Blog de Carlos J. García

El problema de la diferenciación «yo» ─ «mundo»

Echando un simple vistazo al mundo lo que veo es que se compone de todo cuanto hay en él salvo yo mismo. No obstante tengo la certeza de que esa misma impresión la tienen el resto de individuos que se fijen en él.

Es obvio que al echar ese vistazo empleamos la facultad que todos tenemos a la que llamamos percepción, la cual es activada y efectuada necesariamente por el propio «yo», pues, sin tal sujeto, ni podemos mirar ni podemos ver nada de nada.

Ese sistema de creencias que es el «yo» emerge por contraste del propio ser con el mundo exterior, sacando al ser del mundo y al mundo del ser, es decir, disociando a uno del otro.

De hecho, solo si se verifica esa segregación del ser, que inicialmente estaba confundido con el mundo, es posible que la persona pueda percibir algo exterior a sí misma y disponer de conciencia de ella misma como algo que es.

Dado que todo ser humano que se desarrolle con normalidad se encuentra él mismo segregado del mundo, si cotejamos todas las ideas del mundo que tengamos todas las personas, veremos que todas son perfectamente diferentes.

La idea que tenga del mundo cualquier persona que no sea uno mismo, nos incluirá a nosotros como parte de ella. Por lo tanto, para dicha persona nosotros seremos una mera parte de su noción de mundo, y, lo mismo, diremos de nuestra propia perspectiva de ella en la que aparecerá, asimismo, como parte de nuestra idea de mundo.

Así, el mundo de cada cual será netamente diferente del mundo de todos los demás. Todos y cada uno de nosotros nos hemos segregado de él para poder ser lo que somos.

Ahora bien, no por ello podremos afirmar que cada uno de nosotros seamos radicalmente diferentes de los demás, ni, tampoco, podremos negar que poseamos dentro de nosotros mismos un amplio bagaje de elementos comunes con la mayor parte de lo que hay en el mundo exterior.

La condición de la individualidad imprescindible para poder ser algo en vez de nada, no significa que su diferenciación consista en que todo lo propio sea exclusivo de uno mismo, ni que todo lo de los demás individuos sea exclusivo de cada uno de ellos.

En caso contrario, admitiendo que todos fuéramos radicalmente distintos de todo y de todos los demás, no tendríamos nada en común con algo exterior a nosotros mismos, lo cual haría imposible cualquier forma de comunicación, nos pondría a todos en condición de aislamiento absoluto y, tanto nuestro conocimiento como nuestra propia existencia, serían inviables.

La diferenciación [«yo» — «mundo»] es imprescindible para la existencia de cada ser humano, pero igual de imprescindible es que dicha diferenciación se efectúe con fundamento real.

En este sentido, la realidad es que todos los individuos tenemos una elevada proporción de elementos comunes con todos los demás, y, al mismo tiempo, nuestra propia constitución como seres humanos requiere las características necesarias para que cada cual sea un ser en sí mismo, bien definido y diferenciado de todo aquello que no es él.

El curso natural de la vida de cualquier persona que sobrepase la juventud, se traduce en una biografía saturada de experiencias que ha vivido y experimentado en sí misma, las cuales han ido esculpiendo su concreto modo de ser humano de forma acumulativa.

Dicho proceso se puede entender como una delimitación cada vez más nítida de sí misma y, en tal sentido, como una diferenciación y distanciamiento de los correspondientes modos de ser de todas y cada una de las demás.

No obstante, dentro de ese mismo decurso de la propia existencia, la persona también puede ir adquiriendo un mayor conocimiento y una comprensión más profunda de todas aquellas con las que se relacione o se haya relacionado.

Estos dos componentes acumulativos de la existencia y del conocimiento operan de modos contrapuestos en lo que a la propia diferenciación se refiere.

Desde un «yo» cada vez más nítido y diferenciado, la persona adquiere mayor distancia perceptiva de las demás, si bien, desde un marco de referencia perceptivo que acumule mayor conocimiento y mejor comprensión de ellas, se va produciendo una mayor aproximación a las mismas.

Así, las ideas y las creencias con correlatos en el mundo exterior, que elabora el «yo», cada vez son más verdaderas y más ricas, mientras el propio «yo» se va definiendo cada vez mejor y con más fuerza.

A lo largo de la vida, el frágil esquema inicial [«yo» — «mundo»] se va enriqueciendo en sus dos polos y va consolidando su diferenciación, al tiempo que incorpora percepciones mucho más ricas del mundo y una conciencia de sí mismo más estructurada.

