El esfuerzo de la Física en la elaboración de modelos teóricos que se ciñan a los datos cada vez es mayor y, cada vez más, son puramente matemáticos y muy alejados de cualquier comprensión mediante lenguajes verbales inteligibles. Ya casi no hay metáforas para divulgar lo que, siendo verbalmente indecible, ocurre en la materia. La materia está plagada de componentes inmateriales que no dejan de sorprendernos.

En el fondo, cada vez nos vamos dando más cuenta de que no tenemos ni la más remota idea de lo que son el espacio, el tiempo, la energía o cómo son los componentes materiales, etc., ni de la relación que tiene todo ese mundo con nuestra existencia.

El actual humanismo ateo parece haberse quedado fijado a una visión de la naturaleza, como la de la Ilustración y la del positivismo lógico del siglo XIX, que no concuerda para nada con muchas de las impresiones que tienen los grandes físicos desde hace poco más de un siglo[vi].

No obstante, lo más grave es que el punto de vista materialista aplicado al ser humano, también se funda en una increíble negación que es la del propio ser humano.

Tener una visión materialista del ser humano no es el resultado de tratar de describirlo, entenderlo o explicarlo desde una perspectiva estrictamente orgánica o material, sino al revés: es negar que el ser humano es lo que es y acto seguido afirmar que es lo que no es.

La afirmación de que somos exclusivamente materia[vii] lleva implícita la previa negación de cualquier componente humano que no sea material por lo que el empeño en demostrar dicha negación desde un enfoque científico es imposible.

Negar el pensamiento, la conciencia, el conocimiento, las ideas, las creencias, la identidad personal, etc., tal como se hace en el monismo materialista y, desde esa misma negación, tratar de fundar o preservar una psicología humana es tan absurdo que parece inconcebible.

Tal vez esté pasando eso o tal vez se trata de conservar una palabra (“psicología”) vaciada de su significado etimológico para mantener la ficción de que alguna disciplina se sigue ocupando de estudiar al ser humano y sus actividades.

La psicología, por definición, no puede ser una ciencia de la naturaleza si entendemos la idea de naturaleza como lo complementario al hombre y a sus obras, ni mucho menos si se restringe a la visión materialista de la naturaleza.

Además, negar la creencia de una persona en la existencia de Dios es equivalente a pretender dejar a esa persona sin un factor explicativo fundamental, ya sea de su propia existencia o de la del universo, arrebatándole una gran parte nuclear de su sistema de creencias que es constitutivo de su modo de ser.

Por último, si se me ofrece la elección intelectual entre una negación como la del materialismo ateísta de Ludwig Feurbach que niega la existencia del alma, y la afirmación del premio Nobel de física Erwin Schrödinger, que sostiene: «…podemos afirmar, o así lo creo, que las teorías actuales de la física sugieren fuertemente la indestructibilidad de la Mente frente al Tiempo»[viii] (p. 112), me caben pocas dudas de con cuál de las dos opciones debería quedarme.

 

[i] SOLER GIL, FRANCISCO y LÓPEZ CORREDOIRA, MARTÍN; ¿Dios o la materia? Un debate sobre cosmología, ciencia y religión; prólogo de Juan Arana; ÁLTERA; Barcelona, 2008

[ii] Lo mismo ocurre con quienes participaron en la corriente del escepticismo clásico.

[iii] BERGSON, HENRY; La Evolución Creadora; trad. María Luisa Pérez Torres de la versión original de 1907; Colección Austral; Espasa Calpe; Madrid, 1973

[iv] CARREIRA, MANUEL M.ª; Metafísica de la materia. Núcleos temáticos de Filosofía de la Naturaleza, materia no viviente; UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE COMILLAS; Madrid, 2001

[v] FLEW, ANTONY con VARGHESE, ROY ABRAHAM; Dios existe; Prólogo de la ed. española de Francisco José Soler Gil; trad del original There is a God de Francisco José Contreras; Editorial Trotta, S. A.; Madrid, 2012

[vi] Véase, por ejemplo: PLANCK, MAX; Positivismo y mundo externo real; Prólogo y trad. de José Luis Caballero Bono del original de 1931; Ediciones Encuentro; Madrid, 2015

[vii] Tal como, por ejemplo, trata de demostrar: DAMASIO, ANTONIO; Y el cerebro creó al hombre. ¿Cómo pudo el cerebro generar emociones, sentimientos, ideas y el yo?; trad. de Ferran Meler Ortí del original de 2010; Editorial Planeta; Barcelona, 2010, 2018

[viii] SCHRÖDINGER, ERWIN; Mente y materia; trad. Jorge Wagensberg; Tusquets Editores; Barcelona, 2016

11 Comments
  • Francisco on 01/05/2019

    Que gran artículo Carlos. Me he sentido feliz leyéndolo.

