Blog de Carlos J. García

¿Existen los psicópatas?

Cada vez se emplea más el término psicópata, sin que dicha denominación posea un significado unívoco, y sin que el grupo de personas que se califican con ella este definido más allá del que los medios de comunicación elijan en cada momento. Dicho problema es más grave de lo que parece y tiene mucho que ver con las penas judiciales que se apliquen en cada caso, si permanentes o transitorias.

El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) de la Asociación de Psiquiatría Americana (APA) que se publicó en 1987, con el título DSM-III-R[i], presentó un tipo de personalidad, al que se denominó  personalidad sádica dentro de  un apartado titulado Categorías diagnósticas propuestas que requieren estudios ulteriores (p. 377)

Dicho tipo de personalidad se describía del siguiente modo:

  1. Un patrón patológico de conducta cruel, vejatoria y agresiva que empieza al principio de la edad adulta, y que se manifiesta por la presentación repetida de al menos cuatro de las siguientes características:
  1. haber utilizado la crueldad física o la violencia con el fin de establecer una relación dominante (no sólo para alcanzar algún objetivo no interpersonal como puede ser golpear a alguien con el fin de robarle);
  2. humillar o dar un trato vejatorio a alguien en presencia de otros;
  3. tratar o castigar con excesiva dureza a algún subordinado; por ejemplo, a un niño, a un alumno, un detenido o un paciente;
  4. divertirse o disfrutar con el sufrimiento físico o psicológico de otros (incluidos animales)
  5. mentir con el fin de causar daño o herir a otros (no sólo para lograr algo)
  6. conseguir que otros hagan la propia voluntad atemorizándoles (desde la intimidación hasta causar verdadero terror);
  7. restringir la autonomía de la gente con la que se tiene una relación más estrecha; por ejemplo, no dejar que la esposa salga de casa sin compañía o que la hija adolescente haga ningún tipo de vida social;
  8. fascinación por la violencia, las armas, las artes marciales, las heridas o la tortura.

En mi opinión, aunque incompleta, dicha relación es el mejor intento, efectuado por la psiquiatría, para la descripción de las características de un tipo de personalidad que suelen ser atribuidas a alguien bajo la denominación común de psicopatía.

El encargado del equipo de la elaboración de la sección de personalidad de dicho manual fue Theodore Millon, que tal vez se pueda considerar el mayor experto en trastornos de la personalidad, uno de cuyos libros más ilustrativos es Trastornos de la Personalidad. Más allá del DSM-IV[ii].

De dicho patrón de personalidad, que fue propuesto como una categoría que requería estudios ulteriores, no se supo nunca más, hasta al menos que yo sepa veinte años después, pues no fue incluido, ni en el DSM-IV ni en el DSM-IV-TR.

Aquella edición, como decía antes, se publicó en inglés en 1987 y hubiera sido lógico esperar algún tipo de referencia al respecto en la siguiente edición del DSM-IV publicada en 1994[iii].

No obstante, ni en dicha edición, ni en la siguiente, aparece, ni ese trastorno ni ningún otro que se le pueda parecer, ni hace referencia alguna a la supuesta investigación que se anunciaba en la publicación de 1987.

Siete años hubieran dado para hacer algo mejor, y trece, que son los que transcurren hasta la versión siguiente, denominada  DSM-IV-TR, ya parecen demasiados como para seguir esperando que la APA incluya alguna nomenclatura de alguna aproximación a algo que se pareciera a aquel patrón denominado “Personalidad sádica”.

