Blog de Carlos J. García

El colapso socioeconómico de la maternidad oculto en la ideología

¡«Haz el amor, no la guerra»! era el eslogan de quienes protestaban por la guerra de EEUU contra los vietnamitas del norte allá por los años 60. Entonces, muchas personas lo consideraban un movimiento inspirado en la inocencia juvenil de quienes fumaban hierba iban por la calle entregando flores a los viandantes y se manifestaban de formas pintorescas.

Hoy un fatídico ocho de marzo tenemos que oír el eslogan contrario: ¡«haz la guerra, no el amor»!, estando ya lejos en el tiempo del tremendo dolor, el sufrimiento y la muerte de muchos cientos de miles de soldados de ambas partes, el de sus familiares y el de ambas poblaciones, todo ello ocurrido en una guerra absurda y artificial como casi todas, incluidas las de ahora.

Aquella guerra era injusta, como todas las guerras ideológicas que, aunque siempre tengan intereses económicos en juego, se fundan en ideas que les aportan, no ya una justificación sino  la dosis de irracionalidad que requieren.

Hoy mismo una gran mujer me acaba de decir lo siguiente:

¿«Por qué la mayoría de las mujeres se han dejado llevar por la propaganda del odio al hombre? ¿Qué había de malo en estar protegidas por él en aspectos de la existencia en los que las mujeres somos menos válidas que ellos? ¿Qué hacía tan insoportable la responsabilidad de cuidar de los hijos, del hogar y del marido? Las mujeres quieren dejar de serlo y exigen a los hombres que se hagan mujeres. Como ellas no lo consiguen y a ellos les es muy difícil, surgen los maltratos y las peleas en las que no tienen otra razón para enzarzarse en ellas que la propaganda que les llega  como lluvia fina a todas horas. La lucha no debe ser entre hombres y mujeres sino que debe estar contra las malas personas, ya sean hombres o sean mujeres.  Una familia vamos a llamar “de las de antes” con miembros buenos no tenía ningún problema. La mujer se dedicaba a lo que es propio de ella que, en resumen, era hacer hogar. ¿Puede haber algo más bonito que hacer feliz a tu familia, educar a tus hijos, facilitar la vida al marido…? ¿Puede haber algo más bonito que el marido haga exactamente lo mismo con su familia, sus hijos y su mujer? ¿Hay algo más feo que una profesional de la guerra, que milite en ella y la promueva? Y es muy feo porque la mujer tiene en su naturaleza la conservación de la vida».

Dada la atmósfera social que respiramos, dichas palabras les resultarán sospechosas a determinadas personas de que, la mujer que las dice, ha dedicado su vida a ser ama de casa, o que ha sido educada en una mentalidad “machista”, pero doy fe de que ninguna de tales explicaciones es cierta y que los sentimientos expresados son sinceros.

Con todo el horror que supuso, lo peor de la guerra de Vietnam es que tuvo un fuerte componente de guerra civil, entre Vietnam del Norte y Vietnam del Sur, en la actualidad felizmente unidos.

Ser del Norte o ser del Sur no era algo que se pudiera elegir, pues era un accidente más del nacimiento. Ser hombre o ser mujer, se plantee como se quiera, es otro accidente del nacimiento de cualquier persona, igual que ser más alto o más bajo, rubio o moreno, etc., lo cual conlleva unas condiciones de salida al mundo.

Cada cual puede perder el tiempo que quiera generando resentimientos hacia las condiciones en las que se originó su propia vida, pero el tiempo que dedique a eso, se lo quitará a sí mismo.

La valía personal reside en hacerlo lo mejor posible con las condiciones que a cada cual le hayan venido dadas. Se trata de realizarse partiendo de aquello de lo que irremediablemente se parte, y, en igual medida, de aportar algún granito de arena para mejorar, o al menos no empeorar, el mundo tal como cada uno nos lo encontramos.

