Blog de Carlos J. García

Europa contra Rusia

Tras la crisis de Occidente iniciada en el siglo XVI empezó su decadencia salpicada por una serie interminable de guerras espantosas que alcanzaron su zenit con la II Guerra Mundial.

Del final de dicha guerra derivó la constitución del Consejo de Seguridad de la ONU con cinco de sus quince miembros permanentes y con derecho a veto de cualquier resolución que plantearan otras naciones.

Dichos miembros son EEUU, Rusia (antes la URSS), China, Reino Unido y Francia, todos ellos vencedores de la II Guerra Mundial y, con arsenales nucleares. Empezando por EEUU y siguiendo con los otros cuatro, el derecho a veto de esos países fue una condición impuesta al resto de los países miembros de la ONU para que existiera dicho Consejo.

Cualquiera de esos cinco países que, por ejemplo, tenga interés en invadir otra nación, o apoyarla, si es otro país el que la llevara a cabo, podrá votar en contra de una resolución de condena de la ONU contra la misma o la adopción de medidas económicas o militares contra el invasor.

El hecho de que todavía a día de hoy, existan tales privilegios de los vencedores de la guerra más cruel de la historia y, en particular, del primer país del mundo en emplear bombas nucleares contra dos grandes ciudades, como Hiroshima y Nagasaki, pobladas con cientos de miles de civiles, no ayuda mucho a que la ONU pueda adquirir el prestigio y el apoyo suficiente para favorecer la paz en el mundo de manera solvente.

El control directo del Consejo por los gobiernos de esos cinco países ha causado, en múltiples ocasiones, la inacción internacional ante crímenes de guerra y violaciones flagrantes de derechos humanos.

Esto implica que, lejos de que el Consejo de Seguridad de la ONU sea una institución basada en la autoridad moral y democrática de quienes tomen sus resoluciones más graves, sea una institución en la que lo que pesa es el poder de ejercer, o no, violencia a criterio de las naciones más poderosas que la componen.

Por otro lado, debemos recordar que las injerencias de la ONU, en asuntos internos de otras naciones sin privilegios, pueden llegar a ser tan absurdas o arbitrarias como la que efectuó el entonces Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad Al Hussein en España en relación con el golpe de estado que dio el separatismo catalán el 1 de octubre de 2017.[i]

De hecho una de las causas más frecuentes de las guerras en los países desarrollados reside en la secesión de territorios, lo cual podría haber ocurrido en el caso de Cataluña si la gestión de aquel conflicto hubiera sido más militar que política.

En la actualidad, la invasión de Ucrania por parte de Rusia no puede ser controlada por el Consejo de Seguridad de la ONU debido a que Rusia es miembro permanente con derecho a veto. Como tampoco lo pudo ser en las invasiones de EEUU en Irak, la guerra de Vietnam, la de Afganistán o algunas más con sus subsiguientes guerras desoladoras.

De ahí que no cabe esperar que dicha guerra finalice por algún medio de control auspiciado por la ONU.

Por otro lado, resulta sorprendente la respuesta unánime de EEUU y de la UE favorable a Ucrania y hostil a Rusia, sumada al papel de guardaespaldas de la OTAN en defensa preventiva de las fronteras de los países de la Unión.

Ahora bien, si el conflicto se ampliara a un enfrentamiento entre Rusia y la OTAN, el riesgo del empleo de armas nucleares sería una posibilidad no descartable.

En este sentido la exigencia de Zelenski a la UE y EEUU de cerrar el espacio aéreo ucraniano y ponerlo bajo el control de la OTAN implicaría la participación de fuerza aérea de la OTAN en previsibles combates con la aviación rusa, lo cual elevaría el riesgo nuclear.

El empeño del presidente ucraniano Zelenski en implicar a la UE y a la OTAN en su defensa, más allá de las múltiples sanciones que se han impuesto a Rusia, aparte la enorme ayuda humanitaria, de envío de armamento, etc., que ya se le está prestando, debería ser analizado con detalle.

