El realismo que aporta el coronavirus en sistemas caóticos
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Tras hacer una reflexión sobre la actual pandemia del Covid-19 he de decir que el papel que está teniendo en los terrenos sociológico y político, y en otros muchos ámbitos personales, no se puede juzgar como algo puramente negativo.
Venimos de padecer una etapa aberrante muy dura de perversión ideológica, política y mediática que ha estado generando mentalidades extremadamente alejadas de la realidad.
Trataban de hacernos sentir sentimientos artificialmente producidos mediante la formación de creencias irreales y anti-reales, y pensar continuamente en objetos puros inventados para alienar a la población. Estaban enfrentando entre sí a muchos subgrupos poblacionales definidos artificialmente como si fueran naturalmente opuestos. Estaban rompiendo la unidad existencial que toda sociedad debe cumplir por su propia esencia. Estaban llenando la mayoría de las tertulias de gilipolleces, mantras, majaderías, sectarismos y produciendo enfrentamientos teatrales hasta el punto que ver casi cualquier cadena de televisión se había convertido en un acto de masoquismo y morbosa curiosidad.
Nuestra sociedad se estaba pudriendo a marchas forzadas a causa de intereses repugnantes de élites y poderes tiránicos.
Gracias a esta epidemia ya casi no se escucha el empleo del mal llamado lenguaje inclusivo que estaba destrozando nuestra lengua común que es el español. Ahora, solo hay infectados. Las infectadas parecen haberse esfumado, al menos, para personas incautas.
Las barbaridades que dicen los racistas separatistas ya no se toman como algo normal, sino como expresiones de gentes que tendrían que estar en manicomios de los antiguos.
La ideología infame de la modernidad va perdiendo mucho fuelle. De pronto ya no hay “cambio climático”, ni de momento más “manifestaciones feminazis”, ni revoluciones neocomunistas bolivarianas, ni sesgos ideológicos tan marcados como antes en los comunicadores mediáticos, aunque los medios en poder del gobierno sigan haciendo lo posible y lo imposible para defenderlo, incluso de sus extraños portavoces de la sanidad oficial.
Otra cosa que no es mala, es que la Unión Europea ha dado la cara como un club elitista absolutamente prescindible y que, posiblemente, se haya colocado en el umbral del inicio de su desaparición tal como es y ha sido hasta la actualidad.
El mundialismo también está de capa caída. Desde el momento en que la Organización Mundial de la Salud, solo ha servido para apelar a que las naciones — sí, las naciones soberanas—, adopten las medidas necesarias para frenar los contagios.
La solidaridad supuesta entre naciones que debería promover una organización mundial, ante lo que ella misma ha declarado como una pandemia global, ha brillado por su ausencia. La ONU está demostrando que lejos de ser una ayuda para el mundo, tiene como principal objetivo la promoción de la ideología única que tanto daño estaba haciendo. La ONU pide a gritos que desaparezca tal como es en la actualidad y, posiblemente que se empiece a repensar su refundación con fundamentos muy diferentes a los que ha tenido hasta ahora.
El mundialismo, el europeísmo, el sociocomunismo, el humanismo moderno, el capitalismo mundial, etc., están dando la cara como lo que son, ideologías cuyo mejor destino sería empezar a desaparecer del mapa.
Tal vez habría que empezar a promover una sociedad internacional de naciones soberanas, cuya soberanía fuera indiscutible, y que estuviera limpia de toda ideología.
En estado de pandemia por el coronavirus da la impresión de que muchos políticos que estaban a lo anterior, se han puesto en un contexto de realidad que parece algo más saludable incluso para sus propios estados mentales.
Por otro lado, la mayor parte de la población general que conforma la sociedad, está reaccionando al virus como cabría esperar de una sociedad normal. Abunda la buena intención, las ganas de colaborar, la solidaridad, el deseo de ser útil, la cooperación e, incluso, como es lógico en estos casos, el heroísmo anónimo de personas que están dando el cayo y corriendo más riesgos que los demás. En ese terreno todo es como debe ser.
Por su parte el gobierno español parece haber cometido casi todos los errores posibles en aspectos como la desinformación, imprevisión y negligencia en la adopción de medidas para combatir el problema.
Era de esperar de un gobierno con exclusivo fundamento ideológico (y, por lo tanto belicista) que, al tener que adoptar medidas benignas de índole general, no tenga ni capacidad ni competencia, para dar un nivel suficiente de eficacia en lo que la situación le demanda. Pero confiemos en que aprenda algo de todo esto y sobre todo a no generar más caos del que ya ha producido.
El caos se define como la imposibilidad de prever: oscuridad acerca del futuro, que se experimenta en el estricto presente; generando inseguridad y escepticismo en todas las aplicaciones de la cognición y estrechando el campo perceptivo a una temporalidad que se evapora al instante.