Hoy en día, la propaganda confunde mejorar uno mismo y mejorar el mundo, con la palabra luchar, lo cual no digo que haya que excluirlo, pero tampoco otorgarle la exclusividad de todo aquello que debemos hacer.

Toda división belicista entre nortes y sures; entre hombres y mujeres; entre partidarios de extremismos de cualquier tipo; entre padres e hijos; entre viejos y jóvenes, etc., va destinada a destruir lo que de común podamos tener todos y, también, la complementariedad de las diferencias que nos caractericen.

No solo se trata del respeto a lo diferente, sino, también, del respeto a lo común y de hacer de las diferencias, causas en las que los factores de las mismas trabajen complementaria y sinérgicamente para que todos tengamos una existencia mejor.

Yo mismo, tengo tanto respeto a lo diferente que nos complementa como a lo común que nos une, porque la complementariedad puede ser un pegamento tan fuerte como aquello que se tenga en común.

Renegar de las diferencias personales y forzarlas a desaparecer, bajo una fuerte mentalización basada en el juicio de que son malas, equivale a una imposición artificial de hacer igual lo diferente, con la consiguiente merma de la identidad personal fundada en ser aquello que se es.

No puedo sumarme, “yo también”, ni a un Norte ni a un Sur, sino que quiero que acabe la guerra cuanto antes, o mejor dicho, que tenga poco recorrido la lucha artificial de clases que se inaugura oficialmente hoy con esta huelga. Parece que con los años me he vuelto pacifista.

Sin duda, siempre hay infinitos pretextos para empezar o alimentar una guerra pero muy rara vez hay alguna buena razón. Lo mejor para no hacerlo es comparar dicha razón con los potenciales efectos de la guerra ya que, ni el fin justifica los medios, ni el fin es lo mismo que los previsibles efectos devastadores de la misma.

Me consta que hay muchas personas sensatas, hombres y mujeres, que opinan cosas iguales o parecidas a las antes citadas, las cuales no invierten sus vidas en servir a la ideología dominante del poder actual.

Lo que se plantea como una lucha revolucionaria para la liberación de la mujer, al menos en nuestro entorno cultural, no lo es. Ya se hizo hace mucho tiempo.

Se trata de una lucha de quienes militan en una de las tareas más rentables del poder, que consiste en dividir sociedades; hacer colisionar naciones; enfrentar a unos contra otros; etc., para la terca conquista de sus propias metas.

¿Qué diferencia de fondo hay entre el fomento de los separatismos regionales y el de la nueva lucha de clases, si al final, la población acaba dividida y enfrentada?

Eso sí, todos los militantes de estas excelsas ocupaciones viven a costa, tanto de hombres como de mujeres, sin distinción del género biológico. Al final, la igualdad de género en donde mejor se lleva a cabo es en la recaudación de impuestos.

De hecho, uno de los dos componentes del problema que se plantea como fundamento de la reivindicación de la huelga, es el económico, el cual hay que verlo en su raíz.

En la economía española del último tercio del siglo XX, había básicamente dos tipos de trabajadores: 1) los padres de familia, y 2) las mujeres solteras que no disponían de otros recursos para vivir.

Entonces, con el trabajo de un solo miembro de la familia, ésta podía salir adelante aunque fuera sin lujos de ningún tipo, mientras, a partir de los años ochenta, la capacidad adquisitiva de un solo sueldo disminuyó hasta el punto de que empezó a ser necesaria la inclusión de un segundo sueldo para sufragar las necesidades familiares. Muchas mujeres casadas se vieron obligadas a incorporarse al mundo laboral.

¿Cuáles fueron las razones de la disminución de ese poder adquisitivo del dinero? Fueron dos: 1) el incremento de la inflación, y 2) el incremento del porcentaje de los sueldos destinado a pagar impuestos. Ambos factores no han dejado de crecer desde entonces, por lo que hay que concluir que la población general se ha ido empobreciendo paulatinamente hasta la actualidad.