En tales condiciones la posición existencial del «yo» en el «mundo» es más sólida, y, también, más próxima, pues ambos polos pueden incorporar muchas más propiedades compartidas sin riesgo alguno de que, lo que haya de común entre ambos, pueda difuminar los límites que los diferencian.

No tiene ningún sentido interpretar la relación [«yo» — «mundo»] en términos de un sujeto («yo») que no tiene nada que ver con el objeto («mundo»), tanto si se refiere al conocimiento, como a la comunicación de cualquier otro tipo.

La sincronización de cualquier «yo» con «mundo», referida a todas las relaciones que se establecen entre ambos polos, sería imposible si no hubiera muchísimos componentes comunes a ambas entidades, lo cual, es obvio, remite a que ambas nociones se erradican en un único sistema de existentes.

No es difícil entender la realidad en su dimensión existencial como un único sistema compuesto de muchos existentes diferentes cuya coexistencia es posible debido a  un tronco común a todos ellos, tanto en lo referido a sus componentes, como en lo que se refiere a la verificación de ciertas reglas de actividad que regulan la misma.

Pensar en un universo desintegrado, atomizado o pulverizado compuesto de una infinidad de partículas, es tan absurdo como pensar en él, en términos de una única totalidad de masa amorfa y compacta, que no admita a existentes individuales.

El liberalismo fruto de las tesis del empirismo, se funda en esa visión atomizada del universo y, tiene como santo y seña, la radical diferenciación de cada individuo en relación a cualquier otro, negando todo lo común que hay entre ellos, y, también, la propia noción del universo como un sistema ordenado de existentes.

Algunas confesiones orientales tienen como ideal la disolución del «yo» en el «cosmos», lo que, de producirse, sería un cataclismo en relación con la imprescindible diferenciación [«yo» — «mundo»], y las previsibles consecuencias esperables en términos de una epidemia masiva de autismo.

Entre el ideario comunista encontramos la negación del individuo y el establecimiento de regulaciones que determinen la abolición de toda diferencia entre individuos, de manera que la totalidad de la masa social sea amorfa y compacta, sin lugar para existentes individuales.

Estas son tres formas gravemente distorsionadas de pensar sobre las personas y el universo en el que existimos. En los tres casos apuntados se hace imposible comprender algo acerca del ser humano, explicar su desarrollo ontogenético, y acceder a dar alguna explicación de las relaciones sincrónicas entre el individuo y el mundo circundante.

14 Comments
  • Alfredo on 31/01/2018

    Buenas tardes
    No veo la relación causal entre liberalismo y empirismo. Si alguien es capaz de explicarmelo. Gracias

    • Carlos J. García on 31/01/2018

      Los dos empiristas más relevantes fueron Locke y Hume, de los siglos XVII y XVIII respectivamente. Ambos tienen antecedentes en el presbiterianismo whig y en el liberalismo producto de Inglaterra y Holanda. Aquel liberalismo defendía la tolerancia religiosa hacia las religiones protestantes y, en algún caso, también hacia la católica, dio mucha importancia a la industria y al comercio, favoreció a la nueva burguesía frente a la aristocracia y a la monarquía, respetaba el derecho de propiedad, reconocía el derecho a que cada comunidad eligiera el modo de gobierno que prefiriera, si bien, su preferencia era hacia una democracia en la que solo votaran los propietarios. Era individualista.
      Hay una fuerte conexión ideológico-religiosa entre el idealismo empirista, (del que ya he escrito algo en algún artículo de este mismo blog), la orientación tecnológica de la ciencia, y el liberalismo filosófico.
      Éste donde más arraigó fue en los emergentes Estados Unidos de América del Norte, y el propio Locke participó en la redacción de la Constitución de Carolina (EEUU).
      La conexión política de Locke con el liberalismo, partiendo de su protestantismo subyacente (tanto él como su padre eran puritanos), resulta obvia a partir de muchos datos de su biografía: su conexión con Lord Shaftesbury; la justificación en su Tratado sobre el gobierno civil de la sustitución de los Estuardo por los Orange y su extensión como catecismo de los whigs; su idas y venidas entre Inglaterra y los Países Bajos en función de las fluctuaciones políticas inglesas derivadas de las pugnas entre protestantismo y catolicismo,; la redacción “anónima” de la Carta sobre la tolerancia en Holanda; la protección recibida en Essex por el conde Pembroke; Su colaboración con la revolución que acaba con el reinado de Jacobo II Estuardo (católico) y regresando de Holanda a Inglaterra acompañando al nuevo rey Guillermo III de Orange, (en febrero de 1689) y recibiendo el nombramiento de Comisario Real de Comercio y Colonias; participa en la Fundación del Banco de Inglaterra en 1693, etc.
      Por otro lado, el pragmatismo del llamado “Metaphysical Club” de Boston (1872-1874) al que pertenecían Chauncey Wright, Abbot, Peirce y James, parece una ramificación ideológico- religiosa del empirismo y es, en la práctica, la filosofía norteamericana institucional por excelencia.
      Peirce aclaró los propósitos del pragmatismo bajo la idea de que “toda la función del pensamiento es producir hábitos de acción”, lo cual engrana muy bien con la filosofía empirista.
      En mi opinión, es obvio que el liberalismo norteamericano tiene sus raíces más profundas en los whigs y las influencias políticas de los empiristas citados.
      (Al respecto de Locke y el liberalismo te recomendaría la lectura de: Bertrand Russell; Historia de la Filosofía ; trad. Julio Gómez de la Serna y Antonio Dorta del original de 1945; prólogo de Jesús Mosterín cedido por Espasa Calpe, S.A., RBA Coleccionables S.A., Barcelona, 2005)