  • Miguel on 01/05/2019

    Sensacional artículo Carlos. Gracias por mostrar las semillas y el desierto.

  • Ignacio Benito Martínez on 05/05/2019

    Buen artículo, como de costumbre. Te quería preguntar qué opinión te merece el libro de Antony Flew.
    Vivimos en un período en el cual se quiere enfrentar a los seres humanos entre sí, separándoles y creando una torre de babel, en la cual nadie se entienda con nadie…
    Uno de los enfrentamientos más fuertes que, los ideólogos que quieren manejar las ideas y creencias que rijan a la sociedad, están proponiendo y manipulando, es el de la ciencia contra la religión. No creo que choquen en nada, y por eso me parece interesante este libro.

    • Carlos J. García on 06/05/2019

      El libro de Flew me parece bien, aunque creo que podría haberse extendido mucho más en la argumentación que ofrece a favor del carácter real de la idea de Dios.
      Es cierto que en este asunto también se trata de suscitar enfrentamiento produciendo propaganda falsa acerca, tanto de la ciencia, como de la religión. Son perfectamente complementarias siempre que ambas se atengan a la verdad o, al menos, a lo que es posible que lo sea.

  • Lola on 05/05/2019

    Hola Carlos. ¡Qué bueno el artículo!
    Hay una cosa que no me queda clara… cuando hablas de la confrontación actual entre el teísmo y el ateísmo, parece que igualas lo ateo con lo irreligioso. En tu opinión, ¿es eso así? Yo entiendo que hay personas que sí creen en la existencia de un Dios creador pero que no están especialmente de acuerdo con ninguna de las religiones tradicionales o modernas (aunque no las igualen) y también religiones y seguidores de estas que rechazan la existencia de un Dios creador…
    Por cierto, me estoy leyendo un libro francamente interesante, en estos momentos no me acuerdo de su autor, pero al que voy a tener que agradecer su no materialismo…;)

    • Carlos J. García on 06/05/2019

      La creencia ateísta es la de que Dios no es real la cual, en la práctica, equivale a creer que lo único real es la materia, entendiendo generalmente por materia cosas como las piedras, el agua o la carne, etc., algo así como la masa de la materia.
      La creencia teísta es la de que Dios es real (o en ciertos casos lo fue), si bien la definición de Dios puede oscilar desde la mera idea de que dicho Ser creó el universo, hasta un Ser con múltiples atributos, e incluso la forma humana de Dios que se atribuye a Jesucristo, pasando por cualquier otra modalidad religiosa con diferentes atributos a dicho Ser.
      El concepto de religión puede ceñirse a los diversos sistemas de creencias monoteístas o politeístas que vienen de antiguo, con o sin variantes o sectas producidas a lo largo de los siglos, aunque las politeístas parecen haberse extinguido o ser muy raras hoy en día. Pero también el concepto religión parece haberse ampliado hasta abarcar campos que no tienen mucho que ver con Dios, como es el caso de algunas ideologías, actitudes pasionales persistentes, el humanismo ateo que empezó siendo masónico con Dios como mero Gran Arquitecto del Universo para dejar de serlo unas décadas después generando la religión de la Humanidad en la que ésta ocuparía el lugar de Dios, etc.
      Yo creo que en la antigüedad lo sagrado coincidía con lo originario, siendo Dios esa fuente originadora a la que se rendían diversas formas de culto, pero no solamente del tipo de las liturgias religiosas, sino en el desenvolvimiento general de la vida cuya actitud vertebral era conservadora.
      En este mismo blog hace algún tiempo publiqué varios artículos en los que me refería a estas cosas como, por ejemplo, “La abolición de lo sagrado” y “El espíritu revolucionario”.
      En cuanto a este último, una de las cosas que decía era que a lo largo de la historia fueron muchísimas, si no todas, las sociedades tradicionales, plagadas de creencias de apego a sus orígenes, y contrarias a los cambios ligados a la marcha implacable del tiempo hacia delante.
      La creencia dominante en aquellas antiguas sociedades era sagrada: consistía en salvaguardar un mundo que ya fue creado por quien mejor podía crearlo.
      En cuanto al otro artículo entresacaré la idea, compatible con la anterior, de que también es verosímil que los antiguos consideraran sagrado todo aquello que no estuviera al alcance de los medios humanos. No obstante, para poder entenderlo en ese sentido, habríamos de admitir que hay algo que esté más allá de tales medios, lo cual implica una creencia en las limitaciones del ser humano.
      Dada la revolución que experimenta Occidente desde hace varios siglos con su antropocentrismo como idea principal, el hombre se ha convertido a sí mismo en un dios-creador y auto-creador (originador y original) que rinde culto a todo lo que sea nuevo y originado de él, es decir, en lo inverso a lo que las antiguas culturas prestaban adhesión. Además, la creencia en su omnipotencia ha llegado a un punto que va pareciendo delirante.
      En dicha mentalidad la irreligiosidad clásica está garantizada, mientras crece la religiosidad que pone al Hombre en el lugar de Dios.
      Me alegro de que hayas dado con un libro tan interesante. Gracias por tu aportación.

