La realidad y las creencias
Descubrir cómo se produce una auténtica conexión del ser humano con la realidad y cómo acontece la vinculación entre la mente, que es información, y el cuerpo, que es materia, parece no haber recibido la atención suficiente en ninguna disciplina científica ni filosófica, siendo tal vez la piedra angular de nuestra constitución antropológica.
Los componentes psicológicos que cumplen esos cometidos fundamentales y otras funciones más, son las creencias.
Excepción hecha de los filósofos Ortega y Gasset y Julián Marías, que, al menos hicieron referencia a las creencias y las especificaron por contraste con el pensamiento, no parecen haberse hecho aportaciones relevantes a este ámbito.
Ortega y Gasset aportó una perspectiva general del papel que juegan en el ser humano en un librito titulado Ideas y Creencias[i], publicado en 1940, en el que además, casi se podría decir que las definió con bastante exactitud.
En ese sentido, efectuó una distinción muy precisa entre dos clases de ideas. Unas, a las que denominó ideomas eran simples ideas sobre algo, sin que quien las piense las acepte o las rehúse. Sin embargo otras, en tanto funcionalmente efectivas en la vida humana, las denominó draomas. Estas son a las creencias propiamente dichas que describe del siguiente modo:
«No hay vida humana que no esté constituida por ciertas creencias básicas y montada sobre ellas a las que no se llega por un acto de pensar ni siquiera por razonamiento sino que las creencias son los continentes de nuestra vida e incluso ideas que somos. Con las ideas-ocurrencias las sostenemos, las producimos, las propagamos, etc., pero con las creencias no hacemos nada sino que simplemente estamos en ellas. En la creencia se está, y la ocurrencia se tiene. Toda nuestra conducta, incluso la intelectual, depende de cuál sea el sistema de nuestras creencias auténticas. Sin embargo, los pensamientos no poseen en nuestra vida valor de realidad.»
Ortega llega a decir que el hombre esencialmente es crédulo, es decir, que el estrato más profundo de nuestra vida, el que sostiene y porta todos los demás, está formado por creencias.
Por su parte Julian Marías, en su libro La estructura social se refiere a las creencias del modo siguiente:
«De las creencias, como Ortega ha mostrado, no se suele tener “ni idea”; especialmente cuando se trata de las creencias básicas o fundamentales en que reposa nuestra vida. Son las vigencias radicales acerca de la realidad y de las cosas reales; las interpretaciones recibidas, en las cuales nos encontramos desde luego y que son para nosotros la realidad misma. El hecho de que estas creencias cuando se formulan —es decir, cuando no funcionan sensu stricto como creencias— existan con existencia mental, es decir se presenten de forma análoga a las ideas, han hecho que se confundan los ingredientes de tan distinta función en nuestra vida, dos realidades, pues, tan diversas.»[ii] (p. 151)
Siendo esto así, hay que entender lo asombroso que resulta la inexistencia de una disciplina específica destinada a un objeto de semejante importancia.
De hecho, el papel de las creencias en la constitución de nuestro modo de ser y en el de producción de nuestras actividades de relación interpersonal o de otros tipos, es equivalente, y en cierto modo muy parecido, al papel que tienen los genes en la constitución y el funcionamiento de nuestro organismo.
Los genes escritos en nuestro ADN que está presente en todas las células de nuestro organismo, constituyen una estructura informativa activa de la que depende nuestra arquitectura orgánica y todas nuestras funciones biológicas.
Las creencias inscritas en nuestras redes neuronales del cerebro se organizan en un sistema informativo, al que he denominado Sistema de Referencia Informativo Interno (SRI) que es de importancia capital, y que, mutatis mutandis, es equivalente al genoma humano.
Por otro lado, si el genoma humano es producto de la herencia biológica, también una considerable proporción del SRI de cada ser humano es producto de otra clase de herencia que es la cultural.
Aun así, todavía tenemos que lamentar que en la psicología moderna se trate a las creencias como si fueran meras ideas o simple pensamiento.
Dada la dispersión de lo expuesto en materia de creencias, desde la obra inicial compuesta de tres volúmenes, Realidad y psicología humana, hasta la más reciente La gran aventura del yo, y en los artículos publicados en el presente blog desde 2014 hasta la actualidad, trataré de efectuar una recopilación que recoja lo fundamental de la teoría de creencias que he ido exponiendo.
Para empezar, algo importante que no creo haber mencionado anteriormente es que la creencia fundamental, previa a la posibilidad de cualquier otra creencia, es que la realidad existe de forma independiente a nosotros mismos.
Si no contáramos con dicha creencia originaria, nos resultaría imposible edificar la estructura necesaria del SRI para poder constituirnos, ni como seres existencialmente viables ni como personas.
Dicha creencia, parte del vínculo original que viene dado por naturaleza entre el ser humano y la realidad, por el mero hecho de formar parte de ésta, y no es algo consciente, ni se da en forma de pensamiento. Opera desde el mismo origen del desarrollo de cualquier neonato que crece y se desarrolla dentro de ella.
De hecho la existencia consciente de la realidad solo podrá ser detectada por su diferenciación con ideas que discurren en el pensamiento consciente, después de que se haya formado un yo con importancia existencial, más allá del séptimo año.
En este sentido, el denominado realismo, no es un enfoque epistemológico, sino una evidencia incuestionable.
