Blog de Carlos J. García

Dogmas posmodernos

Casi todos creíamos que los dogmas se habían terminado tras las revoluciones de los siglos XVI al XX.

No obstante, aquellos dogmas que se habían destruido eran todos los incluidos en la doctrina católica y los fundamentos de las sociedades tradicionales. Una de las justificaciones principales de su destrucción fue que impedían el conocimiento y la ciencia.

Al principio del siglo XVIII, siglo de las luces, la parte metafísica de la filosofía quedó abolida y sustituida por las ideologías que ya se aplicaron al cambio social en las revoluciones del último tercio de dicho siglo.

Dicho cambio también podría justificarse por razones similares pues, al fin y al cabo, la metafísica se consideraba en el mismo plano que la religión.

Retrospectivamente, tal vez se podría precisar que lo que sustituyó a las religiones fueron las ideologías políticas, y que el pack que formaban la metafísica y las ciencias congruentes con ella, fue sustituido por la ciencia experimental.

Hoy sabemos, que la metafísica sigue presente de forma implícita en el quehacer cotidiano de los científicos experimentales, en las ciencias exactas, y en todas las áreas del conocimiento que tengan un cierto rigor.

Ahora bien, un dogma se puede definir como el fundamento o los puntos capitales de todo sistema, ciencia, doctrina o religión; por lo que todas y cada una de tales ramas del pensamiento poseen sus propios dogmas.

Creer que la ciencia iba a funcionar sin dogmas o que las propias ideologías no fueran sistemas puramente dogmáticos —por el simple hecho de que sustituyeran a los dogmas religiosos—, no deja de ser la ilusión referida a suponer que la razón o las sensaciones podrían funcionar de forma autónoma.

Además, filosóficamente, el dogmatismo se refiere a la actitud contraria al escepticismo, que, como sabemos, niega la posibilidad del conocimiento. De ahí que todo ser humano, por el simple hecho de que crea poder conocer algo sostiene una actitud dogmática.

El problema no son los dogmas en sí mismos, pues sin ellos todas nuestras funciones quedarían bloqueadas, sino la pretensión de los que quieren que su doctrina o sus proposiciones sean tenidas por verdades incuestionables por todo el mundo.

Esto último es lo que ocurre con los dogmas ideológicos, cuyo único fin es someter a las poblaciones mediante diferentes modos de violencia, sistemáticamente destinada a la consecución o mantenimiento del poder.

Las revoluciones de los siglos apuntados se hicieron bajo el santo y seña de la liberación de la humanidad de los dogmas y los sistemas religiosos y de sus constreñimientos sociales.

Por lo dicho antes, acerca de la imposibilidad de la sustitución de los dogmas por cualquier otra cosa, lo que cabría esperar de aquellas promesas de liberación, sería, al menos, que los dogmas de las nuevas doctrinas no fueran impuestos sobre las poblaciones al estilo precedente.

Y no solo eso, sino que también sería deseable que cada disciplina científica o del tipo que sea, fuera transparente con su propia dogmática y la exhibiera para que todo el mundo pudiera percibirla y, en su caso, cuestionarla, con plena libertad.

La ferocidad con la que las ideologías tratan de imponerse, puede ser un ejemplo de transparencia dogmática, aunque no son buen ejemplo en el terreno de dejar libertad a los destinatarios para aceptarlas o no.

Otras disciplinas, entre las que están las ciencias, no son ejemplo de transparencia al respecto de hacer explícitos sus dogmas. Más bien parecen ocultárselos hasta a ellas mismas. En cuanto a su proselitismo presentan una apariencia bastante menos violenta que la de las ideologías.

En la actualidad asistimos a un nuevo escenario en el que hay sectores de las ciencias sirviendo dócilmente a la ideología posmoderna predominante, ofreciéndole apoyo argumental, supuesta evidencia científica o cómplices silencios, lo cual implica que los dogmas de dichas áreas científicas y los de tal ideología, o son los mismos, o son congruentes entre sí.

Por otro lado, esto no es tan raro. De hecho los dogmas religiosos de antaño hacían su papel en la dirección de los quehaceres científicos de su época. Hoy, son los dogmas ideológicos los que domestican o tratan de domesticar las nuevas ciencias experimentales.

