Blog de Carlos J. García

El carácter poliédrico de los datos que ofrecen las personas

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El ser humano es extremadamente complejo y su conducta aún lo es más. Aquellos que traten de conocer a un ser humano con cualquier fin que no sea irrelevante, habrán de disponer de un modelo teórico cuya complejidad esté a la altura descriptiva y explicativa del propio objeto que pretenden describir y explicar.

Una gran cantidad de las manifestaciones de otras personas, a las que podemos acceder, ya sea por observación, ya sea por comunicación verbal, no proceden de la persona que las emite, individualmente considerada, sino de interacciones en las que participa o participó, de su pertenencia psicológica a otra u otras personas, e, incluso, del tipo de interacción que establezca o pretenda establecer con nosotros mismos.

Si consideramos a una persona como un ser puramente individual, al estilo de cómo los médicos consideran los síntomas de un organismo, nos perderemos la mayor parte de la información imprescindible para extraer el significado de lo que percibimos.

Las dimensiones interpersonales que intervienen en la formación de un ser humano, en sus actividades, en sus estados, en sus vínculos y en todo aquello que hace existir, en la medida en que se simplifican mediante su individuación, quedan ocultas tras los datos observables, por mucho que los consideremos “objetivos”.

Ante cualquier dato, lo mínimo que habría que preguntarse es de qué es dato, dicho dato. Los datos, son datos de algo, lo cual olvida intencionalmente cualquier enfoque fenoménico, positivista o pseudocientífico.

Si miramos los datos bajo el absurdo presupuesto de que los datos poseen existencia autónoma, o si lo hacemos bajo el presupuesto de que lo son del supuesto individuo cuyo organismo los emite, seremos incapaces de efectuar un análisis riguroso de su significado.

La conducta de un ser humano es consecuencia de una variedad de factores causales —algunos de los cuales están en él, mientras otros están fuera de él— y, por lo tanto, los datos que emita pueden venir explicados por esa variedad de factores que, en ningún caso, hemos de suponer se reducen a su propia sustantividad.

Además, los roles en los que se inscriba su conducta, en diferentes momentos y escenarios, no se hacen necesariamente explícitos en sus manifestaciones.

Por ejemplo, actuar por sí mismo, o actuar en representación de otros, de un grupo al que pertenezca o de intereses de terceros, puede no resultar nada fácil de diferenciar, mediante la simple observación de su conducta.

No solo eso, sino que la interacción que una persona tenga con nosotros mismos, aun cuando creamos ser simples observadores, se encuentra inserta en el pequeño sistema existencial formado por ella y por nosotros.

La otra persona puede emitir un sinfín de manifestaciones, algunas ciertas y otras falsas, cuya causa final sea producir algún tipo de efecto que distorsione nuestra observación, al creer que son datos de ella cuando, en lo emitido, participamos en su producción, sin ser conscientes de hacerlo.

Supongamos una persona que, por ejemplo, pensamos que es muy dependiente de su pareja. En este caso, podríamos pensar que tiene una personalidad estructuralmente dependiente producida en su infancia; que su pareja es muy dominante y se ve obligada a depender de ella; que la persona ha adoptado un papel de depender de su pareja por diferentes intereses o conveniencias; que quiere darnos la imagen de ser dependiente para suscitar en nosotros una actitud de protección hacia ella; que está constituyendo pruebas falsas para imputar a su pareja una actitud dominante que no tiene…

Las manifestaciones que observemos serán prácticamente las mismas en todos los casos. La cuestión es si tales manifestaciones, establecidas como datos, son datos de una u otra condición de las expuestas.

Llegar a saber de qué se trata y de qué son datos los datos, parece la tarea imprescindible para empezar a conocer a aquella persona.

Ahora bien, lo mínimo que debe contener un modelo teórico del ser humano, para poder acceder a dicho conocimiento, se refiere, a la dimensión interpersonal de la existencia humana, a la noción de ser en sí y de la formación interpersonal de los modos de ser durante el desarrollo, y a las varias o múltiples posibilidades teóricas de adscripción de unos mismos hechos a diferentes explicaciones hipotéticas.

La cuestión es que poder analizar qué es lo que aporta cada persona del entorno, pasado y presente, a los datos de aquella que nos los ofrece, qué aporta ella misma a su elaboración y cómo participamos nosotros mismos en su producción, depende directamente de la riqueza y complejidad del modelo teórico del que dispongamos.

Como decía Einstein, solo podemos ver aquello que nos permite nuestro modelo teórico.

Dicho esto, parece que el positivismo lógico y el lamentable cientifismo humanista que, usurpando el terreno de la investigación rigurosa del objeto de mayor complejidad en que consiste la conducta humana, ciega a quien lo porta, no solo han venido para quedarse, sino para hacerse cada día más simples y más ciegos.

Incluso, en el terreno cotidiano de las relaciones interpersonales de la mayoría de las personas, habría que desarrollar una percepción bastante más amplia de la que generalmente se aprecia, para no ir cayendo de error en error en cada una de ellas, con las consiguientes consecuencias lamentables a las que conduce la extrema ignorancia del ser humano.