De hecho, el cuestionamiento de la existencia de la realidad efectuado por la mayor parte de la filosofía moderna no solo es absurdo, pues sin ella dichos filósofos no podrían jugar a cuestionarla, sino que, en la medida en que haya calado en nuestras civilizaciones, en esa misma medida habrá debilitado nuestra propia naturaleza y deformado multitud de enfoques de diversas disciplinas, especialmente, en el terreno de las ciencias humanas.
Pues bien, supongamos que abolimos la noción misma de realidad. En tal caso, ¿qué significa el pensamiento?, ¿qué pueden significar las ideas? La conciencia sería mera conciencia de las propias ideas, no de aquello que significaran, lo cual implicaría estar dentro de una burbuja en aislamiento absoluto.
Si quitáramos la realidad, todas nuestras creencias desaparecerían ipso facto. Sería la puerta de acceso a un escepticismo infinito, a la irrealidad absoluta.
La realidad está tan ensamblada en la propia naturaleza humana que toda nuestra constitución física y psicológica está hecha ad hoc, por y para ella.
La cuestión es que la inmensa variedad de ideas, que elabora nuestra mente o que elaboramos nosotros mismos con intervención del «yo», para que adquieran algún valor hay que ponerlas en relación con algo radicalmente diferente de ellas mismas: la realidad.
En este ámbito concreto, la noción de realidad puede entenderse como sinónima o prácticamente igual que la noción de existencia.
Podemos entender de forma intuitiva, sin que nadie nos lo haya enseñado, que la realidad y la existencia es el nombre que le damos a algo que no es producto de nuestro pensamiento, como lo son las meras ideas.
Se trata de algo que existe con independencia de nosotros mismos y que hemos de ir descubriendo por medio de todas las facultades de que disponemos, ya que nuestra existencia depende directamente de la existencia de eso otro.
Es obvio que lo primero que tenemos que hacer es conocerla, lo cual implica que hagamos nuestras ideas conforme a ella y no las hagamos sin fundamento.
Realizarnos consiste en incorporar la realidad a nosotros mismos y dotar a nuestra propia constitución de propiedades reales.
Por otro lado, debemos ampliar la visión de los filósofos antes mencionados que parecen reducir el campo de las creencias a un ámbito puramente inconsciente e, incluso, a su adquisición exclusiva por medio de la transmisión generacional.
Las creencias no solo se adquieren o se forman de ese modo, que se limitaría a una transmisión cultural por medio de atmósferas informativas o mediante mensajes sociales e interpersonales, que serían aprendidos pasando inadvertidos.
Nuestra función de conocimiento incluyendo en ella la más potente de todas nuestras facultades, como es la razón, también produce ideas, casi constantemente, que en una cierta proporción pasan a ser creencias y, por tanto, a ingresar en nuestro SRI.
En primer lugar, conocemos cosas, no ideas. Las ideas son las formas de las cosas que conocemos. En este primer momento se produce un movimiento intelectivo que va de la cosa a la idea. El conocimiento consiste en formarnos ideas acertadas de las cosas y de los estados de cosas, con las que elaboramos modelos de cómo son realmente.
En segundo lugar, se produce un movimiento inverso, que es al que nos referimos con la función de creer o de creencia, que va de la idea a la cosa. La formación de creencias se efectúa de modo que una vez que tenemos alguna idea o nos llega un mensaje acerca de alguna cosa, la tarea consiste en examinar la verosimilitud real de la misma. Si la idea se juzga real, creemos en ella, y si se juzga falsa o irreal, no.
Es decir, conocemos o no conocemos cosas pero creemos o no creemos ideas. Esas ideas a las que reconocemos su conexión con la realidad son las creencias.
También se puede ver este asunto en el sentido de su procedencia: las ideas que emergen de la realidad, son reales; las que son producto de la pura imaginación no lo son.
Ese creer, ya sea que dada una idea se le atribuya fundamento real, ya sea que se atribuya su origen a la propia realidad, significa que el pensamiento no es mero pensamiento, que las ideas no son meras ideas, sino que son representaciones de la realidad, o, ideas que significan algo real.
Creer es conectar el contenido o el significado de las ideas con la realidad. No creer una idea significa juzgar que la misma no está conectada con la realidad, o no significa nada que exista.
A diferencia de las meras ideas, las creencias tienen la capacidad de producir actividad.
Cuando juzgamos que una idea es real, empezamos el proceso de convertirla en una idea activa, o, en caso contrario, dejarla en un estado de inactividad. Esto equivale a que la dotemos de un papel sustantivo o la dejemos en un plano objetual.
La diferencia entre ideas y creencias que mayor trascendencia tiene, consiste en que toda actividad que efectúe un ser humano, al margen de su funcionamiento estrictamente orgánico, está originada en sus propias creencias. Si creemos algo hacemos actividades. Si no creyéramos nada, no podríamos ni movernos. Si creemos algo, sentimos, pero si no creyéramos nada no podríamos sentir nada. Nuestras acciones y reacciones, nuestras emociones, sentimientos y estados de ánimo…, toda nuestra experiencia y nuestra existencia dependen de nuestras propias creencias.
Una creencia adquiere potencial sustantivo cuando pasa a estar integrada en el propio Sistema de Referencia Interno que es el formado por todas las creencias que hemos albergado en nuestra memoria, perfectamente ordenadas.
En cuanto a su estructura lógico-formal las creencias pueden ser formuladas por medio de un metalenguaje en el que, todos los enunciados incluidos en él tengan el valor de realidad, asignado por el agente que las cree.