Ya llevábamos bastantes años en un permanente no saber qué iba a pasar en cortísimos espacios de tiempo, en asuntos como el trabajo, la economía, la educación, el orden social, la satisfacción de necesidades básicas, la desprotección de derechos naturales, el clima terrestre, la promulgación de leyes arbitrarias, quiénes y cómo nos gobernarán, las sentencias judiciales, las nuevas formas de violencia que aparecen en el entorno próximo, etc., pero, desde el pasado mes de enero, con la llegada del coronavirus a nuestras vidas, la incertidumbre generalizada se ha intensificado hasta niveles preocupantes.
Los sistemas caóticos son aquellos en los que prevalece una imprevisión estructural que, en sistemas tan complejos como los sociales —que están implicados en todos esos ámbitos que afectan a nuestras vidas—, pueden dar lugar a modos de actividad ineficientes y disfuncionales
Uno de los resultados inmediatos es que, no sabiendo a qué atenerse ni cómo anticiparse, en un horizonte temporal mínimo, solo cabe el bloqueo funcional o, en el mejor de los casos, un funcionamiento en términos de «estímulo— respuesta», como les ocurre a los organismos más simples, incluyendo al propio virus.
La situación actual es caótica, con la mayor parte de la población confinada en sus casas y exclusivamente pendiente de las noticias relacionadas con el virus que le llegan por medios de comunicación poco fiables.
Para que las personas funcionemos bien en el conjunto de nuestras actividades es imprescindible que éstas tengan sentido, el cual adquieren por su relación con estados de cosas futuros dentro de plazos realistas.
No saber qué va a pasar a corto o medio plazo, no permite concretar las acciones que hay que efectuar en el presente, vinculadas a previsiones fundadas y razonables.
La cosa se complica desde el momento en que el objeto de la imprevisión no se refiere a un campo de posibilidades buenas o relativamente neutras, sino que se encuentra saturado de posibilidades cuya valoración puede oscilar desde ser neutras hasta extremadamente negativas.
Además, las preocupaciones no se suelen restringir a la propia persona, sino que pueden abarcar a familiares, amigos, mascotas, etc., en un sinfín de áreas esenciales de la vida, incluyendo la supervivencia de las mismas que está puesta en cuestión.
En este estado de cosas emergen una gran cantidad de manifestaciones cognitivas, emocionales o afectivas, en muchos integrantes de la población general que, habitualmente, solo se encuentran en personas con problemas psicológicos específicos.
La enorme dificultad para hacer previsiones tiende a producir una reacción de búsqueda masiva de la información que, por un lado, permita hacerlas y, por otro, a la búsqueda incesante de soluciones teniendo a la vista lo que se llegue a saber al respecto. De ahí que una persona pueda concentrarse tan intensamente en una sola cosa, como es la pandemia, que le cueste mucho trabajo salirse del tema o distraerse.
Además, absorbida por el tema, una persona puede llegar a tener una cierta desorientación acerca del momento y situación en los que vive, o tener sentimientos de que el tiempo transcurre muy lentamente debido a su deseo de que todo pase cuanto antes, o tener sensaciones de irrealidad o desrealización al respecto de lo que está ocurriendo.
El pensamiento se puede tornar prolijo o circunstancial, costando sintetizarlo al no distinguir con claridad lo esencial de lo accesorio, por parecerle todo igual de importante.
Habrá personas que crean firmemente que padecen la enfermedad y que no es posible diagnosticarla o que, directamente, padezcan estados de tristeza, ansiedad, irritabilidad, agresividad, culpabilidad o sentimientos de que no vale la pena vivir como están viviendo, bajo un intenso pesimismo que dará lugar a oscilaciones más o menos intensas de su estado de ánimo.
En esos estados de debilidad, las reacciones a dichos estados pueden incluir un incremento de necesidad de atención, de mayor necesidad de afecto, de emergencia de miedos: a ser rechazadas, a la soledad, a ser engañadas, a la muerte, a la enfermedad, a la incapacidad, a la vejez, a contaminar y a contaminarse, a hacer daño a otros, a ahogarse… Además, se facilita la producción de problemas de sueño, fatigabilidad, cansancio, alteraciones psicosomáticas, etc.
Ahora bien, podemos comportarnos como si fuéramos meros objetos de un virus al que atribuimos la capacidad de determinar nuestra muerte y nuestra vida o, por el contrario, esforzarnos, frente a toda esa avalancha de reacciones posibles, en recuperar la sustantividad frente al virus.
Dada la carencia de seguridades que vengan dadas desde la propia sociedad o de sus dirigentes, si también perdemos la confianza en nosotros mismos, el problema se tornará insoportable.
Es obvio que un problema de salud pública debe contar con la cooperación de todos los integrantes de la sociedad para dificultar su transmisión y su consiguiente expansión, si bien, para que dicha cooperación sea efectiva, hay que empezar por el principio que es la propia persona.
En este sentido, caer en el miedo o, lo que aún es peor, en el pánico, es el mayor error que se puede cometer.