Una cosa es ayudar en la defensa de una nación soberana (que no pueda contar con el respaldo de la ONU) y otra muy diferente es la de llegar a hacer posible una tercera guerra mundial.

De hecho tras la caída de la URSS a partir de 1989, la OTAN habría perdido su razón de ser, dado que la amenaza  a contrarrestar militarmente no era otra que la URSS.

Además, parte de Rusia está en territorio europeo, por lo que al cambiar su régimen político, de lo cual ya han pasado tres décadas, podría haber sido invitada a iniciar negociaciones para acceder a ser un miembro más de la UE.

De haberse hecho así, es posible que no se hubieran llegado a producir conflictos derivados del comunismo como los de Chechenia y Georgia, y el actual de Ucrania. Además, las tensiones económicas entre la UE y Rusia se habrían atenuado y, tal vez, tampoco se habría llegado a esta nueva crisis energética que puede arruinar, además de a Rusia, a muchos países de la Unión.

De todo este lío, Europa es la que más sale perdiendo mientras EEUU y China son las que más salen ganando, a pesar de que China es un régimen igual o peor que el de la URSS frente al que surgió la OTAN.

Por su parte, la actual UE, cuyas instituciones de Bruselas han perdido la noción del fin para el que se crearon, no están ayudando mucho a los estados nacionales ni en materia económica, ni política y, de hecho, han asumido llevar a cabo los objetivos de la agencia mundialista 2030 en contra de los intereses de sus socios nacionales y sin haber sometido a consulta de los diferentes países la aceptación de las poblaciones de los mismos. Parece ser que la democracia europea solo está de adorno.

Precisamente es esa posición europea a favor del progresismo y en contra de las naciones un punto más de sospecha en relación con el enorme empeño puesto en apoyar y, posiblemente, incorporar a Ucrania y hundir a Rusia. Ucrania puede llegar a disolverse como nación soberana dentro de le UE, pero Rusia no está por la labor de debilitarse como nación en ningún caso.

En el fondo de todo está la clave de la deriva europea.

La crisis de Occidente, ya no es solo una cultura decadente que empezó a romperse en el siglo XVI debido a las guerras desatadas, por los poderes políticos, contra todas las instituciones que la habían hecho grande, especialmente, las filosóficas y las religiosas.

Ya no queda nada de aquella llamada cultura occidental y, la nueva civilización que la ha ido sustituyendo, ni da más de sí, ni su intención de corregir su actual rumbo por medio de una nueva religión atea va a impedir su suicidio. Ya está muerta.

Ha renegado de la verdad, del bien, de la belleza, de la espiritualidad, de la armonía social, de la naturaleza humana, de la lógica, de su historia… todo lo cual pretende “compensar” con una supuesta tolerancia intolerante, con un buenismo perverso, con tener más dinero y más bombas que nadie, con su propaganda nazi incuestionable, con una libertad falsa, con una democracia de pacotilla, etc.

Ahora bien, diseñar e imponer un modelo teórico, compuesto con toda la basura ideológica destinada a la población general, no requiere mucho esfuerzo intelectual. Es fácil. Se invierten todos los principios, las costumbres, las leyes, los “valores”, y el sentido de todas las instituciones precedentes y ¡bingo!: ya tenemos la mal llamada agenda globalista.

Pero, es posible que, en Occidente, estemos engañados incluso en creer que todo el planeta está igualmente infectado que nosotros por esa misma ideología.

Otras culturas, que han existido en un segundo plano a lo largo de los siglos, ya han sobrepasado con creces a la nuestra en términos de vitalidad, de fortaleza, de trascendencia y de futuro.

India, los países del Islam, la propia China, Mongolia, Vietnam, Tailandia, Camboya, Malasia, Indonesia, algunas naciones africanas…, e, incluso, algunas europeas, como Polonia, Hungría o Rusia, parecen haber resistido, en todo o en parte, la invasión ideológica que padecemos en Europa y en América.