Se trata de un metalenguaje cuyos objetos son los enunciados acerca de las cosas. Con dicho metalenguaje se afirma o se niega algún tipo de relación que el enunciado en lenguaje común tiene con respecto a lo que enuncia, lo cual, tal como demostró Alfred Tarski resuelve los diversos dilemas que ocurrirían si tal metalenguaje no existiera.
Por ejemplo, para poder decir que es verdad la expresión Juan es español, hay que hacer uso de otro enunciado que afirme: “La expresión Juan es español es verdadera”. Tal expresión especifica una relación entre el enunciado Juan es español y el hecho exterior de que Juan es español. Como vemos se trata de un enunciado acerca de otro enunciado diferente.
En primer lugar conozco que Juan es español o alguien me dice que Juan es español. A continuación he de hacer un nuevo enunciado, o meta-enunciado, acerca de la verdad o falsedad del primero, que puede consistir en:
- “El enunciado Juan es español es verdadero” o
- “El enunciado Juan es español es falso”
Estos enunciados acerca de enunciados, son juicios acerca del carácter real, o no, de los enunciados que especifican algo acerca de objetos del conocimiento o de mensajes exteriores.
Por lo tanto, tal como hemos definido las creencias que tratan sobre ideas o enunciados (y no sobre cosas), han de encontrarse inscritas en el SRI humano en formato de metalenguaje.
La simple función de conocimiento permite enunciar las cosas exteriores o hacer modelos de ellas o referidos a ellas. En el ejemplo, el conocimiento de Juan, permite enunciar que Juan es español. Pero eso, en sí, no es una creencia. Para convertir tal enunciado en creencia, es necesario construir otro enunciado que afirme que “el enunciado Juan es español es verdadero”.
Por lo tanto, en el ser humano hay dos tipos diferentes de enunciados almacenados en la memoria:
- Memoria de ideas que son producto de la función de conocimiento o de la incorporación a ella de mensajes ya producidos por terceros y…
- Memoria de creencias cuyos objetos son los enunciados anteriores.
El SRI está compuesto de meta-enunciados y no de simples enunciados. Los simples enunciados forman parte de la memoria general del sistema informativo, pero no constituyen referencia alguna para la determinación de la actividad de relación del individuo.
Ahora bien, como decía antes no es suficiente que un meta-enunciado afirme que el enunciado al que hace referencia sea verdad, para que cobre la estructura de creencia. En general, suele ocurrir que es suficiente, pero hay muchos casos en que no lo es.
Una creencia, además de tener la forma lógica correcta, necesita pasar otro requisito que consiste en que el SRI permita su inclusión, o no, dentro de él.
El SRI es un sistema coherente y unitario cuyas partes o componentes han de ser congruentes entre sí y, de hecho, tiende a conservar su coherencia interna con una fuerza superior a la que tiene la determinación del principio de la verdad de los enunciados.
En cuanto al ingreso de una nueva creencia en el SRI dado que su correlato es, ni más ni menos, que la realidad en orden a la existencia, a la cual debe emular dicho sistema y en la que ha de existir la persona que lo posee como la unidad que es, ha de verificar necesariamente los principios reales de razón: a) no-contradicción, b) identidad y c) razón suficiente.
Esto implica que toda idea con valor existencial, para que pueda ingresar en dicho sistema, ha de verificar los principios reales del mismo, especialmente el de no producir incongruencias, inconsistencias o contradicciones dentro de él.
Por lo tanto, para la formación y consolidación de las creencias, no basta con reconocerles correlato existencial, sino que además, ha de pasar el filtro de que dicho correlato sea real en su sentido lógico preciso, lo cual hace posible que no sean elementos aislados, sino que integren un sistema orgánico de índole sustantivo.
Toda idea que sea existencialmente relevante, y además, verifique los principios de razón, pasa a integrarse en el SRI y ahí es donde tendrá un papel activo dentro de la sustantividad que origina la actividad del propio ser.
En caso de conflicto entre la coherencia interna del SRI y un meta-enunciado verdadero, con la posibilidad de que pase a formar parte de él, tiende a imperar con mayor intensidad, la necesidad de la coherencia interna, por lo que el SRI dejará fuera de él a dicho meta-enunciado, que quedará en la memoria general, pero no en la memoria ocupada por el SRI.
Al excluir del SRI un subconjunto verdadero de meta-enunciados, la actividad del individuo no se verá afectada por la presencia en la memoria de dicho subconjunto. No formarán parte de la configuración de la actividad y, por lo tanto, el conflicto potencial queda abortado, en aras de que la actividad resultante tenga carácter unívoco, lo cual suele resultar existencialmente beneficioso para la persona.
También puede ocurrir que en el SRI se incluyan meta-enunciados falsos que permitan incrementar las características del sistema en cuanto a tal, ya sea dotándolo de mayor congruencia interna, ya sea completando modelos de objetos (acerca del propio individuo o acerca del entorno), ya sea para dar explicación a otras creencias que carezcan de la misma, etc.
El SRI parece presentar una vocación estructural que consiste en hacer un modelo de realidad completo, si bien, dado que la realidad es una, coherente, productiva, explicativa, etc., el propio SRI tiende a emularla en todos esos requisitos, al tiempo que, esas mismas características del SRI, dotan de hechuras reales al propio individuo en cuanto a unicidad, coherencia interna, existencia, etc.
