Blog de Carlos J. García

Cuando creerte a ti implica no creerme a mí

De la pieza de teatro Gas Light (1938) de Patrick Hamilton, se hicieron dos películas, en 1940 (Reino Unido) y 1944 (EEUU), respectivamente.

La trama es parecida en ambas versiones, y consiste en que, el pianista Gregory Anton se casa con Paula Alquist, la sobrina de una cantante famosa, y ambos van a vivir a la casa que Paula ha heredado de su tía en Inglaterra.

La intención de Gregory es hacerse con unas joyas de la tía, a la que él mismo asesinó algunos años antes, y que había dejado escondidas en la casa.

Para conseguir hacerse con el botín, Gregory adopta la estrategia de tratar de enloquecer a Paula. Para ello, hace creer a Paula que pierde, olvida cosas o las cambia de lugar, sin darse cuenta.

El título de la película (en una de las versiones en castellano, Luz de Gas) procede de que, por las noches, Gregory sube al desván a buscar las joyas, por lo que, al encender la luz de gas para hacerlo, se debilita la luz de gas de la habitación en la que se encuentra Paula, al tiempo que esta oye los ruidos que vienen del desván creyendo que está vacío.

Centrándonos en el conjunto de operaciones con las que Gregory pretende hacer creer a Paula que pierde, olvida cosas o las cambia de lugar, sin darse cuenta, es obvio que es él mismo quien las oculta, se las sustrae o las cambia de lugar, mientras a Paula le da la versión de que es ella misma la que lo hace sin ser consciente de hacerlo.

Lo difícil de conseguir en la estrategia de Gregory es lograr que Paula no sospeche que es él mismo el autor de tales manejos y, en su lugar, crea que ella no tiene conciencia de lo que hace.

Dicho ataque opera sobre las creencias que sostienen el vínculo «yo → acción» en dos sentidos. Por un lado, le transmite el mensaje falso de que ella hace, o no hace, determinadas acciones, y constituye pruebas falsas para argumentarlo. Por otro, le envía el mensaje de que le falla la función de la conciencia de las propias acciones.

El mensaje conjunto es del tipo «eres una persona que no sabe lo que hace», por lo que «puedes hacer cualquier tipo de acción, buena o mala, sin darte cuenta».

Si dicho mensaje fuera creído por Paula, se generaría un problema obsesivo de gran intensidad. Perdería por completo la confianza en sí misma, generaría miedo a emitir sus propias acciones, y, debido a él, una actitud de auto-vigilancia y auto-control permanentes.

Ahora bien, toda esa cascada de alteraciones coincidirían con su creencia de estar loca, pero, no por ello, estaría loca, tal como dicho término podría traducirse cuando ocurrieran alucinaciones y delirios. Paula no alucina, ni delira. Su único problema es que cree a Gregory, en vez de a sí misma.

Ahora bien, ¿por qué cree a Gregory? ¿No sería mucho más sencillo llegar a creer que Gregory la está engañando? Aparentemente sí, pero a menudo, no es tan fácil.

Si Paula sospechara de Gregory, en vez de sospechar que ella estaba perdiendo el juicio, dicha hipótesis implicaría cambiar por completo las creencias que se había formado acerca de él, hasta el punto de admirarle y de casarse con él.

Además, para poder llegar a creer que Gregory era un individuo anti-real, que la había tomado como objeto de sus propias maquinaciones, siendo, además, el asesino de su tía, tendría que renunciar a él y a su nuevo proyecto de vida, haciendo girar ciento ochenta grados todas aquellas creencias de ser y de deber ser en las que él tuviera algo que ver.

El dilema en este tipo de situaciones en las que la persona tiene que elegir entre creer en el otro, o creer en sí misma, puede llegar a ser, y a menudo es, de gran envergadura: renunciar al otro, o renunciar a sí misma.

En edades adultas parece menos difícil elegir al propio «yo» renunciando al otro, que cuando estas situaciones ocurren en la infancia y en la primera parte de la adolescencia.

Cuando los niños tienen que elegir, entre creer en sí mismos, o creer en una figura de seguridad que les hace daño, es prácticamente imposible que puedan renunciar a creer en la figura de seguridad pues, su viabilidad vital y existencial, depende plenamente de dicha figura. Sería tanto como renunciar a seguir viviendo.

De ahí que, bajo presiones formativas efectuadas con operaciones del tipo de las que se ven en Gas Light, los niños optarán por vivir, si bien, debilitando fuertemente el vínculo «yo → acción».

En el caso de Paula, la trama de la película se resolverá cuando llegue a creer la verdad acerca de Gregory, aunque eso le hará pasar una temporada dolorosa y le dejará algunas huellas que, bien elaboradas, podrían ayudarla a realizarse.

La cuestión que hay que plantearse, en la mayoría de las situaciones en las que un individuo anti-real interacciona con una persona normal, tomándola por objetivo de sus maquinaciones es: ¿por qué no se adopta la buena costumbre de conocer mejor a aquellas personas con las que nos relacionamos, antes de generar vínculos de difícil resolución?

2 Comments
  • Rosalía on 12/12/2015

    También ocurre que a algunas personas, aunque les dediquemos tiempo para conocerlas, son muy difíciles de detectar y su engaño es muy elaborado. Desde dentro, y ya con lazos afectivos, todavía se complica más. Eso sí, cuando se decide apartarse definitivamente de esa persona es lo mejor que se puede hacer.

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