      Gracias por tu comentario.

  • Alfredo on 01/02/2018

    Gracias Carlos, lo que yo no entiendo es lo que dices en tu articulo sobre que el liberalismo niega todo lo común que hay entre individuos. Yo nunca lo he considerado así, creo que el liberalismo propugna o defiende como primordial la libertad individual pero no niega que los seres humanos tengamos cosas en común o que afirme, en su caso, que un ser humano sea totalmente diferente de otro.
    Gracias por la recomendación de Bertrand Russell. Un saludo

    • Carlos J. García on 01/02/2018

      En mi opinión el liberalismo es una ideología mucho más compleja que la imagen simple que se difunde de ella.
      En cuanto a la negación de lo común a los individuos, la raíz empirista del liberalismo va mucho más allá de eso. Niega la realidad exterior a la mente humana y niega cualquier sistema real complejo, compuesto de elementos más simples. Por lo tanto, defiende un subjetivismo radical por el que cada una de las subjetividades individuales son totalmente independientes unas de otras, lo que implica la negación a la que me refería en el artículo.
      Un saludo.

    • Luis Miguel on 12/02/2018

      Alfredo: Carlos trata en su obra “La naturaleza real del ser humano y sus alteraciones” este asunto sobre lo que las cosas tienen de común y de particular. Lo hace de manera extensa y profunda y por eso deseo hacerte un resumen que espero esté próximo a lo que Carlos escribe. Creo que es cuando escribe sobre el nominalismo de Guillermo de Ockham. Es cuando éste niega la posibilidad de la existencia de los universales. Los griegos clásicos enunciaban que de la observación de las cosas se podía extraer lo que tienen de particular y lo que tienen de común . De esta manera las cosas del mundo se pueden clasificar según sus características comunes en categorías. A éstas se las denominaba universales. Abstrayendo hacia arriba creo haber entendido que la cúspide metafísica de las características comunes, de los universales, serían entre otros El principio de no contradicción, El principio de causa eficiente, El principio del tercio excluso y el Principio de Identidad. Como consecuencia toda cosa real tiene que cumplir todos y cada uno de dichos principios. En su obra da a entender que la corriente filosófica del nominalismo iniciada por Ockham rompió la posibilidad de extraer características comunes para la producción de Universales. Podría ser para impedir a los seres humanos abstraer, bien extrayendo características comunes, bien elaborando hipótesis sobre los fenómenos que se muestran impresos en nuestros sentidos corporales y tienen correlato real. Esto es como un virus informático creado por Ockham para desincentivar que los seres humanos adquieran conocimiento, desacreditando el proceso de abstracción. Desearía felicitar a Carlos por el soberbio ejemplo que pone para ilustrarlo con respecto a los ladrillos de dos casas diferentes. Según el modelo de Ockham al estar en dos casas diferentes no puede inducirse que pertenecen al mismo concepto LADRILLO sino que son dos cosas distintas. Creo que añade que, además, Guillermo de Ockham estuvo patrocinado por alguien políticamente poderoso, por lo que sus ideas podrían tender a cimentar la política como oposición a la filosofía. Creo haber entendido que Ockham fue una de las principales raíces remotas del liberalismo. Espero que esta opinión expuesta inspirada en la lectura del libro mencionado aporte algo a la pregunta que has efectuado.