Como dijo Ortega: «… y aunque parezca mentira no hay cosa más ignorada en la historia del pensamiento humano que el hombre mismo…»[i].

 

[i] ORTEGA Y GASSET, JOSÉ; ¿Qué es conocimiento?; Alianza Editorial;  Madrid, 1984; p. 66

4 Comments
  • jfcalderero on 09/07/2016

    Por eso lo prudente, sensato e inteligente es ser consciente del misterio que todo lo real, y en muchísimo mayor grado el ser humano, es un misterio del cual solo podemos captar levemente algunas de lo que llamamos «dimensiones». Creer que las cosas son exactamente como las percibimos es muy peligroso. Tan malo es negar la existencia de lo «objetivo» como objetivar toda interpretación, todo aquello que es relativo; que, dicho sea de paso, es lo más frecuente de encontrar.

    • Carlos J. García on 10/07/2016

      De acuerdo en que hay que ser conscientes de nuestras limitaciones al elaborar nuestros modelos acerca de la realidad y de lo que existe.
      Ahora bien el conocimiento no es algo que pueda mantenerse en suspenso por miedo al error, sino que se trata de un proceso en el que debemos formular hipótesis acerca de lo que hay, someterlas a contraste, e ir elaborando modelos cada vez más precisos y completos acerca de todo aquello que se nos presenta.
      Siempre nos faltará conocimiento, pero debemos ir haciéndolo con todos los medios a nuestro alcance, y no solo respecto a lo observable, sino acerca de todo aquello que es susceptible de explicar lo que observamos, y que, por tanto, hace posible su existencia.
      Como decía en un artículo anterior, en el que hacía un análisis del modelo falsacionista de Popper, tan en boga hoy en día, al ser humano no le es dado elegir entre inducir a partir de lo observable o no inducir. Siempre inducimos partiendo de nuestras observaciones, las cuales deben servirnos de razón para que nuestras inducciones tengan un cierto fundamento real. A los modelos hechos mediante inducción es necesario darles crédito para que sea posible vivir, si bien, no hay ninguna dificultad en estar abiertos a mejorarlos mediante nuevos descubrimientos.
      Por otro lado, es más peligroso creer que la realidad coincide con la información de nuestras meras sensaciones, que creer en el conocimiento acumulado desde el que producimos las percepciones, y, por lo tanto, en nuestras percepciones. Si no creyéramos en lo que percibimos, tampoco podríamos vivir.
      En mi opinión, la actitud correcta parte de reconocer nuestras limitaciones ante la enorme profundidad de lo real, si bien, estando dispuestos a llevar al límite nuestras facultades naturales en aras de representar las cosas como verdaderamente sean.
      No creo que nuestro cerebro, que es un órgano producto de la realidad, que sirve fundamentalmente para conocer la realidad, sea excesivamente traicionero a la hora de servir a dicho fin.
      Por último, he de decir que el término “relativo” se está convirtiendo en un adjetivo del que, en mi opinión, se tiende a abusar. Hay enunciados relativos y otros que no lo son, lo mismo que hay enunciados que son verdad, y otros que son meras opiniones.
      Un saludo afectuoso

  • Ana Julia Carruyo Manzano on 10/07/2016

    Para el caso de algunos estudios e investigaciones relativos a la conducta de la persona humana, resulta complejo seleccionar los indicadores o variables que permitan dar resultados demostrables y que se puedan someter a verificación porque actúan diversos factores que son modificables según los estímulos o respuestas que intervienen. El ser humano tiene la capacidad de amoldar según las circunstancias, el modo de actuar o responder ante determinados estímulos o situaciones y acciones. La capacidad de simulación podría ser un factor, variable o indicador que condiciona las respuestas

    • Carlos J. García on 12/07/2016

      En mi opinión, aun no contamos con la epistemología específica que resulte idónea para investigar a los seres humanos. No debemos trasferir metodologías desde otras disciplinas, como, por ejemplo, la física, para la investigación de objetos extremadamente diferentes. En este sentido, parecería más próxima a las necesidades de la psicología, la metodología que se aplica en la investigación de compuestos químicos, tipos de enlaces, formulación, síntesis, excepciones, etc., pero, aun lo sería más la aplicada en la zoología, etología, etc., sin que esto signifique que resulten, ni remotamente, idóneas para la psicología. Por otra parte, el estudio estadístico de grupos, no tiene sentido para la investigación de individuos, pues, precisamente, se hace preterición del conocimiento de las personas concretas, e inducir desde el objeto “grupo” hacia el objeto “individuo” es un error lógico de grandes proporciones. El conocimiento de cada persona concreta no se puede sustituir por ninguna otra cosa. Ahora bien, si conociendo las historias de muchas personas que anteceden a determinadas estructuras de personalidad, vamos observando patrones de producción similares, podemos elaborar modelos de producción, o de causalidad, con la finalidad, no solo de prevenir la formación de problemas, sino, también, para que esas mismas personas, comprendiendo sus propios modos de ser, efectúen cambios precisos en sus sistemas de creencias, para generar condiciones personales mejores.
      Muchas gracias por tu comentario.

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