Además, la insignia del fundador epistemológico de la ciencia moderna que fue Francis Bacon, ya lo dijo bien claro: la ciencia consiste en saber para dominar. ¿Cómo no van a ser compatibles los dogmas de la ideología posmoderna con los de la ciencia que se hace bajo ella, si aún no se ha sustituido ese dogma científico?

Siendo explicable, e, incluso, comprensible, todo esto, en mi opinión resulta injustificable. Más parece que es el mismo perro con distintos collares, que dos perros diferentes.

Vistas con la perspectiva que aporta la revisión histórica, aquellas revoluciones, tremendamente violentas y sangrientas, que prometían una auténtica liberación para la humanidad de regímenes opresivos, parece que van quedando en un simple «quítate tú, que me pongo yo», si bien, la elaboración de sus falsas apariencias es mucho más esmerada que entonces y su potencia propagandística es infinitamente mayor.

En esta época tampoco se pueden discutir los dogmas que la caracterizan sin que tal cosa acarree consecuencias desagradables para quien ose hacerlo.

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8 Comments
  • Ernesto on 13/08/2017

    Interesante su perspectiva, los dogmas cómo un mecanismo de control han sido históricamente recurrentes entre las sociedades, sin embargo en relación a la ciencia, partir de un método que permite corroborar, experimentar y no defiende las verdades absolutas, se puede considerar como la herramienta que hemos diseñado para avanzar a una sociedad más democrática.
    Si bien es cierto que una herramienta se puede usar para buenos o malos objetivos, en lo personal considero que hay cierta distancia entre la ciencia y un dogma, especialmente cuando la ciencia está cada vez en manos de más gente, quitándole así la característica de dogma y constituyendola como una herramienta de construcción social.

    • Carlos J. García on 14/08/2017

      Lo que plantea abre grandes áreas para la reflexión, pero mi respuesta exige una brevedad por la que solo puedo dar unos apuntes.
      1) Es verdad que hay muchos científicos, pero hay muy pocas comunidades científicas o, posiblemente, una única comunidad que las agrupe a todas. Tales comunidades no son democráticas en absoluto sino que se encuentran fuertemente jerarquizadas en múltiples aspectos.
      2) El método científico-experimental no es una máquina de producción de conocimiento, sino un método de refutación o verificación de hipótesis que se formulan para dar respuesta a un problema que se plantea. Es decir, establece unas condiciones muy definidas en las que se producen determinadas conductas o respuestas observables con la finalidad de estimar la validez de un enunciado hipotético. Su campo de aplicación es muy restringido y puede tener mucha eficacia en ciertas áreas materiales, pero no sirve para investigar, culturas, historia, psicología humana, ni otros muchos objetos que no sean estrictamente materiales. Otro asunto es que las condiciones experimentales las fija el experimentador, por lo que lo que se observan son reacciones a dichas condiciones artificiales y no la actividad en medios naturales.
      3) Además es un método muy costoso económicamente que rara vez puede ser costeado por un individuo que trabaje fuera de la comunidad científica. O se hace en instituciones públicas o en empresas privadas. En ambos casos hay intereses que pueden ser más fuertes que el conocimiento mismo de los objetos que se investigan. La ciencia aplicada ha desterrado casi por completo a la ciencia por la simple ciencia. O se espera algo útil y práctico a corto plazo de una investigación, o se suele descartar su puesta en marcha.
      4) Por otro lado, creo que la asociación «ciencia experimental-democracia» es mucho más compleja de lo que parece. Las democracias tienen aproximadamente 2.500 años de historia, mientras que la ciencia experimental arrancó oficialmente hace unos 400 años. No obstante hay bastante relación entre las filosofías del liberalismo, en especial de los denominados empiristas ingleses, sus dedicaciones a la política profesional, las revoluciones burguesas del siglo XVIII, las ciencias experimentales y el complejo régimen político que tenemos actualmente.

      Muchas gracias por su comentario.

  • Francisco on 14/08/2017

    Hola Carlos, me alegro de volver a tener contacto contigo. Efectivamente discutir y cuestionar los dogmas establecidos acarrea consecuencias para el que lo hace. Qué bien si se pudieran cuestionar los dogmas científicos que en estos momentos están sometidos al poder político y económico con el peligro que eso conlleva para el ser humano. Fíjate si cuestionáramos las empresas farmacéuticas, los medicamentos, etc., entre otras muchas disciplinas científicas y tecnológicas. Muchas gracias Carlos y hasta la próxima.

