Blog de Carlos J. García

El filósofo esclavo y la sustantividad

Sujeto y agente son nociones radicalmente diferentes. Una cosa es qué agente efectúa una acción, y, otra, totalmente diferente, qué es lo que la determina o de qué sujeto depende.

Una buena parte de la esencia de un ente es su sustantividad, la otra, su identidad personal.

¿Acaso se puede dar por supuesto que la ubicación de la sustantividad de una acción del ente agente (el que hace o efectúa) está siempre en el propio ente agente?

¿Acaso, no puede estar dicha sujeción de la acción en otro individuo diferente a aquel que la efectúa, y, cuya esencia, y no la del agente, sea la que determine la acción de éste?

En un simple ejemplo, de la infinidad que ocurren constantemente, tomemos a la madre de un niño de tres años a quien le dice “¡come!”, y el niño come obedeciendo a su madre. En tal caso, el sujeto de la acción de comer que el niño efectúa es la madre, mientras el niño es mero agente de la misma.

Si, en ese caso, la madre dice: “mi hijo come muy bien” podría referirse a que el niño es un agente que efectúa obedientemente el mandato que ella le da de comer, o que el niño es, motu propio, un glotón del cual sale espontáneamente, una gran avidez por la comida.

Si, por el contrario, especifica: “mi hijo no es muy glotón y siempre tengo que pedirle que coma, y sólo entonces, obedeciéndome, come”, se aclara quién es el sujeto y quien el agente de dicha acción.

Si eliminamos la noción de esencia, aunque fuera meramente sinónima de la de sujeto, ¿cómo distinguir un caso del otro? No es lo mismo un niño glotón que un niño obediente. Sin esencia, serían lo mismo o, peor aún, ninguno de los dos sería nada.

El último estoicismo clásico, estuvo representado por Musonio Rufo, su discípulo Epicteto de Hierápolis, Lucio Anneo Séneca y Marco Aurelio.

El Enquiridion, de Epicteto[i], viene a ser una de las obras de autoayuda más precoces de las que tenemos constancia. Además, parece que constituye un claro antecedente de la teoría contemporáneade la indefensión de Seligman[ii] (1975).

La teoría de la indefensión, sostiene que, cuando una persona padece una historia de imposibilidad de ejercer control sobre una situación, o escapar a un trauma incontrolable, se producen los efectos siguientes fundamentales:

―      Se vuelven pasivas, son más lentas en responder posteriormente al trauma y pueden no responder en absoluto.

―      Lentifican el aprendizaje posterior de que sus respuestas controlen el trauma.

―      Una disminución de la hetero-agresión.

―      Se pierden las conductas de comer, social y sexual.

―      La incapacidad aprendida se desvanece con el tiempo.

Este modelo afirma que no es el trauma en sí mismo lo que produce los efectos depresivos, sino la falta de control sobre el trauma. Sostiene que, tanto la depresión, como la impotencia aprendida, tienen por núcleo la creencia en la inutilidad de la respuesta activa.

Por su parte, Epicteto viene a decir que no hay que dar ningún valor a lo que no depende de uno.

Ahora bien, la existencia humana transfiere valor desde ella misma hacia las cosas de las que la persona cree que su propia existencia depende ―sea cierta o falsa tal dependencia).

No obstante, del conjunto de aquellas cosas que la persona cree que condicionan su existencia y que, por tanto, se cargan de valor, habrá unas que dependan del propio hacer (“de nosotros”) y otras que no.

Las problemáticas, serán las que están cargadas de valor y que no dependan de uno. A éstas no es posible quitarles valor de un modo directo como propone Epicteto, sino que el asunto es mucho más complicado.

“Lo que depende de mí y lo que no depende de mí”, parte el mundo en dos sectores.  Desde esa óptica, se estudia qué cosas dependen de mí, pero, antes de acceder a esa interesante perspectiva, es más primario para la vida humana, y en especial para el funcionamiento psicológico, saber de qué depende la propia existencia y no tanto qué cosas dependen del agente.