Una cultura de la muerte como la nuestra, no merece ser denominada como “cultura”.  Mata a más de un millón de embriones humanos al año, al tiempo que sus tasas de natalidad, no dan el umbral de reposición de la población, y para colmo, plantea el aborto como un derecho universal, por lo que ha renunciado a su propia continuidad, incluso, la material.

Pero no solo promueve el aborto, también los cambios de género, la eutanasia, la merma de la heterosexualidad reproductiva generando odio entre mujeres y hombres, el fin de la familias naturales, etc.

Por otro lado; fomenta un hedonismo rampante como principal fin de la vida humana. En este ámbito postula que cualquier clase de sufrimiento que tenga un ser humano es algo malo, provenga de lo que provenga, salvo en el caso de la esclavitud laboral.

Se oculta deliberadamente que cualquier desarrollo de un ser humano implica alguna forma de sufrimiento, ya sea en la formación personal, intelectual, moral, deportiva, interpersonal, etc. De lo cual se desprende que no se están formando adultos fuertes y desarrollados sino débiles, manipulables, ignorantes e inmorales.

Se trata de producir humanos plenamente dependientes de lo que el poder quiera hacer con ellos. La corrupción extendida a la población general, es mucho más fácil de producir, si sus miembros ceden a cualquier tipo de seducción, compra de voluntades, chantajes o amenazas, por pequeñas que sean y, además, son perfectamente permeables a la gigantesca propaganda que reciben a diario.

Como podemos ver, este tipo de perfil de ser humano es exactamente el contrario al que forjó nuestra cultura precedente.

Ninguna cultura puede sobrevivir a unas sociedades compuestas por poblaciones que son manejables como si se trataran de materia prima, cuyos líderes han optado por el ejercicio de la maldad absoluta.

Me pregunto qué hemos hecho en Afganistán, invadiéndolo durante dos décadas, para dejarlo peor de lo que suponíamos que estaba y, a la población, mucho más expuesta a un gobierno que en Occidente se consideraba terrible. También me pregunto que hizo EEUU invadiendo Vietnam para hacer lo mismo que hemos visto en Afganistán y en otros muchos casos parecidos.

Por su parte la UE actual, sometida a los dictámenes del progresismo estadounidense, se ha convertido en un organismo cuyo principal fin consiste en reducir en todo lo posible las soberanías nacionales de los países que la integran.

Ahora bien, otro de los puntos estrella de la religión atea que nos destruye es el dogma del cambio climático, desde el cual se justifica la demolición económica de Europa. Es causa directa de subidas de impuestos, de lucros empresariales gigantescos, de la insuficiencia energética y de los precios desorbitados de las energías de las que dependemos, todo lo cual empobrece a las clases medias europeas y genera nuevas bolsas de pobreza.

En lo que se refiere a las correspondientes clases políticas de las naciones occidentales llamadas democráticas, ni que decir tiene que, en su mayoría, se han ido convirtiendo en sistemas de partidos mafiosos cuyo primer fin es satisfacer sus propios intereses utilizando a la población. No sirven a quienes les votan, sino que se sirven de ellos. Además, las pugnas o conflictos entre ellos, en la mayor parte de los casos son meras representaciones teatrales, da igual si televisadas, en las Cortes o en cualquier otro foro. Van a por el poder y el dinero que, en ambos casos, sustraen a la población. Su continua traición a los verdaderos intereses de la población, sería evidente, si esa misma población no estuviera tan mal o tan poco formada.

Lo que actualmente está ocurriendo en el mundo, en especial la guerra en Ucrania, no podría ser explicado sin comprender como nos ven desde otras culturas, incluyendo a la Rusia ortodoxa de la que tan poco se nos ha permitido saber hasta ahora.

Nos ven con la suficiente objetividad como para saber que nuestra civilización es extremadamente débil en todos los sentidos y, por lo tanto, que no se arriesgará a hacer sacrificios de verdad para oponerse frontalmente a sus intereses políticos o geoestratégicos.