Además, en España la incorporación al euro produjo una inflación inmediata sobreañadida, que como mínimo fue del sesenta por ciento. Simplemente se sustituyó la moneda de cien pesetas por la moneda de un euro. Por ejemplo, en poco tiempo un café que costaba cien pesetas pasó a valer un euro.

Desde entonces y hasta el día de hoy, las estimaciones de la inflación que efectúan los sucesivos gobiernos parecen muy poco fiables.

En resumen, el factor que más ha empujado a la mujer a incorporarse al mundo del trabajo, desde tiempo inmemorial, ha sido la necesidad económica, lo cual es lógico, por cuanto se sobrentiende que la gente trabaja para ganar dinero.

A dicho factor hay que agregar el desarrollo tecnológico que ha facilitado la posibilidad de que la mujer pudiera hacer trabajos que anteriormente solo podía hacer el hombre por razones físicas. Por ejemplo, el invento de la servodirección en camiones, tractores, etc., ha permitido que las mujeres puedan conducirlos; la robotización de las fábricas, también, etc.

Por otro lado, hay que fijarse en el segundo componente del problema que parece colisionar con el económico que es el de la maternidad.

En la economía precedente, las madres de familia podían dedicarse a tener y educar hijos, mientras los padres cubrían las necesidades económicas de las familias.

En la actualidad se ha generado un problema irresoluble debido a las difíciles condiciones económicas. La mujer no puede estar en dos sitios a la vez. No puede atender a los hijos mientras trabaja fuera de casa, lo cual se trata de resolver incorporando al hombre a las tareas que anteriormente se consideraban propias de la mujer

El problema de la conciliación no es un problema menor, por mucho que el estado pretenda aportar el dinero necesario para que la madre o el padre puedan dejar de trabajar mientras cuidan a los hijos. Dicho dinero saldría de los impuestos empobreciendo de rebote a las familias.

Además, en la economía precedente, se cumplían las leyes laborales referidas a que fueran trabajos de ocho horas diarias y las horas extra se pagaban el doble, e, incluso, existía la posibilidad de pluriempleo. En la actualidad parece que los horarios laborales tienden a ser poco menos que indefinidos, lo cual lleva a mucha gente a vivir para el trabajo, algo parecido a lo que ocurrió durante la revolución industrial.

Todo esto sitúa a la maternidad como una tarea poco menos que imposible, lo cual conlleva que los pocos hijos que tengan las mujeres pasen a ser cuidados y educados por el estado, efecto que, aparte de otras muchas consideraciones, encarece la educación.

Sumemos a esto, la independencia que se está creando entre la sexualidad y la reproducción y nos veremos en unas condiciones prácticamente imposibles para la reproducción de la población.

A su vez, dicho problema genera otro nuevo que es el de las jubilaciones. La población cada vez es más longeva, su media de edad se incrementa y no hay suficiente población joven que trabaje para pagar las pensiones. Además, el problema a medio plazo será mucho mayor dado que no alcanzamos la tasa de natalidad que alcance la necesaria para el reemplazo.

Los jubilados actuales disponen de pensiones debido a las condiciones económicas que había cuando trabajaban y no es previsible que los futuros tengan la misma suerte.

El sistema socioeconómico que se ha implantado da muchos síntomas de ser incompatible con el famoso estado del bienestar, pero los grandes medios no paran de atribuir los problemas a factores ideológicos, orientando todos los esfuerzos a cambiar la mentalidad de la gente y generar conflictos entre lo que es y lo que debería ser según tales ideologías.

Se discuten pequeñas brechas salariales entre ambos sexos, cuando lo que habría que examinar son las enormes brechas que hay entre el sistema socioeconómico actual y el inmediatamente anterior, si bien, hacerlo es políticamente inadmisible.

Un último asunto a mencionar dentro de la enorme complejidad de todo este problema, se refiere al tipo de gasto al que se destina el dinero que la gente gana trabajando.

