Blog de Carlos J. García

El naturalismo mágico

La naturaleza es compleja de definir, pero en su significado común, lo natural es lo que se opone a lo artificial: lo que hace el hombre se diferencia de lo que no es producto o causado por el hombre.

No obstante, pensar en la humanidad en términos de una especie más, parece incluirla entre el resto de especies animales y eso es como decir que el hombre se limita a formar parte de la naturaleza.

De hecho, el naturalismo explica el origen y el desarrollo de nuestra especie como producto puro de la evolución natural.

Ahora bien, si, por un lado, admitimos que lo natural y lo artificial se oponen, siendo lo artificial producto del hombre y, lo natural, no, mientras, por otro, decimos que el hombre es una especie natural más, una de esas dos tesis tiene que ser errónea o falsa.

Aun cuando lo que cause el hombre contuviera una parte natural, pero otra no lo fuera, la cual pudiera coincidir con sus producciones artificiales, dicha paradoja atenuada no quedaría resuelta.

Además, si se admite que, la totalidad de cuanto se pueda atribuir al hombre, es producto evolutivo de la naturaleza no queda resquicio alguno para poder afirmar que el hombre tenga algo artificial o pueda producirlo.

C. S. Lewis ha planteado una definición de naturaleza que aclara mejor su significado que la simple distinción apuntada antes:

«Naturaleza significa lo que ocurre «por sí mismo» o «por una propia iniciativa»; aquello por lo que no es necesario trabajar; lo que se obtiene si no se toman medidas para impedirlo. / La palabra griega que designa «Naturaleza (FISIS) está en conexión con el verbo «surgir»; la latina «Natura» con el verbo nacer. Lo «natural» es lo que brota, lo que se da, lo que ya está ahí, lo espontáneo, lo no pretendido, lo no solicitado.»[i] (p. 13)

En esta definición está presente, con toda claridad, la especificación del origen de lo natural como algo ajeno a cualquier tipo de acción o producción humana y que, por lo tanto, «marcha por su propia iniciativa».

Otra posible definición de la naturaleza, que es muy común entre los físicos, remite a que la naturaleza es todo aquello que es explicado por las cuatro fuerzas físicas: electromagnetismo, nuclear fuerte, nuclear débil y gravedad; aunque esta última se encuentra en discusión en cuanto a si es una fuerza más o si es otra cosa diferente, como, por ejemplo, una geometría del espacio curvado por la materia.

En el caso de que admitiéramos esa acotación física de lo que es naturaleza nos veríamos obligados a admitir que la vida, el hombre y todo lo que éste haga puede ser explicado por medio de esas tres o cuatro fuerzas, lo cual, de ser posible, actualmente se encontraría con un larguísimo y extremadamente incierto futuro por delante.

Por ejemplo, explicar por dichas fuerzas físicas por qué en cualquier bifurcación de caminos posibles yo elijo uno en vez del otro, parece imposible ya que, la influencia de esas cuatro fuerzas, sería idéntica en ambos caminos.

 

El problema de la naturaleza del hombre se hace insoluble si tratamos de resolverlo mediante explicaciones naturales, acotando lo natural dentro de los límites de la doctrina general del naturalismo.

El naturalismo es una ideología cuyo axioma principal es que no existe nada más que la naturaleza, que la naturaleza es todo lo que hay, ha habido y pueda haber.

En este sentido identifica lo natural con lo real, la naturaleza con la realidad.

Por lo tanto, no puede haber nada real que no sea natural.

Sostengo que es una ideología por cuanto históricamente se ha desarrollado por oposición a lo sobrenatural en términos de una simple negación de esto último.

El naturalismo da por supuesto y, a veces, incluso como algo demostrado, que no hay nada extra-natural, sobrenatural, infra-natural o cualquier otra cosa que no sea natural. Y, además, en sus corrientes más habituales, que todo lo natural es exclusivamente material, o en otras menos habituales como es la del panteísmo, que Dios es parte de la misma naturaleza.

