Blog de Carlos J. García

Adiós a la realidad: De Locke a Vattimo, pasando por Engels

Asistimos, quizá con excesiva pasividad, al proceso político de acuñación de un único formato ideológico, resultado del eclecticismo consistente en tomar partes o aspectos de diferentes ramas ideológicas que, anteriormente, se encontraban en marcada oposición, y sintetizarlas en un pensamiento único.

No hace mucho tiempo que, los respectivos pensamientos políticos del liberalismo y del comunismo, eran tan marcadamente antagónicos, que mantuvieron al mundo bajo una tensión bélica de enorme intensidad durante la llamada Guerra fría.

Hoy en día, también, asistimos a fuertes tensiones políticas internacionales, si bien, radicalmente desconectadas de posibles oposiciones ideológicas entre los partícipes, o, visto de otro modo, solamente vinculadas a pugnas económicas o de luchas puras por el poder.

Prácticamente, la ideología única que se utiliza para respaldar cualquier poder político importante, es la social-democracia, una síntesis de liberalismo económico y de progresismo humanista, en la que, este último, justifica la existencia de variados movimientos socialistas.

Formando parte de estos procesos de síntesis de contrarios, aunque aparentemente ubicadas fuera de la política, también encontramos, con enorme vigor, acuñaciones de tesis filosóficas que trabajan en el desmantelamiento de oposiciones entre personas o grupos, en aras de una apetecible paz universal.

Echando la vista atrás, para tratar de encontrar las raíces filosóficas o políticas de estos movimientos, supuestamente pacifistas, elaborados mediante síntesis de contrarios, encontramos un primer precursor en la figura de John Locke (1632-1704).

Bertrand Russell[i] se pregunta por las relaciones entre filosofía y hechos políticos, precisamente en el primer párrafo de su capítulo XII titulado Liberalismo Filosófico, cosa que no hace en el resto de corrientes de pensamiento abordadas en su tratado. Tal es la conexión en Locke  entre empirismo y liberalismo.

En unos casos, el impulso de los sistemas de pensamiento viene de la esfera política mientras, en otros, ocurre a la inversa y, además, hay un gran número de interacciones intermedias. En el caso del liberalismo filosófico, dice Russell: «El primitivo liberalismo fue un producto de Inglaterra y Holanda y tenía ciertas características muy marcadas. Defendía la tolerancia religiosa; era protestante, pero de un tipo amplio más que fanático; consideraba las guerras de religión como una necedad. Valoró el comercio y la industria, y favoreció la subida de la clase media, más bien que la monarquía y la aristocracia; tenía inmenso respeto por los derechos de propiedad, especialmente cuando ésta había sido acumulada por los esfuerzos de su dueño…» (op. cit, pp. 645-646)

John Locke, en palabras de Russell “es el apóstol de la Revolución de 1688” (op. cit., p. 653) y, también, en cierto modo un promotor de que “un hombre razonable debe sostener sus opiniones con cierta medida de duda” (op. cit., p. 656), conjunción que no haría del propio  Locke exactamente “un hombre razonable”.

Por su parte, Mariano Fernández Enguita, introductor del libro de Locke  en español Pensamientos sobre la educación[ii], afirma, al comienzo del prólogo:

«Pocos pensadores en la historia presentan una relación tan perfectamente orgánica con las inquietudes e intereses de una clase –la burguesía ascendente, en este caso- como lo hiciera John Locke. Frente a las cosmologías totalizantes propias de las sociedades integradas defiende una concepción perfectamente parcelada, casi mercantil, del conocimiento. Frente al absolutismo monárquico, una teoría contractualista de la sociedad y el Estado. Contra cualquier visión teocrática, predica el reenvío de la religión a la esfera privada. Frente al ideal educativo humanista, basado en una supuesta naturaleza humana y con pretensiones, por ende, universalistas, postula una educación de corte funcional, utilitario y netamente clasista.» (p. 9, Locke, PE)

Locke, parece partir de un principio de conciliación entre opuestos que, inevitablemente, le lleva a caer en contradicciones, lo cual viene justificado por una apertura a la duda, que viene a ser, algo así, como lo más razonable.

Ser un hombre  razonable, parece ir asociado a entrar con frecuencia en estado de duda, en todos aquellos aspectos que puedan ser difíciles o espinosos. La famosa controversia entre la autoridad de la razón frente a la de las Sagradas Escrituras la resuelve afirmando unas veces la primacía de la primera y, en otras, la de la segunda. Esto, sencillamente, parece efecto del pragmatismo ecléctico dominante en su pensamiento.