La opinión de Millon y Davis fue que… «… el grupo de trabajo del DSM-IV creyó conveniente  eliminar la caracterización  de la personalidad proclive a la violencia y justificó su decisión de eliminar el Trastorno sádico de la nomenclatura ofreciendo abundantes racionalizaciones. El autor principal de este texto[1], enterado de estas justificaciones[2], concluye que el verdadero motivo de esta decisión  fue de naturaleza política, una decisión para esconder bajo la alfombra algo que es difícil de sostener ante las críticas inflexibles de una minoría de profesionales de la salud mental.»  (Millon y Davis, TP, pp. 493-494) (Subrayado y marcas de nota al pié, propias)

Según Millon y Davis, parece que la política fue el criterio seguido para excluir cualquier descripción que se aproxime a la maldad, del mapa, supuestamente exhaustivo, de los diferentes trastornos de la personalidad que hace una de las instituciones más influyentes del mundo. Y, esto, a pesar de que un valioso grupo de psiquiatras casi suplicaron que se introdujera en tal clasificación con el nombre de “personalidad sádica”.

Parece ser que la política no reconoce que exista la maldad, ni el sadismo, ni que haya individuos malos, y prohíbe que estos individuos sean clasificados en el manual más universal de referencia, a pesar de que un amplio conjunto de profesionales de la psiquiatría afirma que los hay. Al respecto, en el mismo capítulo de la obra citada de  Millon, se hace una amplia reseña de estos psiquiatras entre los que se encuentran autores tan conocidos como el propio Erich Fromm.

Es posible que la negación política, institucional, científica, etc., de la existencia de la maldad sea el fundamento último de que se siga sosteniendo la peregrina idea de que los psicópatas son reeducables, reinsertables o reformables, tras una temporada en la cárcel.

De hecho, el término psicopatía solo suele emplearse profesionalmente en el ámbito de la medicina o la psicología forenses, lo cual se encuentra en aparente contradicción con su exclusión de los manuales citados de la APA.

Lo más próximo a la psicopatía que hay en dichos manuales es el denominado Trastorno Antisocial de la personalidad. No obstante, en absoluto se pueden considerar términos intercambiables.

Tanto de forma técnica[3] como de modo bastante general, se utiliza la expresión trastorno antisocial de personalidad para designar a un individuo que  desprecia y viola los derechos de los demás, no acomoda su conducta a las normas sociales y/o legales, es deshonesto, miente o estafa para obtener algún beneficio propio o por placer, es impulsivo y no planifica su futuro, es irritable y agresivo, imprudente respecto a la seguridad de los demás, irresponsable y carece de remordimientos, cosa que se manifiesta en su indiferencia o justificación por dañar, maltratar o robar a otros.

El término designa, por lo tanto, a un tipo de individuo que, por lo general, se podría entender como un “delincuente común”, el cual, en ciertos casos parece que tendría alguna posibilidad de cambio o reinserción.

Es obvio que ambos patrones —la hipotética personalidad sádica, y el trastorno antisocial— poseen un componente de inmoralidad acusado, si bien son dos formas de inmoralidad diferentes.

Disfrutar mediante el acto de causar sufrimiento, despersonalización, humillación, sometimiento, etc., a un objetivo, no es lo mismo que ser inadaptado, insubordinado, rebelde, ilegal, agresivo, impulsivo, etc.

El primero quiere someter, mientras, el segundo, no quiere someterse. Además, parece que las razones de uno y de otro pueden ser muy diferentes.

La razón de someter a otros no la encontramos más que en la causa final que constituye su motivación: el poder.

Las razones para no ser sometido, pueden ser múltiples y de tipo antecedente a dicho motivo: una experiencia de abandono familiar; una rotura de la estructura social; las necesidades que emergen de verse obligado a sobrevivir en la calle; una sociedad tiránica; etc.

No me extenderé en la diferenciación entre ambos patrones, dado que hay muchas características tanto biográficas como de estructura de la personalidad entre ambos, aunque a veces no sea tan fácil distinguirlas a simple vista.

Solo haré mención de mi marcada discrepancia con el patrón expuesto, bajo la denominación personalidad sádica, justo al principio de la misma: “Un patrón patológico de conducta…”.