La sociedad actual es mucho más consumista que la anterior, lo cual, según muchos economistas, es necesario para que el propio sistema económico funcione. Se trata de una sociedad de consumo ad hoc para una economía capitalista, si bien, con un estado igual o más consumista que la propia población y cuyo gasto se lo carga a esta.

El placer cada vez está más asociado a consumir y, el bienestar, a disponer del dinero necesario para consumir. A esto contribuyen, como en todo, los grandes medios que se empeñan en hacer todo lo posible para que la gente se gaste dinero en viajes; coches; cirugías plásticas; espectáculos y diversiones de todo tipo, etc.

Por el contrario, no se promocionan la austeridad; ahorrar; tener hijos; examinar la verdadera necesidad de cada gasto; la reducción de la carga impositiva del estado, etc.

A partir de lo que vemos y oímos en tales medios, quienes no puedan hacer los consumos pertinentes no pueden ser felices o, simplemente, se consideran como unos marginados de la sociedad por no hacer lo que deberían hacer.

Con dichas creencias extendidas, ¿quién va a sacrificar deseos que se han elevado a la categoría de auténticas necesidades vitales? Si existir es consumir, la autoestima de cada cual dependerá de su capacidad económica para hacerlo. De ahí que parece que, por ejemplo, tener un gran coche se suele preferir a tener un gran hijo.

A esto hay que añadir que otra de las posibles definiciones actuales de existir se refiere  a la visibilidad que tenga lo que uno hace. Si uno hace algo y nadie lo ve, no existe eso que hace, ni existe esa persona que lo hace. Como los hijos se crían en la intimidad del hogar y nadie nos ve criarlos, eso carece del reconocimiento y del valor que otros le pudieran dar.

Estamos en una sociedad muy teatral en la que mucha gente necesita público para darse cuenta de que existe, lo cual infunde en la visibilidad del trabajo fuera del hogar un valor añadido al que parece difícil sustraerse. Cuando uno trabaja en una empresa hay mucha más gente que le ve, que cuando hace cualquier cosa en su propia casa, por muy interesante que esta sea.

Hoy en día, poner algo en valor, consiste en que la gente lo vea. Si no lo ve, no está puesto en valor y, por lo tanto, carece de importancia.

La realización personal se va convirtiendo en que uno mismo sea objeto de conciencias ajenas, en vez de que cada uno acceda a ser él mismo cada vez más, y, también, más consciente de sí mismo sin intermediarios.

Así que lo mejor es trabajar fuera de casa, ganar dinero y consumir todo lo que se pueda, y, en caso de tener un hijo en común con otra persona, pelearse con ella para disputarse la penosa tarea de cuidarle.

 

 

8 Comments
  • Nacho on 10/03/2018

    Si Carlos. Dentro de la locura que nos atenaza en las sociedades modernas se añade el fenómeno relativamente reciente de la ideología de genero. Una ideología que da la espalda hasta lo más evidente : naturaleza, biología y existencia de hombres y mujeres.
    Este fenómeno que es mundialmente extendido, habría sido imposible 30 o 40 años atrás. Pero como tú ya has indicado, la sistemática destrucción de la idea de Realidad en los últimos siglos llevada a cabo por lobies que pretendían , consiguiéndolo, acaparar todo el poder, ha llegado ya a unos límites de éxito tales que, acaban imponiendo ideas contrarias ya a toda evidencia natural.
    En términos psiquiátricos Ya somos una sociedad esquizofrénica. Al individuo le han quitado todo el poder sobre si mismo atacando precisamente a lo que lo hace posible: su relación con la Realidad. Muerta la realidad enla mente, esta no puede apoyarse en nada más que en las ideologías que nos brindan ahí fuera para detraernos ese poder. Y esta última de la ideología de género ya es el súmmum de la pérdida total de contacto con la realidad.