Ahora bien, el coste metafísico que conlleva esa forma de pensamiento, aparentemente débil, conciliador y, sobre todo, tolerante, no puede ser mayor. Niega la posibilidad del conocimiento de la realidad; niega la universalidad del principio del bien o lo sustituye por el hedonismo; y niega la propia naturaleza del ser humano. Es decir, desmantela la realidad en sí.

Al respecto de los presupuestos empiristas del conocimiento en Locke, dice Russell: «Nosotros experimentamos las sensaciones pero no sus causas; nuestra experiencia será exactamente la misma si nuestras sensaciones surgen espontáneamente. La creencia de que las sensaciones tienen causas, y, aún más, la creencia de que se asemejan a sus causas, es una creencia que, de ser mantenida,  tiene que serlo sobre razones totalmente independientes de la experiencia. La opinión de que “el conocimiento es la percepción del acuerdo o desacuerdo entre dos ideas” es la única que Locke tiene derecho a sostener, y su evasión de las paradojas que entraña la efectúa por medio de una contradicción tan grosera que sólo su resuelta adhesión al sentido común es lo que pudo haberle cegado para ella.» (op. cit., p. 662)

Además, Locke es nominalista en perfecta continuidad con las tesis de Guillermo de Ockham, pues sostiene que todas las cosas que existen son particulares, pero nosotros podemos formar ideas generales que son aplicables a muchos particulares y a estas ideas, generalmente les podemos dar nombres. Tales ideas, en tanto ideas de nuestras mentes, son tan particulares como todo lo demás que existe.

En cuanto a la acción, Locke sostiene que todo individuo es movido a la acción por el deseo de su propio placer y felicidad. Las cosas son buenas o malas sólo en relación con el placer o el dolor. Lo bueno es lo que aumenta el placer y disminuye el dolor. Toda su ética y su doctrina sobre la virtud y la moral, derivada de ahí, resulta incoherente, inconsistente y contradictoria.

John Locke, en palabras de Russell “es el apóstol de la Revolución de 1688” (op. cit., p. 653) y, también, en cierto modo un promotor de que “un hombre razonable debe sostener sus opiniones con cierta medida de duda” (op. cit., p. 656), conjunción que no haría del propio  Locke exactamente “un hombre razonable”.

Efectivamente, Locke es un destacado e influyente representante del liberalismo, original de Inglaterra y de Holanda, tanto en política como en filosofía, y precursor, casi directo, del liberalismo contemporáneo.

Aquel liberalismo defendía la tolerancia religiosa hacia las religiones protestantes y, en algún caso, también hacia la católica. Dio mucha importancia a la industria y al comercio; favoreció a la nueva burguesía frente a la aristocracia y a la monarquía; respetaba el derecho de propiedad; reconocía el derecho a que cada comunidad eligiera el modo de gobierno que prefiriera, si bien, su preferencia era hacia una democracia en la que solo votaran los propietarios…

Era individualista; se oponía a todo lo medieval; prefería la paz a la guerra por sus repercusiones favorables a la economía, etc. Este enfoque donde más pareció cuajar fue en los emergentes Estados Unidos de América del Norte.

Por la parte, aparentemente opuesta del marxismo, Carlos Valverde[iii] en el apartado  Las tres leyes fundamentales de la dialéctica (pp. 255-294) de su amplia exposición del pensamiento de Engels y Marx, de aspectos esenciales tomados de Hegel y de algunos desarrollos posteriores de Lenin, expone un resumen y una crítica (pp. 292-294) de la ideología dialéctica de tales autores.

Las leyes de la dialéctica, según Engels son: a) Ley del paso de la cantidad a la calidad, b) Ley de interpenetración de los contrarios, y c) Ley de la negación de la negación.

Engels toma tales leyes del idealismo de Hegel, pero se las atribuye directamente a la materia. Dice Engels: “Las tres ha sido desarrolladas por Hegel, en su manera idealista, como simples leyes del pensamiento… El error reside en que estas leyes son impuestas como leyes del pensamiento a la Naturaleza y a la Historia en vez de derivarlas de ellas […] Si invertimos los términos, todo resulta sencillo y las leyes dialécticas, que en la filosofía idealista parecían algo extraordinariamente misterioso, resultan inmediatamente sencillas y claras como la luz del sol …” (ibid, pp. 256-257)

Las “leyes” en las que Hegel y Engels y, en general, todo el marxismo, ubican la contradicción como el factor único que explica todo el movimiento en el universo, son las de la interpenetración entre contrarios y la de la negación de la negación. Estas leyes, por lo común, quizá sean más conocidas como el movimiento producido por la secuencia «tesis-antítesis-síntesis».