Pero es que ese miedo coincide con el miedo a la propia despersonalización que, como acertadamente expuso Ronald Laing[i] «Se trata de un miedo a ser puro objeto desprovisto de sustantividad, mera cosa ante el otro. “… el temor a la posibilidad de convertirse, o de ser convertido, de persona viva en una cosa muerta, en piedra, en robot, en autómata, sin autonomía personal de acción, en un ello (it) sin subjetividad.» (p. 42)
Se trata de no tener miedo al virus como sujeto que nos despersonaliza, pues el virus no tiene la capacidad para despersonalizarnos, sino que de lo que se trata es de cuidarnos de no perder un ápice de fortaleza y de confianza personal al hacerle frente.
Al fin y al cabo, los virus son cosas incapaces de moverse por sí mismas y solo pueden ser movidas por fuerzas exteriores que determinen el lugar en el que se encuentran en cada momento.
En cuanto a las medidas de confinamiento puestas por el gobierno, se trata de levantar barreras infranqueables entre personas contagiadas y personas no contagiadas. Pero ese muro no tendría que ser necesariamente de ladrillo ya que hay otros medios para hacerlo.
Por alguna razón que ignoro pero sospecho, los medios de comunicación vienen diciendo que las mascarillas solo sirven para que los contagiados no infecten a los no contagiados. Dado que la mascarilla llevada por alguien no contagiado es una barrera para que el virus no entre en su aparato respiratorio, la extraña afirmación divulgada no parece tener mucho sentido.
Teniendo en cuenta que sabemos que 2 de cada 3 personas que contagian la enfermedad a otras, ignoran que la tienen por ausencia de síntomas, ¿cómo se puede sostener que quienes no tengan síntomas no deben llevar mascarillas?
¿Cómo sabe una persona sin síntomas, que no tiene la enfermedad si, de hecho, el número de análisis que se efectúan es tan escaso como se dice?
De lo poco que ha dicho la OMS es que lo más importante para frenar el contagio es hacer esos test, y cuantos más se hagan, mejor.
Por otro lado, los chinos que han detenido la propagación de la epidemia, han tenido prohibido salir a la calle sin mascarillas. Hacen falta test y mascarillas para toda o la mayor parte de la población y, si es más difícil la medida de los test, al menos que se pongan a disposición de toda la población las mascarillas que hagan falta. El dinero que se invirtiera en ellas redundaría en que la crisis económica debida al coronavirus fuera mucho menor de la que cabe esperar sin ellas.
El colmo es que todavía hay muchas personas que están en primera fila de combate contra la enfermedad que trabajan sin disponer de mascarillas o de otros medios que las protejan del contagio.
Ese es el tipo de problema que debería resolver de inmediato un gobierno responsable, o, en su caso, que cada persona se cubra la boca, la nariz y los ojos de manera eficaz.
[i] LAING, R. D.; El yo dividido. Un estudio sobre la salud y la enfermedad; versión española de Francisco González Aramburo del original de 1960; FONDO DE CULTURA ECONÓMICA; México, 1978
Buenas tardes Carlos
La verdad es que estaba esperando este articulo que acabas de compartir con nosotros porque creo que la situación lo requiere. Nuevamente, Carlos, gracias por aportar luz, en especial, al momento actual que estamos todos viviendo, con tanto bombardeo de información, gran parte de ella falsa, oportunista, que no hace mas que confundirnos, crearnos dudas, inseguridades y llevarnos a ese estado de caos que bien describes en tu artículo. Estoy de acuerdo contigo que, dentro de la situación caótica que estamos viviendo, la actual pandemia del coronavirus va a aportar, sin duda, Realismo a una sociedad como la nuestra que tanto lo necesita.
Personalmente, Carlos, con lo que me quedo de tu artículo es que «…no debemos tener miedo al virus como sujeto que nos despersonaliza pues no tiene capacidad para ello…»
Debemos esforzarnos en recuperar la Sustantividad frente al virus, como bien dices. Se que no está siendo fácil, pero debe ser nuestro reto diario.
Por último, gracias Carlos nuevamente por compartir con nosotros tus reflexiones en especial la de hoy que creo nos puede ayudar mucho, hablo en primera persona.
Un fuerte abrazo
Jesús
Hola Jesús. Está claro que te has quedado con lo más importante del artículo y me alegro de que te haya resultado útil.
Un fuerte abrazo. Carlos
Muchas gracias por tu artículo, Carlos. Muy necesario.
Gracias María. Tenía la impresión de que había que aclarar algunas cosas en esta situación tan compleja.
muchas gracias,como siempre,por tus reflexiones
lo comparto
Muchas gracias Concha
Hola Carlos. Me sorprende tu artículo.
Hay algunas cosas con las que estoy de acuerdo, pero en otras no:
Estoy de acuerdo contigo que en estos momentos lo mejor que podemos hacer es intentar continuar siendo sujetos, pero ante todo, no solo ante el virus, que como tu dices no es mas que algo que no puede moverse por si mismo. De el resto, si me pongo a razonar, el número de contradicciones que aparecen es tremendo…
Lo primero tengo dudas acerca de la verdadera gravedad del asunto. De una cosa sobre la que no sabes nada creo que no puedes determinar en primera instancia que sea muy peligrosa. En estos momentos las cifras que están facilitando no son mas alarmantes que las de las enfermedades víricas y pulmonares que desgraciadamente se producen todos los años. No se realizan análisis de este tipo de infermedades normalmente como para conocer el número de contagiados, sí se están realizando más analiticas del coronovirus como para que la cifra de positivos suba.