    Dicho esto, no nos confundamos. Hombres y mujeres somos igualmente víctimas de ella. Como dice bien tu amiga los malos son otros. Evidentemente la mujer tiene razón en exigir que le paguen lo mismo en igualdad de condiciones, faltaría más. En el asunto de la violencia de género hay que incluir la violencia de ambas partes sobre la otra y afirmo que si crece (como en los paradisiacas y feministas sociedades escandinavas, en donde las tasas son las más altas) es por el enfrentamiento resultado de esta ideología de género y sus leyes, disposiciones y morales asociadas.
    Ideología que pretende la destrucción del último resquicio de realidad que ya quedaba: nuestra propia biología, por los motivos antes expuestos.
    Este es un asunto extremadamente grave por sus nefastas consecuencias: una sociedad inmersa en la locura. Con trabajos extenuantes, masivamente consumista, que descuida a sus hijos, cede su educación al poder, ciega a su sufrimiento, enfrentada, sufriente y evasiva.
    Como siempre dices quita a la realidad de la mente (su único posible alimento) y todo, absolutamente todo, es sufrimiento y destrucción.

    Pero como no es fácil quitarla de mentes ya formadas se concentran en hacerlo desde la infancia: con su cruel, obligatorio y desquiciado plan de estudios.
    La familia, que es un hecho biológico, era el único baluarte que podía contrarrestar ese lavado de cerebro: la ideología de género se carga la familia y con ello la única esperanza que les quedaba a nuestros hijos.
    Más nos valdría a hombres y mujeres establecer una tregua y atacar a quien verdaderamente es la causa de esto. Recuperemos el juicio por favor.

    Un abrazo Carlos

    • Carlos J. García on 14/03/2018

      El mayor problema es que la revolución actual que toma por objeto a la población general es de un gran espectro. Es difícil cobrar conciencia del conjunto de revoluciones que operan en paralelo y que incluyen: la biología reproductiva (y en buena medida productiva) con la ideología de género; la educación; el enfrentamiento de los géneros; tecnología de la comunicación; la sociedad de consumo que produce una basura inasumible para el medio ambiente; el enorme poder que están adquiriendo las multinacionales y unos pocos individuos; la destrucción de la religión y de la esencia de las costumbres y tradiciones; la supuesta liberación individual de opciones sexuales; la valoración artificial y subjetiva de clases de personas, en especial de las madres; el empobrecimiento de las clases medias; el sometimiento de los trabajadores a condiciones laborales que impiden su independencia vital; la globalización del comercio de cualquier cosa; el organicismo materialista que impide el conocimiento psicológico; el debilitamiento de las naciones-estado… todas ellas componiendo millones de mensajes diarios a escala mundial propagados por “corre-ve-y-diles” militantes a sueldo que no dejan respirar informativamente a nadie.
      La situación es de gran dificultad aunque es necesario mantener la cordura y vivir del modo más real posible. Un abrazo.

  • Ignacio Benito Martínez on 11/03/2018

    La verdad que sí, se están creando guerras artificiales constantemente en todos los ámbitos de la sociedad (trabajo, familia, conflictos país, regiones, religiones, ideologías varias…).
    Para mi, lo que he observado es que hay gente que se dedica a crear conflictos, y otros responden ante esos ataques. La gente que se dedica a crear conflictos es gente anti-real casi siempre (excepto que esté influenciado por un tercero). Violencia verbal y gestual mayoritariamente…manipulación ampliamente elaborada para cumplir unos objetivos (teniendo en cuenta los datos que se obtienen de la relación con una víctima, víctimas o grupo de personas).
    A lo que voy es a que el que ataca primero con violencia suele ser mala gente, y no es lo mismo que aquel que defiende su espacio. A muchísimas buenas personas no se les pasa por la cabeza ir a fastidiar la vida de otras personas, aunque fuera un momento.
    Se trata de eliminar todo aquello que nos hace personas, modificar al ser humano para que no sea persona ni homo sapiens, ya que se destruye la capacidad de pensar de la especie.