La suposición de que la contradicción está en el seno mismo de la naturaleza llega al extremo, por ejemplo en Hegel, al afirmar que  “Toda cosa es en sí misma contradictoria” (ibid, p. 272) o en Engels cuando afirma que “un ser es al mismo tiempo, en el mismo instante, el que es y otro.” (ibid, p. 274). Resulta evidente que estos presupuestos, no sólo niegan el principio de no-contradicción, sino que lo invierten afirmando exactamente lo contrario.

Es decir, ni en el liberalismo, ni en el comunismo, podemos encontrar principio metafísico alguno que impida la posibilidad de que, dos polos, sean los que sean, no solo coexistan, sino que se sinteticen en uno solo, por muy contrarios o contradictorios que sean.

Todo es cuestión de suprimir la realidad, sus principios y su existencia, y sustituirla a conveniencia por la ideología que interese al poder.

La última versión antimetafísica que podemos encontrar y que está de plena actualidad, es la tesis de que la Verdad es mala, es decir, algo maligno o demoníaco inventado para destruir al hombre. A mucha gente puede que le parezca mentira semejante aseveración, pero el ataque más rabiosamente moderno a la Verdad es ése. Expondré por extenso un clamoroso ejemplo.

En el libro de Gianni Vattimo[iv]  Adiós a la verdad, se aprecia una carencia en el propio título, y es que, cuando se dice adiós a la verdad, también se dice adiós al ser y  la realidad. Quizá el momento actual reside, todo él, en un ¡Adiós al ser!, lo cual significa, en última instancia, echarse en brazos de las cadenas absolutas del poder, en el peor sentido de tal término.

La apuesta de Vattimo es fortísima a pesar de que su pensamiento se llame “pensamiento débil” que, supuestamente, abre la puerta a la tolerancia y a la caridad de aparente inspiración en un post-cristianismo sui generis.

A continuación, intentaré exponer las líneas maestras del componente del “pensamiento débil” de Vattimo, siguiendo la argumentación que expone en la citada obra.