El único referente que tenemos es China, la información que puede venir de allí es dudosa, pero de un pais de mil millones de habitantes, que mueran 3.500 personas me parece una broma y que de repente no haya ninguno, otra. Eso sin contar que por ejemplo en España, los fallecimientos por gripe y enfermedades pulmonares desde enero están siendo mucho menores, por lo que entiendo que se están incluyendo en las cifras por coronavirus.
Mi segunda duda es con respecto a la constructividad del aislamiento. Si la enfermedad tarda en manifestarse 15 días, si una persona infectada sin saberlo vive por ejemplo con 4-5 personas más y se pasan las 24 horas del día juntos, esos 4-5 caen fijo. Si uno de ellos sale a trabajar 8 horas al día, va a llevarlo a su lugar de trabajo y se traerá lo que su compañero. No sé si esto es menos peligroso que estar en un bar un par de horas. Obviamente yo en esta situación no iría a un concierto, manifestación, etc…pero de ahí a esto…
Pero en cuanto al aislamiento lo que si me parece preocupante es toda las consecuencias que esto puede tener. Para que el virus no te ataque de forma letal lo que tienes que tener es entre otras cosas un sistema inmunitario fuerte, y de verdad no sé como lo vamos a mejorar sin ver la luz del día, sin respirar aire fresco, sin hacer deporte, sin relacionarnos con lo otro, etc…
No estoy de acuerdo contigo en que los políticos y medios de comunicación puedan estar comportandose de mejor manera, creo que quieren lo mismo que quieren siempre pero le están dando otra forma.
Tengo muchas dudas que la población se esté tambien comportando como debe ser, veo a la gente más obedeciendo por miedo que intentando razonar.
Por último, estoy de acuerdo contigo en que en estos momentos hay mas que nunca que estar fuerte y sacar lo mejor de cada uno pero no sé si esto está aportando más realidad, espero que tengas razón.
Un saludo.
En cuanto a la gravedad de esta enfermedad:
Los hospitales están colapsados y su desbordamiento produce situaciones tan trágicas como la de que mueran ancianos en las residencias de 10 en 10 o de 20 en 20, como ha pasado hoy mismo.
Según informa el confidencial [https://www.elconfidencial.com/mundo/europa/2020-03-18/sistema-salud-italia-coronavirus_2501467/] :
«»La gripe es una cosa y el coronavirus tiene unas características diferentes. Esto no es una gripe habitual. El 10% de los enfermos necesita asistencia respiratoria», ha explicado Fabrizio Pregliasco, famoso virólogo italiano de la Universidad de Milán. La mayor parte de los sanitarios italianos que están luchando contra el virus en los hospitales remarcan las diferencias entre ambas dolencias por las complicaciones respiratorias que presentan algunos enfermos con Covid-19.»
[«Según los datos del Instituto Superior de Sanidad, la edad media de los fallecidos en Italia hasta el pasado 6 de marzo es de 80,3 años. Por franjas de edad, el 14,1% tenía más de 90 años; el 42,2%, está entre 80-89 años; el 32,4%, entre 70-79 años, y el 11,2%, entre 50-69 años. El 0,1% restante queda para los esporádicos casos de fallecidos menores de 50 años.»]
Con la gripe normal no se producen colapsos como el que vivimos.
Siguiendo con la gravedad y el número de fallecidos, la asociación de intensivistas pronostica que es posible que cuando termine la pandemia habrá dejado unos 55.000 muertos en España. https://www.vozpopuli.com/sanidad/cuantos-fallecidos-provocara-Covid-19-UCI_0_1337866510.html
En cuanto a la expansión del coronavirus ─en el caso de que no se descubra una vacuna próximamente─ una estrategia interesante puede ser la siguiente:
1. La curva de propagación solo desciende si la población se va inmunizando, ya que deja de ser portadora. Si todos permanecemos aislados seremos carnaza para el virus en cuanto salgamos si lo hacemos a la vez. Y no habrá servido de nada el aislamiento. El escenario de que el virus muera completamente con aislamientos muy prolongados es teóricamente posible pero es absolutamente imposible desde el punto de vista práctico ya que la gente caerá antes por pobreza y el virus podría entrar perfectamente desde otro sitio en donde no se hiciera esto.
2. El coeficiente R0 que mide el número de personas medio infectado por una persona media es vital. Se cree que con un 60% -70% de personas inmunizadas el virus ya no puede expandirse. Este valor depende de R0 y vale 1+1/R0. Obviamente R0 es variable si tomamos medidas de aislamiento o alguna característica del virus cambiase, como el calor ambiental.