    • Carlos J. García on 14/03/2018

      Es la vieja estrategia de ¡divide y vencerás! Hay que procurar no entrar al trapo de los conflictos artificiales. Se trata de trampas, muchas de las cuales, se pueden sortear.

  • Alfredo on 14/03/2018

    Hola
    A mi lo que me sorprende, y ya incluso me hace dudar de si estoy en lo cierto o no, es que la ideología de genero o el feminismo, como queramos llamarle, tome como único hecho causal de la violencia hacia la mujer el genero o el machismo. Es decir, obvia cualquier otra circunstancia, como puede ser, para mi la más importante, la maldad de cada individuo, su psicopatía.
    En la ley de violencia de genero, se dice que el hombre mata a la mujer como una forma de perpetuar su poder. Esta ley solo tiene en cuenta la visión cultural o sociológica-antropológica, las creencias culturales (el patriarcado o el heteropatriarcado) pero se olvida de las demás causas que pueden llevar a un hombre a matar o a ejercer violencia sobre la mujer. ¿Donde quedan el resto de circunstancias, las familiares, las individuales…? ¿El hombre ejerce violencia simplemente porque es un hombre?
    Sinceramente, después de repetir una y otra vez este discurso, uno empieza a dudar ya de la realidad.
    Si alguien quiere seguir reflexionando y dar un poco más de luz sobre este asunto, estaría realmente bien.
    Un saludo

    • Carlos J. García on 14/03/2018

      Hace mucho que desapareció la sociedad patriarcal en occidente, pero el patriarcado se sigue vinculando al machismo. No se especifica bien, desde un punto de vista antropológico, qué tienen en común los patriarcados occidentales modernos con los de tribus muy antiguas, como las que aparecen en la Biblia o los de las tribus indias de Norteamérica.
      Lo primero que habría que hacer es definir el machismo. Si les pedimos hacerlo a cien personas, seguramente, todas nos darán respuestas diferentes. Es ese tipo de término como, por ejemplo, también lo es el “fascismo” que sirve para insultar a alguien sin saber muy bien qué significan. Llamar a alguien machista o fascista suena fatal pero es a lo único que suena, salvo que uno se imagine lo que él mismo crea al respecto.
      Yo creo que en el fondo se trata de designar una mentalidad que se supone universalmente extendida que solo cobra su significado por su oposición al término “feminismo”. Quien no sea feminista (hombre o mujer) es que es machista, igual que quien no sea comunista, es fascista.
      Otra cosa diferente es que hay individuos de ambos géneros cuya finalidad es dominar, explotar, despreciar, abusar, etc., de cualquier otra persona con independencia del género que ésta tenga. Si en un caso concreto el sujeto de dicha violencia es varón y la destinataria de la misma es mujer, eso se entiende como machismo, lo cual es absurdo pues la víctima de cualquier sujeto de poder puede ser hombre o mujer indistintamente, igual que cualquier sujeto de poder puede ser de cualquiera de ambos géneros.
      Tal como dices, cada crimen, violación de derechos, etc., requiere una investigación pormenorizada de todos y cada uno de los factores que hayan participado en la causa del mismo, por lo que, considerar el género biológico como factor determinante de la causa de un delito, no deja de ser, como mucho tomar el todo por la parte. Por lo demás, creo que no deberías dudar de tus apreciaciones pues creo que son muy acertadas: el hombre no ejerce violencia por ser hombre; hay todo tipo de factores individuales, familiares, materiales, económicos, etc., que pueden ser mucho más relevantes en la composición del ejercicio de la violencia que el peso que pueda tener el simple género biológico, etc.
      Un saludo.