  • La verdad es la correspondencia entre el objeto y la representación del objeto (por ejemplo, tal como la definió Alfred Tarski). El principio de Tarski es la prueba de la inutilidad de cierto tipo de filosofía. (p. 51). La verdad es mala, sobre todo, por ser tiránica. La verdad es enemiga de la sociedad abierta de la democracia liberal (tal como la entiende, por ejemplo, Karl Popper) (p. 22)
  • Nietsche y Heidegger son quienes criticaron a fondo la verdad como objetividad y quienes sentaron las bases para una visión radical de la propia democracia. La razón por la que se rechaza la idea de verdad como objetividad es una razón ético-política. La verdad como objetividad convierte en absurda nuestra existencia como sujetos libres y nos expone al riesgo del totalitarismo. (p. 25).
  • No existen hechos, sólo existen interpretaciones. No existen verdades, sólo interpretaciones. (p. 27). Como la verdad es siempre un hecho interpretativo, el criterio supremo en el cual es posible inspirarse, no es la correspondencia puntual del enunciado respecto a la “cosa” enunciada, sino el consenso poblacional sobre los presupuestos de los que se parte para valorar dicha correspondencia. (pp. 28-29)
  • La verdad como absoluta correspondencia objetiva, entendida como última instancia y valor de base, es un peligro más que un valor. (p. 29). La verdad de la política  deberá buscarse  sobre todo en la construcción de un consenso y de una amistad civil que hagan posible la verdad también en el sentido descriptivo del término.  (p. 29)
  • Aquello que llamamos realidad es un juego de interpretaciones en conflicto que está en colisión con la verdad objetiva (p. 30)
  • El consenso no debe depender de lo verdadero o lo falso de los enunciados. (p. 30)
  • La política moderna admite la mentira por el bien del Estado lo cual es hipócrita pues no ha puesto en discusión la noción de verdad como correspondencia. (p. 31)
  • Quién, en una oposición de opiniones, afirma que posee la verdad, expresa una pretensión de dominación. (p. 31)
  • Popper opina que Platón es un enemigo de la sociedad abierta porque tiene una concepción esencialista del mundo (todo lo que es real responde a una ley que está dada como estructura del ser, y la sociedad no debe hacer otra cosa que adecuarse a este orden esencial). Cuando en política entra en juego la verdad ahí comienza el peligro del autoritarismo.
  • Si el ser es una estructura dada de una vez por todas, no puede pensarse la apertura de la historia ni libertad alguna.
  • Es simple identificar el final de la filosofía como metafísica  con la afirmación, práctica y política, de los regímenes democráticos. Donde hay democracia no puede haber  una clase de detentadores de la verdad “verdadera” que ejerzan el poder. (p. 36)
  • La metafísica debe ser superada o al menos no debe aceptársela, no porque no incluya al sujeto de la teoría y sea por lo tanto incompleta, sino porque, con su objetivismo, legitima un orden histórico y social en el que la libertad y la originalidad de la existencia son canceladas. No se da la posibilidad de salir de la metafísica salvo luchando con la objetividad fija del ente. (pp. 48-49)
  • Si decimos que la diferencia entre lo verdadero y lo falso es siempre una diferencia entre interpretaciones más o menos aceptables o compartidas, mantenemos esa misma distinción y no tenemos necesidad de imaginar un hecho que “exista” fuera de toda lectura humana. (p. 53)
  • Sólo podemos reconocer que vemos las cosas con ciertos prejuicios y con ciertos intereses de base, y que si acaso es posible la verdad, ésta es el resultado de un acuerdo que no necesitó de evidencia definitiva alguna, sino de la caridad, la solidaridad y la necesidad humana (¿demasiado humana?) de vivir en paz con los demás. (pp. 53-54)
  • En política, el final de la metafísica tiene, en cambio, su auténtico paralelo en la afirmación de la democracia: la filosofía descubre por su cuenta (¿pero en qué medida?) que la realidad no se deja comprender en un sistema lógicamente compacto y aplicable, en sus conclusiones, también a las elecciones políticas. (p. 56)
  • Como es natural, una política sin “verdad” no es sólo y necesariamente una política democrática, sino que también puede ser una política despótica que en lugar de ir más allá de la metafísica, tan sólo retrocede más acá de su propio descubrimiento y reivindicación; también, por cierto una política, de inspiración metafísica, de los derechos naturales del hombre. (p. 57)
  • La legitimidad de la democracia liberal ya no es discutida casi por nadie. (p. 58)
  • El resultado de la reflexión de Heidegger lleva a reconocer que no “existe” el ser sino que éste acontece y que, por lo tanto, no podemos remontarnos a un objeto que se da en presencia una vez que se han disipado las nieblas del olvido en el que ha caído, rememorar el ser significará, esforzarse por comprender que significa “ser” –el término y casi nada más que el término- en nuestra experiencia actual. (pp. 59-60)
  • Definida como ontología de la actualidad, la filosofía se ejerce como una interpretación de la época que da forma a un sentir difuso sobre el sentido de la existencia actual en una cierta sociedad y en un cierto mundo histórico. (p. 61)
  • Sólo un Dios relativista puede salvarnos (p. 63). El “relativismo” no es más que otro modo de llamar a la sociedad liberal. (p. 65). La Iglesia (Dios) no sólo no debería no poder hacer milagros sino que debería explicar por qué permite tantos males en el mundo. (p. 67) Dios no es el sujeto de la creación material del mundo. La Iglesia es represora, corrupta sexual, anti-darvinista, …
  • La Iglesia sucumbirá en un mundo en el que la ciencia y la conciencia de los derechos son un patrimonio de lo más común (p. 69). La Iglesia cree tener el patrimonio de la verdad como un don divino. (p. 69). Hay que distinguir a Dios del ser (metafísico) entendido como objetividad, racionalidad necesaria y fundamento. (p. 71) y negarle el carácter de creador. Un Dios diferente del ser metafísico ya no puede ser el Dios de la verdad definitiva y absoluta que no admite diversidad doctrinal alguna.
  • Es imposible pensar el ser como racionalidad objetiva ya que, así pensado, éste no sería otra cosa que la fundación de la inhumanidad del mundo donde todo es sólo funcionamiento predeterminado de un colosal mecanismo insensato. (p. 71)
  • A los científicos no los motiva el impulso a la verdad, no es posible imaginar la relación entre mundo y conocimiento como mundo y espejo del mundo, sino como mundo y alguien que está en el mundo y se orienta en él utilizando sus “capacidades cognoscitivas”, o sea, eligiendo, reorganizando, traficando, etc. (p. 79)
  • La metafísica nunca habría debido existir: ¿Aristóteles se había equivocado? No me pronunciaría tanto sobre este punto, ya que de lo contrario estaría haciendo un razonamiento metafísico típico. Es decir, llegaría a afirmar que es eternamente cierto que la metafísica es un error. (p. 85)
  • “En el cristianismo existe una virtualidad de liberación que en lo fundamental también es liberación, digámoslo de forma escandalosa, de la verdad.” (p. 86)
  • “¿A dónde vamos a parar? Vamos hacia la secularización, que también puede llamarse nihilismo, o sea, la idea de que el ser objetivo poco a poco se ha consumido. (p. 88)
  • Cuando alguien quiere venir a decirme la verdad absoluta es porque quiere ponerme a sus pies, quiere dominarme. (p. 92). La verdad que nos hace libres es verdadera porque nos hace libres. Si no nos hace libres, debe ser descartada.  (p. 93)

¿Acaso puede haber mayor claridad antimetafísica en tan escaso número de páginas?