3. El aislamiento total ahora está bien decretado para no colapsar la capacidad del sistema sanitario, después de la pésima gestión realizada y que por cierto repiten machaconamente en el resto de comunidades en las que de haber actuado antes podrían haberse ahorrado el aislamiento total. (Aislar a los vulnerables y zonas localizadas de contagio como han hecho los coreanos).
4. En ausencia de vacuna la única manera de inmunizarse es pasar la enfermedad. Así que una vez que el número de casos se ajuste a la capacidad del sistema sanitario y no haya muertes por desatención, debe liberarse a población no vulnerable (no mayor y sin patologías). Los vulnerables deben aislarse lo máximo para no contagiarse nunca.
5. Como el 60 % es aproximadamente suficiente los vulnerables pueden quedar sin inmunizar y después ser liberados ya que ya no hay peligro de extensión.
6. Además esta estrategia permite reactivar la producción ya que los vulnerables en su mayoría ya no trabajan.
7. La liberación de personas jóvenes debe hacerse con un control diario de la evolución pues es importante acotar la carga vírica de la inmunización (evitar concentraciones de personas, vamos que los que se liberen nunca deben aglomerarse) que al parecer es importante para acotar la gravedad y optimizar el pronóstico.
8. Con todo, y dado que no existe el aislamiento total pues hay que ir a la compra o al trabajo (aunque son pocos) la gente se irá poco a poco inmunizando con poco riesgo. Lo que es vital es que los que estén en grupos de riesgo estén aislados y no salgan. Y obviamente los infectados en el hogar deben ser aislados. Si no hay personas de riesgo en el hogar es menos importante.
Por otra parte, lo que dices en relación con la salida al trabajo tienes razón. Yo también creo que en cuanto salen de sus casas en medios colectivos de transporte, acceden a sus trabajos con otros compañeros, etc., no solo están en riesgo de contagiarse ellos sino, también, a las personas con las que convivan. Por eso mismo considero imprescindible que todos los que salgan a la calle deben llevar mascarillas y, a ser posible, gafas y guantes. Una parte de esas personas no harán buen uso de esos medios, pero la mayoría sí o, al menos, yo creo que la población general tiende a funcionar según pautas “normales”.
El verdadero problema de la falta de medios lo ha generado el gobierno. España puede que sea el país que más se ha retrasado en hacer acopio de mascarillas, ventiladores, test, etc., y debido a eso, la epidemia en España es de las que peor evolucionan. Pero aún hay algo peor y es que Sanidad diga que las mascarillas no son eficaces para reducir los contagios cuando el problema es generado por su negligencia cuando el hecho es que no hay suficientes, ni siquiera para las personas más expuestas, por su falta de previsión a la vista de lo que pasaba, no ya en China, sino en la vecina Italia.
Hasta hace unos días Boris Johnson apostaba por la vía neodarwinista de no tomar medida sanitaria alguna, apostando por la producción natural de defensas de la población sabiendo que la mortalidad sería elevadísima debido al colapso sanitario. Hace pocos días parece que se lo ha repensado y ha dado marcha atrás.
En fin, tu comentario es tan amplio que me he limitado a responder a lo que considero pueda ser de mayor utilidad.
Un saludo
Hola Carlos
Gracias por tu magnífico artículo y las contestaciones derivadas.
Añadiría además que las cifras reales son necesariamente mucho mayores. Porque:
1. desde hace ya varios días no se hacen test salvo a los pacientes graves. Lo cual dicho sea de paso es más alarmante si comparamos con cifras de otros lugares en donde se hacen test masivos.
2.Mucha gente, la mayoría, lo pasa en casa sin siquiera saber que tienen esta enfermedad. Si llaman, queda registrado como caso posible. Pero sin certeza alguna y no entra en las cifras.
3. Los casos de hoy solo reflejan la situación de contagio que se produjo hace al menos el tiempo de incubación,al que habría que añadir el tiempo necesario para que los síntomas se agraven y requieran hospitalización. Quizás 15 días antes.
No es una simple gripe. Chinos y coreanos lo sabían bien y por eso tomaron medidas que en occidente nos parecían exageradas. Pero gracias a ellas lo han encauzado.
Realizar test masivos es vital para controlar focos en los que el aislamiento ha de ser total sin permitirse salida alguna: ni por compras o trabajo. Aislamientos seleccionados. Espero que eso cambie cuanto antes.
En cuanto a las medidas de protección es obvio que Carlos tiene razón. Por no hablar de otros artículos importantes agotados desde hace ya semanas.
Si no hay mascarillas hay que llevar un pañuelo que cubra la cara.
Sólo enfatizar que cuanto menos gente se vea mejor. Un contagio de un solo portador tiene buen pronóstico, si es de varios es peor. Por eso tiene sentido no ir a ‘un bar’ en donde la rotación de gente es mucho mayor que en casa. Quedaos en casa lo máximo posible.