Planteado el problema en términos de “¿de qué depende mi existencia?”, o en términos de “¿de qué quiero hacer depender mi existencia?”, el problema existencial se resuelve con un: “haré depender mi existencia de mi acción”, como postura previa que hace innecesario el estudio de lo que depende de uno y de lo que no depende de uno.

Ahora bien, el presupuesto requerido por la solución de Epicteto  (“me voy a limitar a dar valor solamente a lo que dependa de mí”), no es posible introducirlo, si previamente no se ha accedido a la autonomía y a la independencia de la propia existencia, por lo que su solución no es válida sin tal presupuesto, y, consecuentemente,  sin el análisis previo del fundamento de las relaciones con el entorno.

Ahora bien, no todas las acciones que efectúa un agente forman parte de su verdadera existencia. Tal hecho ocurre, si, y, solo si, el sujeto de las mismas reside en el propio ente como parte componente de su esencia.

Podrían considerarse razones anómalas de las acciones, por privarlas de su posible pertenencia al campo existencial del ente agente, por ejemplo, operaciones de otros entes diferentes a las que el agente vincula sus acciones; algunas condiciones de entorno, metas exógenas de las acciones; «consecuencias» de las acciones estipuladas por sujetos exteriores y adoptadas como propias, etc.

Epicteto comienza su manual diciendo que «de todo lo que existe unas cosas dependen de nosotros y otras, no»;…y que, «de nosotros, sólo dependen nuestras propias acciones»

Tal concepto de «dependencia» remite a un posible campo de dominio, y éste remite al concepto de propiedad. Algo le pertenece a uno cuando está en posesión de la función, la cosa, etc., y/o tiene pleno dominio sobre ella. Así, Epicteto da por supuesto que, lo que cada persona hace, cae bajo su gobierno, es de su propiedad, y depende de ella. En tal sentido, toda acción de un ente sería un existente del mismo, lo cual no permitiría diferenciar, a las acciones sujetas al ente agente, de acciones sujetas a otros entes o factores diferentes.

Es decir, da la impresión de que Epicteto se pone en el caso concreto del ente humano autónomo o auto-gobernado, en el que sus acciones están sujetas al propio ente agente, pareciendo descartar que las acciones puedan depender de otros sujetos diferentes, mientras que, por otro lado, es obvio que hay acciones humanas que tienen entes-sujetos diferentes de los entes-agentes.

La cuestión hay que remitirla, no tanto a lo que depende, o no depende de mí, sino a ¿de qué dependo yo?, o a ¿que hay en mí que me subordina a sujetos exteriores?

Pensemos en el esclavista y en el esclavo. Sin esencia, el esclavista podrá atribuirle al esclavo la sujeción de todo cuanto él le obliga a hacer, lo cual hace desaparecer, como por arte de magia, tanto al esclavista como al esclavo. Ahora bien, eso, ¿a cuál de los dos le interesa? ¿Podrá liberarse el esclavo algún día de su condición de esclavitud, si dicha condición es preterida mediante la negación de la esencia?

Ahora bien, ¿acaso la esclavitud del esclavo, propiamente dicha, es una esencia? No parece tal cosa, sino que la esclava, se trata de una condición anómala en la que su esencia es sometida a un determinante exterior, más fuerte que ella, que la inhibe, anula su potencial actividad, e impide su genuina existencia.

A ese hombre que hay bajo la condición de esclavitud, no se le permite existir, lo cual equivaldría a que al niño glotón, del ejemplo, se le prohibiera comer. Se le vería tan delgado que parecería que no es nada glotón.  La existencia de la esencia, precisamente, es lo que está en cuestión, no la esencia en sí.

Por otro lado, ¿cuál es la esencia del esclavista? Supongamos que su esencia fuera, precisamente, la de ser esclavista, igual que la esencia del glotón fuera la glotonería. En tal caso, igual que la esencia del glotón sale al exterior o existe, comiendo, la esencia del esclavista sale al exterior o existe, esclavizando.

¿Es igual o parecida la esencia que existe comiendo que la que existe esclavizando?

