¿Somos malos por naturaleza?
Antes de adentrarnos en la compleja tarea de tratar de responder a tal pregunta, tal vez convenga aclarar los términos « bueno» y « malo» referidos al ser humano.
¿En qué consiste ser bueno? De las muchas formas en que se podría hacer una aproximación a la bondad humana, de entre las cualidades que podemos verificar en cualquier persona buena que conozcamos, yo destacaría las siguientes:
1) Sirve a los principios con fidelidad.
2) Trata de adquirir la sabiduría necesaria para conocer todo aquello con lo que entra en relación.
3) Su función de conocimiento se rige por el principio de la verdad.
4) Debido a dicho conocimiento, en primera instancia se relaciona de forma no perjudicial con cuanto le rodea, y si, además, puede hacer el bien, lo hace.
5) Conserva las propiedades de todo aquello con lo que se relaciona. Ni se apropia de lo que no es suyo, ni reniega de la propiedad de lo que sí lo es.
6) Trata de que su existencia sea auténtica expresión de su esencia, y acepta las limitaciones existenciales que vengan dadas por su coexistencia con otros seres reales.
Recordemos que la verdad es el conjunto de propiedades de un ser o una cosa y, además, es el vínculo que se conserva entre las propiedades del ser y los diferentes modos existenciales que le correspondan, incluyendo las representaciones formales que los seres humanos hacemos del objeto.
Además, también hay que decir que el bien de algo consiste en que se conserve siendo aquello que es, y que, hacer el bien, significa que el bien actúa como sujeto que define lo que se debe hacer en dependencia directa de lo que es o debe ser y, por lo tanto, de lo que debe, o no, existir.
¿En qué consiste ser malo? Destacaría los siguientes aspectos asociados a la maldad:
1) La avidez de una existencia ilimitada en el espacio y en el tiempo, que entra en colisión con las respectivas existencias de los seres con los que interacciona, de forma que hace imposible la coexistencia.
2) La aspiración a una libertad absoluta y la determinación a no servir a nada que no sean sus propios intereses: «No debo estar bajo nada. Debo estar absolutamente por encima de todo, ya sea interno o externo.»
3) El dominio de la propia voluntad, o tendencia, sobre cualquier resistencia exterior o interior que pudiera reducirla, o que ponga dificultades a la satisfacción de sus apetencias: «Todo vale para conseguir los fines que quiera conseguir.»
4) La plena subjetividad valorativa por la que se designa como único sujeto de valor: «Yo soy la medida de todas las cosas. Yo no soy objeto de juicio ni medida.»
5) La falsificación, o total ausencia de autenticidad, en la producción de las apariencias mediante las que se relaciona. En este sentido, puede utilizar cualquier tipo de apariencia o disfraz que convenga a sus fines.
Volviendo a la pregunta que sirve de título al presente artículo, bastaría con que aceptemos que en nuestra especie hay gente buena y gente mala, para poder responder negativamente a la misma.
Ahora bien, el hecho de que no haya una determinación natural que nos constituya de un modo o de otro, pone de manifiesto, nuestra imperiosa necesidad de formación, y el impacto constituyente que tiene el tipo de formación recibida.
Desde otro punto de vista, también podemos decir que la apertura humana a la realidad es, exactamente, lo que mejor define a nuestra especie.
Dicha apertura, no solo se refiere a la capacidad de conocer aquello que las cosas son, sino, también, a que disponemos de un enorme campo de posibilidades, para generar distintas actitudes hacia la realidad y hacia cuanto hay en nuestro entorno.
Por otro lado, al respecto de estas cuestiones, la propaganda que más suena en los grandes medios, consiste en afirmar que todos somos iguales, en el sentido de que todos tenemos cosas malas y cosas buenas. Además, parece que se atribuye a las circunstancias el supuesto hecho de que, unas veces salgan unas, y, en otras ocasiones, las otras.
Sin duda, estas tesis confunden los defectos de realización que tiene toda buena persona, con la maldad proactiva que, lejos de tener defectos en su género, solo manifiesta virtudes cuando las simula o falsifica, en aras a dar satisfacción a sus intenciones.
Lo cuentos clásicos para niños, que se han generado en todas las culturas conocidas, son la forma que, tradicionalmente, ha tenido la humanidad, para prevenir a los niños acerca del mal, e inclinarlos hacia el bien. Hoy en día, lamentablemente, están en decadencia.
Muy interesante, pero ¿cómo surge la primera persona mala?
El origen del ente anti-real está magistralmente descrito en el módulo 6 «La maldad, el poder y el anti-realismo», de la obra «La naturaleza real del ser humano y sus alteraciones» de Carlos, más concretamente a partir de la página 455 en adelante.
Muchas gracias Celia, lo leeré.
Carlos me dirá, «eso te pasa por no leer todo mi libro»…
Un abrazo.