Por responder a Lola en su última duda y con toda humildad. Sin duda aporta más realidad. Ante esta realidad tan acuciante ya no valen ‘opiniones’ de cualquiera, ni esa tontería de que todas ellas son válidas. La gente se vuelve por fin humilde aunque solo sea por miedo. Sólo valen las opiniones de aquellos que saben de esto y solo espero que tras pasar esto, esta creencia quede bien asentada en cada uno y para cualquier otro asunto de la vida. Todos podemos aprender pero entre tanto escuchemos con más atención a los que ya saben. En estas cosas en definitiva y aunque desgraciadamente sea por miedo la realidad y la razón se impone. De ahí que haya un atisbo ‘positivo’ en esto.
Un abrazo Carlos y muchísimo ánimo a todos. Usemos la cabeza con calma y la sustantividad queda ya embridada.
Totalmente de acuerdo con el tema de las cifras de contagiados. Sin duda hay muchísimos más de los que se cuentan con su correspondiente confirmación (de signos y no de síntomas).
El problema de reducir la cifra real de contagiados mientras se dice la verdad del número de fallecidos, es que la ratio de fallecidos por número de contagiados se eleva mucho y ofrece la imagen de que el virus tiene una letalidad mayor que la que tiene, lo cual, a su vez, genera más miedos o temores a la población.
También estoy totalmente de acuerdo con el resto de tu comentario.
Otro gran abrazo para ti.
Totalmente de acuerdo con respecto a la Sustantividad, a continuar siendo uno mismo. Con respecto a lo otro tengo mis sospechas de que hay algo más oculto que quizás ni nos lo imaginamos. Gracias
Ya habrá tiempo más adelante para indagar en todas esas cuestiones que quedan pendientes de aclaración. De momento, hay hay que afrontar esta situación con certidumbre acerca de las propias actitudes sustantivas que uno mismo puede potenciar.
Gracias por tu comentario.
Hola, Carlos.
Muchas gracias por tu artículo.
Es fundamental, como dices, que nos esforcemos por mantener la sustantitividad ante esta situación y que mantengamos la confianza en nosotros mismos.
Estoy de acuerdo contigo en que no debemos caer en estados de miedo o pánico, que nos objetualizan, pasando a ser objetos del miedo.
Me gustaría añadir un comentario sobre estos estado de miedo.
A veces, caer en un estado de miedo, sabiendo que uno no debe caer en tal estado, puede producir un efecto bucle en el que la persona se autodesprecia en ese estado de miedo, precisamente por saber que no debería caer en él.
Ese autodesprecio da lugar a una merma adicional de la sustantividad, que agrava aún más el estado de miedo, dando lugar a un bucle, desde el que se hace difícil recuperar la sustantividad.
Creo que en este caso es fundamental apropiarse de la emoción de miedo. Experimentarla. Notarse a uno mismo en ese estado de miedo. Mirarse. No darse de lado en ese momento en el que nos sentimos débiles. No forzarnos a abandonar inmediatamente el estado de miedo, precisamente por miedo a tener miedo, por miedo a no ser lo que nos gustaría ser en todo momento, fuertes y sustantivos.
Apropiarse de la emoción. Ver a la niña o al niño asustado que podemos llevar dentro. Entender el miedo como un estado propio de nuestro ser. Creo que ese mirarnos y aceptarnos ya nos pone como sujeto que mira. Y desde ahí tomar responsabilidad. Diferenciar lo que depende de nosotros y lo que no. Centrarnos en lo que podemos hacer.
Yo espero poder conseguirlo.
Muchas gracias de nuevo por tus palabras.
Un abrazo,
Belén
Gracias Belén. Aprovecho tu comentario para transcribir un breve artículo que puse en este mismo blog hace tiempo, que puede aclarar un poco más lo que dices en tu comentario a personas que no lo hayan leído.
DESHACERSE DEL MIEDO
• 21/07/2015
• By Carlos J. García
Se supone que el miedo procede del exterior. Por ejemplo, en las expresiones «me da miedo la oscuridad» o «tengo miedo a la muerte», la oscuridad y la muerte se conciben como el sujeto que a uno le da ese miedo.
En tal sentido, la persona se concibe como un objeto que simplemente reacciona de diferentes formas a ese sujeto exterior.
Ahora bien, esas expresiones no suelen estar mal construidas, sino que generalmente reflejan algo cierto que la persona padece.
Poco se puede hacer cuando la persona se ve a sí misma como un objeto pasivo que recibe alguna acción del exterior, y reacciona a ella de un modo que le resulta desagradable. La cuestión es si verdaderamente la esencia personal es la de un simple objeto, o si se puede hacer algo para cambiar de actitud.
Para ser breve, propongo experimentar lo que ocurre si, por ejemplo, la expresión «me da miedo la oscuridad» la cambiamos por esta otra: «yo temo a la oscuridad». La introducción del verbo «temer» en dependencia del pronombre «yo», sustituyendo a la oscuridad como sujeto de una simple reacción, modifica por completo los roles de sujeto y de objeto y abre un campo de posibilidades allí donde no había más que una.