Por lo tanto, no es sólo que un meta-enunciado sea o no sea verdadero en sí, sino que el SRI debe serlo y para ello, también requiere verificar propiedades reales en cuanto a tal sistema, lo cual conlleva una suerte de trabajo ingente en su construcción que debe atender a muchos requisitos de la propia realidad a la que tiende a emular.
Además, una vez que un meta-enunciado pasa los filtros oportunos e ingresa en el SRI para formar parte integrante de él, se ordenará en el lugar que le corresponda para engrosar el modelo teórico del sistema, lo cual remite a una cierta geometría lógica que permita las máximas posibilidades de utilidad según las necesidades funcionales que lo requieran.
No obstante, dicha utilidad existencial o funcional no recae en esa sola creencia, sino que recae en el SRI al completo, que funciona como una unidad de determinación, en interacción con la información acerca de los objetos con que se relacione el individuo. Será el propio SRI el que, del conjunto de todos sus componentes o creencias, active aquellos que sean pertinentes para efectuar las actividades que procedan ante cada objeto o situación que se le presente. Sin ese orden impuesto desde el sistema unitario sobre la activación informativa de las partes, el caos informativo que podría producirse sería inmenso y de temibles consecuencias funcionales.
Por lo tanto, no es que cada creencia, en sí, conlleve una actividad funcional asociada a ella, sino que la actividad funcional es determinada por el SRI de manera unitaria, si bien, activando del propio sistema las partes relacionadas con el hecho, la situación o el objeto exterior, en aras a la producción de su actividad ante él.
La siguiente cuestión que hay que aclarar es por qué razón o razones aceptamos o rechazamos la conexión de una idea con la realidad, de lo cual dependerá que la creamos o no la creamos. Debido a su alta frecuencia, hay que considerar, entre otros, los siguientes tipos de razones:
El enunciado ha sido elaborado por la propia persona que es consciente de su fiabilidad.
El enunciado es congruente con todo el conjunto de creencias que la persona tiene almacenado, es decir, con su SRI.
El enunciado es congruente con el sistema de referencia exterior en un contexto social, o directamente tiene rango de costumbre, dogma o uso social.
El vínculo debido a una relación de confianza con quien predica el enunciado.
La credulidad de la persona o el grado en que es influenciable.
El poder que ostenta sobre la persona y su existencia, el sujeto que pretende imponerla.
En dependencia de cuál sea la causa de formación y conservación de una creencia, su posible cambio, o eliminación, dependerán de esa misma causa.
Dicho esto, parece absurdo discutir con alguien la veracidad de una de sus creencias sin tomar en consideración las razones que la sustentan, o que uno mismo trate de modificar alguna de sus propias creencias, sin encontrar la razón por la que la conserva y, además, examinarla detenidamente.
A continuación, veamos con mayor detalle lo que ocurre con nuestras ideas en relación con nuestras creencias.
Empecemos por considerar que hay dos tipos de ideas: 1) inactivas y 2) activas.
Todas las ideas tomadas por defecto son inactivas. Una simple idea, ni causa ni produce nada. Es similar a un mero enunciado escrito en un papel.
Las ideas inactivas no producen sentimientos, emociones, acciones, consecuencias, ni nada parecido a comunicar algo a receptor alguno o, en el mejor de los casos, al ser transmitidas, comunican algún significado que pudiera ser verdadero o falso, si es que lo tienen.
Ahora bien, en este último caso ya no son del todo meras ideas, sino ideas referidas a algo distinto a ellas mismas, pudiendo ser dicha referencia, verdadera o falsa, o buena o mala.
Una idea acerca de algo, que se refiera a aquello que es o existe y que responda a las preguntas: ¿qué es X?, ¿cómo es/está X?, ¿por qué es/está X?, o ¿qué relaciones tiene X?, es una idea metafísica[1] referida a cosas que hay o existen en el mundo. Sus posibles respuestas pueden ser verdaderas, si están conformes con lo que es; con cómo es; cuál es su razón de ser; o con qué otras cosas mantienen relación.
Además de tales ideas referidas a cosas, también las hay referidas a acciones. Se trata de ideas prácticas de los tipos: ¿qué hacer ante X?, ¿cómo hacer Y?, o ¿por qué hacer Y? Sus posibles respuestas pueden ser buenas o malas. Se puede elegir entre diversas acciones o no hacer nada; entre fines, razones o motivos; y entre modos de hacer o ejecutar diferentes acciones, de todo lo cual devendrán generalmente diversas consecuencias diferentes que también suelen ser juzgadas como mejores o peores, buenas o malas.
En este caso de las ideas referidas a acciones, todas se pueden considerar activas, siempre que estén relacionadas con la posibilidad de ponerlas en práctica, y no como meras fantasías claramente no operativas en el terreno práctico.
En resumen, el sistema conformado por el conjunto de las creencias de una persona (SRI) constituye el auténtico sujeto del propio ser que es, en mayor o menor medida, asumido por el «yo» en sus relaciones existenciales.
Si pasamos al momento en el que tenemos una persona con un SRI operativo, el cual efectúa el papel de ser auténtico sujeto de las actividades cognoscitivas y existenciales de dicha persona, la primera función para la que el SRI será de enorme utilidad es la percepción.
La recepción de información ya no será un mero recibir datos de estímulos exteriores para la elaboración de ideas, sino que cualquier sensación entrante contrastará directamente con el SRI, y si éste dispone de creencia/s acerca de la cosa, se activará de inmediato la idea de la misma, dando lugar a que la percepción de la cosa se sitúe conscientemente por encima de la sensación del estímulo emitido por esta.