Este dogma que, como tal, no puede ser demostrado, tiene tantas implicaciones acerca de la realidad que se extiende a multitud de negaciones de lo que existe, de muchas realidades que son evidentes, y, además, se va desmoronando cuanto más avanza la propia física.

Al no contentarse con describir aquello que pueda ser descubierto por las sensaciones, dentro del reducido campo de operaciones que sus presupuestos materialistas le permiten, y puesto que aspira a ser una teoría del todo, tiene la tendencia a aceptar conjeturas, como si fueran tesis sólidas, sobre todo aquello de lo que no debería efectuarlas.

De hecho, la palabra “todo” puede referirse a dos conjuntos esencialmente diferentes. Se puede referir a un conjunto del que se conocen todos sus elementos, como cuando se dice “todo lo que hay en esta casa lo he construido yo mismo”, o puede referirse a un conjunto cuyos elementos no son todos ellos conocidos como, por ejemplo, si decimos “todo lo que existe pertenece al sistema natural”.

En el primer caso “todo” está bien definido. En el segundo, se atribuye a todos los elementos desconocidos propiedades universales que, en el mejor de los casos, se han observado en un pequeño subconjunto de ellos. Se toma el todo por la parte y se niega la existencia efectiva o posible de su diferencia.

De ahí en adelante el abordaje del conocimiento de cualquier cosa que exista se efectúa bajo un prejuicio de lo que debe ser, que se impondrá sobre lo que es.

Por ejemplo, admitir que la naturaleza es origen de sí misma, en vez de preguntarse por la naturaleza de la naturaleza, que remite a la pregunta de su origen o nacimiento, implica una de estas dos cosas: que o es eterna, o se auto-crea. Ahora bien, como se sabe que el universo tiene una historia temporal, solo cabría la respuesta de que se ha auto-creado de la nada, lo cual es lo que implícitamente se formula en la extendida hipótesis del Big-Bang.

En otros términos, se admite que algo puede surgir de la nada, que el ser puede ser producto del no-ser y que lo que hay puede existir sin causa alguna, todo lo cual es una flagrante violación de los principios de razón.

Aunque se pretenda especificar el Big-Bang como una mera hipótesis teórica, se trata de uno de esos casos en los que se admite la formulación de hipótesis absurdas, como si por el hecho de ser hipótesis no debieran verificar los principios de razón. De hecho, si esas hipótesis llegaran a ser tesis, habría que romper la lógica que hasta el momento ha canalizado toda la racionalidad humana.

Pero es que un universo unitario que no tenga relación con nada exterior a sí mismo, es decir, cuya esencia fuera estar en perfecto aislamiento, simplemente no existiría, ─entendiendo existir como una condición que solo es posible por medio de la coexistencia de algo con otra cosa. En otros términos, la idea de un universo así es absurda.

 

La magia es el arte de hacer creer que hechos ficticios, absurdos e imposibles son reales. Lo cual se puede conseguir engañando los sentidos del receptor o haciéndole admitir presupuestos que violan la lógica real. Fuerza sus apariencias hasta violar los principios de razón que ordenan cualquier razonamiento que aspire a emular la realidad, y justo, en este punto es donde comienzan sus aseveraciones mágicas.

Hacer que algo que en principio es imposible parezca posible y además de un modo aparentemente sencillo, pone en cuestión las creencias del observador acerca del poder que tiene el mago para saltarse las leyes naturales haciendo creer que él mismo tiene poderes o capacidades especiales.

Así, el naturalismo se obliga a sí mismo a ser mágico, lo cual es fuente de nuevas supersticiones que deforman o dañan seriamente el conocimiento de la realidad.

El atractivo actual que posee “lo mágico” en cierto modo se alinea con la creciente valoración que se hace de la infancia, pero también, con una necesidad generalmente inconsciente de explicaciones de la realidad que son negadas por la ortodoxia científica.

