Blog de Carlos J. García

El placer de existir y sus mixtificaciones

Como dije en un artículo anterior, titulado Qué y cómo valoramos, el hecho de la existencia de algo parece ser el sujeto último de valor, aquello que vale por sí mismo y de lo cual derivan nuestros juicios de valor.

Ahora bien, no solo es que la existencia de algo posea valor, sino que dicho valor tiene un sentido positivo, capaz de suscitar tendencias generalizadas favorables hacia ella en todo cuanto existe o puede existir.

Cuando se produce el hecho de que una persona se cierre a toda posibilidad de seguir existiendo, a la vista de su propia imposibilidad, su función de valoración se interrumpe y, en caso de que siga viviendo, lo hará como autómata y perdiendo toda capacidad de sentir algún placer.

El placer, en general, es el sentimiento que acompaña a las impresiones subjetivas de existencia y a los hechos o condiciones que la preceden o facilitan.

Cuando una persona genera una determinación contraria a su propia existencia, el placer desaparece junto a toda actividad vinculada a él, aun cuando pudiera seguir efectuando rutinas vacías de sentimientos y emociones.

Tal hecho es diferente de aquellos en que, habiendo una tendencia favorable a la existencia, la propia persona la ve peligrar, reducirse, o, incluso, sentir que la pierde abruptamente, como en ciertos estados de angustia o pánico. Tales estados conllevan sentimientos que podrían considerarse exactamente contrarios al placer de existir.

Por su parte, a pesar de que el placer se ha considerado lo contrario del dolor y de que, en ciertas ocasiones, pueda considerarse de tal modo, no parece serlo, salvo que dicho dolor conlleve una previsión de pérdida de la existencia.

Por otro lado, la existencia plena y verdadera siempre es coexistencia y ocurre dentro de sistemas abiertos de existentes. Además, implica un sistema de relaciones recíprocas, buenas y verdaderas, en las que las personas se proyectan a sí mismas hacia el exterior y, en definitiva, ponen en interacción aquello que son verdaderamente.

Ahora bien, hay muchos modos existenciales en los que se producen impresiones de la propia existencia que no verifican las condiciones óptimas que acabo de decir.

Tales modos existenciales, se encuentran estrechamente vinculados a los modos de ser de quienes los experimentan, y, su especificación, requiere un análisis pormenorizado de sus causas, que se encuentran en los correspondientes sistemas de referencia internos. En esta ocasión, simplemente diré que los individuos se sienten existir cuando ponen en relación sus creencias determinantes internas con algo exterior a ellos mismos.

Por otro lado, la relación entre la existencia y el sentimiento de placer, debería ser tal que, el placer fuera efecto de la existencia, en vez de que la causa final de la actividad fuera el propio placer y se dejaran las consecuencias existenciales de su experimentación como mero efecto colateral de las operaciones para su consecución.

Si se invierte el orden «existencia → placer» lo esperable es que se tienda a producir una merma de la propia existencia, se tienda a compensar con incrementos de placer, y se produzca el efecto de que el placer pase a ocupar una posición sustantiva, jerárquicamente superior, a la de los propios determinantes iniciales de la persona.

Este hecho daría lugar a que la esencia del individuo vaya anulándose, o perdiendo su actividad gubernativa sobre sus actividades, por lo que, la causa del placer de que se trate, pasará a funcionar como causa final de sus actividades y él mismo verá reducidos su ser y su existencia.

Tal parece ser el caso de las alteraciones debidas a sustancias psicoactivas, las adicciones al sexo, las ludopatías, las adicciones al alcohol, ciertas formas de hacer actividad física, una variedad de operaciones sobre el propio cuerpo, etc.

En todos estos casos parece imprescindible tratar de revertir estos procesos y volver a poner en un lugar preponderante la propia existencia de la persona y de su esencia entitativa, por encima del placer de que se trate.

Ahora bien, a menudo las inversiones de la relación «existencia → placer» no ocurren por libre decisión de la persona, sino que, debido a condiciones externas que ejercen una fuerte presión contra la existencia de esta, acaba sustituyéndola por el placer, a modo de sucedáneo de la merma existencial.

2 Comments
  • Elena Rodriguez Bravo on 04/10/2015

    El experimentarse como sujeto de placer entiendo que da una potente sensación de existencia de la que creo que es difícil salir, ¿Cómo ampliar la impresión o la noción de ser cuando uno sólo se siente sujeto del placer que disfruta?

    • Carlos J. García on 05/10/2015

      Entiendo que cuando la persona no se orienta hacia su propia existencia, cuya experiencia incluirá el sentimiento placentero que corresponda a su grado, sino que antepone la búsqueda de placer, con independencia de las causas que se lo puedan proporcionar, su papel no será sustantivo, sino objetual. Es decir, se convierte en objeto que recibe la acción placentera de dichas causas. Ahora bien, su impresión de existencia pasará de ser sustantiva a ser de tipo objetual, y, cuanto más físico sea el placer que reciba, tanto más reducirá la noción de sí mismo que tenderá a ir ciñéndose a su componente orgánico.

      De todas formas, trataré de explicar algo más tales niveles existenciales en un artículo destinado al efecto.

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