Evidentemente, no son, ni remotamente, de la misma clase. Lo que la esencia del glotón hace comiendo no viola en modo alguna la esencia de la comida que toma por objeto, pues la comida es para comer. Por el contrario, lo que la esencia del esclavista hace esclavizando, es destruir la existencia de la esencia del hombre que hace esclavo.

El hombre esclavo quiere liberarse de su condición de esclavitud para que su genuina esencia, sea cual fuere, se ponga a existir, mientras el esclavista se lo impide para hacer existir en su lugar lo que a él mismo se le ocurra que deba existir o, tal vez, para que no exista esencia alguna en la actividad del esclavo, lo cual sería algo así como el ideal del nihilista.

Por otro lado, parece que, las situaciones en las que una persona está expuesta a situaciones incontrolables, remiten al afrontamiento de circunstancias negativas bajo estados de anulación sustantiva, o, al menos, afrontadas con actitudes irreales debido a las condiciones de imposibilidad de hacer algo eficaz en ellas.

 

 

 

[i]EPICTETO; Enquiridion; intr., trad. y notas de José Manuel García de la Mora; Anthropos. Ministerio de Educación y Ciencia; Barcelona, 1991

[ii]SELIGMAN, M.E.P; Indefensión; Ed. Debate (ed. cast.); Madrid, 1981.

 

3 Comments
  • JFCalderero on 04/11/2015

    ¿Dónde se puede poner, si es que se puede, el límite entre la autogestión y la heterogestión de mi vida?
    ¿Se puede decir con toda propiedad que mi vida es mía? (Exclusivamente mía, quiero decir).
    ¿Un ser humano tiene, en sentido absoluto, autonomía para «hacer depender mi existencia de mi acción»? Creo que no, al menos no siempre.

    • Carlos J. García on 04/11/2015

      Entiendo que es necesario diferenciar entre la vida y la existencia. Existimos, verdaderamente, cuando nuestras acciones conllevan o transmiten el significado de aquello que somos, es decir, cuando nuestra existencia expresa nuestra esencia.

      Por otro lado, la autonomía personal es la determinación de nuestras acciones por el propio yo. De ahí que podamos decir que, aquello que hacemos existir con nuestras acciones, es a nosotros mismos.

      Ahora bien, a lo largo de la vida, unas veces existimos, y otras, sin embargo, no. A veces estamos obligados a cumplir con exigencias, generadas por sujetos exteriores, cuya esencia, tienen poco o nada en común con la nuestra.

      Por otro lado, no es lo mismo esas formas de heteronomía que aquellas otras en que nos ponemos gustosamente al servicio de causas o de personas con las que compartimos nuestros principios. En última instancia, tanto en autonomía, como en esas formas de heteronomía, servimos a los mismos principios.

      De todas formas, no es imprescindible que nos sintamos existir continuamente. En general, el ser humano es capaz de soportar muchas condiciones externas sin que él mismo se sienta existir durante algún tiempo, si bien, cada cual tiene su propio umbral de tolerancia, a partir del cual, entraría en estados alterados.

      Pensemos, por ejemplo, en algunas condiciones de vida, o laborales que imponen diversas formas extremas de estrés, en las que la persona no puede hacer otra cosa más que responder a la demanda. Si no tuviera espacios y tiempos libres para poder sentirse existir a sí misma, no podría conservarse sin alteraciones.

      En relación con la segunda pregunta, entiendo que se puede decir que mi vida es mía cuando toda ella está dotada de un sentido al cuál sirve, siendo ese sentido, parte de la propia esencia de la persona.

      En cuanto a la tercera pregunta, creo que, cuando las propias acciones son, de verdad, propias, es decir, no determinadas por otros sujetos, de hecho ya son parte de la propia existencia. Ahora bien, si se entiende la existencia, como el conjunto de la propia vida, es obvio que la respuesta es negativa por lo dicho antes.

      Muchas gracias por el comentario.

  • JFCalderero on 04/11/2015

    Muchas gracias.

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