  • Nacho on 09/05/2019

    Hola Carlos,
    Me he encantado este último articulo, especialmente porque está muy relacionado con la física, que siempre me ha gustado. Disculpa la extensión del comentario.
    Como apuntas ya tienen algunos decenios las sospechas de los físicos modernos de que no todo es materia. Especialmente los dedicados a la mecánica cuántica. Lo último es un libro interesante del físico Paul Davies con título ‘the demon in the machine’ de enero de este año. La idea central es que la vida es suma de la materia y la información. Incluso admite, sin aparentes ataques de nadie, no sólo la existencia de la mente, a la que llama el espíritu del ‘demon’ de la máquina, sino de su influencia sobre la materia al colapsar su naturaleza ‘borrosa’ (incierta) en el mundo cierto de los hechos macroscópicos (lo que se llama el colapso de la función de onda) Vamos que, sin decir la palabra Dios, lo está describiendo. Así pasa los filtros de esa indecente censura que apuntas. Ignoro si está publicado en español. En fin nada nuevo que no dijera Schrödinger pero al menos esta actualizado al estado actual de la física (que por cierto, es lamentable su cada vez mayor adhesión al poder). Davies sin embargo ha sido más listo que Thomas Nagel, filósofo (‘Mind and Cosmos’. 2012) al esquivar su idea de teleología en la evolución en la formación de consciencia y que los científicos ridiculizaron hace pocos años
    En mi opinión, que se basa en tus enseñanzas, la realidad tiene propiedades de las que las leyes naturales no pueden dar cuenta. Nadie ha sabido explicar los dos grandes saltos evolutivos: vida y consciencia. Parece obvio que ‘el azar y la necesidad’ de Jaques Monod y la teoría de Darwin no son suficientes (tras la última glaciación hace 12000 años, un suspiro en la historia biológica, se han creado decenas de miles de especies complejas y es impensable que esto sea fruto del mecanismo mutación azarosa y selección). En mi opinión solo existe la materia-energía pero su naturaleza es mucho más compleja de lo que cabría imaginar. Su información es una propiedad intrínseca de ella. Sin embargo las leyes que la rigen son diferentes a las «naturales», como siempre has dicho y sugiere Davies, y lejos de ser una propiedad pasiva de la materia, parece dotarla de una especie de principio rector que acelera y dirige a un punto concreto su evolución como Nagel e incluso mi admirado Penrose afirman. En este sentido podría decirse que la materia se haya dotada de un ‘espíritu’ extraño, algo bien sabido en la mecánica cuántica que los físicos admiten no entender pese a que sus ecuaciones funcionen tan bien. Una especie de programa contenido en sí misma que, de las infinitas variedades evolutivas que podrían surgir del mecanismo evolitivo – lo azaroso de los rayos cósmicos y selección natural según la adaptación de las mutaciones–, elige una sola: aquella que entra dentro de los ‘planes’ de su programación que parece ser la formación de vida consciente. ..y quién sabe qué más. Obviamente no tengo ni idea de cómo funciona esto.
    Siendo nosotros el resultado de esa evolución y siendo la única especie universal conocida que tiene acceso a entender y procesar, más profundamente, esa información ‘adherida’ a la materia, y lo que es más importante, a que ese mundo de información haya pasado a formar nuestro principio rector ( el ‘animal de realidad’ de Zubiri), parece que ese ‘espíritu’ por primera vez se hace fundamental y emerge infraestructurado en seres vivos conscientes.(existen sugerentes paralelismos de esta idea con la bíblica del famoso ‘espíritu hecho hombre’ pero yo creo que son coincidencias) Así, elucubrando, parece que ese lado ‘extraño’ de la realidad es rector y tiende a generar vida cuyo fundamento principal ya no es el funcionamiento biológico, sino la entrada en el dominio del lado informacional de la realidad que es tan real como su lado material. Si a eso le llamamos ‘espíritu divino’ parece claro que los conocimientos de física, metafísica, psicología seria y espiritualidad tienden a converger.
    En mi opinión el materialismo ideológico carece de base real pero ello no implica necesariamente la existencia de una entidad inteligente creadora independiente de lo real. Sin embargo sí creo que las leyes de la realidad, naturales e informacionales, contienen un plan, una evolución no azarosa fruto de la versión ampliada del concepto de información que, y esto puede ir en gustos, se asocia necesariamente o no a la materia. Para resolver el principio de razón suficiente podría postularse que la realidad ha existido y existirá siempre (teorías alternativas al big bang, a un principio, hay varias y me gusta la de Roger Penrose: Conformal Cyclic Cosmology o CCC) llegando a una entidad auto fundamentada, aún muy poco conocida y que dudo que pueda ser del todo conocida (por aquello de la parte y el todo), a la que muy bien podemos llamar Dios al ser la entidad que es razón de sí misma.
    Por lo demás parece obvio que estas ideologías impuestas en nuestro entorno solo persiguen robarle a la gente su capacidad de pensar por sí misma (si ‘matas’ a Dios el individuo tiende a convertirse en un animal gregario social porque, si las ideas precedentes son ciertas, incluso se le esta robando un importante fundamento) y evitar ‘cánceres’ en la sociedad orgánica de la que hablabas en otro artículo.