El ser humano no puede ser un producto exclusivo de la naturaleza tal como la presenta el naturalismo, dado que, como mínimo, dispone de dos componentes totalmente extraños a la misma: la razón y la moral.

Además, ambos componentes no se presentan como algo dado de empleo necesario, tal como es lo instintivo, sino que su funcionalidad es bipolar en ambos casos.

El ser humano puede ser racional pero también irracional (y no por ello, instintivo).

También puede ser moral o inmoral, haciendo lo que es debido o violando ese principio.

Esas indeterminaciones constitucionales a priori dejan abierto un ámbito de libertad genérica por el que puede introducir en la naturaleza no solo modos funcionales superiores a los que se encuentran en el mundo animal, sino, también, modos extremadamente disfuncionales o destructivos, que no cabe encontrar entre el resto de seres vivos.

 

En la nueva ideología subyace una igualación sustancial entre el hombre y los animales que es congruente con el materialismo burdo de las epistemologías modernas.

Nuestra civilización ha pasado de tener una concepción prioritaria espiritual del hombre (aunque no solo espiritual) a otra radicalmente material, invirtiendo por completo la cultura que la antecede y generando dogmas que hacen imposible que nos identifiquemos a nosotros mismos. Al mismo tiempo se produce el desarrollo paradójico de proyectar en los mamíferos, sobre todo domésticos, algo parecido al espíritu humano.

En cualquier caso, la posibilidad de que todo ser vivo tenga un componente espiritual es mucho más factible que el dogma de que ninguno lo tenga.

 

Otra paradoja de la actual revolución cultural consiste en preterir la propia historia de la ciencia en su apartado referido a la revolución científica efectuada por insignes católicos como Newton, Galileo, Kepler, etc. Parece ser que esos científicos que creían o creen en el espíritu humano constituyeron el pilar fundamental de la ciencia contemporánea sin el que, muchos de los actuales, no habrían llegado a existir.

 

[i] LEWIS, C. S.; Los milagros; trad. del original Miracles de 1947 por Jorge de la Cueva, SJ; Ediciones Encuentro; Madrid, 2009

13 Comments
  • Celia on 14/11/2021

    Magnífica y muy actual reflexión. También ocurre, tu mismo lo has comentado en alguna ocasión, la «humanización» de la naturaleza, por ejemplo llamando a cualquier meteorito con un nombre masculino o femenino. Y también, la masiva creencia de que nosotros influimos en la naturaleza, en el clima principalmente, cosa que ya por fin ha venido a decirnos el prestigioso científico, Steven E.Koonin que sencillamente si la hay, debe leerse bien siquiera la introducción del libro, es muy pequeña, del orden del 5%. Por supuesto, el libro titulado «Unsettled», no está traducido al español, y dudo mucho que se haga…Un fuerte abrazo,

    • Carlos J. García on 18/11/2021

      En mi opinión, la doctrina del cambio climático es un dogma que parece tener múltiples aplicaciones para el cambio revolucionario que están causando en las culturas occidentales, incluyendo enormes beneficios económicos de las élites económicas y sus muchos adheridos, se llamen o no “científicos”. De momento, está contribuyendo a la producción de serios problemas energéticos y económicos para la población general, salvo en Suiza, país en el que, siendo sometida a referéndum la aplicación de las medidas ambientales, la población votó en contra. No sé si seguirán manteniendo dicha política, pero me gustaría saber que votarían las poblaciones afectadas de regímenes en los que también se nos preguntara. Pero me temo lo peor.
      En otro artículo ya expuse que, la del cambio antropogénico del clima, es una teoría tan compleja, y quizá tan difícil (o imposible) de validar o de falsear, que no puede pasar de creencia dogmática. Desde luego, está lejos de ser propiamente científica.
      Muchas gracias y un abrazo

  • Francisco on 14/11/2021

    Gracias Carlos por este artículo lleno de conocimiento. Ahora están con la climatología…..