    • Carlos J. García on 14/08/2017

      En estos casos que mencionas los dogmas se refieren a presupuestos estrictamente organicistas para comprender y tratar los trastornos y las enfermedades, lo cual implica una visión del ser humano ceñida al monismo materialista. Gracias por tu comentario.

  • Ignacio Benito Martínez on 14/08/2017

    Últimamente tengo la sensación de que al hablar de cualquier tema de política, filosofía, etc (cualquier tema en el que haya que mostrar una opinión mínimamente inteligente, me refiero), la gran mayoría de las personas te responden de la misma manera.
    Por ejemplo, de unos años a esta parte salen casos de corrupción de políticos, banqueros… y demás gente vinculada al poder a todas horas, y todo el rato.
    Al hablar con gente de este tema, siempre se obtiene la misma respuesta; ¿y tú en su lugar no lo harías? Si dices que no, es que eres tonto… Es decir, se ha logrado con esto igualar ideológicamente a toda la población, vendiendo con esta oleada de casos de corrupción, que todo ser humano es corrupto. Con esto ya se ha vendido una mentira, ya que no todos los seres humanos son corruptos. Detrás de todo esto debe haber algún “arquitecto intelectual”. Seguramente unos pocos, no demasiados. Y luego dicen que no hay dogmas…

    • Carlos J. García on 14/08/2017

      Un dogma que consiste en valorar a todo ser humano por igual, y a la humanidad por encima de cualquier otra cosa, remite a una estructura que coincide con las propuestas de Comte, Robespierre y otros muchos ilustrados para el establecimiento de una Religión de la Humanidad. Gracias por tu comentario.

  • Nacho on 24/08/2017

    No puedo estar más de acuerdo.
    Creo que el éxito de la dogmatizacion ideológica, a pesar de lo burdo de sus afirmaciones, es el resultado de un largo proceso en el que se ha atacado a la misma esencia del ser humano. Si su esencia consiste en el conocimiento de la realidad (del que deriva una ética real) los sistemas de poder posmoderno, al tener vedado el camino rápido de la imposición explícita de sus intenciones por su heredado apoyo a la libertad individual de revoluciones precedentes, se ha tenido que cargar las dos partes: a la propia posibilidad de conocer por un lado y a la propia realidad en tanto referente único. Todo vale mientras haya una mayoría que lo apoye. El concepto de verdad no es ya intemporal sino cambiante según las circunstancias.
    Obviamente esta destrucción para ser efectiva ha de intentar ser rigurosa y ahí han tenido la colaboración de científicos y filósofos. A este respecto destacar como ejemplo el efecto transmitido a la población sobre la física cuántica. Es obvio que aún no la entendemos pero, en lugar de admitirlo, el sistema ha creado la idea de que la realidad es casi lo que queramos que sea apoyando de esta forma las pretensiones de aniquilar a la realidad como referente.
    Creo que la gente no solo no es consciente de esto, que ya es grave, sino que ni siquiera atisba la enorme gravedad de las consecuencias de vivir así. Esta gente domesticada apoyará lo que sea con tal de no ser aislada ya que el sistema se ha cargado su fundamento real, su independencia y el poder que sobre sí mismos tienen de aprender y por tanto de forjar sus propias opiniones.
    Gracias Carlos y un saludo.

    • Carlos J. García on 26/08/2017

      El proceso de la transmutación de occidente, ocurrido mediante la implantación de nuevos dogmas, viene desde tan lejos como Guillermo de Ockham, y efectivamente uno de sus eslóganes para el marketing ha sido un falseamiento grotesco de la idea de libertad; pero no debemos olvidar otros factores, como, por ejemplo, el oportunismo que se ha empleado haciendo uso de las crisis económicas para hacer estallar las revoluciones más significativas en Francia, las colonias norteamericanas y Rusia.
      Es cierto lo que dices acerca del uso propagandístico de la mecánica cuántica, como si sirviera para apoyar dogmas (por ejemplo, el relativismo o el subjetivismo) que se infieren indebidamente desde la materia más pequeña hasta el universo macroscópico, cuando nadie ha sido capaz de unificar ambas clases de física.
      Por otro lado, la inversión que hay entre la sustantividad autónoma y la dependencia social se tiende a materializar promoviendo esta última en detrimento de la primera, lo cual no favorece nada la actividad intelectual de la población general.
      Muchas gracias a ti y un saludo.

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