      • Carlos J. García on 12/02/2018

        Solo subrayar que los universales no son meros conceptos o ideas sin correlato real, empleados por la mente por razón de economía del pensamiento, como el nominalismo y el empirismo han afirmado. Las cosas particulares son complejas y están compuestas de elementos comunes a muchas de ellas o a todas ellas. De hecho creo que todo lo que se pueda predicar de un particular es un universal. Si las cosas individuales no tuvieran nada en común unas con otras, no podríamos decir nada de ninguna de ellas. Gracias por tu colaboración Luis.

  • Lola on 03/02/2018

    Hola Carlos. Y Ayn Rand?
    ¿Para tí estaría dentro del liberalismo, como casi todas las referencias sobre ella parece?

    • Carlos J. García on 03/02/2018

      Hola Lola.

      Tu pregunta es interesante y, aunque la respuesta sea compleja, es afirmativa.
      Según creo, Ayn Rand salió huyendo de la tiranía estalinista después de que a su familia le expropiaran la farmacia de la que vivían. Lo debió de pasar bastante mal durante esa etapa de su vida, aunque luego estudió una carrera universitaria en la URSS, antes de emigrar a EEUU. Allí consiguió trabajo como guionista de cine y, en general, le fue bien.
      A partir de esas dos experiencias, se hizo defensora del capitalismo y de la libertad de que disfrutó, lo cual se refleja en el conjunto de su obra.
      Es decir, tengo la impresión de que sus actitudes políticas fueron producto de sus experiencias personales (lo cual no es nada raro en general aplicado a la población general).
      No creo, por tanto, que llegara a investigar en profundidad la filosofía del liberalismo, ni que entendiera la tragedia del comunismo que experimentó en la URSS, en conexión alguna con las atrocidades que había producido el liberalismo en su punto más álgido de la revolución industrial.
      De hecho creo que sus novelas son muy buenas, sobre todo en la descripción de los personajes anti-reales, pero su obra filosófica deja mucho que desear.
      Ahora bien, el enorme éxito de ventas de sus libros que tuvo en EEUU se debió a su defensa del capitalismo, no de su filosofía.
      Además, la polarización del mundo en dos bloques, capitalista y comunista, no fue una cuestión filosófica, sino política, lo cual arrastró a muchas personas y naciones a tomar partido mediante la elección de lo que consideraban lo menos malo, siempre bajo una enorme influencia de las propagandas respectivas.
      En resumen, para responder a tu pregunta, es obvio que ella se sumó al bando capitalista, resaltó sus puntos más atractivos, como las libertades individuales, y criticó los peores defectos del comunismo, como el referido a que a todo el mundo hay que darle bienes en función de sus necesidades y no en función de lo que trabaje para conseguirlos.
      Gracias por tu comentario.

  • maria on 01/03/2018

    Hola Carlos. Me interesa mucho lo que dices de Ayn Rand.
    En sus obras ella habla de una relación entre seres humanos que sirva a los intereses de ambos, donde ninguno tenga que sacrificarse. Y habla del capitalismo como el sistema más justo creado hasta el momento. Lo que sí he notado es que no desarrolla una teoría sobre el origen del ser humano y sus cualidades, ni tiene en cuenta la Naturaleza para nada. Quizá estuvo muy marcada por su biografía( es difícil escapar de las vivencias) Pero ideas como que «las contradicciones no existen, y si las tienes, revisa tus premisas porque una, o ambas, están equivocadas» me parece muy interesante. Me encantaría conocer más sobre ella para diferenciar su aportaciones al conocimiento del ser humano de aquellas cosas en las que no fue tan «objetiva».Muchas gracias por tus artículos y tus respuestas. Saludos. María

    • Carlos J. García on 01/03/2018

      Hola María.
      Hace tiempo, después de leer las novelas de Ayn Rand me interesé por su filosofía y leí su ensayo sobre el objetivismo. Mi impresión es que su filosofía era básicamente aristotélica y, por lo tanto realista, de ahí posiblemente la cita que mencionas acerca del principio de no-contradicción. Ahora bien, dicha postura choca abiertamente con el empirismo y el liberalismo, tanto de Locke como de Hume, que en mi opinión son fundamentales para el capitalismo-liberal, por lo que su posición ideológica me parece muy poco integrada en su filosofía. De hecho, no conozco a nadie que considere a Aristóteles como uno de los troncos principales del liberalismo ni del capitalismo. Dicho esto, yo mismo considero a Aristóteles un filósofo fundamental del realismo, por lo que el objetivismo de Rand tiene bastantes cosas buenas. En cuanto al capitalismo, considero que uno de sus principales defectos es su componente «comercial», la relevancia de la noción de «interés» en las relaciones personales y la imposibilidad de facto de la libre competencia. Las crisis económicas a las que ha ido llevando a la humanidad han sido tremendas precisamente por la falta de una regulación suficiente de los estados.
      Gracias por tu comentario.