    • Carlos J. García on 18/11/2021

      Gracias a ti. Todas estas doctrinas forman parte del mismo plan.
      Gracias por tu comentario.

  • Nacho on 16/11/2021

    Hola Carlos. Estupendo artículo, muchas gracias!

    Lo primero que habría que decir es que el universo material en el que existimos es finito pero no está aislado. Hay muchas pruebas de ello. La primera es la que ya comentas sobre el absurdo del algo que se forma de “la nada”, o algo que se expande contra “la nada”. La segunda es que la entropía siempre crece y ello exige el crecimiento continuo de información en nuestro universo; si estuviera aislado, siempre contendría la misma información y no podría crecer la entropía. La tercera es que solo en un universo en el que la información crece (sin conocer el contenido de esta nueva información, esto es, de origen externo) es posible la indeterminación, y por tanto el libre albedrío, la consciencia.. La cuarta es que desde Gödel y Turing sabemos que nuestros sistemas matemáticos no pueden dar cuenta de la realidad completamente, que siempre hay afirmaciones no demostrables; hechos no explicables, pero siendo así, el universo no puede ser aislado porque de serlo no existiría esta imposibilidad (esto es equivalente a decir que el universo cognoscible no se contiene a sí mismo, que es lo que queremos probar).
    Y finalmente lo que expresas en esta reflexión. La razón y la moral, frutos de la consciencia, que emerge como un nuevo y poderoso agente causal relativamente autónomo, no pueden ser producto de una materia en mera interacción consigo misma.

    Por todos esos motivos a mí me parece que nuestro mundo no se puede explicar desde sí mismo dado que es efecto de algo más grande a lo que pertenece, que sigue siendo causa constante de efectos en él.
    Quizás algún día lleguemos a entenderlo bien. El primer paso es abandonar ese naturalismo mágico del que hablas.

    Un abrazo y celebro que vuelvas a escribir en tu blog.

    • Carlos J. García on 18/11/2021

      Has expuesto cuatro pruebas demoledoras, con las que estoy totalmente de acuerdo, por las que es imposible que la naturaleza sea producto de sí misma y, por tanto, el naturalismo como explicación del todo.
      Es obvio que el materialismo que tratan de imponer desde hace siglos y, sobre todo, el monismo materialista aplicado al hombre, no es más que uno más de los enfoques ideológicos (sobre todo anti-religiosos, tal como se puede ver en el Tratado de la naturaleza humana de David Hume, en toda la obra de Augusto Comte y otros muchos autores en la misma línea dogmática) cuya finalidad es el debilitamiento y sustitución del sistema cultural que nos precedió.
      Si hay dos entidades enfrentadas a lo largo de la historia desde el inicio de la escritura, son el “poder (político) del Palacio” y el “poder (religioso) del Templo”, y parece que, en esta etapa, el primero de ellos está consiguiendo demoler al segundo, entre otros modos, mediante la propagación de negaciones sistemáticas de los contenidos metafísicos de la cultura religiosa, especialmente la católica.
      Muchas gracias por tu comentario y un abrazo.

  • Francisco Javier Guerra Parra on 18/11/2021

    No tengo capacidad para aportar nada pero sí para entenderlo casi todo.
    Gracias por esta nueva aportación y a los comentarios que la acompañan.

    • Carlos J. García on 19/11/2021

      Me alegro que te sirvan.
      No obstante, estoy seguro de que tienes capacidad de sobra para pensar en todos estos temas.
      Gracia a ti y un abrazo

  • Belén on 19/11/2021

    Hola, Carlos.

    Muchas gracias por este artículo tan interesante.

    Me gustaría compartir una reflexión sobre el ejemplo de la bifurcación de caminos.

    Quiero contrastar dos movimientos:

    1) Un electrón va por un camino a) y no por otro b)
    2) Una persona va por un camino a) y no por otro b)

    Si me considero observadora de ambos fenómenos, puedo en ambos casos hacer un modelo teórico de lo que está ocurriendo.