La persona «verá la cosa» cuando dicha idea sea activada por la sensación que reciba de ella, y además, la verá bajo el sello de que aquello que ve es real, dado que la creencia que tiene de ella es real.
En segundo lugar, dada una creencia incompleta acerca de una cosa en términos reales, el «yo» podrá indagar dicha cosa de un modo proactivo a la búsqueda de nueva información acerca de ella, lo cual le aportará nuevas ideas que tiendan a completarla en relación con las creencias de que ya dispone.
Cuando el pensamiento discurre dentro de tales caminos, siguiendo el curso de la lógica real, va efectuando exploraciones de áreas que pasarían desapercibidas a la sensación, pero no a la razón, ya que ésta no se atiene a la simple evidencia.
Por lo tanto, en la actividad cognoscitiva la tarea consiste en la formación de un modelo complejo y completo de lo que existe y de lo real o irreal que exista, incluyendo los tres tiempos verbales de existir. Dicho sistema teórico debe ser tal, que emule todo su correlato real, incluyendo el conjunto de los principios por los que se rige la realidad.
Ahora bien, el SRI sirve a la actividad cognoscitiva en una relación muy estrecha con todas las funciones implicadas en la existencia y la actividad ejecutiva: actitudes, tendencias, volición, acciones, reacciones, etc.
La conjunción de la idea práctica con su posible ejecución, las convierte en ideas potencialmente activas.
En resumen, en el caso de las ideas referidas a algo, cobran sentido por su referencia a las cosas a las cuales se refieren, mientras, en el caso de las ideas prácticas ocurre algo parecido, pero por su referencia a las acciones a las que se refieran y a los fines de éstas.
Dicho salto por el que pasan de un carácter inactivo a uno activo, equivale a que pasen de tener un rango exclusivamente objetual a adquirir un cierto carácter sustantivo, lo cual significa que se inserten en la producción de actividades.
La demostración incuestionable de la existencia de la realidad, la podemos ver en el salto que se produce de las meras ideas a las creencias.
Creer una idea es reconocerla, no como un puro objeto, sino como un objeto con correlato real, ya sea actual, ya sea potencial, ya sea cognoscitiva o ya sea práctica.
Lo más interesante es que en el instante mismo en que reconocemos, ya sea acertada o equivocadamente, que una idea tiene su correlato real correspondiente, dicha idea deja de ser un objeto inerte y se convierte en un objeto que tiene la capacidad de participar activamente en nuestra propia existencia. Eso es exactamente una creencia.
¿Qué tendrá la realidad cuando al reconocer una idea como real en vez de como irreal se activan todas nuestras funciones y nosotros mismos nos activamos y nos ponemos en movimiento?
Reconocer que una idea tiene su correlato real, es tanto como transformar algo muerto en algo vivo o un objeto pasivo en uno activo.
Ahora bien, ¿qué es eso de un objeto activo, si de hecho, un objeto es lo que no es un sujeto y solo son activos los sujetos?
¿No será que una creencia es la conversión de una «idea—objeto» en una «idea—sujeto»?
Sin duda, así parece ser. Dado que una creencia adquiere la capacidad de participar en la producción de nuestras actividades, incluyendo emociones, acciones, pensamiento, conocimiento, etc., a diferencia de los objetos de las mismas y de las simples ideas que pensamos, su papel funcional es claramente sustantivo.
Por otro lado, si dicho papel sustantivo lo adquieren por el hecho de reconocer correlato real a determinadas ideas, dicha sustantividad les viene dada por la realidad reconocida como significado de tales ideas.
El hombre no es un mero animal de ideas sino que, por serlo de creencias, lo es de realidad.
Otra cosa distinta es que todas aquellas ideas, a las que atribuimos carácter real y convertimos en creencias, efectivamente posean correlato real o no lo posean.
Cuando conocemos formándonos ideas de las cosas, podemos equivocarnos al hacerlas, como cuando, por ejemplo, tenemos una ilusión perceptiva por la que aquello que vemos no es como lo vemos, o como cuando elaboramos una determinada teoría física de la materia y al cabo de un tiempo descubrimos que dicha teoría es errónea.
Ahora bien, dichas ideas erróneas solo adquieren importancia cuando las creemos, aunque puedan ser un mal origen si dan pie para que se formen dichas creencias.
No obstante, el mayor riesgo que tenemos de formar creencias falsas —y es la fuente principal de dicho error—, es a través de las ideas que nos llegan por medio de mensajes que nos envían personas o fuentes de información en las que creemos.
Cuando creemos en una persona, tendemos a dar crédito a todas las ideas que nos transmite sin mayor examen del carácter, real o no, de las mismas.
Dicho sea de forma colateral, todo aquel que quiere engañar a otra persona necesita ser percibido como una persona digna de crédito, lo cual implica que invierta un trabajo considerable en la elaboración artificial de su crédito personal o en resultar necesario para aquel que crea en él, como ocurre en la niñez.
[1] La metafísica es la disciplina que tiene por objeto el ser y la realidad.