    Muchas gracias y um abrazo Carlos

    • Carlos J. García on 14/05/2019

      Lo primero que pienso al respecto de si hay información combinada de algún modo con la materia, entendidas ambas como dos sustancias diferentes, es que lo único y escaso que podemos saber de la materia es su sustancia informativa. Si solamente pudiéramos entrar en contacto físico con la materia (lo cual en el monismo materialista se da por hecho) no habría forma alguna de que los propios físicos pudieran elaborar ideas ni modelos matemáticos que la representaran.

      Es obvio que la materia es un compuesto de energía más información intrínseca, y también lo es que la mente es información extrínseca al propio cerebro que hemos segregado de la materia, es decir el conocimiento es la información intrínseca de la materia que pasa a ser información extrínseca en nuestro cerebro. La podemos pensar, exponer en diversos lenguajes y comunicar, lo cual significa que podemos separar la información de la masa/energía. El paradigma del hilemorfismo clásico no ha sido superado ni sustituido por ningún otro.

      Si pensamos, por ejemplo, en la ecuación de Schrödinger ésta no es la tinta con la que la redactó, ni el soporte en el que la puso, empezando por su cerebro, sino que es información en sí misma y, si es acertada como parece, se trata de información intrínseca de la materia cuántica que él pudo extraer conociéndola.

      Si no hay un caos absoluto en el universo es porque hay orden y ese orden es información, la cual se considera como lo inverso a la entropía. Un universo no informado es imposible. Pero el hecho de que ese orden lo vamos descubriendo, significa que podemos segregarlo de la propia materia haciendo ideas que sean lo más parecidas a esas formas que presenta.

      Por lo tanto, hay información intrínseca a la materia (ej. la estructura atómica, molecular, cuántica…), y también la hay extrínseca (ej. caso de las neuronas, el ADN, un disco duro, etc.), que son soportes de información extrínseca, aparte estar constituidos con su propia información intrínseca.

      Para no extenderme demasiado, los otros temas que apuntas, trataré de abordarlos en otro momento.

      Muchas gracias por tus aportaciones. Un abrazo.

      • Ignacio Pliego Alegría on 16/05/2019

        Muchas gracias por tus aclaraciones.
        Un abrazo

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