Las ideas indelebles
Las ideas son fragmentos de información que procesamos en el cerebro. Sus dos finalidades principales son, en primer lugar, representar las formas de las cosas, y, en segundo, dotar de forma a las cosas.
Ahora bien, para que las ideas participen efectivamente en esos dos tipos de operaciones, han de adquirir la condición de creencias.
Las creencias son ideas a las que la persona atribuye, por alguna razón, una de las dos siguientes condiciones: 1) carácter actual de verdad, o 2) carácter potencial de verdad, al dotar de existencia aquello sobre lo que se hagan recaer las formas a las que se refieren.
No obstante, para que las creencias tengan eficacia en la existencia, han de participar en la elaboración de acciones, ya sea para cambiar algo existente, ya sea para conservarlo.
Además, las ideas pueden ser, transmitidas, propagadas o comunicadas, a otros soportes diferentes del propio cerebro, ya sea a otras personas, ya sea poniéndolas en soportes de cualquier tipo que sirvan al efecto: papel, piedra, lienzos, soportes magnéticos, etc.
Hay que diferenciar las ideas de tales soportes. Los soportes son materiales, las ideas no lo son. Se trata de orden, formas, o información.
Los dos factores fundamentales presentes en cualquier existente material son el espacio y el tiempo. Las cosas, de un modo u otro, presentan una vertiente espaciotemporal.
En relación al tiempo cronológico, las ideas, en cuanto tales, son independientes de él. No están bajo las leyes naturales que imperan sobre cualquier cosa física, ni, por tanto, influye en ellas el paso del tiempo.
Las ideas que fueron escritas, hace miles de años, son las mismas que pueden llegar a nosotros hoy en día, suponiendo que haya habido algún soporte para su comunicación efectiva.
Además, en el caso en que hubieran dejado de tener un soporte material, y no hayan podido ser comunicadas, tampoco habrán variado por esa razón. Habrían dejado de tener existencia efectiva pero, en cuanto a tales ideas, no habrían sufrido modificación.
En cuanto a la dimensión del espacio, no son pocos los autores, ampliamente reconocidos en ámbitos científicos o matemáticos, como, por ejemplo, Roger Penrose, Karl Popper, Kurt Gödel, Cantor, o Frege, que, coincidiendo con Platón, sostienen, o han sostenido, la existencia de un mundo de las ideas.
Es decir, tales autores defienden que hay: 1) El mundo físico, 2) El mundo mental, y 3) El mundo de las ideas platónicas.
Hoy en día, para la mayoría de la gente, puede resultar inconcebible la existencia de esos tres mundos, si bien, bastaría leer algunos textos de dichos autores, o la magnífica síntesis que hace David Melling[i] del relato socrático de las ideas ―cuya primera exposición se encuentra en el diálogo platónico Fedón― para que, al menos, se pusiera en tela de juicio el materialismo actual, que todo lo envuelve.
Ahora bien, al mundo de las ideas de Platón, no se llega directamente por medio de los sentidos, sino por procesos intelectuales, como la reflexión o el razonamiento.
Además, en ese mundo no están todas las ideas que la mente humana sea capaz de concebir, sino ideas como la justicia, la belleza o el bien, cuya existencia en el mundo solo ocurre de modo aproximado. No obstante, tales ideas son consideradas por Platón, como auténticamente reales en sí mismas, y no se ven afectadas por los avatares que pueda tener su existencia en el mundo.
Por otro lado, en dicha teoría, los individuos participamos de una variedad de ideas, algunas de las cuales constituyen nuestra esencia, mientras, otras son de carácter accidental.
Por su parte, el matemático Roger Penrose[ii] expone un argumento interesante al respecto de las tesis de Platón, en un apartado titulado ¿Es «real» el mundo matemático de Platón?:
«En las matemáticas encontramos una solidez mucho mayor que la que puede localizarse en cualquier mente concreta. ¿No apunta esto a algo exterior a nosotros mismos, con una realidad que está más allá de lo que cada individuo puede alcanzar?» (pp. 53-54)
Por lo tanto, al respecto del posible carácter, real, de los principios como el ser, el bien, la verdad y la belleza, cabe plantear dos hipótesis:
a) El bien, la verdad y la belleza son ideas que poseen realidad independiente en sí mismas.
b) Tales ideas son producciones humanas subjetivas que carecen de existencia independiente del pensamiento humano.
La primera de estas dos alternativas, apunta hacia el carácter real del mundo de las ideas, mientras la segunda, a su negación.
Otra cosa distinta es, si dicho “mundo”, es semejante al mundo que todos conocemos. Obviamente, dado su carácter puramente formal, no lo es. Se trataría de un ámbito diferente, tal vez, similar a una especie de sistema teórico completo de ámbito universal, al que todo investigador anhelaría acceder.
Por lo tanto, no toda idea humana pertenecería, por igual, a dicho sistema. Hay ideas absurdas que no llevan a ninguna parte, ni tienen conexión alguna con la realidad.
Seguramente, esas ideas se extinguirán cuando cese la existencia de sus portadores, pero, ¿acaso se extinguirán igualmente aquellas ideas que pertenezcan a la realidad, o sean congruentes con ella?
[i] MELLING, DAVID J.; Introducción a Platón; trad. de Antonio Guzmán Guerra del original Understanding Plato (1987); Alianza Editorial, S.A., Madrid, 1991
[ii]PENROSE, ROGER; El camino a la realidad. Una guía completa de las leyes del universo; trad. de Javier García Sanz del original de 2004; Random House Mondadori, S.A., Barcelona, 2006
La verdad, si es verdad necesariamente, tiene que trascender a su portador ¿no?
¿ y las ideologías?, ¿desaparecen cuando dejan de tener portadores que se las vayan relevando?
En mi opinión, la respuesta a ambas preguntas es afirmativa.
Me sigo preguntando en algunas ocasiones, qué queda de las cosas que vivimos.
Y esto me lo pregunto en concreto con respecto a algunas relaciones en las que, pasado un tiempo, me surgen dudas sobre su autenticidad.
Cuando una amistad es de verdad, me parece que hay «algo» que me gustaría definir (idea, creencia, sentimiento, ….) que trasciende a cada momento vivido con esas personas y hace que se conserve a lo mejor toda la vida. Pero tengo la impresión de que puede suceder todo lo contrario, de que te encuentres con relaciones en las que no queda nada entre unos momentos compartidos y otros, aunque esos momentos aparentemente sean buenos.
¿estoy en lo cierto?