[i] ORTEGA Y GASSET, JOSÉ: Ideas y Creencias; Revista de Occidente en Alianza Editorial; Alianza Editorial; tercera reimpresión; Madrid, 1997
[ii] MARÍAS, JULIÁN; La estructura social; Alianza Editorial; Madrid, 1993
Hola Carlos, es un privilegio leer y entender artículos como este. Aunque ya había leído sobre este tema en los libros que mencionas, viene muy bien releerlo aquí recogido en un solo texto. Hace mucho leí una frase tuya en un artículo que me gusta mucho usarla como cita, que es «la realidad es real y el pensamiento sin ella no puede serlo».
Gracias, un saludo.
En este artículo he tratado de exponer una síntesis de los aspectos conceptuales más relevantes para acometer la investigación de las creencias, y espero que aporte una perspectiva comprensiva que facilite, también, la lectura de los textos referidos. La cita a la que te refieres no recuerdo dónde la escribí, pero en todo caso, sigo creyendo lo mismo.
Gracias por tu comentario y otro saludo para ti.
Gracias por tus artículos. Intento entender y aprender de ellos
Siento mucho que no todo lo que escribo sea de lectura muy asequible pero intento que lo sea, aunque sin demasiado éxito. Sin embargo, lo escrito queda escrito y posiblemente, uno de los efectos del aprendizaje, sea hacer posible una mejor comprensión más adelante.
Muchas gracias a ti.
Que tema tan importante en el conocimiento humano y difícil de comprender y saber. Gracias Carlos
Reitero que a veces resulta difícil comprender algunas cosas que escribo pero no hay que desanimarse.
Gracia a ti.
Hola Carlos, de nuevo gracias por compartir con nosotros tus reflexiones, siendo además esta vez, con un tema tan interesante e importante como es nuestra relación con la Realidad y las creencias. Para mi, la Realidad, además de las definiciones que nos has transmitido, muy acertadas, como son «aquello que aporta al Ser, poder ser Real»,»lo que de Verdad hay en el mundo»…intento que sea aquello en que me apoyo y el fin al que dedico toda mi actividad de conocimiento. Desde un buen conocimiento de la Realidad, todas las creencias serán Reales y podré disfrutar de sentirme y estar en la Realidad. Como bien dices, «las creencias sin Realidad son meras ideas muertas que no participan en nada». Por ello debemos estar muy atentos a los anti reales que buscan justo lo contrario, sacarnos de la Realidad y hacernos existir en la Irrealidad que ellos nos fabrican, eso sí, de forma encubierta. Por último, me gustaría sacar a la luz la definición que daba Zubiri del hombre «animal de Realidad». Un saludo Carlos.
Claro que es fundamental que nos apoyemos en la realidad. Cualquier otra cosa en la que fundar nuestras creencias no sería nada buena y tampoco serviría para realizarnos. En cuanto a los anti-reales se trata de detectarlos y no creer nada que venga de ellos.
Gracias y otro saludo para ti.
Hola Carlos. Este es un gran artículo magníficamente analizado y desmenuzado. Todo el artículo es un meta enunciado, tal y como lo defines, y creo que en su mayor parte es verdadero.
Pero si me permites, yo difiero en una cosa. Y además creo que es esencial. Yo no creo que el criterio de la verdad sea el que hace que un sujeto ingrese una idea como creencia. Yo creo más bien que el criterio es que la valore como supervivencialmente útil. Si lo es, pasa a regir al individuo.
En circunstancias «normales», una sociedad poco compleja, que vincula mayoritariamente su existencia de una manera directa con la realidad física (desarrollo de los sectores económicos primario y secundario) obviamente lo útil es siempre o casi siempre verdadero, y al revés, lo verdadero suele ser útil. Un agricultor ha de aprender los ciclos de las plantas, la fertilización del suelo, la importancia de la lluvia o el riego, etc. En este tipo de sociedades lo más normal es que ingresen como creencias ideas verdaderas porque son útiles para la supervivencia.
Pero en una sociedad compleja como la nuestra, con una hipertrofia del sector terciario (la existencia no se vincula directamente a la realidad física) el conocimiento útil, que en mi hipótesis es lo que se ingresa como creencia, ya no tiene por qué ser verdadero en absoluto. Las leyes que rigen este tipo de sociedades, y hoy más que nunca, se distancian de las leyes naturales. De modo que los niños y jóvenes ingresan como creencias ideas que sean útiles para sobrevivir en el entorno social y no importa si son verdaderas o no. En este tipo de sociedades, tan apartadas de las leyes naturales, se tiende a creer cosas no verdaderas, pero que son útiles para sobrevivir en ese entorno social. Algo similar pasa en el entorno familiar. El niño tiende a creer a sus padres aunque le maltraten porque es útil estar de su lado para sobrevivir.
Por eso creo que las ideas que ingresan como creencias no lo hacen por su correspondencia con la realidad, sino por su utilidad en la supervivencia del sujeto. Esta hipótesis también explicaria la proliferación de la psicopatía en sociedades alejadas de las leyes naturales. Si la moral (no hacer daño,l es un obstáculo para la supervivencia, algo que puede llegar a ser cierto en sociedades enfermas, entonces la moral se aparta a un lado.
Un abrazo y muchas gracias por compartir este artículo excelente.
Tienes parte de razón en tu análisis de los dos diferentes tipos de sociedades que describes, en las cuales “las ideas que ingresan como creencias no lo hacen por su correspondencia con la realidad, sino por su utilidad en la supervivencia del sujeto”, si bien, no podemos ni debemos aplicar dicho análisis de modo universal a la formación de creencias, ni ese modo de hacerlas, a todas las sociedades.