    1) infiero que hay una fuerza que lleva al electrón a ir por el camino a) y no por el camino b)
    2) infiero que hay una “fuerza” que lleva a la persona a ir por el camino a) y no por el camino b)

    En cada caso los conceptos de fuerza se refieren a cosas distintas, son ejercidos por cosas distintas y se ejercen sobre cosas conceptualmente distintas. En el segundo caso la fuerza está ejercida por el propio sistema de creencias de esa persona.

    Sin embargo, los conceptos de fuerza, campo, y carga son análogos en ambas situaciones. Son conceptos duales. En ambos casos me sirven para representar fielmente el movimiento.

    Lo que es, sin embargo, fundamentalmente diferente es el yo:

    1) que yo sea consciente de mi propio movimiento
    2) que yo pueda hacer un modelo de mi mente y sus movimientos utilizando fuerzas, cargas y campos.
    3) que yo pueda cambiar mi carga, disminuir la fuerza sentida y caminar esta vez por el camino b) y no por el a)

    Esto es para mí lo meta, lo que está por encima de las fuerzas naturales o de sus duales.

    Termino con un símil de un artículo tuyo:

    Las fobias son los agujeros negros de la personalidad.

    Creo que es más que un símil. Estoy convencida de que utilizar conceptos físicos y conceptos matemáticos duales para describir un sistema de creencias y los movimientos causados por él puede ampliar enormemente nuestro conocimiento de lo que es una mente humana.

    Gracias, Carlos.

    • Carlos J. García on 23/11/2021

      La similitud a la que te refieres en cuanto al movimiento es muy sugerente, si bien, las causas de ambos movimientos son muy diferentes. A los tres papeles del yo que citas hay que añadir la diferente valoración que efectúa el yo que determina la elección de un camino y no del otro. Parece que la fuerza equivale a la valoración. Por otra parte la autonomía del yo en contraste con el mecanicismo del movimiento del electrón remiten a entidades existenciales sustancialmente distintas.
      Muchas gracias a ti por tu contribución.

  • concha garcia pascual on 22/11/2021

    muchisimas gracias por tus post.
    siempre son muy interesantes

    • Carlos J. García on 23/11/2021

      Muchas gracias a ti por tu tenaz seguimiento de las publicaciones y las buenas valoraciones que haces de ellas.

  • Ignacio BM on 28/11/2021

    Muy buena síntesis, que desde luego no tiene que ser sencilla. El cambio climático, el alucinante avance tecnológico, las ideologías de género… En fin, toda la ideología moderna que está sustituyendo a la tradicional (palabra que cualquier día la prohiben las televisiones), está siendo implantada a un ritmo vertiginoso. Parece ser que, según esta nueva visión de las cosas, que todo ha sido creado de «modo natural». Es un continuo hacer creer a los demás en «absurdos».
    La perfección que alcanza la creación del mundo es imposible que se haya realizado al azar. Pero esto parece que ya no se lo plantea la ideología moderna, dando por supuesto que el azar está continuamente presente en todos lados (curiosamente, no podría el azar por simple azar estar presente en todos los sitios, ya que sería unas veces sí y otras no… depende como dice algún gallego).
    Esta mañana estaba pensando sobre cómo tan curiosamente, gente que dice creer fielmente en el azar, cuando tienen que organizar coherentemente los elementos de la realidad, son perfectos en esa organización. Pero sólo lo hacen si es algo que les interese en su continuo belicismo contra la realidad.
    En fin, yo antes de ayer pensaba que nos dirigíamos hacia una glaciación, porque no para de nevar, el verano fue el más frío que recuerdo y hay humedad por todos lados…
    Parece ser que el enemigo es el pensamiento real, inteligente y conectado con la realidad; y hacer que el hombre piense y sienta como un animal no sapiens, su obsesivo objetivo.
    Es todo tan alucinante, que hasta debe ser «normal» que resulte difícil de creer.

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