  • Alfredo on 15/03/2018

    Hola de nuevo
    Quería puntualizar diciendo que el argumento en el que se basa la ley de violencia de genero y ampliando en su caso también, la ideología de genero, es que el hombre ejerce violencia sobre la mujer debido al patriarcado y al machismo, a la dominación que ejerce el hombre sobre la mujer. Por eso, cuando un hombre ejerce violencia sobre una mujer se puede hablar de violencia de genero; y no cuando una mujer ejerce violencia sobre un hombre porque no existe esa dominación.
    Y es aquí donde yo percibo el problema, porque si todos los hombres hemos sido educados en ese patriarcado, por extensión todos somos potencialmente violentos. Y al no hacer hincapié en otros posibles factores del ejercicio de la violencia, prácticamente o sin el prácticamente se esta criminalizando al hombre por el simple hecho de ser hombre.
    Como bien dice Carlos se esta enfrentando a la mitad de la población contra la otra mitad, un desastre.
    Otro saludo.

    • Carlos J. García on 15/03/2018

      Yo creo que queda claro lo que dices. La argumentación que expones se puede esquematizar como sigue:
      1) El hombre individual ejerce violencia sobre una mujer debido al patriarcado y/o al machismo, que es una dominación de clase ejercida por la clase hombre sobre la clase mujer.
      2) Si todos los hombres hemos sido educados en ese patriarcado, por extensión todos y cada uno de los hombres individualmente considerados somos potencialmente violentos contras las mujeres.
      3) La sociedad debe acabar con el machismo para impedir que un hombre individual efectúe violencia sobre una mujer.
      Ahora bien, dicha argumentación resultaría contradictoria y, por tanto, no poseería valor lógico, con que se produzca un solo caso en el que un hombre individual no ejerza violencia sobre una mujer a lo largo de su vida.
      Pero, no solo hay un hombre que no lo haga, sino que la mayor parte no lo hace. Por lo tanto, habría que modificar la premisa mayor, y el silogismo entero:
      1) Hay algunos hombres que ejercen violencia contra algunas mujeres cuando poseen una mentalidad machista entendida como un deseo de dominación sobre las mujeres.
      2) Las actitudes de dominación de los individuos no suelen tomar por objeto exclusivamente a las mujeres, sino que las personas que quieren dominar a otras tienden a hacerlo como un ejercicio indiscriminado del poder.
      3) Todo individuo, sea hombre o mujer, que haya sido educado como un sujeto de poder, ejercerá violencia sobre otras personas.
      4) Las familias, con el debido respaldo social, deberían acabar con la educación para el poder para impedir que quienes hayan sido educados así efectúen violencia sobre otras personas.
      De hecho, dado que no solo se afirma que hay hombres “machistas”, sino, también, que hay mujeres “machistas”, las cuales no se caracterizan por ejercer violencia contra otras mujeres, ¿acaso dicho factor se podría identificar como la causa eficiente de dicha violencia?
      Por otro lado, una cosa que no se oye nunca se refiere a los dos tipos de violencia diferentes que, a menudo, pueden encontrase en el hombre y en la mujer que componen parejas heterosexuales en conflicto.
      La capacidad del hombre para efectuar agresión física sobre la mujer es mayor que la que puede efectuar la mujer sobre el hombre, por lo que esta tiende a no entrar en peleas de ese tipo. En lugar de eso, algunas mujeres tienden a participar en tales conflictos de pareja efectuando violencia psicológica en vez de física, la que, a su vez, tiende a ser respondida por el hombre mediante agresiones físicas. Ahora bien, la violencia psicológica no es tan visible como la física, por lo que tales conflictos, en general, parecen sustantivarse únicamente en el hombre, lo cual elimina el posible papel activo de la mujer en los mismos, dando lugar a la opinión de que el hombre agrede a la mujer por el mero hecho de ser mujer.
      Ambas formas de violencia son detestables. La población general en la que me incluyo no queremos violencia interpersonal de ningún tipo y, además, nos resulta repugnante, pero tampoco queremos ni violencia política ni violencia social, las cuales se fundan en divisiones artificiales de clases a partir de la designación de una clase compuesta por víctimas y otra clase compuesta por verdugos
      Otro saludo para ti.

Deja un comentario