Si eso fuera así, estaríamos estableciendo el principio de que la razón de la formación de creencias es siempre pragmática y utilitarista, y no la realidad.
En el caso de la primera sociedad (natural) que citas en la que “lo más normal es que ingresen como creencias ideas verdaderas porque son útiles para la supervivencia”, también podemos considerar que las creencias que se elaboran por su carácter real, secundariamente, son útiles para la supervivencia, pero no necesariamente que lo primario sea su utilidad en vez del criterio de verdad.
De hecho, el pragmatismo expuesto por William James (1842-1910) [en su libro: La voluntad de creer; trad. de Carmen Izco del original The Will to Believe; Ediciones Encuentro, S.A., Madrid, 2004] pone su centro de atención en la creencia y no en el conocimiento. Plantea que la razón para hacer creencias es la utilidad de las ideas, no su carácter de verdad. El elemento que introduce que trata de corromper el principio de verdad, consiste en la identificación entre verdad y utilidad, hasta el punto de que si una idea es útil es verdadera y si no lo es, es falsa.
Esto, por otro lado, sería innecesario hacerlo para la justificación de las creencias, puesto que hay muchas razones diferentes para fabricarlas. Lo grave es que el pragmatismo destruye la noción clásica y natural de Verdad.
El desastre metafísico al que hemos llegado en nuestra civilización, en la que la realidad es negada o despreciada, está ocasionando una suerte de corrupción muy generalizada, tanto en la constitución de las personas, como en los modos de acción para tratar con casi todo lo que hay especialmente con el propio ser humano.
Pero es que la revolución pragmática, iniciada por James, que se ha llegado a identificar como la nueva mentalidad de la república estadounidense (extendida a todo Occidente), ya la inició John Stuart Mill (Londres, 1806-1873) en su doctrina utilitarista. Sus escritos son devastadores contra la realidad y contra la religión.
Como sabes, el tema da muchísimo más de sí, pero no podemos extendernos en este espacio. Intentaré hacer un artículo para este mismo blog dedicándole más atención.
En definitiva, en mi opinión, el problema de fondo no es el de la complejidad o no, de las sociedades, sino de que la realidad debe primar sobre el ser (la esencia) y sobre la existencia. Debemos tratar de ser seres reales y tener existencias también reales. Si para ser o para existir debemos irrealizarnos por imperativos sociales, el hombre no durará mucho tiempo.
En cualquier entorno dominado por el anti-realismo las personas que vivan en él corren el riesgo de generar trastornos de irrealidad, habitualmente llamados mentales, y de eso solo las pueden salvar, su apego a la realidad y el conocimiento del antirealismo para su identificación.
El precio a pagar por la supervivencia no debe ser la irrealidad ni, por lo tanto, la locura.
Gracias por tu estupendo comentario.
Gracias por la extensa contestación. Por supuesto que no creo que lo bueno sea creer en lo útil. Creo como tú, que lo único bueno es creer ideas verdaderas. Sin embargo, insisto en creer que la naturaleza no nos ha creado con el poder innato de creer o no en lo verdadero, sino en lo que es útil para sobrevivir. Sabemos que el criterio de verdad, como criterio filosófico de valoración, no llega a estar patente en la consciencia hasta muy avanzada la adolescencia (y en muchos casos ni eso); es decir, se trata de un criterio al que se llega tras experiencia y reflexión. y eso es algo que ningún ser vivo y tampoco el ser humano puede permitirse, porque ha de sobrevivir desde que nace. Por ello, y en mi mucho menos autorizada opinión que la tuya, creo que es el instinto supervivencial el más poderoso y solo tras una adecuada formación, es la razón la que puede sobreponerse a él.
Por ello creo que ambos tenemos razón: hasta que el Yo no está plenamente formado (y eso es algo que como sabemos no es fácil en sociedades como la nuestra) el mecanismo de incorporación como creencias de las ideas se realiza por su utilidad supervicencial. Este problema sin embargo apenas ocurre si el entorno existencial en el que se viva siga fundamentalmente las leyes naturales, de ahí que en sociedades primarias (o complejas, pero reales) es mucho más fácil que las creencias, ingresadas por el criterio supervivencial, sean además verdaderas dado que uno no ha de adaptarse a un nuevo cuerpo legal antireal.
Muchas gracias a ti
Intentaré aportar algunas consideraciones a tu última reflexión.
Por una parte, creo que al mismo nivel o con igual intensidad pulsional o instintiva que la supervivencia se encuentra la curiosidad en el sentido de una necesidad imperiosa de aprendizaje y conocimiento. El cerebro es un órgano “vacío” de información y está preparado y dispuesto para “llenarse” de ella. Sin esa información, que es necesaria aunque sea de un modo muy simple desde el primer minuto de vida, el niño perdería la vida o tendría un riesgo enorme de perderla.
Conocer y vivir, en el ser humano, se encuentran en un vínculo de interdependencia muy fuerte.
Discrepo, también, en que la naturaleza no nos haya creado para creer de forma innata en lo verdadero. Si bien el niño carece del concepto de verdad tal como lo entendemos en la edad adulta y que, en mi opinión, hace su aparición cuando el niño descubre que puede mentir, alrededor de los siete u ocho años, lo que sí cree de forma innata es en la realidad, la cual en esa etapa inicial se refiere simplemente a las cosas con las que interacciona y a su figura de seguridad.