¿Acaso se afirma que los rasgos de personalidad relacionados constituyen una enfermedad? Espero que esto sea un desliz de los psiquiatras que lo redactaron, pues los sádicos no son enfermos sino productores de enfermedades en los demás. Se trata de agentes patógenos, no de personas que padezcan patología alguna.

Lo preocupante es que esa personalidad psicopática, sádica o como se la prefiera denominar, no se suele dejar ver fácilmente por medio de sus apariencias, y, además, institucionalmente no existe, al parecer, según Millon y Davis, por razones políticas.

[1] Se refiere a sí mismo.

[2] Se refiere a las justificaciones que se dieron para no incluir dicho trastorno en el DSM-IV.

[3] Como, por ejemplo se expuso en el DSM-IV

[i] AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION; Breviario DSM-III-R. Criterios diagnósticos. Versión castellana del doctor Manuel Valdés Miyar:; Masson S.A., Barcelona, 1989

[ii] MILLON, THEODORE con DAVIS, ROGER D.; Trastornos de la Personalidad. Más allá del DSM-IV; trad. del original de Laura Díaz Digón, María Jesús Herrero Gascón, Bárbara Sureda Caldentey y Xavier Torres Mata con revisión científica de Manuel Valdés Miyar; Masson S.A., Barcelona, 2000 (MILLON Y DAVIS, T., TP)

[iii] AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION; DSM-IV Breviaro. Criterios diagnósticos. Director de la edición española de Juan J. López-Ibor Aliño y coordinador el doctor Manuel Valdés Miyar; Masson S.A., Barcelona, 1995

6 Comments
  • Francisco on 18/03/2018

    Efectivamente Carlos se trata de ocultar cualquier conocimiento o información que ponga en riesgo su poder y todas sus acciones psicopáticas. Gracias por este gran artículo lleno de información.

  • Lola on 20/03/2018

    Yo lo que veo Carlos, son procederes muy raros de papis y sobre todo mamis en estos últimos fatídicos casos que la opinión pública ha tenido a bien mostrarnos. Quizá solo sea la forma de contarlo, porque nadie más parece verlo.

    • Carlos J. García on 15/04/2018

      Sin duda muchas personas vemos cosas muy raras y a menudo escandalosas a diario y, también en la forma de contarlas, pero el hecho de que los medios no se hagan eco de estos modos de percibir aquello que emiten, no significa nada más que cada vez está más clara su función actual. Gracias por el comentario

  • Ignacio Benito Martínez on 20/03/2018

    Muy buena perspectiva sobre el tema, seguro que esta historia de Millon y Davis no se conoce (seguramente no salga en el telediario). Siempre recuerdo una frase de una película que decía esto: «el mejor truco que el diablo inventó fue convencer al mundo de que no existe». Es curioso que se represente el mal en películas, libros, series, etc. ¿Se puede representar algo que no existe, que ni siquiera se ha percibido? No sé, se puede representar un minotauro, mitad hombre mitad caballo… Pero por otro lado no deja de ser una mezcla de algo que conocemos: un hombre y un toro…
    La maldad tiene que haber salido de algún lado, y no parece ninguna mezcla de algo que veamos, parece algo bastante «puro», o bastante «impuro» según se mire; es decir, algo sin mezclar; algo al 100%.
    El esfuerzo que hace la maldad en aparentar que no existe, parece titánico, dada la dificultad de ocultarla de los ojos del mundo. Sin embargo, su efectividad es impresionante, ya que parece que están al 100% dedicados a esta tarea. Si no estuvieran al 100% su eficacia no sería tan alta. La efectividad que alcanzan debe ser el resultado de un minucioso análisis de sus objetivos, sin que parezca que están a ello.
    Muy buen artículo, no conocía estos datos.

    • Carlos J. García on 15/04/2018

      La información más verdadera que sirve para entender mejor el mundo en el que vivimos suele estar en los libros que menos se leen.
      Gracias por el comentario.

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