  • Maria Miquel on 02/03/2018

    Gracias por la respuesta Carlos. Respecto al capitalismo, creo que Ayn Rand consideró que se creaban relaciones justas cuando ambas partes salían beneficiadas en los intercambios y atacó a muerte en sus obras al intervencionismo de los Estados, relacionándolo con los males del socialismo y el comunismo. La verdad es que siempre he entendido que cuando hablaba de «intereses» en las relaciones, se refería a intereses reales para el ser humano. Nunca el interés de pasar por encima de otro. La libertad de uno acaba donde empieza la libertad de otro.
    Lo que siempre me ha sorprendido es que uno de sus seguidores, Alan Greenspan, cuando fue presidente de la reserva federal, actuó de forma intervencionista, de forma opuesta a la de la filosofía que compartía con Ayn Rand.
    Entiendo que como grupo de personas/sociedades/países que conviven es necesario poner reglas, pero ¿dónde estaría el limite de las regulaciones de los estados para que no acaben haciendo abuso de poder y haciendo delegar al ser humano su responsabilidad sobre su vida, su trabajo y sus creencias?
    Porque parece que la historia muestra que siempre terminan subiendo al poder «los mismos tipos de seres» e intenta hacer «lo mismo»: la des realización y despersonalización que comentas en otro articulo reciente. Y las civilizaciones terminan colapsando. Sólo que igual que en el avance de la ciencia, cada vez se alarga mas la vida de las sociedades a pesar de que sean zoombies.
    Saludos!María

    • Carlos J. García on 02/03/2018

      Hola María.
      Lo que yo creo es que tanto el comunismo como el capitalismo parten de presupuestos similares, como el de que el mundo es un espacio darvinista en el que imperan las relaciones de poder por mera naturaleza, y en el que el más grande tiene “el derecho natural” de comerse al más débil. El capitalismo decide que el más fuerte ha de salir de la competencia comercial, mientras que el comunismo decide eliminar la propiedad privada pasándola al estado, de forma que el más fuerte sea el estado. La libertad que defiende el capitalismo es la libertad del más rico frente al más pobre pero a éste no le deja mucha libertad. La libertad que ofrece el comunismo reside en que todos sean igualmente pobres pero que todos puedan vivir del estado. Por mi parte, considero que el neodarvinismo social es una aberración pues destruye los cimientos de cualquier sociedad orientada al bien general de sus integrantes. Dicha finalidad es una tesis fundamental expuesta por Aristóteles, e, incluye, implícitamente una cierta educación moral y un predominio de las relaciones de ser a ser sobre las relaciones de poder.
      Lo cierto es que el efecto inevitable del capitalismo salvaje sería que solo quede un único individuo que posea toda la riqueza mundial, mientras el del comunismo sería que no haya una solo individuo en el mundo que disponga de propiedad alguna.
      La realidad no tiene nada que ver con esas dos modalidades de plantear las cosas, pues, al final, son dos formas anti-reales de existencia, fundadas en el poder de unos hombres sobre otros, que no tienen nada que ver con la naturaleza, ni con la esencia misma de una sociedad que merezca dicho nombre. Ambas dejan de lado la esencia de la coexistencia entre personas.
      El límite entre el estado y las personas, cuando ambas partes se rigen por el bien general de la sociedad y de la forma que adopte ésta para la realización de sus integrantes, no creo que plantee demasidos problemas. Pero si, ya de entrada, el poder se considera no solo como lo bueno, sino como lo mejor que puede haber, seguro que todo va mal.
      Gracias por este pequeño debate.

  • Maria Miquel on 02/03/2018

    Entiendo que la clave de todo está en que las sociedades se compongan de seres reales que se guíen por lo que es Bueno y por la Realidad. Casi nada! Seguro que actualmente lo del » Bien general» daría lugar a un larguísimo debate… y a Ayn Rand, tan sólo oír las dos palabras, le provocaría un sarpullido.
    Muchas gracias por explicarme las cosas. Tendré que leer mas a Aristóteles.
    Buen fin de semana! María

    • Carlos J. García on 02/03/2018

      Tampoco estaría de más que las propias sociedades se constituyeran por principios reales y reprodujeran individuos reales. El bien y el mal se han sustituido por lo legal-ilegal, lo cual, al final, especifica intereses de los grupos que aspiran o detentar el poder sobre la totalidad de la población, lo cual genera innumerables problemas.
      Que tengas tú también un buen fin de semana.

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