No obstante, si bien hasta los seis meses solo cree que es real lo que existe ante sus órganos sensoriales, es decir, que se limita identificar realidad con existencia, a partir de ese medio año, descubre que aunque algo deje de existir ante su mirada, sigue existiendo fuera de la misma, lo cual es el primer salto de la noción de existencia a la de realidad. A partir de ahí, podrá buscar objetos que sabe que existen a pesar de no verlos por lo que dispone de una representación mental de los mismos, y no solo de la percepción de ellos cuando se encuentran ante él.
Yo denominaría a ese salto como la adquisición mental de la conservación de lo existente que es clave en la noción de realidad, operación que es de origen genético, pues forma parte de su maduración natural.
Por lo tanto, no es necesario el instinto de supervivencia como motor de inmersión y conocimiento de la realidad, ya que la adquisición de conocimiento está ligada a la propia maduración orgánica.
Aparte de esto, el niño no puede distinguir de entre lo que le rodea, creer en aquello que es útil para sobrevivir, de creer en lo que es real (o verdadero) pues como decía antes ni siquiera sabe que existe lo verdadero y lo falso hasta que adquiere el uso de razón.
En mi opinión, por un lado tiene la pulsión del conocimiento de todo lo que le rodea, como creencias gnoseológicas de realidad y, por otro, en la vertiente práctica creer en su figura de seguridad que suele ser la madre. Esto último significa que hace depender su supervivencia de la creencia de que su madre le proporcionará todo cuanto necesita para sobrevivir. Pero es que esta creencia práctica también es genética, hasta el punto de que si falta esa figura de seguridad siendo sustituida por otras personas, puede generar un “síndrome de hospitalismo” y morir.
Otra cosa distinta es que el niño pequeño no puede distinguir entre el bien y el mal, lo verdadero o lo falso, y lo bello o lo feo, que son los principios trascendentales en las actividades de relación del sujeto con lo exterior a él.
En vez de eso, yo diría que por defecto cree que todo es verdadero, todo bueno y todo bello, es decir, que todo es real, a lo cual se refiere el concepto de inocencia.
A menudo ocurre que dicho estado de inocencia perdura mucho tiempo más allá de lo aconsejable, ya que si bien, en general, protege la vida del niño mucho mejor que si careciera de él y pudiera percibir todo lo que viola dichos principios en su entorno, no tendría capacidad alguna para afrontarlo. Ahora bien, la primera inocencia que se suele perder es la de creer que todo es verdad pues como decía antes, se suele descubrir cuando emerge el uso de razón.
Entiendo que, la perdida de la inocencia de los otros dos principios, va ocurriendo a medida que es necesario perderla debido a experiencias vitales significativas que se suelen manifestar de forma abrupta, con el efecto de revolucionar esos criterios en la dirección correcta.
De hecho, si el bien y el mal se descubren por experiencias intensas antes de tiempo, suele dejar traumatismos debido a la incapacidad del niño para afrontar la maldad.
Por otro lado, es cierto que si el entorno social en el que vivimos fuera un mundo regido por leyes reales, la inocencia sería una condición normal, pues lo antireal no existiría.
Por último, en cuanto al dualismo que planteas entre creencias para la supervivencia y creencias reales, creo que debemos tener en cuenta la diferencia entre creencias gnoseológicas y creencias prácticas.
Dado un entorno antireal, no hace falta ser pragmatista en la formación de creencias gnoseológicas para poder ser utilitarista en la vertiente práctica. Se puede conocer perfectamente cómo es el mundo en el que vivimos y creer en dicho conocimiento y, precisamente por eso, seleccionar las acciones idóneas para la supervivencia, siempre y cuando las mismas no traicionen los propios principios reales.
En fin, hay otros muchos puntos interesantes en tus dos comentarios pero ya me he extendido en exceso y procuraré tratarlos en un artículo aparte.
Muchísimas gracias por tus comentarios.
No. Muchas gracias a ti. Es sutil la diferencia pero me has convencido. Gracias!!
Me encantó el artículo. De las creencias se pueden escribir muchas más páginas, como ya hiciste, pero creo que ver lo más importante en una sola lectura es importante.
No deja de ser curioso que para ser aquello que configura al ser humano (especie animal con la mayor capacidad intelectual del planeta Tierra), el cual posee el cerebro más complejo de todas las especies existentes, prácticamente no haya nada escrito.
A mi personalmente es de los temas que más interesan.
Muchas gracias, saludos.
Me alegro de que el resumen sobre las creencias expuesto en el artículo te haya resultado interesante.
Muchas gracias y otro saludo para ti
Hola Carlos. Que alegría volver a recibir tus artículos. Yo también encuentro muy útil poder leer, sintetizada y relacionada, tanta información sobre las creencias en un mismo texto. Justamente estoy leyendo el volumen 3 de La obra Realidad y Psicologia Humana y me ha encantado tu artículo sobre las creencias por los detalles que amplia. Gracias!
Solo añadir que es increíble como informaciones, que estaban almacenadas en la memoria, se ponen de relieve o cobran significados nuevos en relación con la información que voy leyendo. Es maravilloso ver como todo encaja como un puzzle y como la mente guarda fragmentos de experiencias que aún están por explicar. Quizás eso es a lo que te referías en una de tus respuestas anteriores en este artículo, al decir que parte del aprendizaje es poder entender informaciones que en un principio carecen de sentido o parecen inasequibles.
Saludos. María
Me alegro de que te hay sido útil. Gracias a ti.