Una vez que representamos la actitud de miedo en términos que respeten la propia esencia sustantiva de algo tan propio como una actividad emocional, cabe hacer algunas reflexiones, que pueden seguir el siguiente orden: 1. «Yo temo a la oscuridad», 2. «¿Verdaderamente temo yo a la oscuridad?», 3. «¿Qué temo de la oscuridad?», 4. «¿Por qué temo yo a la oscuridad?», 5. «¿Puedo hacer algo para enfrentarme a la oscuridad con una actitud activa y no pasiva?»…
La gran diferencia radica en incluir al propio «yo» en un contexto en el antes no existía, y, junto al «yo», la apertura de todas las posibilidades de investigación y afrontamiento que, sin él, no son posibles.
La mayor parte de las alteraciones humanas de índole emocional y sentimental, y una parte considerable de los trastornos mentales, dependen directamente del estado del «yo» de la persona y de aquello que representa.
La supresión del «yo», su sustitución por actitudes objetuales (por ejemplo, «me hacen»), la gestación de conflictos de tendencia dentro del propio «yo», y otras muchas anomalías semejantes, dañan la sustantividad personal y menoscaban o bloquean las actividades que podrían emerger de un «yo» fuerte, internamente congruente y sustantivo.
Muchas gracias, Carlos. Mi comentario está, por supuesto, basado en lo que he aprendido en tus escritos.
Este texto que transcribes, y también el apartado que dedicas al miedo en tu libro “La gran aventura del yo” (páginas 350 y siguientes) explican magníficamente cómo transformar el miedo en temor, y así realizarlo.
Lo que quería enfatizar era el papel adicional del autodesprecio cuando uno se ve a sí mismo en un estado no sustantivo y sabe que el estado real al que quiere acceder es un estado fuerte y sustantivo. Siguiendo el esquema de preguntas que propones en el texto de arriba, uno podría quizá preguntarse
Yo me permito a mí misma sentir miedo a la oscuridad?
Yo me rechazo a mí misma cuando siento miedo a la oscuridad?
Por qué me rechazo? Por qué me desprecio?
Gracias por tus artículos.
Hola Belén:
Una cosa es el miedo en cuanto a tal, y otra es lo que la persona hace con respecto a él en términos de valoraciones y actitudes.
En este capítulo hay que hacer mención del bucle que clásicamente se denominaba como “neurosis de síntoma” referido a, por ejemplo, tener miedo al miedo. Cuando la propia emoción es juzgada de forma negativa y la persona teme que sobrevenga es frecuente que ese mismo temor active la emoción temida.
Por otro lado, juicios del tipo “deber ser”, “deber estar” o “deber sentir” que encierran valoraciones negativas sobre el ser, el sentimiento, la emoción o el estado de ánimo, que pueden formularse como “No debo ser como soy”, “No debo estar como estoy” o “No debo sentir lo que siento”, poseen el común denominador de implicar un rechazo al propio ser por no verificar un determinado modelo de ser. Se suelen denominar egodistónicos por la disconformidad entre lo que uno es y lo que debe ser.
Este tipo de problemas exceden el terreno del miedo en cuanto tal a un objeto concreto y conviene analizar su producción en condiciones concretas de las etapas formativas. Es muy común encontrar entornos educativos en los que la imposición del deber ser se efectúa con coacción o chantaje (atemorizantes), sobre el niño en términos de “Si no te ajustas al modelo de ser (deber ser) que te impongo, yo te rechazaré, la sociedad te rechazará, te irá muy mal, etc., etc.”.
De ahí que cuando el niño percibe discrepancias entre aquello que es o cómo está y lo que debe ser/estar, se juzga mal a sí mismo anticipando un castigo procedente del exterior, por lo que genera miedo a no ser o a no estar como debe. Es decir no es que rechace su estado en sí, sino a las supuestas consecuencias negativas que cree que ocurrirán por estar vinculadas a dicho estado.
Ese vínculo “estado propio-consecuencias externas” implica que la persona tenga miedo a esos estados porque de hecho el sujeto de esas consecuencias temidas es exterior a ella misma pues son consecuencias que proceden de fuera.
En ese tipo de problemas hay que romper ese vínculo en el sentido de devaluar esas consecuencias externas, afirmar una valoración neutra o buena de la propia emoción, sentimiento o estado de ánimo, deslindado el propio estado producido sin coacción exterior del estado producido por la coacción exterior. Se trata de limpiar el juicio sobre el propio estado de todos los factores exteriores que impongan algo negativo sobre él.
En el fondo se trata de un tipo de miedo generado por amenazas externas que gravitan irrealmente sobre el propio ser; que ofrece la falsa apariencia de ser un miedo del yo al propio estado sin intervención de sujetos exteriores.
Muchas gracias por tu comentario. Espero que esta breve nota aclare algo el asunto.