Del mismo modo nos estarán viendo China o el mundo islámico, aunque sus estrategias para relacionarse con nosotros sean muy diferentes, en el primer caso de tipo económico y militar y, en el segundo, de operar mediante terrorismo o guerras asimétricas, tal como ha ocurrido en Afganistán.

A día de hoy la propaganda bélica que padecemos, a favor de Ucrania y contra Rusia, llega a ser tan asfixiante, como la que hemos padecido durante dos años con la todavía no superada pandemia, si bien, la primera ha sustituido a la segunda, de la que ya casi nadie habla.

Se trata de poner a la población a favor de lo que nuestros gobiernos decidan hacer al respecto, pero sin ofrecer la suficiente información verídica de un conflicto extremadamente complejo, tanto desde el punto de vista histórico como geográfico.

 

[i] Ver artículo en este mismo blog titulado El papel de la ONU en la crisis catalana (de fecha 05/10/2017)

 

2 Comments
  • Ana on 11/03/2022

    ¿Supones que si la OTAN hubiera desaparecido, Putin se habría quedado sentado desestimando cualquier tipo de ambición imperialista?

    Encuentro que cualquier justificación le puede valer a una mente enferma de poder, y si no es la OTAN, podría haber sido cualquier otra excusa, cualquier tipo de rebelión ante su autoritarismo, para activar su tropa violenta con carácter expansivo. Ayer Chechenia, hoy Ucrania y quien sabe si mañana Finlandia… el caso es que el país que dirige se le derrama de sus fronteras, quiere más. Y aquí reside una violencia explícita muy evidente, es Putin quien ha activado la guerra, no lo olvidemos. Guerra que está teniendo acciones sin precedentes en la historia de la humanidad. Por muy mal que se hayan hecho las cosas desde occidente, el análisis tiene que partir apuntando al que pulsa el botón de arranque.

    Me gustaría que analizáramos cómo ha llegado hasta aquí esta situación también desde las decisiones de la mente psicópata sociópata y paranoica del presidente de Rusia (y sus aliados), que tiene atemorizado a su pueblo desde su dictadura democrática, y a los pueblos de sus alrededores, que ya están pidiendo a la desesperada la adhesión a alguna alianza más fuerte que ellos que les proteja de invasiones presentes y futuras.

    • Carlos J. García on 14/03/2022

      Vaya por delante que no tengo interés alguno en salir en defensa de Putin entre otras muchas cosas porque, de hecho, no le conozco. Además forma parte de una cúpula institucional de gobierno que no es tan simple como pueda parecer.
      Entiendo tu enfado ante los hechos que emiten por las televisiones y otros medios de comunicación pero no debemos permitirnos reacciones que sean perjudiciales para la resolución de la guerra lo antes posible.
      No creo haber hecho supuesto alguno como ese al que te refieres, sino la mención de una mera hipótesis de una posibilidad que podría haber cambiado el curso de las relaciones entre Rusia y Europa. La paz hay que sembrarla con antelación a que se precipiten los conflictos.
      Por el contrario creo que tu comentario está lleno de supuestos al respecto del Presidente de Rusia que tiene el respaldo y representa a una mayoría de la población rusa. Atribuirle epítetos tan ofensivos como los que empleas no creo que sirva para nada bueno:
      «Una mente enferma de poder; Su autoritarismo; Las decisiones de la mente psicópata sociópata y paranoica del presidente de Rusia (y sus aliados), que tiene atemorizado a su pueblo desde su dictadura democrática.»
      ¿A dónde nos lleva eso?
      Desde luego, no funda ni argumenta un análisis racional acerca de cómo se ha llegado hasta aquí y a esta situación.
      Explicar algo no significa justificarlo en modo alguno. Comprender por qué ha ocurrido, tampoco. Los juicios de valor no deben empañar el análisis racional de las causas.
      Por otro lado, no creo que el tono de tu comentario me permita sugerirte algunas fuentes de información con datos importantes para acceder a una cierta explicación del problema, pero no estaría de más que trataras de acceder a ellas.
      De todas formas, gracias por tu comentario.

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