Antes de hacer ningún otro comentario, habría que hacer la aclaración de que, junto al texto La sociedad abierta y sus enemigos de Karl Popper, este mismo autor, tiene un texto de epistemología titulado Conocimiento objetivo[v] que, para mayor sorpresa, está dedicado, ni más ni menos que a Alfred Tarski, ese mismo autor del que Vattimo afirma que «El principio de Tarski es la prueba de la inutilidad de cierto tipo de filosofía.» (op. cit. p. 51), y que, obviamente, no es considerado por Popper como enemigo alguno contra el régimen de la democracia de la sociedad abierta, ni por defender la Verdad, ni por ninguna otra razón.

Ahora fijémonos en la expresión del final La verdad que nos hace libres es verdadera porque nos hace libres, ¿es de índole pragmatista?, ¿a quienes incluye bajo nos?, ¿qué verdad es esa tan especial que nos hace libres tras afirmar que la verdad nos esclaviza?, ¿por qué no defiende explícitamente el pragmatismo o el utilitarismo como componentes ideológicos fundamentales para el liberalismo político que postula?

Lo cierto es que en el pensamiento de Vattimo encontramos en buena medida un remedo del pensamiento del Locke, y, por lo tanto, del tronco ideológico del liberalismo político, si bien, expuesto con mayor claridad, y aderezado con tintes artificiales de reforma de un cristianismo privado de Dios y de todo principio metafísico.

Dicho en otros términos, parece que estamos ante la culminación de una síntesis ideológica, en la que, para que nadie eche algo de menos, se incluyen entre sus componentes algunos matices pacifistas tomados de alguna interpretación sesgada del cristianismo.

Frente al redondeo de la ideología única, empirista, escéptica, ecléctica, pragmática, utilitarista, amoral, nominalista, con apariencias democratistas, tolerante, pseudo-religiosa, liberal, comunista, social-demócrata, etc., etc., solo se oponen la realidad, el ser, el bien, la verdad y la belleza, y, en definitiva, la metafísica.

Es lógico que, el mayor empeño del poder, desde siempre, sea la eliminación de la realidad y de la disciplina que el ser humano consiguió hacer para conocerla,  respetarla y conformarse en ella.

Por último, parece cada vez más necesario afirmar que, el ser humano sin realidad, se convierte en nada.

 

[i] RUSSELL, BERTRAND; Historia de la Filosofía ; trad. Julio Gómez de la Serna y Antonio Dorta del original de 1945; prólogo de Jesús Mosterín cedido por Espasa Calpe, S.A., RBA Coleccionables S.A., Barcelona, 2005

[ii] LOCKE, JOHN; Pensamientos sobre la educación; prólogo de Mariano Fernández Enguita; trad. La Lectura y Rafael Lasaleta del original de 1692; Ediciones Akal S.A., Madrid, 1986

[iii] VALVERDE, CARLOS; El materialismo dialéctico. (El pensamiento de Marx y Engels); ESPASA-CALPE, S.A., Madrid, 1979

[iv] VATTIMO, GIANNI; Adiós a la verdad; trad. de María Teresa D´Meza; Editorial Gedisa, S.A., Barcelona, 2010

[v] POPPER, KARL R.; Conocimiento objetivo. Un enfoque evolucionista; trad. Carlos Solis Santos; EDITORIAL TECNOS, S.A., Madrid, 1988

2 Comments
  • Celia on 18/07/2016

    Verdaderamente que hay que agradecer a Vattimo, así como a Sartre, Skinner o al mismo Popper la claridad con la que exponen sus pensamientos. No podemos llevarnos a engaño.

    • Carlos J. García on 25/07/2016

      Es cierto, aunque para entenderlos con toda claridad parece necesaria una cierta preparación filosófica que no todo el mundo tiene, y, al paso que vamos, con el proyecto de la eliminación de la filosofía de los planes de estudios, la cosa irá a peor. Por otro lado, como es obvio, no es nada de agradecer el contenido de sus correspondientes mensajes que resultan devastadores para la formación de seres humanos reales. Muchas gracias Celia.

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