Gracias por este artículo, Se agradece tu visión realista del problema. Un abrazo Teo
Gracias a ti. Un abrazo. Carlos
En estos momentos – desbordado por las necesidades logísticas en diversos frentes – solo puedo hacer una lectura transversal del artículo. Es despiadadamente profundo, poliédrico e intensamente sugerente. Es una invitación a tirar , de la casa ( interior) , por la ventana, todo el debris acumulado en estas décadas de contagiada estupidez. Otro baño, este en plena galerna, de realidad . Las lecturas de CGC son sin duda las lecturas más lucrativas que uno puede acometer. El repaso de su obra, ya considerable, es ahora una oportunidad que nos brinda la pandemia. Lupo R
Muchas gracias Lupo, pero tengo la convicción de que ni de lejos es para tanto.
Hola Carlos, y un saludo a todos los que leen tu blog.
Más que aportar algo lo que quería era preguntarte tu opinión sobre las voces disidentes que están surgiendo en torno al Covid 19, que no niegan la enfermedad, pero si las medidas impuestas para combatirla. Por ejemplo, los 150 médicos españoles que han creado un movimiento llamado Médicos por la verdad. También hablan que detrás de la enfermedad hay diversos intereses geopolíticos, que el clima de miedo generado en la sociedad está siendo brutal y que no debería ser así. Aunque yo por otra parte, pienso que los medios periodísticos españoles no han mostrado la muerte en su crudeza.
Bueno, me interesaría mucho conocer tu opinión sobre todo esto.
Un saludo a todos
En mi opinión el problema es que no solo estamos padeciendo una epidemia como han podido ser otras, por ejemplo, la viruela o la gripe americana del 18. En esos casos, la humanidad no se encontraba dividida en facciones enfrentadas entre sí, sino que primó la cooperación social para enfrentarse al virus.
El hecho de que en un terreno científico se llegue a mencionar el término “disidencia” parece apuntar claramente que, en el presente caso, hay una mixtificación política de la propia epidemia.
Actualmente hay tanta desinformación como en cualquier tipo de guerra y me temo que tardaremos mucho en saber toda la verdad de lo ocurrido, lo cual empezará a suceder cuando se conozca el verdadero origen del virus (o de los virus) que está atacando nuestra salud, nuestra economía y el normal o esperable funcionamiento de las instituciones políticas y sociales.
Al respecto, te recomendaría que leyeras un artículo bastante serio de Antonio Martínez Belchí publicado el 28 de abril de 2020 que encontrarás en el siguiente enlace:
https://elmanifiesto.com/tribuna/630248383/El-Covid-19-y-el-problema-de-la-verdad.html
Muchas gracias por tu comentario.
Está muy bien el artículo que recomiendas de Antonio Martínez. Evidentemente todos nos hemos preguntado por este tema que está condicionando nuestras vidas. Y ahí veo el principal problema, en que esto está cambiando nuestos hábitos de vida con bastante frecuencia.
Las antiguas sociedades vivían sin preguntarse por los riesgos en que al vivir una vida «normal» pudiera conllevar. Ellos sencillamente «vivían» aún a riesgo de morir por un virus u otras circunstancias existenciales.
Al existir «tantísima información» bombardeándonos las 24 horas del día y referidas al misma tema prácticamente todo el tiempo, llegan a crear auténticas obsesiones en la población.
Lo grave realmente del asunto, me parece que un virus pueda controlar tu función existencial sin que muchas veces sea un peligro mortal para tu vida. Evidentemente el virus está ahí y te puede hacer enfermar, y lo que es peor (dependiendo de las circunstancias), morir.
Lo que no me parece normal es que ante «el miedo» a contraer una enfermedad pasemos a vivir en un mundo en el cual nos da miedo todo. Me cuestiono si cuando no hacemos cosas por miedo al virus, no estamos dejando de vivir en muchos sentidos, lo cual no deja de de ser algo muy similar a no estar vivo de forma plena o parcialmente muerto (que es algo que provoca el virus si realmente nos ataca con tanta fuerza como para que nos enferme gravemente).
Es decir, este virus está resultando tan dañino para la vida que los que llegan a contraerlo, desgraciadamente enferman o sufren algo todavía más grave; aquellos que no llegan a contraerlo, enferman psicológicamente al ver mermadas sus posibilidades de «llevar un vida normal».
Visto desde una perspectiva global, ambas circunstancias son dramáticas. Aún así, creo que siempre físicamente se nos permita vivir, debiéramos de «vivir» con todas las circunstancias.
En general, no se diferencia entre información verdadera e información falsa. En mi opinión la información para serlo debe ser verdadera pues de lo contrario estamos ante falsedades que se tratan de hacer pasar por información para que las personas la creamos.
Por otra parte, es prácticamente imposible que ese enorme volumen de “información” (que fuera realmente importante en tantísimos ámbitos diferentes) pueda contener dosis equivalentes de verdad.
Además, si se mezcla la información verdadera con la que no es información, pero lo parece, sin ningún criterio que permita distinguirlas, es obvio que el daño potencial es mucho mayor que si toda ella fuera falsa pues, la poca verdadera que se divulgue, facilita el incremento de crédito de las fuentes y, por lo tanto, su eficacia.
Gracias por el comentario